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26: Alguien te mira

Entro en mi apartamento y después de soltar la maleta me dedico a abrir las ventanas. He estado una semana fuera, pero a juzgar por el polvo acumulado cualquiera pensaría que ha pasado un año desde que no pongo un pie en casa. Enciendo la contestadora:

“Galy, ¿dónde estás?, cuando escuches esto llámame, Paola”

“Galilea Leblanc, dime que no te fuiste a la India sin decirme”, este sin dudas es de mi madre.

“Estoy preocupada por ti, escríbeme. Ah, soy Mary Alice, obvio”

“Cuando vuelvas ve directo a la mansión, que me vas a explicar cómo eres capaz de irte a Asia sin decirle a tu madre. No tienes la menor consideración…”

“Oye soy Kelly. Paola me dijo que Andrew le dijo que no estás en Londres. ¿Por qué soy la última en enterarme? Estoy muy dolida contigo Galilea, que lo sepas”

Escucho todos los mensajes mientras miro los selfies que me hice en Patna y las fotos con mis abuelos, voy a anhelar tanta paz. Durante el vuelo de regreso no hice más que pensar en Camel, o Brahma debería decir. Sabía que era malo, pero no imaginé que capaz de asesinar a su propio hermano. Por otro lado, Astrid es mi prima, ¡mi prima! y también Junior. Solo de pensar que me besó… ¡Qué asco! Agradezco que no llegara a más, sería traumático para mí sabiendo lo que sé ahora. No tengo idea de cómo voy a manejar esta situación, de verdad que no. El asunto de la fotografía está resuelto, ¿pero y qué pasa con el resto de cosas en la caja fuerte? Necesito descubrir porqué papá escondió semejante diamante ahí, y luego están esos documentos…

Cuando la contestadora se calla me levanto del sofá. Es muy raro que no haya un solo mensaje de Andrew y me empiezo a deprimir. Ha tenido mucha paciencia conmigo, pero puede que se haya hartado ya. Puede que lo haya perdido para siempre.

Pasan los días y finalmente voy a la mansión, preparada psicológicamente para el discurso de la señora Hélène.

— ¿Ah, ya estás en Londres? —me recibe ella malhumorada en el umbral.

—Llegué el martes.

— ¿Martes? Déjame ver si entendí: vienes a mi trabajo y me sacas de una junta directiva para preguntarme por una fotografía que encontraste en la caja fuerte del estudio de tu padre, al que te prohibí terminantemente entrar. Me explicas que él te dejó la clave en una carta, pero no me la muestras. Te cuento que los de la foto son tus abuelos y decides irte a India sin dar explicaciones. Me quedo preocupada a niveles que solo comprenderás cuando tengas hijos, no me llamas en toda la semana, te limitas a un mensaje diciendo que estás bien, regresas el martes, no me avisas tampoco y te apareces el viernes. No sé qué es lo que te pasa, ¡¿cómo puedes irte y dejar a la gente que te quiere sin saber nada?! No te importa cuánto nos preocupemos por ti, no contestas llamadas, no te interesa hablar con nadie. ¡¿Qué es lo que te pasa Galilea?!

No digo nada, me merezco cada una de sus palabras. No es que no me preocupen todos, es que debo fingir que no por su propio bien, pero eso tampoco se lo puedo revelar. Me aislé, esperé que a la larga dejaran de interesarse por alguien que los ignora y ha sucedido todo lo contrario. Mamá está muy enojada, hace tiempo no la veía así.

— ¡¿No vas a decir nada?! —pita.

—No puedo, lo siento mamá.

Sale caminando, abre la reja de la entrada y la tira al salir. Arranca su auto y se marcha alterada. No me gusta que esté así, pero tampoco puedo darle explicaciones. Mi vida se está volviendo un infierno.

—Hola —me dice Will cuando entro. Está sentada en la cocina con Alicia, Jean y los niños.

—Hola.

— ¡Galilea Leblanc…! —enuncia Jean.

—Mamá ya me dio el sermón, así que ahórratelo y no trates de imitarla.

—No me hables así, soy tu hermano mayor.

Ruedo los ojos.

