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25: Los hermanos Burman

—Disculpe, ¿en qué puedo llegar a Patna? —pregunto a un hombre de mediana edad y rezo por qué hable inglés. Me observa durante unos segundos como si intentara leer mis labios y me doy cuenta de que, en efecto, no ha entendido una sola palabra. Según internet, el inglés es el segundo idioma oficial en la India como resultado de la colonización inglesa, entonces debo suponer que si no me comprenden del todo se debe a las particularidades dialectales que tiene el idioma aquí o en otras palabras: que no entienden un rabanito gracias a mi acento. Al cabo de diez minutos de rodar por el aeropuerto sin esperanzas de que alguien capte lo que digo y me aporte la información que necesito, finalmente recuerdo que Google se inventó para algo pero mi línea, por supuesto, no funciona fuera de Inglaterra. Nada de esto se me ocurrió cuando decidí hacer las valijas y sacar un pasaje a un país de Asia del Sur. Regreso, busco algún sitio en el que comprar una línea con acceso a internet y después de restablecer mis cuentas googleo:

“Cómo llegar a Patna, India, desde Bombay”

Descubro que hay una estación de trenes no muy lejos de aquí y arrastro mi maleta hasta la salida. El problema es que debo tomar un taxi para llegar allí y no hablo hindi. ¿Qué pasa si no doy con un taxista que domine el inglés? Me estoy hiperventilando.

‹‹Espérate un momento Galilea, ¿tren? ¿De nuevo?››

Oh no, no lo creo, la última vez fue cuando conocí a Andrew y estuvimos en ese tren quince horas. En la web decía que el vuelo a Patna duraba tan solo tres horas…, pues eso, que me voy en avión pero, ¿cómo rayos le pregunto por el pasaje a la encargada? Ashhh.

‹‹Traductor›› —dice mi cerebro.

Casualmente no tengo ninguno y el de Google lo odio. Me siento en la maleta, mientras la gente camina de aquí para allá concentrada en sus propios dilemas, abro PlayStore para descargar el bendito traductor y me encuentro con que hay miles. Toco el primero de la lista y espero a que se instale. Poco después me levanto y camino hasta el counter, pero antes de detenerme frente a la muchacha india de unos veintiséis años, cabello oscuro y largo, escribo en el traductor: Buenas noches, ¿le quedan boletos a Patna?”En el mismo segundo me entra una llamada de Andrew por Whatsapp.

— ¡Galilea, ¿dónde estás?! ¿Tienes idea de lo preocupado que estoy?

 Shubh raatri²⁶ —dice la chica— ¿Main aapake kaise madad kar sakata hoon?²⁷

‹‹Madre mía, ¿qué habrá dicho?››

La observo perpleja y decido seguir con mi discurso previamente preparado en catastrófico hindi, pero Andrew me grita desde Londres y no me deja concentrarme.

— ¡Galilea!

—Ahora no puedo hablar, lo siento —le digo.

La chica me mira dubitativa y me dispongo a proseguir:

— ¿Shubh sandhya, kya aapake paas Patana ke lie koee tikat hai?28 —digo lo más fluido que puedo después de escuchar la pronunciación en mis auriculares.

Parece haber comprendido, pues mira su ordenador rápidamente.

—Estoy en la entrada de tu edificio —dice Andrew.

—Y yo estoy en Bombay.

— ¡¿Bombay?! —exclama azorado —¿Bombay, India?

—Sí.

— ¿A qué has ido a la India?

—Luego te lo explico —y cuelgo, ahora mismo no tengo tiempo para dar detalles a Andrew sobre mi repentino viaje.

— Antim udaan raat saat baje nikalee, agala samay subah ke sava chhah baje hai.

‹‹¿Qué rayos habrá dicho ahora? Ni modo, esto es imposible››

—El último vuelo salió a las siete, el próximo sale a las seis y cuarto de la madrugada, eso he dicho —dice entonces. Hablaba inglés y me ha hecho sufrir todo el rato, desgraciada.

— ¿Habla inglés? Uf, menos mal.

—Lo siento, supuse que era extranjera pero pronunció tan bien ahorita que pensé que dominaba el hindi.

Suelto una carcajada, dominar el hindi yo…

—No, solo repetía lo que el traductor —me sincero— ¿No hay ningún otro vuelo antes de las seis?

—No, lo siento.

