28: Un lo siento y un te amo
Es increíble lo que un par de disparos pueden hacerle a tu estado emocional. Llevo casi cinco meses en esta posada, es el tiempo que ha transcurrido desde aquella escena de la que fui víctima, desde la última vez que vi a Andrew. Alicia me convenció de que regresar a la ciudad sería poner mi vida en riesgo y accedí a quedarme aquí, mas el motivo real no es el que cree, sino ganar tiempo; he estado entrenando por mi cuenta y preparándome para lo peor. Cuando por fin decidí salir de la posada a dar un paseo, dos meses atrás, me encontré con que estaba rodeada de campos, bosques y viñedos. El pueblo está a treinta minutos en auto, pero no tenía ni tengo ninguno actualmente, así que me tocó andar y en el camino di con un terreno vacío en el que semanas más tarde se me ocurrió improvisar un pequeño campo de tiro con algunas latas vacías. Después me hice un saco de boxeo en la habitación y estuve practicando, intentando revivir mis entrenamientos con Annie a toda costa, pero ella no estaba aquí para corregirme y Alicia estaba de los nervios…, está de los nervios, pues sabe que estoy planeando regresar a la acción, que no podrá retenerme por mucho más tiempo.
— ¿Qué haces? —pregunta la única amiga que me queda. Estoy sentada en una mesita en el restaurant de la posada destrozado una servilleta y pasan tres minutos antes de que le conteste.
—Estoy harta de estar aquí.
—Eso no es noticia. Llevas muchos meses aquí, es normal que estés harta pero, ¿te ocurre algo más?
—No —miento.
—Jum… ¿Extrañas a Andrew verdad?
—Andrew me clavó un cuchillo en la pierna.
—Eso no contesta mi pregunta.
Ladeo la cabeza.
—Es evidente que no estoy enamorada de alguien que ha intentado matarme, ¿eso contesta tu pregunta?
—Cuando era pequeña mi abuela solía decirme “Alicia, todo lo que ves no es lo que es” —hace una pausa y suspira— Sé que es muy duro lo que has vivido, pero a veces es necesario detenerse a reflexionar y analizar las situaciones…
— ¿Qué quieres decir? ¿Qué es lo que debería analizar?
—Que hay cosas que se hacen por amor y que están lejos de ser comprendidas.
— ¿Amor? —suspiro— Alicia, el amor es como un globo que acabas de inflar. Le pegas y le pegas hasta que viene alguien más a jugar contigo, un extraño de mirada inquieta. Cuando más feliz eres, ese alguien saca una aguja y ¡pum!, adiós a tu globo, lo que antes era un juego divertido ha quedado en el olvido y luego ya no querrás ver al extraño, pues por su culpa tú ya no crees en la magia de esa frágil esfera que lanzabas al aire. Con el tiempo comienzas a odiar el globo. Lo odias más y más mientras otros corretean con los suyos, hasta que un día lo olvidas por completo, pero en el fondo sabes que jamás lograrás olvidar al extraño.
Me marcho sin esperar respuesta, supongo que no hay nada que pueda decirme ya. Entro a la habitación, me ducho y me preparo para salir, he estado visitando un bar en el pueblo casi todos los fines de semana y hoy es sábado. Necesito distraerme, así que me largo de esta pocilga, voy a beber hasta que se me olvide que he perdido mi vida. La noche está fresca, pero de igual modo me he puesto un vestido. El esposo del ama de llaves, con quien he hecho una buena amistad, me ha dado un aventón hasta el pueblo en cuanto Alicia ha arrancado su auto, ha estado malcriándome como solía hacer Gracie y encubriendo mis escapadas, pues mi cuñada últimamente parece más mi madre que la novia de mi hermana. No tengo idea de cómo voy a regresar, pero tampoco es que me preocupe.
— ¡Wao! —exclama Alex en cuando entro en el bar. Siempre está por aquí, paseándose con su chaqueta de cuero y fastidiándome— Te invito a una copa.
—Gracias pero, no gracias —Voy hasta la barra y pido unos chupitos.
‹‹Te has vuelto loca›› —dice mi consciencia algunos tequilas después.
— ¡Como en los viejos tiempos! —le contesto.