—Les tengo noticias —empiezo a decir—. Tenemos abuelos.

—Ay claro que los tenemos, viven al sur de Francia y no son buena gente —contesta Andrea.

—No, tenemos abuelos paternos.

— ¿Cómo dices? —pregunta Will atónita.

—Papá nos lo ocultó toda la vida porque no se entendía con ellos, pero existen.

Les muestro algunas fotos.

—Viven en India y estuve una semana con ellos allá.

—Pues si papá nos lo ocultó por algo fue, no estoy interesado en conocerlos —dice Jean con determinación.

—No es más que un malentendido, uno que ya no tiene solución. Chicos, estoy cansada de cargar con los errores del pasado y dispuesta a cambiarlo, ustedes deberían hacer lo mismo.

—Galilea, espera —me dice Alicia horas después cuando estoy a punto de pisar el acelerador para marcharme.

Entra al auto y se sienta a mi lado.

— ¿Y bien?

— ¿Y bien qué? — pregunta ella.

—Pensé que ibas a decirme algo.

— ¿Yo? No.

— ¿Entonces por qué me retienes?

—No te estoy reteniendo…

—Esta es la conversación más tonta que he tenido con alguien. Estás actuando muy raro, pero no tengo tiempo para esto.

— ¿A dónde vas?

—A casa de Andrew.

— ¡Nooo! ¡No vayas por favor!

— ¿Por qué no? Jake acaba de enviarme un mensaje de voz en el que me pide que pase por allá. ¿Por qué no quieres que vaya?

—Ah no, sí que quiero pero…, deberíamos hacer algo juntas, ha pasado mucho tiempo. Tengo una botella de vino en la habitación de Will, ¿qué dices?

—Tal vez otro día. Anda déjame, que me muero de ganas de ver a Andrew.

Alicia sale del auto y cierra la puerta lentamente. Está muy extraña, muy. Miro por el retrovisor y está parada en medio de la calle viendo como me alejo, ¿qué le ocurrirá?

El apartamento de Andrew está a veinte minutos de la mansión, por lo que llego enseguida. Toco el timbre y me abre Jake.

— ¡Galy! —exclama y me abraza.

—Hola —suelto una risita nerviosa— ¿Qué ha pasado, por qué me llamaste?

—Es que Paola y Mary Alice están por llegar, así que pensé que podrías venir tú también.

— ¿Vais a hacer una fiesta o algo?

—Las invité a cenar, pasa.

— ¿Tu hermano está?

—Está en el estudio con Max.

Entro y sigo de largo puesto que salí de casa solo con el celular. Estas paredes me recuerdan las veces que hemos rodado por ellas besándonos. Sonrío y arribo a la puerta entreabierta del estudio pero me detengo al escuchar sus risas, ¿de qué estarán hablando?

—Mmm, no lo sé, como cualquier relación en base al sexo —dice Andrew.

— ¿Cómo que “en base al sexo”?

—Max, tú me conoces amigo, sabes cómo soy.

—Un poco mujeriego sí, lo sé. No sé entonces cómo has estado tanto tiempo con Astrid.

—Porque la amo.

Se me cae el celular al suelo.

—Oye eso no es verdad, si la amaras no saldrías con Galilea.

—Ah no pero, Galilea es otra cosa. Es solo una antigua curiosidad que ya ha sido saciada.

— ¿Entonces por qué no la dejas?

—Por el sexo, es genial, pero en realidad estoy enamorado de Astrid, siempre lo he estado, desde que la conocí en Holanda. Si no lo estuviese no soportaría a su padre, odio a ese tipo. Es una mujer maravillosa, llena de ambiciones, sexy. Ella es hermosa, y es mía.

Eso dijo cuando nos acostamos aquella noche, no me lo puedo creer.

—Vaya, en verdad creí que amabas a Galilea.

Andrew suelta una carcajada.

— ¿Amar a Galilea?, qué gracioso Max. No se puede amar a dos mujeres a la vez. Astrid es el amor de mi vida.