Compro el boleto, pues no queda de otra, y me retiro. A la chica le he dejado una fila de personas bastante larga, pobrecilla. Me siento en un pequeño café en el segundo piso, pero no pido nada, es complicado comunicarme. Me acomodo y comienzo a preguntarme qué rayos voy a hacer hasta las seis y cuarto de la mañana. Miro mi reloj: 1h30am. Abro mi Whatsapp, cuántos mensajes de Tommy. Lo admito, aunque he intentado acostumbrarme a llamarlo por ese apodo no lo he conseguido, así como tampoco desacostumbrarme de él; tanto Tommy como su ausencia me resultan insoportable. Ha pasado casi un mes desde aquella conversación en mi auto y ya estoy arrepentida de haber solicitado distancia, no puedo soportarla, me está absorbiendo la vida por minuto, pero sigo intentando resistir. Luchar contra mí misma es una de las cosas más difíciles que he debido hacer siempre, por una cosa u otra. Me he alejado de todos con el único objetivo de protegerles, pero es tan difícil estar sin ellos…

21 de junio de 2018

“Galy, ¿dónde estás? Estoy preocupado, no sé si te ha ocurrido algo malo”

Y así continúa la lista de mensajes hasta hoy, veintiséis de junio. No los había leído, hace días apagué mi celular y solo lo encendí ayer en la tarde para decirle a Gracie que no fuera a prepararme la cena, no he tenido cabeza para internet ni para nada desde que abrí la caja fuerte de papá. En realidad, todo empezó con aquella carta. Me destrozó de un modo indescriptible, o me recordó que siempre lo he estado, aunque lo olvidara por momentos, desde entonces comencé a rodar cuesta abajo y temo que no pueda regresar. Ayer al finalizar el ensayo, tomé el elevador hasta la oficina del director en el tercer piso. Estaba decidida a pedir mi baja de la orquesta, incluso me atreví a pronunciar las palabras “renuncio”, pero él, que me conoce desde los años de universidad, a pesar de su complicado carácter me frenó y aconsejó que me lo pensara mejor. No tenía nada que pensar, llevaba días haciéndolo y concluí que estaba de más sobre un escenario al que no le estaba prestando la menor atención. Tengo demasiadas cosas en la cabeza y me parece una total irresponsabilidad de mi parte el seguir fingiendo que tengo ganas de comenzar la temporada de conciertos, cuando estoy tremendamente desmotivada. Isaac me hizo sentarme y casi me obligó a solicitar una licencia, de ese modo podré ausentarme por un tiempo y conservar mi puesto a la vez. Eso hice, a veces es mejor escuchar a los demás.

Cuando salí de allí pasé a ver a mamá a la empresa. La hice salir de una junta directiva en la que dejó a Jean en su lugar y nos encerramos en su oficina. No sabía por dónde comenzar, pero finalmente acabé explotando y preguntándole quiénes son los de la foto. Por supuesto, me interrogó al respecto, preguntas como ¿De dónde sacaste esa fotografía? o ¿A qué viene todo esto? Le conté sobre la carta y la caja fuerte, pero cuando preguntó si en verdad estoy investigando la muerte de papá como él mismo solicitó en sus letras que no lo hiciese, negué con la cabeza y desvié el tema. Es obvio que evité mencionar a Camel y Luis, pues a pesar de que muero por contarle, si lo hago pondría su vida en peligro. Dijo que las personas de la fotografía son mis abuelos paternos y me contó que la única vez que los vio, fue antes de su boda. Mi padre y ella viajaron a la India con el único pretexto de invitarlos a la ceremonia, mas se negaron bajo la excusa de que no aceptarían un matrimonio fuera de sus tradiciones. Mamá no quería tener una boda hindú y papá hacía mucho tiempo había decidido que viviría bajo sus propias normas y no obedeciendo las que le impone una cultura. Cuando dijo a sus padres que quería estudiar en el extranjero se opusieron y lo amenazaron con echarlo de casa. Pese a eso, él consiguió una beca en una prestigiosa universidad francesa y se marchó. Cuando yo nací, decidió ignorar su rencor y les escribió cartas durante muchos años, pero jamás obtuvo respuesta. Se hartó, les odió con toda su alma y no volvió a poner un pie en Patna. En casa nunca nos hablaron de mis abuelos, de hecho hasta que tuve esta charla con mi madre ayer, no tenía idea de que existían. Entiendo que nos lo hayan ocultado, lo entiendo perfectamente, pero si esa fotografía me ha sido legada por algo es. Papá la puso en esa caja fuerte por algo, por la misma razón que me dejó la clave para encontrarla con dieciseis años de antelación. Por suerte, mi madre conservaba la dirección de mis daada daadee (que sería abuelos en hindi) y me fui directo a casa con una decisión tomada. Reservé un boleto a India por internet, hice las maletas, llamé a Gracie y tomé un taxi. Todo esto sucedió en cuestión de dos horas y sin pensármelo dos veces, es por ello que acabé en este café en el cual estaré hasta las… ¡Madre mía, si son solo las tres en punto!