— ¿Con quién hablas linda? —pregunta Alex, con quien he decidido acabar la noche a pesar de.
—Conmigo —y suelto una risita. He comenzado a sonreír por cualquier tontería, creo que el alcohol me ha hecho efecto y para cuando me doy cuenta, estoy brincando en medio de la multitud y bebiendo tragos de su boca.
—Ya fue suficiente —dice entonces alguien detrás de mí. Volteo para contestarle, claro está, porque sigo siendo dueña de mi vida borracha o no.
—Vámonos —me ordena.
— Tú…, oh no, creo que estoy demasiado ebria.
Aún estoy enganchada del cuello del tipo sexy, ¿qué ha venido este a hacer aquí? Suelto una carcajada.
—Debe ser una broma.
—No me hagas sacarte por las malas.
—Sí claro —continuo riéndome.
— ¡Eyyyy tú, pelirrojo, deja a la chica en paz! ¡Está conmigo, ¿no ves?! —grita el rudo motorista y de pronto vuelvo en sí— Se irá conmigo hoy, ¿verdad princesa?
— ¿Princesa? —pregunto antes de tirarlo al suelo de una trompada, me ha recordado a mis secuestradores— ¡No soy ninguna princesa, imbécil!
Me abro paso entre la gente, ahora estoy enojada. Salgo del bar y camino hasta la carretera.
— ¿Por qué no estás en la posada? —pregunta apareciendo de repente, me ha seguido hasta aquí.
¿Cómo sabe de la posada? No puedo creerlo, esto ya es demasiado descaro. Apaga la moto y se baja.
— Ese tipo no es de fiar.
— ¡¿Y a ti qué demonios te importa?! Deja de seguirme —exijo.
—Tienes razón, no me importa, pero tu madre me pidió que te cuidase y lo haré.
—Ah claro, que me cuidases, ¿por eso has intentado asesinarme?
—Ay por favor, fue una herida superficial.
—Eres un idiota Andrew.
—Solo enterré el cuchillo lo suficiente para que sangraras, no más.
—Podía haberme desangrado en esa silla. En fin, que te largues, puedo cuidarme sola.
— ¿Y por eso acabaste secuestrada no?
Echo a andar, verle es demasiado duro.
— ¿Dónde vas? ¿Pretendes ir andando?
Me doy la vuelta demasiado furiosa como para ignorar sus preguntas y le grito.
— ¡¿A qué has venido?!
—Ya te lo dije.
— ¿Te ha enviado Camel? ¿Te ha enviado a vigilarme?
—No trabajo para Camel.
—Eso no es lo que parecía cuando me apuntaste con aquel revólver sin objetar. No somos nada, no somos ni siquiera sexo así que ya déjame en paz. Me iré andando o como mejor me parezca porque no te debo explicaciones.
El sonido de la noche nos absorbe de pronto y lo entorpecemos gritándonos mutuamente a pocos metros, atormentando al bosque. El camino se me hace cada vez más luengo en la oscuridad, sin embargo, no me detengo hasta que el petricor inunda mis pulmones anunciándome que la lluvia está cerca y acierta, pues en pocos minutos comienza a gotear, como si el cielo se hubiese enojado con la absurda disputa de quienes ya no son más que dos extraños en medio de la nada.
— ¡Detente por favor! —grita, pero no lo obedezco— ¡He jugado contigo el año entero y sé que estuvo mal, pero es que no me pude resistir!. Estoy arrepentido…
— ¡¿Has venido hasta aquí solo para restregarme eso?! ¡¿Has venido a ratificarme que fui solo un antojo?! ¡Si es el caso ahórratelo, sé perfectamente lo que piensas de mí y ya no me importa!
—Voy a casarme con ella.
Me detengo en seco.
—Nos casaremos en dos días.
— ¿Por qué me cuentas esto? —mascullo inmóvil, pocas cosas me han desgarrado tanto.
—Porque quiero que entiendas que la amo.