Me agacho y recojo mi celular, la pantalla se ha hecho añicos, mi corazón se ha hecho añicos. Jake grita mi nombre en cuanto abro la puerta para irme, pero no respondo y salgo corriendo por las escaleras, a punto de estallar en lágrimas.

Despierto a las tres de la tarde. Tengo los párpados inflamados, estuve toda la noche llorando y yo ni siquiera soy ese tipo de persona, es más, no lloré ni en el funeral de mi padre. Lo que él ha hecho, lo que me ha hecho, no se lo voy a perdonar nunca. Si simplemente se hubiera cansado de mí sería diferente, pues le he dado todos los motivos del mundo para que lo hiciese, pero decir que soy solo “una antigua curiosidad” y que ha estado jugando conmigo…, duele demasiado. Por la forma en que habló tampoco creo que le importe en lo más mínimo si lo perdono o no, simplemente no le intereso, está claro que para él ha sido solo sexo. Fui tan ingenua que si pudiera me pegaría con una sartén a mí misma. Él la ama, eso es todo. ‹‹Eso es todo›› —dice mi demacrado reflejo en el espejo— ‹‹Tienes que olvidarte de él›› ¿Pero cómo hago eso?, el guionista de mi vida no me lo puso en las instrucciones. Simplemente incorporó a Andrew a la película sin contar con nadie, y ahora lo sacó del elenco. Supongo que puede prescindir de él, pero yo no y aun así deberé hacerlo. Me arrastro por el salón, afuera yace la tarde, asquerosamente bonita…, me es indiferente. ¿Cómo voy a sobrevivir a esto? Hace mucho conozco la impotencia de añorar a alguien, pero es que esto es diferente, no tiene sentido que me sienta así por alguien a quien ni siquiera le importo. Jamás le importé. Vuelvo a la cama, presiento que en ella estaré el resto del día, el resto de la semana.

Ha pasado un mes y continúo encerrada en mi cuarto. Casi me termino la tercera botella de vodka yo solita, es decir, yo y…, ella, mi querida amiga la decepción. A este paso me volveré alcohólica, eso es seguro. La puerta de mi habitación se abre de pronto y entran Kelly, Paola y Mary Alice.

— ¿Estás hibernando o qué? —pregunta Alice corriendo las cortinas.

Las observo ir de aquí para allá recogiendo cosas. Paola apaga mis dos lámparas de noche y Kelly toma mis vasos de vodka.

—Dime que no te has bebido todas estas botellas.

—No seas inocente Kelly, por supuesto que se las bebió —contesta mi prima— ¿Intentas convertirte en alcohólica?

— ¡Váyanse, no quiero ver a nadie!

—Cada día estás más insoportable pero, de aquí no nos vamos hasta que nos expliques qué te ocurre —dice Paola— No pienso gastarme un euro más en llamadas Galilea, es que te llamo más a ti que a mi novio, y tú ni siquiera te molestas en contestar.

Me tapo la cara con el edredón, preferiría estar sola y a oscuras pero vienen ellas a interrumpirme.

—Esta habitación huele a humedad, ¿qué tiempo llevas si salir de aquí?

— ¡Estás perdiéndote tu estación favorita! —grita Kelly, se asoma a la ventana e inspira alegremente. Afuera está todo en tonos amarillos y naranjas e incluso el árbol de enfrente se ha despojado de sus hojas; supongo que sigo siendo una de ellas y he emprendido el vuelo nuevamente, como antes, sin rumbo.

—El otoño ya no es mi estación favorita, lo odio —digo.

Entonces las tres se detienen y se sientan en la cama a mi lado.

— ¿Qué te hizo Andrew?

— ¿Cuándo he dicho su nombre?

—No lo has dicho, pero es sabido que adorabas el hecho de haberlo conocido en otoño aunque ya amabas dicha estación antes de él —explica Mary Alice— Era otoño cuando se vieron en el tren y también en París, por tanto, si repentinamente dices que lo odias significa que tu depresión tiene que ver con Andrew.

—No estoy deprimida.

—Lo estás —dice Kelly poniendo los ojos en blanco— Puedes contárnoslo ahora, mañana o dentro de una semana, de ti depende cuánto tiempo nos vas a soportar.