Busco el contacto de Andrew en Skype, dado que en Whatsapp no me contesta pero al parecer no está en línea. En Londres son ahora las diez y media de la noche, ¿qué rayos estará haciendo? Me rindo a falta de opciones, de todas formas debe estar muy enojado conmigo como para dirigirme la palabra.

— ¡Señorita, señorita! —siento unos toquecitos en el hombro derecho— ¡Señorita!

Abro los ojos irritada, me quedé dormida en la mesita y después de agradecer a una señora por despertarme, me levanto y arrastro la maleta. Son las seis y diez minutos, es decir, tengo cinco para llegar a la puerta de embargue o perderé el vuelo. Comienzo a correr despavorida, esquivando a la gente que a su vez me observa entre risas, definitivamente soy un fenómeno.

‹‹Fenómeno›› —resuena en mi cabeza y se entremezcla con el ruido del aterrizaje. He dormido todo el viaje, aproximadamente tres horas.

Debería estar dando gracias al cielo por que no me hayan robado la maleta en el aeropuerto, eso habría sido un desastre. Como es pequeña, no era necesario meterla al maletero, aunque viendo mis despistes habría sido mejor. Antes de bajar del avión, me doy cuenta de que la señora que me despertó ahorita también tomó este vuelo, estaba sentada en el asiento de adelante, qué coincidencia. Quizás ella pueda ayudarme y me apresuro a alcanzarla entre la multitud.

—Disculpe, ¿usted es de esta ciudad?

—Sí —contesta ella. Tendrá unos setenta y tantos años e imagino que bajo su turbante verde, una cabellera teñida de canas. También tiene un punto rojo en el entrecejo, me he fijado que varias mujeres lo llevan, pero no sé qué significa.

—Le muestro las calles de la dirección que estoy buscando y me indica el camino, pero desaparece de repente y no me queda más remedio que seguir adelante.

Paro un taxi enseguida.

—Por favor a Dumri —digo.

La buena noticia es que el taxista parece entender mi inglés. Enciende la radio, en la que a propósito están pasando una canción que parece salida de algún musical de Bolllywood y arranca el auto. Me dirijo a un barrio en un municipio llamado Fatuha Taluk, espero que no sea muy lejos. Por suerte se me ocurrió comprar rupias29 en el aeropuerto, así podré pagar el viaje. El taxista me deja frente a una casa con el mismo número de la dirección grabado en la puerta, gracias a dios, de otro modo estaría perdida en esta ciudad. Me bajo y me quedo parada frente a la casa con la maleta en mano. Volteo cuando escucho el ruido del taxi arrancando, lo veo alejarse y perderse en la lejanía, levantando el polvo de la calle a su paso. Estoy nerviosa, no sé lo que voy a encontrar tras esa puerta. Desconozco si mis abuelos están vivos, si hablarán inglés, si me creerán cuando les diga quién soy o me aplicarán la ley del hielo como hicieron con mi padre. Avanzo y toco el timbre.

—Namaste —dice un anciano de piel oscura.

—Namaste —contesto asumiendo que significa hola o algo por el estilo—. Estoy buscando a Satnam y Divya Burman.

—Satnam soy yo, ¿qué desea?

Me inclino hacia el marco de la puerta, petrificada. Sabía que en cuanto esta se abriese me encontraría a quienes debieron mimarme toda mi vida, solo que no lo había procesado. Me observa vacilante y yo a su vez, no sé qué decir.

— ¡Divya! —grita y segundos después aparece ante mí una señora de cabello blanco con un punto en la frente. No me puedo creer que hayamos coincidido en el aeropuerto sin saber que éramos familia. ¡Esta señora ha resultado ser mi abuela!

— ¡Namaste! —exclama— Eres la chica del aeropuerto, ¿estás perdida?

—Dijo que nos busca a nosotros.

— ¿Qué puede querer una chica extranjera de estos dos ancianos?

—Verán es que soy… —comienzo a decir— Mi nombre es Galilea y soy su nieta.

Ambos cruzan miradas confusas.