No digo nada, solo ha venido a ensanchar la grieta en mi pecho. No quiero llorar, no lo haré aunque estalle por dentro. Me he quedado tan pasmada que ni moverme consigo, mis piernas no me obedecen. El silencio sepulcral entre los dos me entierra sus espinas y cuando me doy cuenta, él está peligrosamente cerca. Su nariz roza con la mía, es casi imperceptible pero nuestras almas van tan en sintonía, que estoy por perderme de nuevo en el color whisky de su iris.
—Lo siento —dice acariciándome la mejilla con un dedo— Sé que te he lastimando, pero necesitaba que lo supieras. Perdóname, al menos perdóname y podré entrar en paz a esa iglesia.
—No lo haré, tendrás que vivir con ello. Llevarás en tu conciencia lo que me has hecho, el haber conquistado hasta el último de mis poros solo por diversión, sin sentir absolutamente nada por mí. Jamás te perdonaré.
Su respiración aletargada reposa en mi arco de Cupido y tengo que recurrir a lo que queda de mi juicio para no cometer otro error, pues ya han sido demasiados. Debo controlar mis ansias de él, mis ansias no correspondidas.
—Solo una cosa más. ¿Por qué me sacaste de ese sucio lugar, me llevaste a la posada y suturaste la herida que tú mismo me hiciste? ¿Por qué llamaste a Alicia y en la mañana me cambiaste de ropa? ¿Fuiste tú verdad? Sé que fuiste tú, nadie más conocía mi situación, ¿por qué lo has hecho?
—Ya te lo dije. Tu madre ha cuidado de mí toda la vida, me siento en deuda. Por eso desde el principio intenté que renunciaras a tu venganza, solo no contaba con que sacarías mis instintos carnales y acabaría acostándome contigo, tendrás que creerme.
—Y te creo, aunque tus palabras sean como afilados puñales te creo, pero es que siento tus latidos tan desbocados como los míos y entonces tus palabras me parecen solo eso, palabras.
El cielo se nos cae encima, el aguacero descomunal nos empapa en bucle y la hierba es testigo de nuestro debate. Siempre fue él quien me caló de dentro hacia fuera, quien captó mis sentimientos pese a las gruesas murallas que levanté, mas esta vez soy yo la que intenta exprimir hasta el último atisbo de verdad en él. Estoy apelando a la única ración de esperanza que me queda, esa loca esperanza de que nuestro amor no haya sido una utopía. Sin poder contenerme más le beso. Sus labios saben tal y como he estado rememorando los últimos siete meses, pero más que un beso es un grito de auxilio, como si esa persona que creí conocer hubiese sido encarcelada en su propio cuerpo y sacudiese con barras de acero los balaustres de su celda, como si quisiera que le rescatase. No me detiene, ¿por qué no me detiene? Se aferra a mí con riendas invisibles y me auto interrumpo, esto no tiene sentido, solo me haré más daño.
—Te llevaré a casa —dice.
— ¿Cuál casa? Vete, estaré bien.
—Sube a lo la moto —ordena.
Si no subo me pasaré la noche caminando, así que lo hago. El beso que le di a regañadientes y este recorrido en moto bajo la lluvia que me hace acordarme de que ya lo hemos hecho antes me van a costar otros cuatro meses de angustia, lo tengo claro. Me deja en la posada y entro en la habitación preguntándome por qué no me detuvo, su forma de comportarse es contradictoria. Me quito los tacones y me tiro en la cama, ojalá nunca le hubiera seguido el juego en aquel tren, la vida sería mucho más fácil si no hubiese conocido la felicidad de su mano. Me levanto, abro la puerta y salgo corriendo descalza, no puedo dejar que se marche sin que me dé una explicación. Cruzo el jardín y lo alcanzo cuando está encendiendo su moto para partir.
—Quédate —pronuncian mis labios sin contar conmigo.
— ¿Por qué?
—Porque me debes una explicación, la merezco —contesto, pero aparta la vista y le tomo la mano— Quédate —repito—, vas a perderme si te marchas.
