24: Demasiado fácil
Han pasado tres semanas desde que vi a Galilea por última vez, ¡tres semanas! De buenas a primeras me sale con eso de “marquemos distancia” y la verdad, no sé qué se propone. Algo le está atormentando y desconozco de qué se trata, pero el caso es que ha cambiado muchísimo, desde que se enteró que Astrid estaba de vuelta me ha estado evadiendo. Distancia…, me está costando muchísimo hablar con ella solo por Whatsapp, su voz no suena igual en audios escuetos que en la realidad. No entiendo por qué no podemos vernos e igual lo acepté cuando me lo pidió.
Por si eso fuera poco, me contesta en monosílabos, no sale con sus amigas (estuve indagando) y su prima hace más de un mes que no la ve. En resumen, que nadie sabe de ella y comienzo a preocuparme. Por otro lado, mi madre está de visita en la ciudad. Jake se fue de lengua y le contó que Galy y yo nos reencontramos, por tal motivo, desde que llegó no ha parado de preguntar por ella y exige verla. Lo que ella no sabe es que su querida ahijada, a la que no ve desde que era una niña, por cierto, al parecer no está dispuesta a ver a nadie.
— ¡Hola! —exclama Astrid en la puerta de mi departamento. Hacía mucho que no venía por aquí y me parece tan raro…, no es la última mujer que estuvo en esta casa. La escucho desde la ventana en la que estoy parado pensando en quien no debería y me vuelvo para recibirla.
—Hola —dice mamá, que fue quien abrió— ¿Y tú eres...?
—Astrid —se adelanta esta.
Mi madre se queda perpleja y decido aclarar la situación.
—Astrid es mi novia mamá, recuerda que te he habla do mucho de ella.
—Ahhh, claro Astrid. Hola querida, pasa. Hace mucho que deseo conocerte.
Astrid entra y mamá me pelliza el hombro.
— ¿Quién rayos es ella? —susurra.
Jamás he mencionado su nombre, es más, nunca le dije que tenía una relación, pero agradezco que me haya salvado el pellejo. Mi madre siempre ha sido mi gran confidente. Sabe de la chica del tren, también que resultó ser nada más y nada menos que su ahijada. Sabe todo de mí, a excepción de Astrid, su padre y mis planes de revancha. Me mira un tanto molesta y deduzco que me espera un sermón de los que dan los domingos en la parroquia de nuestro pueblo.
—Hola —dice Paola entrando en la sala con mi hermano rato después. Mamá la adoró desde que la vio, pero en cambio con Astrid se muestra distante y fría.
— ¿Quién eres tú? —pregunta Astrid del modo más maleducado.
—Paola, mi novia. —dice Jake lleno de resentimiento, por alguna razón nunca la ha soportado.
—Disculpa, no sabía que tenías novia.
— ¿En serio no sabías? —dice mamá— Andrew, ¿acaso tú y Jake no salen en pareja?
Nadie responde.
—Señora Polman —enuncia Astrid entonces.
—O’Connell querida.
— ¿Cómo dice?, no comprendo.
—No soy Polman, conservé el apellido de mi familia al casarme, pero puedes llamarme Alana.
—Ah, disculpe.
—Mi madre es muy feminista —explica Jake— le gustan las mujeres fuertes que no siguen reglas de la sociedad tales como adoptar el apellido de su esposo renunciando al suyo.
Paola lo asesina con la mirada, mi hermano no ha dudado en avergonzar a Astrid delante de mi madre. En cambio ellas, no responden a la navaja afilada que acaba de lanzar.
Me voy al baño y llamo a Galy al celular pero no contesta ninguna de las cinco veces y decido dejarle un mensaje de voz.
“Galy, por favor en cuanto escuches esto llámame, estoy preocupado”
Regreso a la sala y al final del día, cuando Astrid se ha marchado, comienza mi correctivo.
—Andrew Tom Polman O’Connell…
Tiene la misma mala costumbre de su mejor amiga, sí, la de decir nombres y apellidos antes de reñirle a uno por algo.
