38: La verdad
—Papá —logra decir Andrew al cabo de unos segundos—. Papá, tú…, estás vivo.
Andrés está algo trastornado, su hijo se le lanzó encima con los ojos cristalizados, pero él parece tan sorprendido de verle como yo de escuchar su voz en el teléfono aquel día. La última vez que le vio, Andrew tendría quince, por lo que asumo que reencontrarse con su hijo tantos años después, años en los que probablemente no tuvo noción de la realidad, ha de ser impactante. Una vez dentro le ayudamos a acomodarse en el sofá. Pecas me dirige una mirada oscilante entre desconcierto, alegría, confusión y algo más que no consigo definir.
—Debería descansar —sugiero—. Tenemos dos habitaciones listas; anda, ayúdale a instalarse, mañana se ponen al día.
Poco después les veo desaparecer por el pasillo que conduce al cuarto de baño. Voy hasta mi cama, me desplomo en ella. La emoción en el rostro de mi pelirrojo no tiene precio, podría hacerlo de nuevo solo por volver a ver su sonrisa, su sonrisa de niño en navidad. Sus ojos eran un carnaval de chispas centelleantes, de fuegos artificiales. Él me ha regalado fuegos artificiales, tantos que no alcanzo a enumerarlos, era lo menos que podía hacer. Ya es medianoche cuando se acuesta a mi lado.
—Qué bien hueles —inspira en mi cuello el olor a frambuesas de mi jabón, pues acabo de ducharme, y se acurruca, apretándome fuerte, inundándome con sus caricias—. ¿De verdad está mi padre en la habitación de al lado?
—Aún no te lo crees, ¿no?
—No. Estoy tan feliz que ni sé por dónde comenzar a preguntar.
Me doy la vuelta.
—Está vivo, vivo Galy. ¿Dónde ha estado todos estos años? ¿Por qué está tan confundido?, apenas me reconoce.
—Cariño, eras solo un chico cuando te vio por última vez, es normal que se sienta confuso.
— ¿Cómo es que está vivo? ¿Dónde le encontraste?
—Le saqué de una clínica psiquiátrica.
— ¡¿Qué?!
— ¿Recuerdas cuando me desmayé en la oficina de mamá?
Asiente.
—Llamó preguntando por Hélène, pedía a gritos que le rescatase, sonaba desesperado. Luego escuché otras voces, hablaban de un medicamento y forcejearon hasta que colgaron el teléfono, pero antes tu padre dijo “soy Andrés". Lo siguiente que sé es que todo se puso oscuro, desperté en el suelo de la oficina. Me pareció extraño, mamá solo conoce a un Andrés, así que el día de mi fiesta de cumpleaños bajé por la ventana y fui a la comisaría a hablar con Luis.
—Conque a eso fuiste. ¿Y si te llega a hacer algo ese hijo de…?
—Estaba encerrado, ¿qué podría hacerme? Me contó todo, que Camel internó a tu padre en aquel manicomio en lugar de asesinarle, que todo fue por el reloj de papá y que estaba loco de celos. Cooperó, me adelantó el nombre de la clínica, que además resultó ser el centro de trabajo de la madre de Denisse.
— ¿La mejor amiga de tu sobrina?
—Sí.
— ¿Por cuánto tiempo me has estado ocultando esto? Tu cumpleaños fue hace dos semanas, me has estado mintiendo. ¿Por qué?
—Odiaba la idea de ilusionarte por algo de lo que no tenía seguridad. Sé lo que duele la caída, no quería que sufrieses, así que decidí encargarme.
—Como siempre, sigues haciendo todo a mis espaldas —se levanta y le persigo hasta la cocina—. Estoy harto de que me ocultes cosas.
—También tú lo haces. Me ocultaste que sospechabas de mi tío, que le pusiste un micro en el portafolios, que le espiaste.
—No es lo mismo.
— ¿Ah no, y por qué lo hiciste?
—Porque no quería lastimarte. Creí que tenías suficientes heridas ya como para crearte dudas por algo de lo que no tenía…
— ¿Pruebas?
