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23: El acertijo

Hace treinta minutos que soy presa de un llanto descontrolado. En el funeral de mi padre no solté una sola lágrima, dicen que todos no asumimos la pérdida de la misma forma y una de las tantas psicólogas que contrató mi madre en aquel entonces, debido a mi extraño afonismo, resumió que tanto eso como el hecho de que no llorara se debía a un bloqueo emocional. Al parecer estaba obstruyendo el dolor de la manera errónea, pero era involuntario, simplemente no podía hablar. Después de un año de terapia recuperé la capacidad de comunicarme pero desde entonces, cada vez que recibo noticias devastadoras de tal nivel, pierdo la voz. A veces regresa en unos días o en unas horas, depende de cuánto me afecten los acontecimientos y espero no perderla después de leer esta carta.

Han pasado dieciseis años desde la muerte de mi padre y no puedo decir que lo he superado, jamás lo he hecho. Jamás he llorado por él de la manera en que lo estoy haciendo ahora y sé que no estoy ni cerca de soltar todo lo que tengo atragantado desde que tenía catorce. Este dolor nunca se irá, al menos no hasta que encuentre a su asesino y lo meta a la cárcel, aunque me sobren las ganas de matarlo con mis propias manos.

Papá solo fue asesinado por saber algo que no debía, eso me corrompe el alma, en el fondo siempre tuve la esperanza de que hubiera hecho algo malo que me hiciera odiarlo o encontrarle algún sentido a su muerte, pero no es el caso; y me alegro. ¿Cómo sabía él que yo iría tras los encargados de pegarle un tiro? ¿Cómo pudo predecir mis acciones con dieciseis años de antelación? No lo entiendo, sé que siempre he tenido carácter, pero podía haberme convertido en una mujer tranquila, podía haber seguido con mi vida sin recordar aquel suelo encharcado de su sangre. Podía haberme olvidado del asunto tal y como hicieron todos a mi alrededor, como mis hermanos pasaron página. ¿Por qué estaba tan convencido papá de que sería incapaz de apartarme de este asunto? En el tiempo en que me escribió este mensaje yo estaba escapándome por la ventana, desobedeciéndolo en sus propias narices y no puedo dejar de pensar... ¿Por qué no me di cuenta de que algo pasaba? Si hubiera estado más con él en lugar de ser una estúpida adolescente, si no hubiera tirado esta cajita en el fondo de mi escaparate...
Si hubiera sabido que era más importante quedarme en casa y aprovechar el escaso tiempo que me quedaba con mi padre que marcharme a sabe Dios dónde con los idiotas del colegio...

No puedo parar de llorar, esto me ha destrozado.

Me seco las lágrimas a medida que surgen, desbocadas cual arroyo que fluye salvaje y que nadie podría jamás detener, pues el agua ha nacido para correr por entre los sitios de este mundo. Cuando logre levantarme de esta cama quizás se desate la ira que siempre aparece después de mis efímeros lamentos y siento decepcionar los deseos del señor Leblanc, pero no puedo dejar que su muerte quede impune. Su asesino tendrá que pagar y no pararé hasta encontrarlo, aunque tenga que renunciar a mi propia vida para ello.

"Papá te ama" Esa frase no deja de resonar en mi cabeza, cuánto daría por escucharlo decir esas palabras ahora, porque me prohibiera salir con el vecino de enfrente o me impusiera un horario para estudiar cello. Soy la mitad de mis padres, me complementaban a la perfección y cuando perdí a uno de ellos todo cambió. ¿Acaso puede alguien ser feliz estando incompleto? Siguen cayendo las lágrimas, tengo que parar esto, debo levantarme de esta cama y hacer algo útil con la única pista que poseo gracias a mi padre, pero el problema es que no sé de qué hablaba. ¿En qué estaba pensando cuando me dejó ese acertijo?, nunca he sido buena con las adivinanzas, carezco de la paciencia que se requiere para resolverlas.

