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5: La subasta


Veo el anuncio hasta el final, pero se saltan todos los nombres involucrados. En su lugar, se limitan a poner sus rostros de aquí para allá y a excepción de la fecha del evento, no obtengo ninguna otra información. La buena noticia es que mi madre siempre está metida en esas cosas, aunque le parecerá extraño que desee acompañarle, llevo treinta años negándome a hacerlo. He vuelto a lo mismo, la intriga me carcome por dentro, las ganas de vengarme de un hombre del que no sé absolutamente nada, no sé quién es, quién rayos es.

Pasan los días todos exactamente iguales, ensayos y almuerzos con las chicas en los cuales ninguna de las dos se atreve a indagar sobre Andrew, de quien no he tenido noticias. ¿Será que ha vuelto a Ámsterdam? ¿Será que, una vez más, le he dejado escapar? No he conseguido sacármelo de la cabeza, a pesar de todos mis intentos. Tampoco hay nuevos avances en mi investigación. Investigación, qué gracioso. He desarrollado una actitud muy Verónica Mars, pero comienzo a sentirme sola, pues Alice, la única que está al tanto del suceso del banco, no quiere ni que le mencione el asunto de robar las llaves del tío Harold para entrar en su despacho. Lo mejor es no volver a hablarle del tema, me centraré en el evento que anunciaron el domingo, ahí descubriré la identidad del hombre misterioso. No es por auto-fastidiarme los planes, pero me parece demasiada coincidencia que precisamente la persona que llevo años buscando, aparezca de repente, es demasiado sencillo para un caso que ni la policía pudo cerrar. Como todo no puede ser perfecto, Luis también irá a dicho evento. Rezo porque el tener que soportarle toda la noche no me detenga. Mamá dice que son celos, que detesto verle con alguien que no sea mi padre, pues esto significa que él ya no está, que nunca volverá, pero no es el caso. Siempre me ha dado la impresión de que oculta algo.

Dos días después, cuando estoy de regreso del supermercado, me encuentro a Kelly leyéndose la revista de Alice en un café al aire libre, específicamente el artículo que escribí. El editor me telefoneó anoche para recordarme que había salido a primera hora, así que estoy al tanto de que lleva un día en las librerías de la ciudad, no obstante, llevo toda la mañana evadiendo la reacción de mis conocidos, incluso la mía propia.

Muy bueno tu artículo, demasiado diría yo.

Jum, esto será para largo. Me han soltado el hilo una semana entera, como para que pensara bien las respuestas que daré. Me acomodo en el asiento de enfrente y pido un capuchino.

— ¿Tú de dónde conoces al tal Andrew?

— ¿Cuándo dije que le conocía? —contesto yo con otra pregunta.

—Oh, eso no te va a funcionar hoy.

Se conoce todas mis artimañas.

— ¿Tú has leído tu artículo? —se aclara la garganta y prosigue a declamar lo que yo misma escribí.

...Lo más peculiar de su estilo es la forma en que te atrapa. Te pierdes entre sutiles pinceladas que te transportan a un pasado ya muy lejano, a un rincón inédito que existe aún en tus pensamientos más profundosy se te pasan las horas contemplando su arte, su hermoso arte...

—Sé lo que escribí.

—Entonces será mejor que comiences a explicarte. Cuando salimos de la galería estabas entre lo molesta y lo atónita, luego está el avión de papel que te lanzó por la ventanilla del taxi. No tengo idea de lo que decía, pero presiento que ahora mismo me vas a contar todo.

—Admiro su trabajo, lo admito, fuera de eso somos solo conocidos —miento. Han pasado dos años que he elegido olvidar.

—Vamos, no hay que ir al colegio para entender ciertas miradas, pero es bueno saber que no confías en mí lo suficiente para contármelo— y antes de que pueda contestarle toma su bolso y se marcha.

Kelly es tan piscis… No es falta de confianza, es solo que me costó tanto superar esa efímera historia, que no quisiera revivirla. Es pasado y, tampoco fue tan relevante, o lo fue, mas solo para mí. Ya se le pasará.