Vacila un par de minutos pero luego apaga la moto, se levanta y me suelta la mano. Deja el casco tirado y lo recojo mientras entra en la posada. ¿Qué rayos le pasa? No debería ni dirigirle la palabra, no a alguien que hace menos de dos horas dijo que se casará con otra, pero es que hay tantas cosas que aún no me cierran… Para empezar, el día que escuché su conversación con Max Alicia se comportó de manera extraña, intentó impedir que fuera a ese encuentro inventando tonterías. También está el hecho de que no hubiera un solo mensaje de Andrew en el contestador cuando llegué de Patna, debió borrarlos para que no supiese que estaba preocupado por mí. Afirma que quiere a Astrid y me clavó un cuchillo sí, pero luego me rescató, se aseguró de que estuviera bien y ha estado cuidándome desde entonces, escudándose tras el absurdo pretexto de su deber con mi madre. Lo que dice no combina con sus acciones y aunque son solo conjeturas no puedo dejar que se vaya.
En el jardín hay una preciosa e iluminada fuente en la que me siento siempre a organizar mis pensamientos. Meto las manos en el agua, quizás esté auto-convenciéndome de que oculta algo por miedo a volcar mis anhelos otra vez, le quiero demasiado y es lógico que trate de encontrar excusas que justifiquen el hecho de que no siente ni sintió jamás nada por mí. No recuerdo haber subyugado mi ego por nadie antes, ¿acaso el amor me ha vuelto débil? Regreso a la habitación rato después. Está tumbado mirando al techo, perdido en lo que sea que le aflige y entro a la ducha sin hablarle, si alguien me hubiera dicho que estaría en la misma habitación con un hombre que me ha hecho tanto mal seguramente no le habría creído. Salgo de la ducha y sigue en la misma postura, así que me paro frente a él con el cabello mojado y secándolo con la toalla digo su nombre. No responde y después de observarlo por unos segundos consigo levantarlo de la cama jalándolo con una mano. Se sienta en el muro de la ventana y cruzo los brazos cuando nuestras miradas chocan.
—Voy a darte un último chance de que te sinceres conmigo.
—Ya te he dicho toda la verdad, si no me crees no es mi asunto.
— ¿Si no es tu asunto entonces por qué estás aquí?
—Me he quedado sin combustible.
—Vas a continuar mintiendo.
—No estoy mintiendo —dice.
—Hasta ahora me doy cuenta de que la única razón por la que aún no me trago todo lo que dijiste sobre mí a Max, es porque no me viste a los ojos mientras lo hacías. Lo que dices y lo que haces están a kilómetros de distancia, si vas a mentir será mejor que apartes la vista, de lo contrario no podré creerte nada.
—Estás haciendo esto porque tu orgullo te impide aceptar que solo he estado jugando contigo.
—Mi orgullo está ahora mismo en un sitio tranquilo, lejos de esta conversación. Mi orgullo no me permitiría estar parada frente a ti ahora y lo sabes.
— ¡¿Cuántas veces debo decir que lo nuestro fue solo sexo?! —grita.
— Estoy segura que recuerdas aquella noche…, creo que nos marcó a ambos, no solo a mí. Pensé en huir de tus brazos después de aquel “te amo”. Pretendí que era solo producto del orgasmo y al día siguiente estuve intentando evitar el tema. El problema era que no solo tú habías pronunciado esas dos fuertes palabras, también yo lo hice, y finalmente llegué a la conclusión de que mi subconsciente sabía que te amaba incluso antes que yo.
—También lo creí, creí que estaba enamorado de ti, pero estaba equivocado. Astrid es a quien he estado buscando toda mi vida.
— ¡Deja ya de mentir! —exploto— No soy una chica a la que conociste ayer en un bar. No soy alguien con quien hablas en internet y jamás ha tenido la oportunidad de comprobar si eres quien dices ser. ¡No soy alguien a quien puedas engañar Andrew, yo te conozco! Te visto llorar y brincar por el salón tarareando canciones que no te sabes, has reído en mis brazos. Me has mirado a los ojos y no hemos necesitado palabras, no intentes burlar la complicidad ni las cosas que hemos vivido juntos. Me he sentido muerta sin ti, muerta por dentro. Un pedazo de espejo roto que nadie volverá a utilizar jamás, pues se quedó en él un reflejo que ni el tiempo podrá borrar. He llorado mares Andrew, ¡mares!, y nunca se me ocurrió encararte, aclarar las cosas —una lágrima de impotencia corre libre por mi rostro. — ¡Ahora mírame a los ojos y dime que no me amas!