"Siete acordes, ni uno más"
Claramente está hablando de música, pero papá no sabía nada de música y por tanto no comprendo cómo fue capaz de idear algo así. Si se está refiriendo a alguna melodía supongo que se trata de alguna que conozco, o conocía más bien. Nunca voy a resolver esto, ni recuerdo las partituras del último ensayo, ¿cómo se supone que recordaré las de hace dieciseis años? Ya casi amanece y sigo aquí, más alterada de lo que estaba anoche.

Enciendo mi celular y me encuentro con la colección de llamadas perdidas de Andrew, las cuales borro del registro sin más, no sé qué voy a hacer con él, aún estoy molesta porque me haya mentido, pero me hace tanta falta...
El cansancio me vence y me quedo dormida en medio del desastre que hay en mi cama, con la carta entre los dedos y la cajita desarmada a mi lado.
Cuando despierto son las once de la mañana, sigo sin ganas de levantarme de aquí, pero lo hago y me dirijo al baño de mi habitación. Tengo el maquillaje corrido de tanto llorar, pues no lo retiré antes de dormir como hago a diario, no tenía ganas. Me doy una ducha rápida y me seco frente al mediano espejo encima del lavamanos.

-Tienes que ser fuerte Galilea -me digo a mí misma- tienes que resistir.

Salgo algo repuesta, recojo todo lo que saqué del closet y meto la cajita así mismo desarmada en mi bolsa, no sin antes cortarme con la mitad del espejo de los coj... ¡Ash!, como si no tuviera ya suficiente con las golpizas y arañasos del entrenamiento. Bajo por las escaleras y de nuevo está la casa vacía, todos se habrán ido al trabajo ya, incluyendo a mi madre. Lo agradezco, siempre sabe cuando he llorado y no me apetece darle explicaciones. Atravieso el jardín arrastrando mi bolsa, estoy tan harta de todo ahora mismo, qué malas pulgas traigo. Llego al local donde entrenamos a las dos de la tarde, después de entrar en una tienda, comprarme un conjunto deportivo y marcharme con él puesto. El chico de la caja se ha quedado de piedra al verme, desconozco la razón pero tampoco es que me importe.

Andrew está arregostado a una esquina del ring y voltea en cuanto entro, como si oliera mi presencia. No es posible tal cosa, pero también me ha sucedido. ¿A qué ha venido?, no quiero hablar con él. Sigo de largo como si no estuviera, me dirijo a la galería de tiro y él corre tras de mí.

- ¡Galilea! ¡Galilea!

Pero no me detengo y frena de golpe ante mis ojos, impidiéndome el paso. Intento avanzar y me esquiva.

- ¿Qué haces? -dice.

-Aparta.

-Tenemos que hablar.

-Este no es el sitio correcto.

-Pues vámonos.

Lo está haciendo de nuevo, me está mirando con carita de cachorro mojado, sabe que no me puedo resistir.

-No voy a caer -le espeto.

-No seas inmadura, al menos dime qué te pasa. ¿Es que te has cansado de mí?

-Me he cansado de todo -le suelto a la vez que dejo caer mi cartera en el suelo, como estoy de ánimos no me importaría dar un espectáculo.

-De todo me incluye a mí, supongo.

-Sí, te incluye -recojo la cartera y retomo mi camino.

-Si no me explicas el porqué de tu enfado ahora mismo, juro que voy a cargarte hasta allá afuera y te obligaré a hacerlo.

Suelto una carcajada.

-Sí claro... -me río irónica.

-Me importa un carajo que estés apta para meterme un puñetazo, habla ahora.

Como no me gusta que me amenacen lo ignoro y salgo andando, pero cuando estoy por llegar a la galería se aproxima por detrás y me carga con tal fuerza que no lo logro detenerlo en tiempo.

- ¡Bájame! -digo pataleando- ¡Suéltame Andrew, no estoy bromeando!

-Vas a hablar conmigo quieras o no. Compórtate, que te están viendo tus compañeras -propone avanzando a paso acelerado hasta la puerta del local. Mi cartera rueda por el piso y Annie corre a recogerla, pero no parece dispuesta a ayudarme. Todas me miran, vaya show.

- ¡¿Quién te crees que eres?! -Le grito afuera- ¡Eres un inconsciente, ya bájame!