Para cuando llega el sábado estoy tan nerviosa, que apenas puedo ocultarlo. ¿Qué tal que me esté metiendo en algo superior a mí?, pero soy demasiado persistente para mi propio bien y entro en el salón donde me espera mi madre. El sitio está colmado de personas con elegantes vestidos y trajes, collares costosos y una banda toca swing espectacularmente. Del techo cuelgan grandes lámparas antiguas, me siento como en un baile del siglo dieciocho. Luis me toma del brazo, no le replico. No es el momento ideal para pelear con él, dejaré que haga su rol de padre por una noche. Nos sentamos en una mesa que tiene una tarjetita con el apellido de mamá y tres segundos después, se levanta y se va a charlar con algún conocido de la mesa más cercana al escenario. Luce despampanante como siempre, estoy tan orgullosa de ella, de sus logros… Mientras le observo de lejos comprendo por unos segundos a Luis, debo admitir que cualquiera desearía estar en su lugar, Hélène Louvet es otro nivel. Un camarero nos deja unas bebidas en la mesa justo antes de que Luis se levante también y me deje sola entre tantos desconocidos cuyos rostros reconozco de alguna parte. Me extraña que Mary Alice no esté aquí, tiene fascinación por estas cosas. Tendría que haberle pedido que viniese conmigo, pero si le llego a decir el motivo se niega rotundamente.

Hasta el momento no hay indicios del sospechoso del anillo. Doy un sorbo a mi bebida y en cuanto hago un esfuerzo por distinguirle entre la multitud del lugar, mis ojos se encuentran con los de la última persona que imaginé ver aquí. Vaya suerte la mía. Me levanto de golpe, avanzo entre la gente en un intento de desvanecerme, de desaparecer de su vista, pero hay demasiadas luces, dudo que no me alcance. En realidad no sé de qué estoy huyendo, el caso es que lo hago de la forma más frenética. Asumo que le he perdido cuando choco con el escenario. Me entretengo escuchando la magnífica voz de la cantante de la banda y luego regreso a mi mesa, a tiempo para comprobar que Andrew está sentado en ella esperándome. Se me detiene el corazón por unos segundos.

— ¿Se puede saber a qué estás jugando? —pregunta.

— ¿Se puede saber qué haces en mi mesa?

—Sigues con eso de responder con otra pregunta.

—Algunas cosas nunca cambian —le digo y opto por sentarme en una de las tres sillas restantes cuando veo que no tiene intenciones de levantarse. ¡Hay que ver cuánto descaro, es el colmo!

—No me llamaste —comienza a decir—. Sabía que no lo harías, tuve que dejárselo al destino como siempre. ¿No te parece raro que nos sigamos encontrando por casualidad?

—Me parece que deberías irte de mi mesa.

— ¿Estás enojada por algo?

— ¿Por qué lo estaría? —encoge los ojos e inspira hondo antes de impacientarse conmigo. ¿Enojada? No estoy enojada, o puede que sí, pero de igual modo lo último que quiero es perder mi tiempo dándole explicaciones. Me está distrayendo, y yo vine a lo que vine—. Luego hablamos, ¿sí?

— ¿Luego? No tengo tu número, ni creo que me lo vayas a dar. Me quedaré aquí sentado hasta que me expliques por qué desapareciste, por qué te fuiste sin avisar.

— ¿Te irás si te doy mi número?

—Lo prometo.

Le anoto el número en una servilleta y se levanta por fin, no sin antes preguntar si es mi número real. Me río por dentro, no es que no se me haya ocurrido darle uno falso. Después de acelerar mis latidos con su sonrisa, a la que sabe que no me puedo resistir, regresa a su sitio en una mesa cercana a la mía en la que también está sentada esa mujer del otro día, sí, la que interrumpió nuestra conversación, y a su lado el hombre de la piel canela, el hombre que llevo años buscando. Me pregunto por qué están todos ellos en la misma mesa, todo esto es muy raro. ¿Por qué está Andrew sentado en la misma mesa de ese señor, y por demás con esa mujer? Supongo que será su novia, quizás esposa. Ah claro, pero eso no le impidió venir a fastidiarme. Ruedo los ojos como resultado de mi conversación interna, mejor será que me concentre en lo que debo. Mamá y Luis vuelven a mi lado tras detenerse en la mesa que estoy vigilando y saludar a mi objetivo. Lo que me faltaba, me estoy metiendo en un embrollo… Poco después me entero de que estoy en una subasta de la que no sé absolutamente nada. Creí que era uno de esos eventos que suelen hacer para exhibir sus joyas, como en los viejos tiempos. Yo que sé, tampoco es que me importe, no puedo quitarle los ojos a la mesa siete.