—Oh no cariño, eso es imposible. Me recuerdas mucho a alguien que conocí una vez pero…, no, no puede ser. Aun si fueras mi nieta tu padre no te dejaría venir a visitarnos.

—Pero mi padre está…, él está muerto —mascullo.

— ¡Kiran! —grita la señora entre lágrimas. ¿Kiran?, no entiendo nada.

Me hacen entrar al pequeño pero muy bonito salón, de cuyas paredes cuelgan cuadros y fotografías familiares. No estoy en ninguna aunque debería y me indigna un poco. Suelto mi maleta y los tres nos sentamos en un largo sofá con decoraciones doradas que en general están por todo el lugar. El suelo es de madera y hay varios cojines de colores esparcidos por él. En el centro una mesita con inciensos y velas aromáticas, y debajo de esta una alfombra mediana también de colores. El ambiente es muy acogedor.

—Eres hija de Kiran, ¿verdad? —pregunta Satnam.

—Mi padre se llamaba Jean Pierre —contesto perturbada.

—Entonces serás hija de Brahma.

— ¿Brahma? —inquiero.

—Su hermano menor.

Conque también tengo un tío, eso explica el otro chico en la fotografía de papá.

—Tu padre es Kiran, estoy segura —dice ella—. Eres el vivo retrato de tu madre, esa millonaria de cabello rubio que le lavó el cerebro a mi hijo.

— ¡Mi madre no es solo una millonaria rubia y tampoco le lavó el cerebro a nadie! —exploto.

— ¡Oh mira Satnam, sin dudas es la hija de su padre!

— ¿A qué se refiere?

Entonces la señora Divya se levanta y me toma de la mano para que la siga. Me señala una fotografía en la pared en la que salen ambos hermanos y dice:

—Este es Kiran de niño. Era nuestro primogénito, un rayo de sol como su nombre lo indica, pero tenía un carácter volcánico, como tú. Tú madre me pareció también una mujer muy fuerte, el azul océano de sus ojos no opacaba su mirada profunda y aunque no lo admití en su momento, me dio la impresión de estar ante una persona incapaz de mentir, alguien de alma transparente. Tú tienes su mirada y al parecer también el carácter de tu padre, así que no debes ser nada fácil.

¿Eso es un cumplido o qué?››

—Dime tu nombre completo —exige el abuelo.

—Galilea Leblanc Louvet.

— ¿Leblanc? ¡Tu apellido debería ser Burman!

Parece que papá se cambió nombre y apellidos, sospecho que para dejar atrás las huellas de su doloroso pasado. “Galilea Burman”, oh por dios…

—Supongo que eso es vuestra culpa después de todo —enuncio sin contenerme y sale andando no sin antes tirar la puerta. Mi abuelo ha resultado ser un señor muy cascarrabias, no me esperaba menos siendo yo su nieta.

— ¿Qué le ocurrió a Kiran?

—Fue asesinado —digo sin rodeos y sus ojos se vuelven a inundar. Aunque su sangre corre por mis venas resulta una extraña para mí y yo para ella, así que no tengo claro si debería consolarla, pero antes de que me lo piense me hunde en un abrazo que en realidad necesitaba yo más que ella.

—Tienes razón, es nuestra culpa que no lleves el apellido familiar y también el habernos perdido verte crecer. Fuimos orgullosos y estúpidos, estábamos tan ocupados con nuestras creencias que olvidamos escuchar a nuestros hijos y los perdimos a ambos. Ahora Kiran está muerto y jamás podremos pedirle perdón.

—Les escribió tantas cartas después de la boda… Aún tenía esperanzas de que se retractaran, pero ustedes nunca contestaron.

—Nosotros no recibimos ninguna carta.

— ¿Ah no?

—No, es posible que Brahma las haya interceptado.

— ¿Y por qué haría eso?

—Porque odiaba a su hermano. De chicos eran inseparables pero cuando crecieron, muchos problemas surgieron entre los dos. Kiran era el mejor de su clase, era un chico exitoso y Brahma siempre estuvo a la sombra. Fue opacado por el brillo de su hermano mayor y luego preso de una envidia desmedida. Su rencor era tanto que cuando Kiran se marchó de casa producto de la beca que había ganado, Brahma se mostró feliz, más que nunca. Le gritó que algún día sería más inteligente que él, que sería rico y que ojalá nunca regresara. Le lanzó el reloj…

— ¿Cuál reloj?