—Disculpa —finalmente comprende—, solo intentabas protegerme, es solo que he estado tan preocupado por ti, por tu salud, por tus secretos, porque la verdad sobre tu tío te derrumbase y nunca volvieras a ser la misma. Han sido demasiadas cosas Galy, estaba convencido de que esta vez no aguantarías. No quería perderte, decidí tragarme la verdad en el momento en el que escuché la confesión de Harold, pero lo descubriste paralelamente. No pude cuidarte.
—Tú no tienes que cuidarme Andrew. Ya estoy habituada a que la vida me trate mal, siempre lo ha hecho. Eres lo más bonito que me ha pasado, no tienes que cuidarme, solo necesito que estés ahí para agarrarme cuando caiga.
Me abraza, siento que podría vivir para siempre en este instante.
— ¿Qué le han hecho allí?
—Le han tratado como un enfermo más.
— ¿Cómo le has sacado de ese sitio?
—Pues lo de siempre —sonrío balanceándome con los brazos en su cuello mientras espera una explicación—. Me he hecho una identificación falsa, he sedado a la madre de Denisse para obtener la suya y poder pasar la entrada principal, me he vestido de enfermera, le he coqueteado al chico de la recepción y he dejado inconsciente a la enfermera de guardia.
— Dijiste que tenías un concierto. ¡Podía haberte ocurrido algo!
—Shhh, calla, tu padre duerme.
—Alicia te ha ayudado, ¿cierto?
—Sí, pero no le reprendas, todo ha sido idea mía.
— ¿Cómo le voy a reprender?, habéis salvado a mi padre. Me has devuelto a mi padre, no hay nada que pueda hacer para agradecértelo.
—No tienes que agradecerme nada, solo quédate conmigo.
—No seas tonta, me es imposible desprenderme de ti, yo te amo.
Es mediodía cuando despierto. He dormido tanto, casi olvido que tengo montones de cosas por hacer.
“Galilea, está todo listo para mañana”, mensaje de Angeline.
“El concierto de hoy es a las ocho”, mensaje de Isaac.
“Oye, quiero mi despedida de soltera” mensaje de Paola. Su despedida de soltera, ¿qué se habrá creído?
“¡Te he organizado una despedida por todo lo alto, vendrán las chicas!”, mensaje de Mary Alice.
“Hija, tengo el vestido y los zapatos. Llegaré en veinte minutos”, mensaje de mamá.
Me levanto irritada, planean volverme loca. Ruedo los ojos; vestido, ramo, concierto, despedida. Todo lo que quiero hacer es quedarme en la cama el resto del día.
“¿Cómo has podido? ¡Has nombrado a Paola primera dama de honor, a ella ni siquiera le gustan las bodas! Esta vez te has pasado Galilea, mensaje de Kelly, lo que me faltaba.
—Buenos días —me saluda pecas alegremente, sentado junto a su padre en el sofá.
—Buenos días, buenas tardes, lo que sea —le beso—. Hola señor Andrés, ¿cómo ha dormido?
— ¿Por qué me trata de usted hijo?
—Porque es tu futura nuera y quiere comprarte con galanterías.
Los dos ríen, es extraordinario verles así.
—He dormido estupendamente, como no dormí en años. Hemos estado poniéndonos al día mientras no estabas.
Andrés es tan agradable como su esposa. Tiene el cabello ondulado al igual que Andrew, una sonrisa gigantesca y unos ojos que delatan la bondad en su corazón. No me esperaba menos del mejor amigo de mis padres.
—Eres mi ahijada, ¿sabías? La última vez que te vi estabas enfadada porque Jean no te dio permiso de ir a una de esas fiestas.
—Ya sabemos todos que era una rebelde —se ríe Andrew—. Se la pasaba gritándome.
— ¡Arruinabas mi peinado!
—Gracias por rescatarme —Andrés se pone serio de repente.
—No tiene que darme las gracias, desearía haberlo sabido antes, devolverle ese tiempo.
—Papá, ¿cómo acabaste en ese sitio?
