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36: S de Sospechoso

Galilea estuvo toda la tarde desapareciendo de su propia fiesta de cumpleaños. Cree que no me he dado cuenta, desde esta mañana está muy extraña, pero cuando le pregunto me dice que no, que se siente bien. Voy en la moto, siguiendo su nuevo coche por la avenida. De vez en cuando, cuando nos detenemos en algún semáforo, quedamos uno al lado del otro y me sonríe hasta que ponen la verde. No veo la hora de que sea mi esposa, mi esposa oficialmente, ante todas las leyes. Bajamos frente a mi edificio, nos besamos como dos adolescentes y subimos. Cuando abro la puerta, el apartamento es un desastre. Todo está movido, tirado, esparcido por el suelo. Mi habitación, una catástrofe todavía peor.

— ¡Nos han robado! —grito— ¿Qué haces? —pregunto a Galy cuando veo que corre a abrir el estuche de su violoncello.

Saca el instrumento, una carpeta de partituras y luego, con una navaja, rasga la parte más gruesa de la tela.

—Menos mal —suspira mostrándome otra carpeta—. Creí que se habían llevado los documentos.

— ¿Escondiste los documentos en tu estuche? —jamás se me habría ocurrido que podría romperlo con ese fin.

—Sí. Pensé que no estarían seguros en ningún otro sitio. ¿Qué se han llevado?

—Nada, eso es lo que me preocupa.

Es desconcertante. Vienen a robar, arman semejante jaleo, pero no se llevan absolutamente nada.

—Galilea, ¿quién más sabe de esos documentos?

—Paola, Kelly, tu hermano y Alicia, recuerda, les contamos juntos. Demonios, mi tío me advirtió que no estarían seguros aquí.

— ¿Tú tío sabía?

—Ah, sí, olvidé decirte. Estuvimos revisándolos juntos el viernes.

Me parece sumamente sospechoso que le dijese a Harold la ubicación de esos documentos y dos días después encontremos el apartamento revuelto, como si alguien lo hubiese registrado sin hallar lo que buscaba. ‹‹Andrew, te estás volviendo loco››, me digo internamente. No logro pegar el ojo en toda la noche. En la mañana, finalmente concluyo que alguien debe haber visto la esmeralda en la sortija de Galy. Jake preguntó entre risas si me había gastado un pastón en ello, por lo que asumo que cualquiera estaría interesado en obtenerla.

— Buenos días —dice Galy saliendo del baño, en el que lleva encerrada aproximadamente treinta minutos. Está un tanto alicaída, sigo sin saber qué le ocurre.

— ¿Te vas al ensayo?

Le persigo por el salón. Coge su cello, le abro la puerta e intento besarle, pero se aparta.

—Sí, que llego tarde.

—Cuidado con tu sortija amor —señalo en cuanto sube al ascensor.

— ¿Por qué?

—No sé, lo de ayer me pareció raro. Sé cuidadosa, por favor.

—Mira —se la quita, guardándola en uno de los bolsillos de su jean—, me la pondré cuando sepamos qué sucedió, ¿sí?

El ascensor cierra, no sin que antes me lance un efímero beso que se esfuma en el aire antes de llegar a mí. Miro mis pantalones de dormir, debería tirarlos, están muy viejos, pero a ella le encantan. Cuando me estoy vistiendo llega un mensaje de Hélène diciendo que al mediodía tenemos una entrevista con la chica que organizará nuestra boda.

“Andrew, cariño, a las doce y mediadeben estar en la dirección que te enviaré. La chica tiene una agenda complicada, es la mejor de Londres

Madre mía, Hélène ha comenzado a hacer de las suyas. Me envía la dirección en otro mensaje y me pongo a rellenar las últimas cajas de nuestra mudanza. Me detengo a observar mi habitación medio vacía, echaré de menos este sitio. Continúo empacando durante otras dos horas en las que paralelamente hago video-llamada con Vivien, quien me ha estado sofocando con los cuadros que debo entregar para mi próxima exposición. A las doce en punto salgo al encuentro con Angeline Berry, encargada de la ceremonia. Cuando entro en el café de la dirección, me doy cuenta que es el mismo de aquella mañana en la que cometí el garrafal error de presentar a Astrid y Galilea. Está sentada en la barra cruzada de piernas, mirando hacia ninguna parte, como perdida en sus pensamientos. Lleva una falda que combina mágicamente con sus iris hoy verdes, fijos en la nada, y el cabello recogido en una coleta. Como es normal, algunos hombres a su alrededor no le quitan los ojos de encima. Resoplo, ‹‹apartaos todos, que ella es mía››Le planto un imponente beso, retiro su bolso del asiento de al lado y me siento.