Andrew me queda de frente, de vez en cuando mira para acá. Ahora tiene mi número, estoy segura que en menos de cuatro horas estará llamándome. Aburrida de escuchar ofertas, me levanto con la excusa de ir al servicio. Por fin, no pienso regresar hasta que acabe el evento. Supongo que se me pasa el tiempo twitteando tonterías en el baño de damas, pues escucho aplausos y comienza la música nuevamente. Cuando voy saliendo escucho dos voces masculinas. Una es de Luis, reconocería ese timbre metatrancoso en cualquier lugar pero, ¿y la otra? Entreabro la puerta para ver sus caras y descubro que mi padrastro está hablando nada más y nada menos que con el asesino de papá. Dicen algo sobre verse en los contenedores del puerto el jueves en la noche, me salva mi oído musical. Aunque la bondad de Luis nunca me ha convencido, me siento abrumada. ¿Será que siempre he estado en lo cierto y mi padrastro oculta algo, o será solo mi imaginación? Suena mi celular, pero cuelgo enseguida, me van a descubrir, por dios, ¿quién llama?

Nuevo mensaje de pecas“¿Dónde estás?

Superó mis expectativas. Ya sabía yo que darle mi teléfono no era buena idea. Vuelve a llamar otras cuatro veces y en lo que le cuelgo, Luis y compañía desaparecen de mi vista. Maldigo por todo lo alto, esta me las paga. Cuando abro la puerta para salir entra el pelirrojo.

— ¿Por qué no coges el teléfono?

‹‹ ¿Quién se cree que es? ››

— ¡Estaba en medio de algo importante! —le grito histérica— ¡¿Por qué no me dejas en paz de una vez?!

—No puedo hacerlo, créeme, lo he intentado todo. No puedo sacarte de mi cabeza, ¿podemos conversar?

Cierra la puerta de un tirón.

— ¿Sobre qué? ¿Sobre el hecho de que estés sentado en la mesa con…? —me interrumpo antes de acabar la frase. Debo controlarme, pues no sé qué relación hay entre él y ese asesino.

—Deja que te lo explique —sigue— Astrid…

Supongo que pensó que me refería a ella. No, no fue un ataque de celos, sin embargo lo mejor es no contradecirle.

—Disculpa, no es mi asunto. Ahora si ya acabaste, debo irme.

— ¿Me dejarás hablar? —se exaspera.

—Es que no tenemos de qué hablar Andrew —me encojo de hombros—, hice de cuentas que nada pasó.

—Te fuiste sin dejar rastro, sin despedirte, sin dar explicaciones. Llevo dos años buscándote, tratando de localizarte, y ahora me tratas como si fuese un completo extraño.

Su mirada sufre entonces una metamorfosis, tornándose llamaradas de furia, pero más furiosa estoy yo. Ha vuelto para que me cuestione si realmente le he superado, ha vuelto a poner mi mundo de cabezas una vez más, y teniendo en cuenta lo que me costó enderezarlo la última vez, no puedo darme el lujo de que acabe su discurso.

—Te llamé —le suelto—, contestó una chica que casualmente tiene la misma voz de tu novia, the end.

Dicen que quien calla otorga, su silencio es esclarecedor. Abro la puerta para salir y sin que pueda dar un paso más, tira de mi brazo con tal fuerza que quedamos frente a frente muy cerca, peligrosamente cerca. Durante breves minutos hace esa mirada triste que no conocía, que presiento acabará por vencer mi orgullo, pero no dice nada. Tampoco yo digo nada, ni me voy, algo parece clavarme al suelo. Su mano derecha me recorre la mejilla.