—Nosotros nos vamos al cuarto —dice Jake huyendo.
—Quédense chicos, esto será rápido —dice ella.
—Me puedes explicar por qué en casi tres años no me has dicho que tienes una relación con…, con…
—Astrid —digo.
—Eso, Astrid.
—No te lo dije porque no es importante.
— ¿Qué no es importante dices?, ella habla como si se fueran a casar mañana.
—Tendrás suerte si te cuenta algo mamá, a mí jamás me lo ha querido decir.
— ¿Decirte qué Jake? —inquiero rodando los ojos.
—El por qué estás con esa pesada y no con Galilea.
—No metas a Galilea en esto.
— ¡Es necesario que lo haga!
—Solo somos amigos.
Paola pone los ojos como platos y dice:
— ¿Puedo irme al cuarto?, prefiero no entrometerme en este asunto.
— ¿Por qué? —le pregunta mamá.
—Galy es su mejor amiga, es normal que no quiera saber del tema. No pienso hablar de esto con ustedes, no les debo cuentas de mi vida, lo siento. Tema cerrado —y me marcho.
Salgo al aire frío de la ciudad y me subo a la moto, pero cuando estoy por arrancar Paola me detiene.
— ¡Espera Andrew!
Me quito el casco.
— ¿Sabes algo de Galy?
—No, no contesta mis llamadas.
—Su número me da fuera del área desde hace horas y no he hablado con ella en semanas. ¿Tienes idea de lo que le sucede?
—Mira Pao, la última vez que la vi fue en un entrenamiento.
— ¿Entrenamiento?
—Sí, estaba entrenando. Defensa personal, tiro, kick-boxing…
—Espero que estés bromeando —hace una pausa— ¿Ella sigue con eso de vengar a su padre, verdad?
—No puedo contarte, lo siento.
—No necesito que me lo cuentes, yo la conozco más de lo que ella cree. Sé que jamás se ha apartado de ese tema, simplemente no lo va a hacer, es más fuerte que ella.
— ¿Así que todo este tiempo lo has sabido?
—Sí y también Kelly. Mary Alice nos estuvo comentando al respecto, pero lo último que supe es que necesitaba una firma falsificada. Nunca me dijo para qué, pero la ayudé con eso. Sé que no puedes decirme nada, pero por favor cuídala.
—Ahora voy para su casa, tranquila —y arranco la moto.
Toco la puerta si parar y después de siete minutos sin recibir respuesta decido usar la llave que me dio. Siento violar su privacidad pero estoy extremadamente preocupado por ella. Abro la puerta y paso al salón, un salón vacío en el todavía se respira Chanel #5 entremezclado con su propia esencia. Galilea no se encuentra en casa, es oficial. Recorro la cocina, la terraza, ambas habitaciones, pero no está. Lo raro es que tampoco esté la cena sobre la mesa del comedor, normalmente Gracie la deja preparada. ¿Y si Galy le avisó que no estaría y que por tanto no le hiciera la cena?
Marco el número de Gracie.
—Hola.
—Hola señora Grace, le habla Andrew.
—Andrew, ¿cómo estás?
—Bien, gracias, pero estoy preocupado por Galilea, ¿sabe algo de ella?
—Realmente no sé mucho. Me llamó ayer en la tarde y me dio una semana libre. Dijo que no estaría en casa, eso es todo.
—Está bien, muchas gracias, seguiré buscándola.
—Andrew…
— ¿Diga?
—Cuídala por favor.
La señora Grace me cuelga sin más y me quedo angustiado por el tono de su voz en la última frase. ¿Qué habrá ocurrido durante estas tres semanas? El violoncello yace arregostado en una esquina, al lado de la ventana y rememoro aquella escena en la oficina de su tío. Me abrazaba intentando consolarme, dándome esperanzas; solo quiero que regresen esos días y que se queden para siempre.
«¿Por qué me alejas?»