—Wao —masculla metiendo la mano en el bolsillito atrás para sacar su celular.

— ¿Te gustó?

— ¿Tú qué crees?

—Ya estamos otra vez.

—Lo siento, no lo hago a propósito.

— ¿Algún día responderás con normalidad?

— ¿Con normalidad?

—Olvídalo —refunfuño agitando la mano, no tiene remedio.

—Disculpe, ¿Galilea? —pregunta una treintañera de cabello rubio y estirado. Parece sacada de una revista, desde su atuendo hasta su perfecto moño— Soy Angeline, Angeline Berry.

—Ah, hola. Sí, soy yo —Galy se levanta y le da la mano, le imito.

Nos trasladamos a una mesita cercana desde donde se ve parte del segundo piso, en el que hay personas jugando a los dardos en pleno mediodía.

—La señora Hélène me estuvo hablando sobre varios aspectos de la ceremonia.

Mi futura esposa y yo nos miramos por un par de segundos.

—Olvida todo lo que ha dicho mi madre —concluye ella—, empecemos de cero.

Ninguno de los dos tenemos muchas ideas, pero concordamos en que queremos algo sencillo, lo más pronto posible, razón por la cual, después de tomarnos unos cafés, debatir sobre flores, lugares, invitados, sillas, vestido y demás cuestiones, decidimos fijar nuestra boda para dentro de una semana. Nos casaremos en un jardín precioso cerca del banquito del puerto, se nos ocurrió hace tres minutos.

—Podemos improvisar un altar, poner un arco decorado con lilas, las flores de la temporada, ¿qué les parece?

— ¡Me encanta, quiero todo lila! —exclama la novia, más emocionada de lo que creí que estaría dado su humor matinal.

Angeline se marcha treinta minutos más tarde, no sin antes recordarnos que dos semanas se pasan volando, que debemos darnos prisa.

—Eso fue agotador —dice cuando estamos solos.

— ¿Y el papeleo?

—Va bien.

— ¿Irás a ver los vestidos mañana?

—Lo haré.

Su mirada vuelve a naufragar entonces por algún océano lejano e imaginario. Está distante, distraída, perturbada.

— ¿Segura que estás bien?

Coge mi mano, mas guarda silencio. Es como si quisiese decirme alguna cosa, pero a su vez algo se lo impidiese.

—Yo…, nada, ya hablaremos.

—Galy, deja de tragarte cosas mi amor. Dime, ¿qué te ocurre?

—Tengo un retraso, un retraso de tres semanas.

Mi garganta se vuelve un nudo momentáneo, juro que no lo vi venir, soy un idiota. El desmayo, el malestar, las náuseas, era tan obvio.

—Aquel día en la playa…, bueno, no lo sé. No te ilusiones, por favor.

— ¡Es la mejor noticia! —grito eufórico.

—Shhh —coloca sus dedos en mi boca para que me calle, escondiendo una sonrisa—. Esto no podía suceder ahora, acabo de recuperar mi trabajo. Ni siquiera me he hecho un test, es poco probable.

— ¿Por eso has estado tan rara?

—Sí.

Ha respondido tan rápido, que solo me queda por pensar que esto no es lo único que le come la cabeza, sin embargo no la aturdo con más preguntas, en lugar de eso nos vamos derecho a una farmacia y compramos un test.

— ¡Suerte! —exclama la chica de la caja.

Sé que no debería, pero me he creado una película que gira alrededor de un resultado positivo. Ser padre me haría muy feliz, construir nuestra propia familia. Ya se lo he dicho, solo no planeábamos que sucediera tan pronto. Nos vamos a casa corriendo, por decirlo de alguna forma. Estoy tan ansioso que mi corazón parece querer salírseme del pecho.

— ¿Sabes cómo funciona?

—Ya lo he hecho antes pecas —sonríe—, tranquilo.

Nos metemos al baño los dos. Me miro al espejo mientras ella se sienta nerviosísima en el retrete. No sé con exactitud qué estará pensando, qué le parece, qué quiere hacer. No obstante, tampoco le pregunto, pues estoy casi seguro que en su cabecita hay algo más.

— Listo, ahora esperamos.

Mete el palito en un pequeño recipiente con agua que deja a un costado del grifo y nos tiramos en la cama.

— ¿Y si sale positivo, qué vamos a hacer?

Volteo.

— ¿Tú que quieres hacer?

Se levanta de golpe, marcha de un lado al otro de la habitación.

—No es el momento. Mi trabajo, tu exposición, el asesinato de nuestros padres, Luis que puede salir de prisión en cualquier momento…

—Cariño, cálmate. Todo eso quedará en un segundo plano una vez te encariñes con la idea de ser madre.

— ¡¿Madre?! ¡No estoy preparada para ser madre Andrew!