—Jean Pierre había desenmascarado un negocio turbio que implicaba a la compañía. Los comprobantes eran irregulares, así que comenzó a investigar y descubrió que Luis, un empleado en quien confiaba mucho, había estado lavando dinero a través de L&L, dinero sucio. Traficaban droga, escopolamina, en latas de sardinas que llegaban a Londres supuestamente provenientes de Islas Maurice, pero todo era falso, la típica fachada. Además de la droga, también traficaban diamantes.
— ¿Así que por eso papá tenía ese diamante?
—Tu padre enloqueció, podían apresarlo, también a Hélène. Sus firmas estaban en algunos documentos, había confiado ciegamente en Luis. Hizo entonces un viaje a las islas, pero en lugar de encontrar la empresa de donde provenían los barcos cargados, lo que halló fue una mina ilegal.
— ¿Es decir que nunca le informaron al gobierno de las islas sobre ella?
—No. Tenían muchísimos obreros trabajando en la mina, otros se encargaban, de llevar los cargamentos a Londres. Después distribuían la droga por toda Europa y los diamantes, eran vendidos en el mercado negro, a magnates del continente y a joyerías. Jean me confesó todo, me confió las pruebas, pero sucedió que luego supo que el esposo de su nuera, Harold, además detective, era el dueño del negocio. Su hermano también estaba implicado, había venido a la ciudad para arruinarle la vida, entonces todo se fue abajo. Quería proteger a vuestra familia, así que hizo de todo por recopilar las pruebas necesarias para meterlos a la cárcel, se sentía traicionado. Compró un revólver y me pidió que escondiese algunos de los documentos, el resto lo guardó en su caja fuerte. Días después de su muerte —suelta un suspiro— me descubrieron. Harold intentó asesinarme también, me secuestraron, pero por alguna razón Camel le convenció de internarme en aquel manicomio.
—Camel y mi padre se reconciliaron en la mañana del día que murió.
—Lo sé, luego de encontrarse con él vino a casa y estuvimos charlando. Cuando nuestra amistad se solidificó me obsequió su reloj, fue el sello de nuestra hermandad. El que usaba siempre, era ese que su hermano se había negado a llevar, pero aquel día no lo traía. Dijo que se lo había devuelto, que desde entonces sus dos hermanos portarían los relojes.
—Así que el reloj que encontré en el despacho de Camel no era el tuyo, sino uno idéntico. No era la evidencia de su crimen como creía, sino la prueba de su inocencia —concluye Andrew.
—Camel decía la verdad, fue Luis quien mintió, a menos que no conozca la verdad.
—Aunque decidí ignorarlo, sentí que se estaba despidiendo de mí. Me pidió que te cuidase Galy, que borrara de tu cabeza cualquier rastro de rencor, que te protegiese de la verdad, pero no pude hacerlo. Lo siento, no pude cumplir mi promesa. Durante años no pude recordar nada, ni si quiera mi nombre.
— ¿Cómo recuperaste la memoria papá?
—Al parecer eran los medicamentos los que me trastornaban. Hace unos dos meses los recuerdos violvieron de repente, supongo que olvidaron alguna dosis. Luego dejé de tomar las pastillas, fingía que las tragaba, pero las trituraba en el baño, así es como recuperé la noción de la realidad. Intenté escapar varias veces, incluso conseguí recordar el número del despacho de Hélène. Gracias a eso estoy aquí, gracias a ti, que no me colgaste aunque sonase como un loco.
— ¡Galilea! ¡Andrew! —grita mi madre desde fuera— ¡Abrid!
Me levanto a abrirle la puerta y Alana me da un fuerte abrazo mientras mamá entra con una serie de bolsas de tela en mano.
—Lo he traído aquí porque Andrew no puede verlo, desde luego —explica—Alana, ayúdame a…
No termina la frase, pues ambas chocan de frente con Andrés. Ninguna de las dos reacciona, no tengo idea de cómo les sentará verle después de tanto tiempo. Andrés corre a abrazarles entre lágrimas y jadeos, la escena es tan emotiva que tomo asiento, para poco después dejarles charlando. Los tres están como en shock, tiene mucho de qué hablar, así que me esfumo como la brisa otoñal. Tomo el vestido, me marcho a mi habitación.
