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27: Secuestrada

Cuando abro los ojos me encuentro con un panorama alarmante. Ante mis ojos lo que parece ser una vieja fábrica en ruinas, con columnas y pequeños charcos de agua en un suelo que ha perdido sus lozas. Estoy amordazada con un trapo sucio y atada a una de las magnas columnas del lugar. Dos hombres me custodian con un revólver en mano, sus caras me suenan de algún sitio pero lo último que recuerdo es estar buscando mis llaves en el suelo del parking y…

—Vaya, la gatita ha despertado —dice uno.

—Creo que le pegaste muy fuerte la última vez Jack, han pasado horas.

—Se lo merecía, intento hacerse la Nikita contigo, ¿recuerdas? De no ser por mí esta nos la habría jugado y no estaríamos vivos para contarlo.

El otro suelta una carcajada.

— ¡El jefe nos habría descuartizado! —exclama entre risas.

Qué tipos tan sonsos, creo que fueron ellos quienes me secuestraron. Si no llega a ser por las estúpidas llaves ahora no estaría aquí. Ruedo los ojos, vaya descuido, en serio soy idiota.

—Escucha barbie, si intentas alguna jugadita rara otra vez, te meteré una bala en ese cuerpecito bonito que tienes antes de que puedas decir cataplín. Me importa un carajo que el jefe te quiera viva, ¿ok?

Se acerca a mí y me jala el cabello.

— ¿Acaso estás sorda, te hice una pregunta?

— ¡Estúpido! ¡La chica está amordazada, deja de alardear!

—La última vez esta perra me mordió la mano, no confío en ella.

Así que por eso tengo este sabor metálico en la boca, que asco, no me acuerdo de nada. Vaya idiotas, ¿si me iban a secuestrar no podría ser al menos un delincuente decente? Tengo las piernas acalambradas por la soga y sed, mucha sed. ¿Qué es este lugar? Una gota de agua me desciende por la nariz continuamente, pues al techo le faltan algunos pedazos, eso explica tantos charcos. Supongo que me revisaron la ropa antes de dejarme aquí, pues no siento el cuchillo que traía entre los senos, desde que comencé a entrenar lo coloco ahí por prevención. No, no está, presiento que no me iré de aquí en un tiempito.

— ¿Oye, y si le quitamos la mordaza a la princesa?

— ¿Para qué?

—Estoy aburrido —dice el más fuerte encogiéndose de hombros.

Me viene a la mente una imagen difusa, una jeringa, otros tipos armados; pero mis recuerdos están borrosos, no entiendo nada.

—El jefe dijo que la dejáramos tranquila.

—Ya pero es que llevamos seis días aquí vigilándola y estoy hartrrrto —mira hacia arriba.

‹‹ ¿Seis días? ¿Cómo que seis días?››

—No seas imbécil, no tengo ganas de morir. La orden fue muy clara: “vigilen a la chica hasta que vuelva”.

—Y vino dos veces después de eso, pero no dijo por cuánto tiempo más debo estar mirando a esta sin poder ponerle un dedo encima.

El idiota que no se llama Jack avanza hasta mí y me acaricia el rostro con la mano que le sobra. Es de esas personas que se comen las uñas, tienes los dedos sucios y grasientos. Aparto la cara y me obliga a mirarlo.

— ¿Te gusta lo que te hemos inyectado, verdad princesa?

‹‹¿Inyectado?››

—Oh sí, se llama escopolamina. Digamos que probamos el último cargamento contigo —dice el otro— Veamos, ¿tienes recuerdos borrosos y aleatorios, un poco de vértigo, nauseas, confusión?… Bueno, supongo que a estas alturas ya se te ha pasado, solo te la inyectamos dos veces. El jefe no quiso que te pusiéramos otra dosis.

El jefe no puede ser otro que el tío Camel. Ese psicópata me ha tenido aquí por seis días, espero que no esté planeando retenerme para siempre, no se lo voy a permitir así tenga que matarlo para escapar. Escopolamina…, jamás había oído de semejante droga, conque eso es lo que han estado traficando.