Me levanto también yo, le abrazo en plena catarsis.

—Entiendo que estés preocupada, es normal Galy, pero estoy aquí. Si ese test resulta positivo haremos esto entre los dos, tranquila amor.

—No estoy apta para ser la mamá de nadie.

—Eso no es verdad. Te he visto con tus sobrinos, eres maravillosa.

— ¡No es lo mismo!

—Sí que lo es. Serás la mejor mamá, te lo prometo.

— ¿Y si es negativo?

—Entonces seguiremos adelante, como siempre. Estamos juntos, juntos podemos con todo.

Regresamos al baño y sacamos el palito del agua.

—Anda, míralo tú, yo no puedo.

Vuelvo a leerme el diminuto folleto en el que explican los resultados. Según esto, es negativo. Se me rompe un poco el corazón de un momento a otro, no estamos embarazados. No es necesario que se lo comunique a Galilea, asumo que la expresión de mi rostro se lo ha dejado claro. Se apoya en la pared. Su mirada se apaga, tornándose gris con la misma rapidez que parpadeamos.

—Algún día será positivo, ya verás —digo en un intento por consolarle.

—No pasa nada. Es mejor así, de todas formas no estaba lista —contesta apartándose de mí, marchándose a alguna parte.

— ¿Dónde vas?

—He quedado con Mary Alice, nos vemos luego.

Coge su bolso y desaparece antes de que pueda cuestionarle. Sé perfectamente que esto le ha afectado tanto como a mí, a pesar de que insista en fingir lo opuesto. Escucho la puerta cerrarse. También debo salir, desde anoche no paro de pensar en lo mismo una y otra vez: Harold Blansec. No podré dormir en paz hasta que disipe mis dudas sobre él, debo resolver este asunto lo más pronto posible.

— ¿Para qué soy buena? —pregunta Alicia en la puerta de su casa.

—Necesito un micro de esos que usas, ¿tienes alguno?

Entramos.

— ¿Para qué? —hace una pausa— ¿Sabes qué?, mejor no me digas, no quiero saber nada.

—Vale pero, ¿tienes el micro sí o no?

—No, pero Tom puede que sí.

Espero a su compañero de piso durante dos horas y entretanto, Vivien me envía par de audios gritándome groserías en holandés, pues no le he dado respuesta alguna sobre los cuadros, mucho menos sobre la exposición.

— ¡Hasta que al fin! —suelta Alicia en cuanto Tom abre la puerta— Tomy, ¿de casualidad tienes algún micro que no vayas a usar?

—Sí, ¿son para él?

Ella asiente.

—Para él, sí, le urgen. Te presento a Andrew, tu gemelo de nombre.

— ¿Galilea te contó eso?

—Galilea me cuenta muchas cosas, listo.

—Entonces dime por qué está tan rara.

— ¿Te refieres a las náuseas?

—Lo otro.

—No hay nada más, solo está poniéndose al día.

Por un momento tengo la impresión de que está mintiendo, pero estoy apurado, ya se lo sacaré. El japonés sale de su habitación poco después. Me entrega dos minúsculos micros, le agradezco y abro la puerta para marcharme.

—Este es el que debes quedarte para escuchar, funciona a distancias cortas.

—Alicia, no le cuentes esto a Galy, ¿sí?

—Ala, más secretos. Me tenéis medio harta los dos eh, que lo sepas.

— ¿De qué secretos hablas?

—De este. Anda vete ya, pesado.

Otra vez está mintiendo, esta sabe más de lo que dice, lo tengo clarísimo. Veinte minutos después atravieso el jardín que lleva a la puerta de Harold. Toco el timbre sin saber si lo encontraré aquí y una empleada de cabello canoso me abre. Me manda pasar. Le sigo hasta el despacho de su jefe después de esperarle en el salón por casi media hora.

—Hola —me saluda alegre—. Gracias Jane, puedes retirarte.

Jane nos sonríe antes de marcharse a alguna otra labor y cerrar la puerta.

— ¿Qué se te ofrece Andrew?

Carraspeo.

—No sé si Mary Alice le habrá dicho, pero ayer en la tarde su sobrina y yo anunciamos nuestro casamiento.

—Me dijo hace un rato. Tuve una urgencia en la comisaría, no pude ir a la fiesta de Galy.

—No quería comenzar los preparativos de la ceremonia sin su consentimiento. Verá, es que usted es lo más cercano a un padre que tiene, me gustaría saber qué opina al respecto.

—Ustedes se conocen desde muy niños, lo recuerdo bien. Me parece estupendo que quieran llevar su relación más allá, tienes mi aprobación.

—Me alegro —hago un gesto para ponerme en pie.