-Y tú te estás comportando como una jovencilla enfurecida. Te voy a bajar para que hablemos como personas civilizadas, si intentas irte te volveré a cargar.

Ruedo los ojos, estoy tan molesta que no puedo ni describirlo. Es un idiota, ¿cómo se atreve a hacerme semejante escena delante de tanta gente?, qué vergüenza. Camina hasta mi auto y me quedo parada observándolo..., engreído.

- ¿Qué haces? Entra aquí de una vez -me vocifera abriendo la puerta de atrás. No sé en qué momento me sacó las llaves de la cartera.

- ¡Tú no me das órdenes! -le grito yo, pero me acerco y entro. Luego entra él, cierra la puerta y pone el seguro.

- ¿Para qué es el seguro?

-Digamos que te conozco... Ahora me vas a explicar por qué te llamé mil veces anoche y no me contestaste. Después decidiste apagar tu celular, para no hablar conmigo, ¿verdad? ¡¿Sabes lo preocupado que estaba por ti?! Si Hélène no me llega a llamar...

‹‹¿Mi madre lo llamó? Alta traición››

-Annie me contó que ya sabes que fuimos pareja, ¿tiene tu molestia algo que ver con eso?

-Ese no es el problema en sí. Me mentiste. Me has estado mintiendo sobre varias cosas, de hecho, a pesar de que te dije que no hay nada que odie más que una mentira.

-Lo siento, pensé que te pondrías..., así, exactamente como estás ahora.

-Si me lo hubieses contado no estaría así. Todos tienen ex-novias, ese no es el punto. Si me lo has estado ocultando a toda costa es porque algo te pasa con ella aún, la mujer que me ha entrenado durante un mes por dios. Le he depositado toda mi confianza, conoce mis dudas, mis puntos débiles, incluso le llegué a coger cariño y tú vas y te callas que fue tu novia durante tres años.

- ¿Es en serio? ¿Estás celosa de un romance de instituto?

- ¡No estoy celosa! -chillo enfervorizada- Me molesta enterarme de casualidad, me molesta que la persona en la que más confío en este mundo no sea sincera conmigo. Si no me has contado algo tan estúpido como tu noviazgo de colegio, cómo crees que puedo confiar en que me dirás cualquier otra cosa.

-Tienes razón, lo siento. No creí que Annie fuera tan relevante como para arriesgarme a enojarte.

- ¿Y si me enojo qué? ¿Ahora tienes miedo de que me enoje?

-Galilea, tú enojada y un tornado en California es la misma cosa. Annie no es más que una vieja amiga.

-Ella es tu primer amor -digo a modo resumen. Aunque no lo admita ante él la verdad es que los celos me carcomen, pero no celos de que aún sienta algo por ella, si es el caso lo asumiré; sino celos de que sepa más de su vida que yo, de que conociera a la versión joven del Andrew que yo quiero, de haberme perdido cosas, eso es todo. Sé que no tiene sentido, pero así me siento.

-Tú eres mi primer amor -dice de pronto y mantiene su mirada sobre la mía como si no quisiera que la desviara.

No quiero arruinar el momento. Mi estallido de rabia con un par de palabras y unos ojos verdes que me observan como me observaron tiempo atrás en el asiento de un tren, ha pasado de río desbocado a las cálidas aguas de un mar en calma. No quiero arruinarlo, pero la pena que me produjo escuchar sus carcajadas desde la otra línea del teléfono, desde el otro lado de la ciudad en donde estaba con Astrid, eso no lo puedo tachar sin más.

- ¿Por qué no me dijiste que Astrid estaba de viaje?

-Porque eso habría demolido nuestra paz. Estábamos tan bien que creía que mencionarla detonaría una bomba nuclear.

-Una bomba nuclear es lo que estalló en mi cara anoche... -afirmo antes de darme cuenta de que me he desviado del tema principal.

- ¿Qué ha pasado?