— ¡¿Y mi arco?! —grito histérica a las seis de la tarde.
— ¿Cómo voy a saber? Esto es una locura, solo a ti se te ocurre dar un concierto el día antes de tu boda.
—Ayer estuve estudiando en la mañana… ¡En el salón, está en el salón!
Salgo corriendo con los tacones en una mano, un bulto de partituras en la otra y el cello en la espalda.
—Llevaré a mis padres a mi apartamento.
—Está bien, yo regresaré aquí.
—No hagas locuras —ser ríe.
— ¿A qué te refieres?
—Vamos, sé que tendrás tu despedida de soltera.
—Le dije a Alice que no quería ninguna.
— ¿Y crees que no lo hará? Inocente —continúa riéndose—. No dejes que te toque ese stripper.
— ¡¿Cuál stripper?! No, ella no lo haría.
Me río, en el fondo temiendo que esté en lo cierto. Cuando se juntan mis amigas con Mary Alice, las cosas se salen de control. Oh dios mío, no estoy de humor para eso, por mucho que trate de ocultarlo, aún no me recupero del test de embarazo. Estaba aterrada de que fuese positivo, sin embargo, el resultado me destrozó por dentro. Muy en el fondo, quería que fuese real, me ilusioné sin proponérmelo. Durante dos semanas no he probado alcohol, no sé por qué, estoy muy confundida. Mi período llegó, poniendo fin a la esperanza que he guardado sin decirle a nadie más que a Andrew, a lo que por un instante se materializó. Cojo mi arco en el salón y me marcho, dejando a mis padrinos y a mi madre de lo más alegres, inmiscuidos en sus historias a tal punto que apenas notan mi partida.
—Nos vemos en el altar —me dice pecas apoyado en el marco de la puerta.
—Nos vemos en el altar.
Me muerdo los labios, luego le beso, mañana a esta hora seremos marido y mujer. Observo mi anillo por momentos durante todo el concierto, combina perfecto con las luces del escenario. No puedo creer que esté de vuelta aquí, mucho menos que en unas horas estaré casada con el hombre que amo. Soy tan afortunada que no puedo evitar sonreír, disfrutar el panorama, abrirle las puertas a la felicidad sin intentar evadirla como hice toda mi vida por temor a perderla.
Cuando aterrizo en casa quedo impactada. ¿Qué le han hecho a mi apartamento? La música está tan alta, que seguramente acabaremos dando explicaciones a la policía, mis vecinos me denunciarán. Juro que mataré a Alice.
— ¡Por fin llegas, justo a tiempo! —vocifera.
Un chico que debo aclarar, lleva muy poca ropa, por no decir la justa para tapar algunas partes, sale de mi cocina con unos chupitos en mano. Los deja en la mesita de centro, me quita el bolso y me aparto cuando veo que está a punto de besarme.
— ¡¿Qué demonios haces?!
— ¡Ash, no seas aguafiestas! —reclama mi prima totalmente fuera de control.
— ¡Estás ebria Alice! ¡Paola, bájale al volumen!
— ¡No te escuchooo!
Genial. Incluso Kelly está medio ida, se han embriagado antes de que llegase la homenajeada, o sea yo. Persigo a Will hasta la terraza, en la que además está Alicia. Aquí hay un ambiente totalmente distinto al de dentro.
—Creo que estoy envejeciendo.
—No lo estás, solo no estás de humor —me consuela mi cuñada meciéndose en la hamaca que tengo colgada cerca del borde.
—Ella nunca está de humor cariño —mi hermana se detiene antes de proceder a insinuar que tengo mal carácter. En su lugar, hace una pausa—, pero le ocurre algo más, estoy segura.
No respondo, es ridículo.
—Cuéntame, ¿qué te preocupa?
—Mary Alice.
—Tranquila, con una ducha fría se le pasará.