— Kiran se empeñaba en trabajar y estudiar a la vez, para ayudar con los gastos de la familia. Con su primer sueldo compró dos relojes, uno para él y otro para Brahma. Dijo que sería algo entre hermanos, pero su hermano no estaba muy interesado. Nunca lo usó, lo tiró al suelo aquel día.

Vuelvo a mirar la fotografía en la pared, se veían tan felices juntos que no puedo creer como acabaron. Papá no mencionó nunca a sus padres, no hacía referencias a su país o cultura y sobre todo, jamás dijo que tenía un hermano menor.

Ha pasado una semana y todavía estoy en la India. Mis abuelos insistieron en que me quedase algunos días y debo admitir que me he divertido muchísimo con ambos. He aprendido sobre su religión y tradiciones, además he descubierto que el punto rojo que llevan algunas mujeres en la frente, el que llaman tilaka o bindi rojo (gota roja) es un símbolo ligado a las prácticas religiosas hindúes. Mi abuela dice que también los hombres lo llevan, aunque es menos común. Me contó que existen varias teorías sobre su significado, una de las cuales se remonta al año 1500 A.C, cuando durante las bodas se sellaba la unión con una gota de sangre del novio en la frente de la novia. Los siglos pasaron y la sangre fue remplazada con polvo de cúrcuma roja mezclada con vaselina, pero según los creyentes del tantrismo, la posición del punto está relacionada con el chakra y piensan que puede contener energía. Nunca antes había escuchado nada al respecto, pero el abuelo dice que el bindi fortalece el chakra de la frente, también conocido como “el tercer ojo”. Después de la clase sobre cultura general india, y a escondidas de mis abuelos, me pinté yo también un puntito rojo, me vestí con los trajes de colores de la abuela e hice el resto de travesuras que debí hacer de niña. Estos días me han servido para relajarme, ha sido gratificante y sé que nuestra relación tomará mucho más tiempo, pero por ahora nos hemos puesto en marcha. Se han perdido treinta años de mi vida que jamás podrán compensar, pues el tiempo no vuelve, pero quizás aún no sea tarde para conocernos. Me resulta tan desconcertante que su llama del amor continúe encendida después de tanto, no puedo evitar extrañar a Andrew cuando los veo. Lo extraño, lo extraño tanto que me cuesta respirar. La distancia que planté entre nosotros es agotadora, no puedo ni quiero soportarla, no más. Necesito verle en cuanto vuelva a Londres, pero no contesta mis llamadas, puede que en revancha porque le hice lo mismo o porque ya se cansó de lidiar conmigo. Si fuera eso podría entenderlo, aunque sé que va a doler. Por otro lado, tengo miedo de que algo malo le haya sucedido. Él no es de huir de los problemas, si estuviera enojado o no quisiera hablarme ya me lo hubiese dicho.

— ¡Galy! —exclama mi abuelo entrando al patio en el que estoy sentada revisando mis cuentas— ¿Qué haces?

—Reviso mi Instagram.

— ¿Qué es eso?

—Una aplicación de interacción social… ¿Internet? —agrego tras una pausa— Ven que te muestro.

Abro mi perfil y le muestro unas fotos de la familia.

—Mira, esa de ahí es Will, mi hermana menor y él es Jean, tu primer nieto.

— ¿Y esos niños?

—Son hijos de Jean.

— ¿Tengo bisnietos? —pregunta ilusionado.

—Oh sí, los tienes. Esta es Andrea, un dolorcito de cabeza. Puedes creer que el otro día la atrapé entrando…

— ¿Entrando a dónde? —pregunta el abuelo tras mi repentina pausa.

Astrid acaba de publicar una foto: “Papá y yo con la misma edad” dice el enunciado en mi barra de notificaciones. No debería ni abrirla, normalmente evito su perfil para no ver sus fotos con Andrew, pero esta vez tengo curiosidad. Abro la publicación y me encuentro con un collage en el que además de Astrid con unos cinco años, sale el chico de la foto de papá.

—Brahma —balbucea mi abuelo.

Corro al salón para comparar la foto de Astrid con la que cuelga de la pared y entonces mis dudas se dispersan, en su lugar, una sensación de pánico me recorre el cuerpo. Brahma y Camel son la misma persona, Camel…, es el hermano menor de mi padre.

Mi padre fue asesinado por su hermano.

 ²⁶Buenas noches

²⁷¿En qué puedo ayudarla?

²⁸ Buenas noches, ¿le quedan boletos a Patna?

²⁹ Moneda india.

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