—Chicas, agradezco la preocupación pero yo prefiero estar sola.

—No vamos a cambiar de opinión. ¿Terminaste con Andrew?

—No terminamos, porque nunca comenzamos.

— ¿Qué dices?

—Fue solo sexo, él mismo lo dijo.

—No estoy entendiendo nada, explícate.

—Andrew ama a Astrid, de mí solo quería saciar su curiosidad, eso es todo.

— ¿Tú cómo sabes eso? Es imposible…

— Lo escuché de su propia boca Paola.

—Eso no puede ser, ni siquiera le había hablado a su madre de Astrid.

—Pero es, y ya está. No pienso volver a tocar el tema, Andrew no existe más para mí.

Las chicas se marchan en la noche, después de intentar animarme un poco y en cuanto cierro la puerta tras su partida estallo en lágrimas. Trato de frenarlas pero siguen saliendo a borbotones de mis cuencas, como aquella noche en el despacho de mi padre. ¿Qué es esto? ¿Qué me has hecho Andrew? ¿Qué demonios me has hecho?

Después de cuatro horas finalmente me calmo y se me ocurre ir al parking a buscar mi arco. Hace más de un mes que lo dejé en el asiento trasero del auto, hasta ahora no me importaba pero me urge tocar, puede que me sienta mejor después de eso. Voy al cuarto a por ropa decente y me cambio, creo que con mi actual aspecto es suficiente como para encima pasearme por el edificio en pijama. Son las tres de la madrugada cuando me bajo del ascensor, el parking está tan cripi como siempre y consciente de que debería oprimir el botón y volver a subir, hago todo lo contrario. Camino agitando mis llaves, siempre me ha gustado hacer eso. Otra vez esa sensación de que alguien me observa, pero me pasa desde hace meses y aunque me aterra ya decidí que es solo eso, una sensación.

Enciendo mi celular, la pantalla está cuarteada desde que se me cayó en el departamento de…, desde que se me cayó. Abro Instagram y me encuentro con dos publicaciones de quien evito nombrar, el culpable del cincuenta por ciento de mis problemas. Ha subido dos fotos con Astrid, vaya, cuánto amor. Supongo que ahora es libre de estar con ella sin tener que hacer su numerito conmigo. La rabia es abrumadora, pero el dolor es mucho peor, ambas cosas revolotean bajo mi piel y no sé cómo lidiar con ellas. No serviría de nada negármelo a mí misma, verle feliz con ella y saber que todo lo que vivimos no fue más que una obra de teatro me destroza. Tomo aire, no quiero comenzar a llorar otra vez, es ridículo, y me paro frente a una de las ventanillas traseras de mi auto. Doy la vuelta, abro la puerta y vuelvo atrás. Mi arco no está aquí, ¿oh dios dónde rayos lo dejé? No lo he visto en casa, no lo he visto en ningún lado, de hecho.

— ¡Ay no, genial! —vocifero.

Cierro el auto y me dirijo al elevador pero cuando voy pasando entre las hileras de autos un clapson se dispara. Volteo, escudriño el sitio en el que sonó, no veo nada perturbador y sigo andando. Voy pasando entre dos autos cuando distingo a alguien a través del espejo retrovisor del rojo, no estoy sola aquí y esa persona viene corriendo hacia mí. Volteo y comenzamos a luchar, mi combinación de izquierda recta, crochet y rodilla funciona como siempre, así que cuando baja la cabeza, que era justo lo que quería, le pego en el hígado. El tipo se dobla, es un hombre robusto y mucho más alto que yo, pero Annie es una magnífica entrenadora. Sobreviví a sus palizas en el ring y más que eso logré vencerla par de veces, por lo que tengo oportunidades de escapar de este. Me agacho mientras se repone, pero se me han caído mis llaves. ¡Mierda!, deben haber rodado. Me tiro al suelo sin perder de vista a mi agresor, ¿dónde demonios fueron a parar las malditas llaves?

— ¿Buscas esto?

Alzo la vista y las botas de un segundo individuo quedan justo a la altura de mi cara. Está balanceando mis llaves en el aire y antes de que pueda reaccionar me patea.

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