Punzo una cuerda y todo el salón se vuelve un eco agonizante. Observo su instrumento, marchito, solo, sin ella…, como yo. Salgo y paso el pestillo, no tiene remedio, nadie sabe dónde está. Antes de arrancar la moto por última vez, vuelvo a intentar localizarla y la llamo por Whatsapp. Estaba tan seguro de que sería en vano, pero ha contestado.
— ¡Galilea, ¿dónde estás?! ¿Tienes idea de lo preocupado que estoy? —pero en lugar de su respuesta escucho una voz femenina hablando en un extraño idioma.
— ¡Galilea! —vuelvo a gritar.
—Ahora no puedo hablar, lo siento —me dice y comienza a hablar también ella en ese raro lenguaje. No entiendo una sola palabra, ¿eso es hindi?
—Estoy en la entrada de tu edificio —digo.
—Y yo estoy en Bombay.
— ¡¿Bombay?! —exclamo azorado —¿Bombay, India?
—Sí.
— ¿A qué has ido a la India?
—Luego te lo explico —y cuelga.
Si antes no entendía nada, ahora mucho menos. ¿En qué embrollo andará metida esta mujer? India, es que no me explico qué fue a hacer allí. Ay Galilea Galilea… Normalmente me cuesta adivinar qué hay en su cabecita pero al menos antes me lo contaba, ahora se va a Bombay y no me dice una sola palabra. Sé que sabe cuidarse sola, lo sé, pero no puedo evitar sentirme horrorizado de que algo malo le suceda. Juro que si supiera a qué fue, ahora mismo me sacaría un boleto e iría tras ella, pero no tengo la menor idea de lo que hace, así que no tendría sentido. Dijo que quería espacio, ¡espacio Andrew!
—Hijo, qué cara traes —dice mi madre en cuanto pongo un pie en casa— ¿Dónde estabas?
No le respondo y me desplomo en mi cama.
—Tommy…
—Está bien señora Alana, te contaré lo que me pasa. Galilea me pasa.
—Dijiste que solo erais amigos.
Su sonrisa sagaz me hace comprender de inmediato que las madres siempre saben lo que ocultan nuestros corazones. Creo que no hace falta que diga nada más.
Tiro los zapatos y se sienta a mi lado.
—Te voy a contar una historia.
—Mamá, ¿no crees que ya estoy crecidito para eso?
—Érase una vez una vez dos niños que corrían por los jardines de Londres como si del apocalipsis se tratase. La niña tenía la piel canela al igual que su padre, el cabello rizado y negro cayéndole en desorden por la espalda y sus ojos, eran como la luna: deslumbraban a todo el que la observaba fijo y cambiaban de color por momentos, queriendo menguar como aquella en lo alto del cielo.
Resoplo malhumorado.
—El niño, en cambio, era blanco como la cal. Cabellos rojizos le rodaban por las mejillas y jugaba a molestarla todo el rato. Eran tan diferentes como sol y luna, pero se entendían de un modo que solo ellos comprendían, en su inocencia. Sus risas llenaban nuestros espacios vacíos, pero un día todo acabó. Fueron separados por la vida, quien se llevó al niño a una tierra medianamente lejana y nunca más se volvieron a ver. Creí que su amistad estaba perdida para siempre pero el niño, que ya era un hombre, llegó un día a casa hablando de una chica en un tren. Él mismo no recordaba a su primera amiga, a esa cuyas trenzas jalaba tres veces por semana para que le persiguiera entre la hierba, pero el destino es sabio y resultó que la mujer que amaba era la misma niña de su infancia olvidada.
— ¿Yo cuándo dije que la amaba?
—No es necesario que lo hagas.
—Bonita historia, pero las cosas son mucho más complicadas que eso mamá.
—Piensa en tus prioridades Tommy. Un día te vas a levantar y lamentarás haber perdido el tiempo en tonterías en lugar de quedarte al lado de quien amas.
— ¿Y qué puedo hacer? Eso que llamas tonterías se interpone entre nosotros, es nuestro peor enemigo y aunque estoy dispuesto a abandonarlo, ella no piensa lo mismo. Ha elegido las tonterías que en realidad, no lo son.
—Pues lucha, no te enseñé a rendirte.