-Olvídalo. No me has contado nada, nada sobre Annie o sobre Astrid para no arruinar las cosas, sin embargo lo que has conseguido es exactamente el efecto contrario; encima te estabas divirtiendo. Estoy cansada Andrew, muy cansada. Mi vida se ha vuelto una novela de Agatha Christie y a la vez un drama romántico de los que siempre he detestado. Necesito concentrarme en mi revancha y no podré hacerlo así, me la paso pensando en ti, en si me quieres, en si seré suficiente, en si estaremos juntos de verdad, sin tapujos, sin celos, sin armas, y eso me desconcentra.

- ¿Estás dejándome? -pregunta perturbado.

-No, no podría hacer eso aunque quisiera, pero algunas cosas van cambiar. No volveré a preguntar por Astrid, es más, espero que eso deje de atormentarme y para ello voy a apartarme un poco. Sé que dijiste que la dejarías pero eso no es bueno ni para ti ni para mí. Saldré con Junior otra vez, no permitiré que opines al respecto y tampoco volveremos a amanecer juntos.

-No comprendo lo que propones.

-Solo desligarnos un poco hasta que podamos estar juntos.

-No pienso apartarme de ti.

-No te estoy pidiendo eso, estoy hablando de espacio. No vamos a seguir jugando a los tortolitos y mientras tanto ambos besando otras bocas por ahí, no quiero eso. Nos veremos ocasionalmente y sin presiones.

- ¿Por qué estás haciendo esto?, dime la verdadera razón. ¿Por qué no puedes simplemente abandonarlo todo y marcharte conmigo? Olvidemos esta venganza, nos está arrebatando lo que podríamos ser. Si lo dejas todo yo también lo haré.

-No puedo hacer eso, lo siento.

El aire se ha vuelto denso dentro del auto. No pretendía tener una conversación tan profunda, no tenía planes de decir ninguna de las cosas que he dicho, pues para empezar no quiero estar un segundo sin él, no puedo estar un segundo sin él, pero yo tengo una misión de vida que cumplir y es idéntica a la suya. No puedo permitir que abandone todo por mí, no dejaré que lo haga, y si hace falta también encontraré a los asesinos de su padre. Miro por la ventana, está comenzando a llover y el cristal, ya humedecido, se va llenando de gotas que retumban al chocar contra él. Me recuerda aquella noche en la comisaría, la noche en que supe que este hombre jamás saldría de mi vida, y ahora lo estoy echando de ella por su propio bien. Por el bien común en realidad.

-Está bien, aceptaré tu decisión. No más presiones, pero no voy a alejarme de ti, que lo sepas.

No contesto y sigo mirando la lluvia caer. Annie tiene mi bolso, en cuanto escampe iré a recogerlo y luego a casa. Ya no tengo ganas de entrenar, algo está cambiando en mí. Andrew mira por su ventana también, ¿en qué estará pensando? ¿Cómo puedo renunciar a alguien que me dice "tú eres mi primer amor" a estas alturas de su vida?, con la de mujeres que habrán pasado ya por ella. ¿Cómo puede elegirme a mí?, yo que estoy tan rota por dentro...

-Lo entiendo -voltea de pronto- Estás levantando ese muro de nuevo para protegerte, pero ya deberías saber que no soy de los que se rinde.
Estoy tan roto como tú.

‹‹¿Cómo puede saber lo que estoy pensando?››

Nuestras miradas chocan por un par de segundos y acabamos quitándonos la ropa el uno al otro mientras el diluvio desaparece todo a nuestro alrededor. Había olvidado que él es como un infinito e impredecible déjà vu y que cuando sus manos me tocan pierdo toda capacidad de pensar con claridad. Es una contradicción que solo lo recuerde cuando lo olvide y viceversa. Divago, blasfemo, el tiempo se detiene, desciendo por su cuerpo. La sensación que me produce el contacto con su piel no se compara a mis deseos de revancha, no ahora, no en este segundo, y en él me rindo.