—Oye, barbie, es una droga muy fuerte. Te hace perder el control de tu mente, jaja, así es como has estado cediendo a nuestros antojos sin siquiera saberlo.

‹‹ ¿Qué dice este? ¿Qué hice?››

Creo que el pavor en mis ojos es demasiado obvio ¿Qué me han hecho en estos seis días?, tengo moretones por todos lados.

—Deja de darle información a barbie imbécil. Vamos a almorzar, que el jefecito no viene hasta mañana, y tú procura no hacer ninguna tontería, princesa.

¿Ay por qué no dejan de llamarme princesa?, esto es un fastidio. Tengo que salir de aquí a como dé lugar o me volveré loca. No creo que su jefe Camel (o el jefe de este) planee matarme, aunque tampoco imagino sus planes para mí. Ese par de mequetrefes regresan cada dos o tres horas a patrullarme, total, no hay forma de que pueda zafarme de esta columna, no tengo mi cuchillo ni mi celular. La soga está muy apretada, me está haciendo daño y la maldita gota no deja de caer en mi nariz. ¿Qué voy a hacer? Si esto fuera un secuestro normal, pedirían un rescate a mi familia por una gran suma de dinero y listo, pero no es el caso. De hecho, asumo que nadie se ha dado cuenta de mi desaparición, vivo sola y llevo dos meses distanciada de todos.

‹‹¿Quién te manda a meterte en estas cosas?›› —dice esa vocecita en mi cabeza.

No sé qué hora es, pero la noche llegó hace mucho y la oscuridad colmó este sitio. Una vieja y desgastada lámpara cuelga del techo y da vueltas en círculos, al menos el bombillo enciende, odio la oscuridad. Jack y el otro no han vuelto desde la tarde, o quizás sí, no lo tengo claro, creo que me he quedado dormida por momentos y sigo estando muy confusa. Miro mi blusa, está mojada, rota y manchada. Andrew me la regaló, pero no me acordé al ponérmela ayer para bajar al parking. Pensándolo bien eso no fue ayer, llevo seis días aquí y hoy es que vengo a ser consciente de mi situación. Esto es culpa suya, sí, de él. Estaba deprimida por su causa y decidí bajar a ese parking de madrugada a buscar mi arco para estudiar y animarme. Me buscaría por toda la ciudad de saber que me han secuestrado, me buscaría si todo este tiempo no hubiera estado jugando a Romeo y Julieta para irse a la cama conmigo, pero no me queda ingenuidad ya, debo salir de esta yo sola.

Desconozco cuando me quedo dormida y despierto cuando alguien me lanza un cubo de agua helada en la cara.

—Buenos días barbie —dice Jack y me quita la mordaza de la boca.

—Tu momento está por llegar. En dos horas el jefecito estará aquí, ¿qué tienes que decir al respecto?

— ¡Imbécil! —chillo— ¡En mi vida había visto dos tipos tan estúpidos!

— ¡¿Qué dice esta perra?! —exclama Jack, vuelve a colocarme el trapo en la boca con brusquedad y me golpea hasta que se me nubla la vista.

Abro los ojos y sigo atrapada en la misma pesadilla, pero esta vez estoy sentada en una silla de metal, atada de pies y manos, por supuesto. Aún me sale sangre de la boca y la nariz, no sé cuánto tiempo ha transcurrido desde que le grité a esos dos. Unos pasos se escuchan cada vez más cerca, según me enseñó Annie creo que son más de tres.

— Por fin —susurra uno de mis secuestradores.

Levanto la cabeza y lo primero que veo es el reloj de Camel.

— ¡¿Qué les dije?! ¡Les dije que no golpearan a la chica! —toma a Jack de la camisa y lo lanza al suelo.

—Lo siento jefe, es que se ha portado muy mal —explica el otro encogiéndose de hombros—. Esta mujer es una fiera.