Se levanta y se sienta en la cama nuevamente. Su silencio es devastador.
— ¡Dímelo! —espeto.
— ¡No te amo! ¡Joder, ya déjame en paz!
Entonces obedezco mis impulsos y le planto un profundo beso del que no se zafa.
— ¡¿Si no me amas por qué puedo hacer esto?! ¡¿Por qué no me detienes?! —grito y me siento sobre él. Mis piernas aprisionan las suyas y quedamos cara a cara— Si no me amas detenme —digo esta vez en un susurro y le vuelvo a besar.
Lucha contra mis caricias durante algunos minutos, pero termina por rendirse. Me arranca la blusa de un tirón y lanza su húmedo pulóver por los aires. Volver a sentir su tacto y su pecho es tan maravillosamente incomparable… Quizás los dos hemos ansiado tanto y tan desesperadamente este momento, que era cuestión de tiempo que acabásemos así: haciendo trizas todo cuanto se interpone entre nosotros, todo lo que impide que nuestros cuerpos se rocen, revolcados a plena luz como el animal más salvaje, tomando de la mano al más primitivo de los instintos y autorizándole a actuar a sus anchas. Se siente como volver a la vida, despertar de una larga pesadilla que no parecía tener fin. De un momento a otro cambia la velocidad y ritarda sus embestidas, como ritardamos el final de sonatas barrocas. Parece querer ir en cámara lenta, saciar su sed a destiempo, beber del cántaro con cautela, huir del vacío. Como quien anhela detener un río y su caudal…, pero es que el agua es feroz aun si mansa, sigue su propio curso y aunque tampoco deseo que acabe, alargo nuestro infierno a mi propia manera y tomo el control. Soy tan suya que ni yo misma lo entiendo, he perdido el dominio de mi cuerpo, la piel habla por mí y me dejo ir. Las gotas de sudor recorren su cuello, pero seca las mías con un pañuelo que no sé de dónde ha sacado y me sostiene el cabello formando una coleta con su puño. Otra vez está raro. No dice nada, mas no aparta la vista y yo, que después de luchar por el control y rodar en la cama a su antojo finalmente acabé encima, lo abrazo en la penumbra.
—Tengo miedo —dice entonces. Tomo su cara entre mis manos.
— ¿De qué tienes miedo?
—De perderte.
—Ey, mírame —exijo— Estoy aquí, soy tuya, y si dentro de dos horas decides marcharte aún lo seré. ¿A estas alturas aún tienes dudas de lo que siento por ti?
— Esto ha sido un error —dice levantándose—, jamás me perdonaría si algo te ocurriese.
— ¿De qué estás hablando Andrew? —pregunto irritada y me pongo de pie frente a él. No dice nada, al parecer tendré que sacarle las palabras, y lo acerco a mí.
— ¡Basta de intrigas, dime la verdad!
— ¡Dijo que te mataría!
— ¿Camel? ¿Camel te obligó a hacer todo esto?
—Dijo que si no obedecía acabaría contigo.
— ¿Desde cuándo te vienes callando todo esto?
—Estuve en tu apartamento aquel día, entré con la llave que me diste y… —Su respiración se hace cada vez más entrecortada—, entonces Alicia me llamó. Dijo que el micro volvía a funcionar y que iban camino al puerto, así que fui tras ellos, pero era una trampa.
—Camel lo hizo funcionar a propósito —reflexiono— Es decir que todo este tiempo ha sabido de su existencia, supongo que también de la cámara.
—Me tuvo una semana allí. Dijo que iba a asesinarte como no le diera información y cuando se cansó de torturarme me hizo prometer que te alejaría. Dijo que su hija me ama, que debo hacerla feliz.
—Y por eso en cuanto estuviste libre te las arreglaste para que escuchara aquella plática en tu estudio.
—Max me ayudó a planearlo y Jake fue el encargado de llamarte y avisarme cuando entraras en casa, aunque ninguno de los dos sabía por qué lo estaba haciendo cooperaron, pero Alicia se opuso y amenazó con contarte todo.
—Estuvo actuando muy extraño sí, pero no dijo nada.