— ¿Por qué haces esto? ¿Por qué Andrew?

—Te he echado de menos.

Estoy perdida, a penas consigo resistir. Recuerdo cuánto me duró el malestar de aquella llamada telefónica, me libero del hechizo y salgo andando sin mirar atrás. Sé que hice bien, no volveremos a vernos. Llego a la mesa extremadamente aturdida y aprovecho que Luis no está para preguntarle a mi madre quién es el de la mesa siete.

—Camel Aymeric —dice—. Recién llegó a la ciudad, es muy rico.

— ¿Dices que nunca ha estado aquí antes?

—No, escuché que vivió aquí una temporada hace unos años. Ahora está de vuelta.

Tiene sentido, si es culpable del crimen debe haberse alejado a propósito. Si mamá supiese el motivo de mis preguntas, si pudiese contárselo, pero que sufra por algo que ni siquiera sé si es real no es mi deseo. Alice tiene razón, cualquiera puede tener un anillo igual al del enmascarado que apretó aquel gatillo. Cumplido mi objetivo de la noche, incluso el que no estaba en mis planes, me despido y me marcho. Tengo que tomar una decisión definitiva, debo elegir si seguiré adelante con la investigación o abandonaré por falta de pruebas.

Me acuesto tras tomar una ducha tibia, alrededor de las once, y pasadas las doce continúo sin conciliar el sueño. Andrew, motivo principal de mi desvelo. “Te he echado de menos”, su voz no deja de retumbar en mi cabeza, quebrantando por segundo la barrera que construí, ganando la batalla entre mi cerebro y mi corazón. Andrew, ¿por qué estaba él en aquella mesa? En el fondo quiero que me dé una explicación, pero el hecho es que no volveré a verle. ‹‹No volveré a verle›› A las tres de la madrugada, cuando me harto de dar vueltas en la cama, cojo el inalámbrico y llamo a Paola, pues a Kelly, por lo visto, no se le ha pasado lo del otro día. Al quinto timbre decido colgar, es obvio que mi amiga no está de parranda como casi todos los sábados. Enciendo la tele, consciente de que no me distraerá. Dos minutos después suena mi celular.

—Son las tres de la madrugada —dice Paola entre somnolienta— ¿Qué ha pasado?

—De todo, pasó de todo. No puedo dormir.

—Más te vale que me hayas despertado para contar lo que llevas ocultando semanas.

—Encontré al asesino de mi padre.

— ¡¿Que tú qué?! —exclama esta vez completamente despierta.

—No tengo pruebas, pero es probable que sea él. Tiene el anillo, se lo vi en el banco el otro día, y acabo de llegar de una subasta en la que él estaba, fui a investigar su identidad. Por si esto te parece poco, le escuché cuchichear algo con Luis, y lo mejor para el final, ¿estás preparada? ¿Pao, sigues ahí? —pregunto tras su mutismo.

—Sí, sí. No te detengas ahora.

— ¿Sabes quién estaba sentado en la misma mesa?, Andrew.

— ¿Y ese quién es? Espera, ¿el pintor?

—Sí.

—Primero lo primero, ¿de dónde le conoces como para que te irrite tanto verle sentado con el supuesto asesino de tu padre? Segundo, has estado callándote todo esto, ¿y me lo sueltas así sin más?

—No quería preocuparles con algo que no sé hasta qué punto es cierto.

—Ash, por cosas como esta Kelly está enojada contigo.

—Se ha enojado por nada.

— Olvídalo. La pregunta es, ¿qué vas a hacer con toda esa información?

Le explico que aún no he tomado una decisión, que me estoy volviendo loca, y hablamos durante dos horas más en las que continúo saltándome el tema Andrew. Finalmente me calmo un poco. Vigilar a Luis es lo mejor que puedo hacer en este momento, no ignoraré lo que está pasando, no lo haré. Le seguiré hasta ese encuentro que tiene programado para el jueves, espero encontrar alguna nueva pista.

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