‹‹Fiera yo, ni siquiera me he movido de aquí››

Hace dos días logró deshacerse de las amarras de las manos y golpeó a George, tuvimos que defendernos —prosigue.

No recuerdo nada de eso, pero no parece que se lo estén inventando.

—Espero que no le hayan puesto otra dosis.

—No jefe.

—Galilea Leblanc… —dice Camel dirigiéndose a mí y comenzando a caminar alrededor de mi silla— Te advertimos que pararas con tu revancha. Mira donde has acabado.

Me quita la mordaza.

—No tengo ganas de matarte querida, será mejor que empieces a hablar. ¡Habla! —me grita al ver que no contesto.

— ¿Qué quieres saber? —digo calmada aunque sé que es capaz de cualquier cosa, mató a su propio hermano.

—Sé que has estado jugando a los detectives y también que estuviste una semana fuera de Londres, entrégame lo que sea que tengas contra nosotros.

— ¿Nosotros?

—Sé que lo sabes todo, no te hagas la tonta. Mi hija cree que eres su amiga, pero has estado todo este tiempo con ella solo para acercarte a mis asuntos.

—Tú hija me da lástima —contesto.

—Mi hija no será más motivo de tus burlas Leblanc. Entrégame esas pruebas y te dejaré irte viva, lo prometo.

—No tengo ninguna prueba, todavía.

— ¿Y qué hay de las evidencias en la caja del ministerio?

Sonrío.

—Ay por favor, ¿me preguntas por una caja que tú mismo vaciaste?

Me mira desconfiado, saca su teléfono y escribe algo en él, un mensaje supongo. ¿Qué será lo que le preocupa?

—No intentes confundirme, sé que sabes de la droga, de Luis y de todos nuestros negocios. No puedo darme el lujo de dejarte viva, lo siento.

—Da igual, aunque tuviera alguna prueba no te la iba a entregar. Tendrás que matarme. Anda hazlo, sé que no te temblaría el pulso ¡Asesinaste a tu propio hermano! ¡Asesino! —grito.

Entonces el brillo intenso de su mirada se apaga y pone los ojos como plato.

— ¿Lo sabes? Lo sabes todo; creo que te he subestimado.

—Lo sé todo, Brahma. Sé que lo odiabas y que por eso lo mataste.

— ¡Yo no lo maté!

— ¡Sí lo hiciste! ¡Lo mataste!

Respira profundo.

—Sabes, no me atreví a decirle a tus padres que su hijo es un asesino. No me atreví a decirles que su hijo mató a su propio hijo. Lo mataste por envidia, ¿no te da vergüenza?

— ¡No tengo padres!

—Pero sigues enviándoles dinero.

—Eso es una caridad. Ahora soy rico, soy muy rico y el dinero que les envío podría dárselo a cualquier mendigo.

— ¡¿Cómo puedes ser tan cruel?!

—Me perdieron cuando eligieron al idiota de tu padre.

— ¡No hables de mi padre!

—Eres una tonta, eres como él.

— ¡Cállate!

—Me estás haciendo perder la paciencia. No maté a tu padre y prefería no tener que matarte a ti, pero me estás dejando sin opciones. Entrégame las pruebas Galilea.

— No tengo ninguna prueba, si la tuviera ya estarías tras las rejas.

—Está bien. Si no tienes pruebas será mejor que tu vida acabe en este momento, no puedo arriesgarme a que vayas por ahí sabiendo tantas cosas. ¡Andrew! —grita.

‹‹ ¿Andrew está aquí?››

De pronto aparece ante mis ojos el único hombre que he amado, el hombre al que le entregué todas mis verdades. Andrew trabaja para Camel, he sido solo un trabajito que le ordenó su suegro todo este tiempo. No me lo puedo creer. Se detiene justo en frente de mí y me observa. Su mirada no es la misma de aquel que conocí, sino sombría, vacía. Lo miro también, ¿qué fue de nuestras risas en la cama? Supongo que todo era mentira, una mentira muy dolorosa.

—Quiero que la mates.