—No, no me refiero a eso.
— Ya estamos otra vez con los enigmas —me espeta Will—. No volveré a preguntar.
Tras sus reclamos me encierro en mi habitación. Me aterra que Alice sepa de lo que ha hecho su padre, que no lo entienda, que no lo crea, que nuestra relación caiga en picada, que nunca lo supere. Mi nuevo secreto le destrozará y callármelo me está destrozando a mí, no obstante, eso no es todo lo que me perturba. Me ilusioné con lo de ser madre, duró poco, mas lo suficiente para crearme expectativas. No puedo dejarlo estar, duele como si hubiese perdido algo que jamás existió. Sé que son tonterías, lo sé.
Mi teléfono suena.
—Hola futura esposa.
—Hola futuro esposo, ¿qué tal va tu despedida?
—Me estaba agobiando en el bar, digamos que Max no tiene buenas ideas, así que me vine para acá.
— ¿Para acá? —me río nerviosa.
—Sí, a casa. Anda, ábreme, me he dejado las llaves.
—Ehm…
—Tu prima contrató al stripper, a que sí.
—Lo hizo.
Salgo del cuarto. Atravieso mi salón, el cual yo misma ni reconozco gracias a la decoración y las copas vacías por todos lados.
— ¡Andrew! —grita Kelly en cuanto le ve.
—Ignórales, están todas ebrias, sin excepciones.
Las tres están modo karaoke con el chico que hace de cantinero y stripper a la vez. Pasamos de largo, cerramos la puerta de nuestra habitación tras entrar. Aquí dentro solo se escuchan los ecos del ruido exterior, un lejano vestigio de mi despedida de soltera. Nos besamos, nos devoramos con la boca, vamos a mil por segundo.
—Espera.
—Shhh —le callo.
—Tú tío, Alice…
—No quiero hablar de ello.
Frena mis besos, me pega a la puerta y me mira a los ojos, sosteniendo mi rostro entre sus manos.
—Algún día ese test será positivo, te lo prometo.
—Que no me importa, de veras.
—Repítelo las veces que quieras, intenta convencerte a ti misma de que no te importa, pero puedo ver a través de ti. No me engañas Leblanc.
— Qué pesado estás con el maldito test. Déjame, que ya no tengo ganas —intento separarlo de mí.
—No te vayas, déjame curarte.
Vuelve a clavarme su mirada, su whisky embriagador. Acabo cediendo, dejando que me enrede entre las sábanas blancas y su piel mientras la música fuera batalla por atravesar las paredes, con tal de ser partícipe de lo que hacemos aquí dentro. Cuando dan las doce salimos de nuestro rincón. Las chicas están más calmadas, no sé cómo se les ha pasado, pero ya no parecen ebrias. Alicia y Will, las únicas que se mantuvieron cuerdas, organizan mi desastroso departamento. Entre tanto, mi prima se entretiene chismorreando en mi portátil. Ni siquiera sé cómo ha conseguido adivinar la contraseña.
—Ash, aquí no hay nada que valga la pena —se queja.
Voy hasta la cocina y cuando regreso, Alice está sola en el salón, perpleja.
“¿Sabe que eres el hijo de puta que mató a su padre?” —grita la voz de Camel. Veo el pentdrive que he estado ocultando a toda costa, ¿cómo es que lo ha encontrado?
— ¡Es mi padre! ¡¿Qué significa esto?!
—Alice, deja el portátil cariño —voy hasta ella corriendo, intento arrebatárselo.
Forcejeamos, la cinta sigue corriendo. Entro en pánico, me sé de memoria el guión, cada palabra que pronunciarán en los próximos minutos, cada gesto. Tengo grabado el sonido de la bala cortando el aire, la mirada de Camel suplicándome que abandone mi venganza, pidiéndome perdón. No logro impedir que Mary Alice vea el video completo, fracaso.
—Le ha disparado —balbucea desconcertada—. Mi padre ha matado a un hombre.
—Alice, por favor, respira hondo.
—Mi padre…, él asesinó a tu padre.
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