—Habrá temido por tu vida, como yo. Camel quería que le demostrara mi apoyo, que estaba de su lado y que ya no sentía nada por ti. Me mostró unas cintas…, te habían drogado y dos tipos te estaban tocando. ¡Te juro que creí que me moría! A cambio de que diera la orden para que te dejaran en paz…
—A cambio aceptaste casarte con su hija —termino su frase.
—Pero luego me hizo apuñalarte. Si no lo hubiese hecho yo lo habría hecho él y ahora estarías…, estarías…
El horror invade sus pupilas y se le salen las lágrimas, supongo que son una mezcla de impotencia y miedo. Lo abrazo nuevamente.
—Cuando entré en ese lugar y te vi atada a aquella silla…, golpeada, sangrando y llena de moretones…Tomé el revólver y por un momento me visualicé disparándole a todos, empezando por Camel, pero ellos eran más y solo conseguiría matarnos a los dos.
—Así que me clavaste el cuchillo.
—A mí me dolió más que a ti —dice sollozando— Annie me enseñó algo de anatomía hace algún tiempo, por eso cuando Camel me ordenó apuñalarte se me ocurrió que sería mejor que una bala, solo tenía que pensar rápido y enterrarlo lo suficiente para que sangrases sin lastimarte mucho. Te miré a los ojos, quería que no sintieras nada, quería sentir el dolor en tu lugar, quería que acabase esa pesadilla. ¡Perdóname! ¡Perdóname por favor! —suplica desconsolado en el hueco de mi cuello y lo aprieto.
—Ojalá hubieras confiado en mí, nos habrías ahorrado tanto sufrimiento. Estuve un mes entero sin verte, fui una estúpida. Te pedí distancia cuando en realidad eras la única persona en el mundo que quería cerca, y me marché a India sin decirte. Cuando me di cuenta de que no podía vivir sin ti regresé, pero era demasiado tarde, tú no me amabas, amabas a otra. Eso destrozó mi vida más de lo que ya estaba Andrew, estuve un mes encerrada en el cuarto, empinándome las botellas pero bebiéndome mis propias lágrimas. Hemos perdido la mitad de un año callándonos cosas que quizás podríamos haber arreglado entre los dos. Casi siete meses separados sin razón.
—Lo siento —me besa.
—También yo. Fui la primera que empezó a tragarse cosas, pero esta definitivamente la podíamos haber superado juntos.
— ¡Galilea, hablamos de tu vida! ¡¿Qué parte de te iban a matar no entiendes?!
—Camel no lo haría, por lo que vi no está dispuesto a matar a su propia sobrina.
— ¿Sobrina? —se repone de pronto.
—Es una larga historia, hay tantas cosas que no sabes…
Decidimos que luego nos pondremos al día y nos vamos a la cama procesando aún la situación. Añoraba tanto estar con él que esto me parece una ensoñación, pero aún hay muchas cosas que me preocupan. Si Camel descubre que estamos juntos de nuevo es capaz de asesinar a Andrew, no tengo ninguna duda. Mató a su hermano mayor y secuestró, golpeó, torturó y drogó a su hija, dígase yo. Con esos antecedentes nada de él me sorprendería. Nos miramos fijo durante un rato, azotados por la misma tormenta, indagando si llegaremos vivos al final de esta telenovela, si perderemos al otro en el camino o quizás nuestro espíritu. Se queda dormido y le acaricio el cabello como tantas veces hice sin su consentimiento. ¿Quién sabe qué nos deparará el futuro?
Cuando despierto siento un hueco en su lado de la cama. Me levanto de golpe, agitada, preguntándome a dónde se fue y encuentro en la mesita de mi derecha una nota suya:
“Lo siento, te amo”
Salto de la cama con un vacío en el pecho y una molestia insoportable. Se ha marchado, va a casarse con otra. Me visto, guardo mis pertenencias en la maleta que me trajo Alicia y en una bolsa la colección de armas de la caja en la esquina de la habitación. Cierro la puerta al salir, desciendo las escaleras y devuelvo la llave en la recepción. Me dirijo a la ciudad, ya es tiempo y estoy lista para el principio del final.
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