—Está bien —dice Andrew sin vacilar y siento que algo se rompe en mi interior. No podría asesinarme, ya estoy muerta por dentro. Todo lo que queda es mi cuerpo y resquicios de quien fui, mi alma está acabada.

—Quiero que lo hagas delante de mí —exige Camel.

¿Será capaz?››

Andrew camina hasta Jack y le quita el revólver. Vuelve despacio hasta quedar frente a mí de nuevo, me mira y cuando está por apretar el gatillo Camel grita:

— ¡Espera!

Andrew voltea.

—Lo he pensado mejor y…, creo que está ocultando algo. Es la hija de su padre, y él siempre tenía un as bajo la manga. Clávale este cuchillo en la pierna, con eso bastará para que empiece a hablar, supongo que no querrá desangrarse. Vamos, hazlo rápido.

Le entrega un cuchillo, mi cuchillo, de hecho.

—Esta es la parte en la que ruegas por tu vida, querida sobrina.

No contesto, no voy a “rogar por mi vida”, mucho menos a él. Yo sola me metí en esto y debo afrontarlo. Lo único que desearía es no haber tenido que presenciar esta escena, no darme cuenta de que el que creí el amor de mi vida es capaz de clavarme un cuchillo sin pensárselo dos veces.

—Eres igual de orgullosa que tu padre, en fin. Vamos Andrew, no tengo todo el día.

Su nuero avanza hacia mí con paso firme. Se ha cortado el cabello y el brillo en su mirada se ha esfumado, en su lugar hay tan solo dos pupilas apagadas, llenas de odio. No es quien conocí, sino alguien más. Me clava el cuchillo mirándome directamente a los ojos y no sé si duele más la afilada hoja de metal penetrando mi piel o que haya sido él quien me hirió sin un ápice de contemplación.

—Vámonos —ordena Camel—, ha llegado Luis y no sé si le gustará ver a su hijastra en estas condiciones.

La agonía es tanta que no consigo pensar con claridad. Miro mi muslo, la sangre corre y gotea en el suelo, mi propio cuchillo me ha hecho esto, Andrew me ha hecho esto. ¡Un escalofrío me recorre, duele demasiado joder! Estoy acabada, pasaré mis últimas horas desangrándome en esta silla. Hay tantas cosas que no paran de dar vueltas en mi cabeza: Andrew me ha traicionado de todas las maneras posibles, mi madre, mi familia, el hecho de no haber podido vengar a papá…, voy a morir aquí.

El mundo me da vueltas para cuando siento que me quitan las amarras de las manos y pies. Conozco ese perfume, pero la imagen se vuelve cada vez más borrosa mientras alguien me lleva en sus hombros y lo siguiente que sé, es que despierto en una cama que no es la mía. Me siento, tengo una venda en el muslo y a mi derecha hay un vaso con agua en una mesita. ¿Dónde estoy? Me duele todo el cuerpo, estoy sola aquí y apenas puedo levantarme.

—Hola —dice Alicia abriendo la puerta de la extraña habitación.

— ¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde estoy?

—Eso es una larga historia.

Hago un esfuerzo por levantarme.

— ¡Oh no, no intentes levantarte por favor!

— ¿Qué ha pasado?

—Bueno, en realidad no estoy segura. Recibí un mensaje de un número desconocido con la dirección de este hostal. Decía solo “Galilea te necesita”, así que salí corriendo y manejé hasta aquí.

— ¿Hostal? —pregunto confusa.

—Sí, hostal. Las llaves están en la mesita, estamos en las afueras de Londres.

— ¿Y ya estaba aquí cuando llegaste?

—Estabas tumbada en la cama con esa venda puesta, inconsciente, golpeada de cabeza a pies y tu ropa empapada en sangre. ¡Me asusté tanto! —grita— ¡Creí que estabas muerta!

— ¿Qué hiciste con mi ropa entonces? ¿De dónde salió este camisón?