—Espera, antes que te vayas brindemos. ¡Jane! —grita— ¡Jane! Vaya, ¿dónde se habrá metido? No te muevas, iré a por un whisky.

Se levanta y sale del cubículo, dejándome a mis anchas para colocarle el micro, pero no estoy seguro dónde. Sobre el escritorio está su portafolios e introduzco el aparato justo antes de que regrese, ahora solo falta que se lo lleve consigo. Nos tomamos una copa que me recuerda a Galilea, dice que mis ojos son justo del color de esta bebida, eso me hace sonreír. Estoy haciendo esto por ella, sinceramente, espero estar errado. Si su tío llega a estar trabajando para Camel…, ni siquiera sabría cómo decirle. Nunca he sido de creer en Dios, mas le pido que mis sospechas sean solo eso, pues otra cosa, será como terminar de cavar un hoyo en el corazón de la mujer que amo. Parqueo a una cuadra. Espero a que Harold salga en su auto y poco después, estoy siguiendo el coche rojo por la avenida. Se baja en la fábrica abandonada de la que casi no salgo vivo hace una semana, y entra. El solo hecho de que esté aquí deja mucho que desear, aunque prefiero confiar hasta el final. Me coloco el micro. Tal vez Luis ha hablado, tal vez ha venido a detener a Camel, tal vez…

— ¿Por qué has sacado a Luis? —pregunta mi ex-suegro con una serenidad irritante— ¿Acaso te parece poco lo que le ha hecho a mi sobrina?

—Olvidas que también es mi sobrina —reconozco enseguida la voz de Harold—. Ay por favor, tú no eres su tío, la sangre no significa nada. Yo le vi nacer, le sostuve en mis brazos.

—Le sostuviste en tus brazos, como sostuviste también el revólver que mató su padre.

— ¡¿Qué dices?! —se carcajea el otro.

—Lo sé todo Harold. Me tendiste una trampa, cogiste mi anillo y asesinaste a mi hermano. Me incriminaste, me traicionaste.

— ¿Quién te lo ha dicho?

—Galilea, ella me abrió los ojos.

— ¿Galilea…?

— ¿Sabe que eres el hijo de puta que mató a su padre? No, no lo sabe.

 ¡Vaya, hasta que al fin apareces! —exclama la voz de Luis— Pensé que me dejarías en aquella celda asquerosa.

—Tú, tú le has contado todo, ¿cómo te atreves?

Verás, es que tu sobrina vino a visitarme ayer, me conmovió su inocencia.

— ¿Galilea fue a visitarte a la cárcel? ¿Esperas que te crea eso?

—Poco me importa lo que creas.

— ¿Qué quería?

—Ah, eso no te concierne.

¿En qué momento?, le hacía en su habitación mientras su fiesta de cumpleaños transcurría sin ella, y lo que es aún más inquietante: ¿qué querría Galilea de Luis?

 ¡Eres un inútil, por eso acabaste allí! ¡Te dije que cerraras el pico Luis!

—Sucede que me harté de tus chantajes. No soy tu empleado, no estoy dispuesto a pagar por tus crímenes.

Debí dejar que te pudrieras tras las rejas.

No podrías aunque quisieses, sé demasiadas cosas.

—Nadie es indispensable. Ya sabes lo que hago con quien se interpone en mi camino, no me amenaces. Camel y tú sois unos buenos para nada, me llenaron la copa.

—Luis te ayudó a asesinar a mi hermano, ustedes dos no saldrán vivos de aquí. Casi matáis a mi sobrina también, no os perdonaré.

—Camel, baja esa arma —masculla Luis—Deja de hacerte la víctima, tú lesecuestraste, eres tan criminal como nosotros.

Harold me obligó a base de chantajes, lo sabes. Nunca tuve intenciones de matarle. Si bien tengo claro que merezco su odio, jamás le haría daño.

—Me conmueves. ¿Desde cuándo te preocupas por nuestra sobrina? ¿Cuándo recuperaste los sentimientos?

— ¡Cállense!

Estoy atónito para cuando el micro comienza a fallar. Decido irme a casa lo más pronto posible, escuché lo suficiente como para entender que Galilea no puede saber absolutamente nada de esto, perdería la voz para siempre. Arranco la moto. Mis nervios hacen que el micro salga desprendido por la avenida, estoy histérico. Cuando entro en casa, ya frenético por toda la información que aún no proceso, Galy está sentada en el muro de la ventana, inerte, con el portátil sobre las piernas. No responde, ¿qué le ocurre? Camino hacia ella, cojo el aparato y choco con la continuación de la escena que acabo de escuchar. Camel tiene un revólver, Harold otro, Luis se mantiene al margen. ¿Qué es esto? ¿Desde cuándo funciona la cámara?


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