—No puedo salvar a quien no quiere ser salvado.
—Pero lo harás de todas formas, ¿o no?
En el mismo segundo entra una llamada telefónica que me impide contestarle a mi madre, pero es evidente que no voy a rendirme con Galy.
— ¡Andrew! ¡Andrew!
—Alicia, ¿qué pasa?
— ¡El micro!
— El micro no sirve, sí, ya lo sé.
— ¡Nooo! ¡Funciona! ¡Date prisa están camino al puerto, sonaba importante!
Me abalanzo hacia la mochila que tengo colgada en la pared de mi habitación, cojo el transmisor, el casco de la moto y salgo andando.
—Mamá, no me esperes, tengo que salir.
Cuando llego a la cuadra en la que operan Camel y compañía veo varios autos. Uno es suyo y el otro de Luis, ¿pero y el resto? He de suponer que tienen algún negocio significativo esta noche, no puedo perder esta oportunidad. Lo raro es que el micro haya comenzado a funcionar de repente, lo habíamos dado por perdido, extraviado como cualquier otro bolígrafo de mi suegro. Cada vez que lo veo trae uno distinto, debe tener una colección. Abro el candado de la verja sin problemas (tengo ya una maestría en esto) y la dejo abierta en caso de que deba salir corriendo. Adentro es inmenso, una fábrica abandonada y antigua. Otro de esos sitios en derrumbe que no es de interés para nadie, pero tiene acceso al mar y está en una zona a la que normalmente no vienen muchas personas. Una vez me colé dentro del local, parece una antigua empresa, tiene dos pisos y me pareció que también un sótano, pero no pude quedarme a inspeccionar el área por los evidentes motivos. Llego a donde estaba el camión de carga la otra noche, cuando me tropecé por casualidad con Galilea aquí, pero esta vez no hay indicios de actividad ilícita, no veo nada sospechoso y tomo la estúpida decisión de entrar en el local.
En la puerta hay dos guardias con sendos revólveres, era de esperarse y aprieto el que llevo en la cintura. Sé perfectamente en lo que estoy metiéndome pero, debo hacerlo o no me enteraré jamás de que están planeando estos tipos, ya es hora de que consiga alguna pista sobre la muerte de mi padre.
¿Cómo distraigo a esos dos? Tienen cara de ser los mayores delincuentes de Inglaterra, quiero decir, deben serlo para estar aquí. Comienzo a silbar lo suficientemente alto como para que me escuchen, pero me quedo escondido tras el viejo contenedor y cuando llega el primero lo sorprendo por detrás, golpeándolo en la cabeza con la parte trasera del arma. Cae desplomado, pero cuando estoy quitándole la pistola de las manos su amigo me da un puñetazo. Por supuesto, habría sido demasiado fácil y aunque no deben tener dos dedos de frente me la han jugado. De mi nariz comienza a descender la sangre por el golpe, es mucho más alto y fornido que yo, además me está apuntando pero a mí me entrenó Annie y eso es bastante decir. Me resigno y se aproxima a cogerme del brazo sin dejar de apuntarme pero en cuanto lo hace, le golpeo con el codo en el estómago, se le cae su arma y lo apunto con la mía. Después de amarrarlos al poste y amordazarlos con unos cables que me encontré por ahí, prosigo con mis planes.
—Uf…, esto me ha tomado más tiempo del que calculé —les digo e intentan moverse—, pero ha sido demasiado fácil chicos.
Cuando entro al local está aparentemente vacío, me oculto tras una columna y reviso las pistolas de los que dejé afuera. Ninguna de las dos está cargada, oh qué raro… Primero el micrófono oculto comienza a funcionar de repente, cuando perdimos su señal desde hace más de un mes, y ahora resulta que los guardias de seguridad estaban prácticamente desarmados. Esto me suena a mí a una…
— ¡Andrew, es una trampa! —grita Alicia por el transmisor pero es demasiado tarde, pues ante mis ojos aparece Camel Aymeric y junto a él otros cuatro hombres, todos armados.
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