—Estuve contigo toda la noche y en la mañana regresé a la ciudad a buscar más vendas, ropa limpia y medicamentos, pero cuando volví, ya tenías ese camisón. Alguien te lo ha puesto.

— ¿Qué hora es?

—Las nueve de la noche, has estado durmiendo todo el día. Galilea, ¿qué te sucedió? ¿Recuerdas algo? Hélène está muy perturbada, casi reporta tu desaparición, pero tu tío Harold puso a su gente a buscarte.

—Me secuestraron.

— ¿Qué?

—Estuve seis días, siete, amarrada a una columna.

— ¡¿Fue Camel verdad?! —exclama sobresaltada— ¿Él te hizo esa herida en el muslo?

—No, ese fue Andrew.

— ¿Cómo dices? —pregunta histérica.

—Andrew me clavó un cuchillo en el muslo. Estaba bajo las órdenes de Camel, pero no parecía tener problemas con tener que matarme.

—No puede ser.

Me vuelvo a acostar, sigue doliendo mucho.

—No puedo creerlo, Andrew…, ¿cómo ha sido capaz? —Se abalanza sobre mí y me abraza tan fuerte que deseo apartarla, pero no lo hago— Bueno, al menos estás viva.

—No lo estoy —contesto.

Después de dos semanas confinada en la habitación de la pequeña posada, decido salir a tomar aire fresco. Mi pierna está mucho mejor, el cuchillo no atravesó el tejido subcutáneo y gracias a eso puedo andar. Alguien detuvo la sangre y suturó la herida, ¿pero quién? Andrew no iba a clavarme un cuchillo para luego curarme, eso es de locos y además, estuvo a punto de apretar el gatillo. Estaba dispuesto a asesinarme, entonces alguien más debe haberme traído aquí. Cuando abro la puerta para salir choco con Alicia.

— ¿A dónde crees que vas?

—Afuera.

—Galy, ya hablamos de esto. Si vuelves a la ciudad el psicópata de tu tío va a asesinarte.

—No lo hará. Hace unos días envié un mensaje de voz a mamá diciéndole que me fui París, Luis ya debe estar al tanto y también Camel. No me buscarán por un tiempo.

—De igual modo creo que deberías quedarte aquí.

—Alicia, no tengo cómo agradecerte que me hayas cuidado tanto. Has estado aquí para mí no importa qué, pero no he terminado con mi revancha. Estoy harta de estas cuatro paredes, tengo que investigar ese diamante y los documentos.

— ¡Ya estás de nuevo con eso! ¡¿Acaso olvidaste que hace dos semanas casi te matan?!

—No me importa, tengo una misión de vida y Camel no es quien va a detenerme. Me largo.

— ¡Espérate! —grita, me da un puntapié y cierra la puerta.

Me siento en la cama.

—No estás pensando con claridad, creo que la droga esa que te inyectaron te afectó el juicio. Tu departamento debe estar custodiado día y noche por esos mafiosos, ¿no se te ha ocurrido?

—Pero si “he salido del país” —abro comillas con los dedos.

— ¿Crees que son idiotas? Camel sabe que no vas a rendirte, él te conoce, te ha analizado. Estuvieron vigilando el parking de tu edificio sabrá dios por cuanto tiempo, esperando el momento justo para atacarte y tú ni cuenta te diste.

—Eso es verdad.

—Si vuelves a la ciudad eres persona muerta.

—Estaré preparada.

— ¿Preparada con qué?

—Con las armas que tú me vas a conseguir.

—Todo lo que necesitas está en esa caja de ahí —y me señala una esquina de la habitación—, pero es para protegerte no para salir a buscar problemas. No te lo voy a permitir.

—Ok.

—Vale, entonces me voy. No me hagas encerrarte aquí, vuelvo en la noche.

—Alicia, no tengo diez años.

—Tienes casi treinta y uno, pero eres explosiva y te van a matar si sigues jugando con fuego.

En cuanto cierra la puerta abro la caja, aquí dentro hay un festival de armas y no tengo que mirarme al espejo para ver el resplandor en mi mirada.

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