"Solo siete te harán libre"

Despierto en medio de la noche con esta frase dándome vueltas en la cabeza. ¿Acaso no podías dejarme una pista más clara papá? Me quito el edredón de encima, me levanto y voy directo a un diminuto almacén de partituras que tengo. Las he ido coleccionando a través de los años, algunas las he tocado y les tengo cariño (sí, a las partituras se les coge cariño, pero es cosa de instrumentistas) otras las he impreso para estudiar en algún momento y se han ido acumulando en el rincón, siendo regularmente ignoradas por mí. Qué diría Jacqueline du Prè si me viera, creo que he decepcionado a mi ídolo yendo por ahí tras las huellas de un crimen tan obsoleto y maquiavélico que yo misma no puedo resolver, en lugar de perfeccionar mi técnica para seguir sus pasos como siempre soñé. Miro el afiche en mi pared de una de las mejores violoncelistas del siglo XX y no puedo evitar sentir pena, tuvo que abandonar su brillante carrera con tan solo veintiocho años debido a una enfermedad que se la llevó catorce años más tarde: la esclerosis múltiple. Dicen que fue una estrella fugaz de paso por nuestro mundo, pero dejó su inquebrantable marca. No alcancé a conocerla, falleció en 1987, un año antes de mi nacimiento, pero mi madre ya era apasionada de su música entonces y fue a uno de sus conciertos embarazada de mí. Pensar que anduvo por las calles de Oxford, a veces me pregunto si su alma recorre las salas de concierto, me gusta pensar que así es pero ahora, definitivamente está decepcionada de mí.
¿Qué ha sido de aquellas tardes en que estudiaba el mismo pasaje hasta que me sangraban los dedos?, pues ahora las empleo en un ring que solo me servirá para tirar mi espíritu por la borda de un velero, tal y como escribió papá en esa carta con la esperanza de que no lo hiciese. A estas alturas ni ella, la mujer que más he admirado desde mi pequeño nido de estudio, podría ayudarme. He perdido demasiadas horas de práctica, mi violoncello ya no debe ni acordarse de mis manos, pero es que no he tenido tiempo ni calma para dedicarle. No se puede ser una buena cellista y patear traseros en la noche como planeo hacer, aun así lo voy a intentar. Si me llevo mi carrera al abismo pero descubro la verdad tras mi pasado, creo que estaré relativamente tranquila. Mi carrera y a Andrew.
Andrew...

‹‹No pienses en eso›› -ordena mi mejor amiga la conciencia, pues a las otras dos creo que las perdí ya, hace más de un mes que no las veo, ni las llamo, ni nada. Estoy desligándome de todo, pues solo es capaz de arriesgar quien no tiene nada que perder.

Acabo de recordar que en el tiempo en que papá escribió su carta estaba yo aprendiéndome el Preludio I de la Suite para Cello de J.S.Bach. Mi maestra era absolutamente letal y me dejaba horas en el mismo pentagrama, hasta que quedar más o menos conforme con mis resultados. Era implacable, pasaba horas en su casa y luego continuaba en la mía, por lo que no dudo que hasta el día de hoy algún miembro de mi familia canturree algún pasaje que me haya escuchado tocar en aquella época.

Busco las partituras, armo mi cello y me pongo a tocarla, me acuerdo perfectamente aunque haya perdido destreza. Son las dos de la mañana, mis vecinos van a matarme, pero tengo que hacer esto y mientras más toco más me acuerdo de que esta es mi verdadera pasión. Necesito acabar con todo esto para volver a dedicarme a lo que me gusta sin estar preocupada de que alguien me pegue un tiro de un segundo a otro, o a cualquiera de mis seres queridos. Esto tiene demasiados cambios armónicos, dudo que papá se refiriera a esta música cuando elaboró su acertijo, pero no se me ocurre cuál otra podría ser.

Estoy sentada frente a una de las ventanas de mi salón y pierdo la concentración al ver la cajita de música. Cuando regresé a casa a las ocho, después de pasarme la tarde en mi auto con Andrew, decidí dedicarme a reparar la cajita para así evitar pensar en que me siento vacía sin él entre estas cuatro paredes que ya se habían acostumbrado al olor de sus lienzos y su café matinal. Sus cosas aún están aquí y aunque le haya dicho lo contrario no quiero que se las lleve.

‹‹Sigue tocando››

Siento que estoy por estallar en llanto de nuevo, la carta de mi padre ha desbloqueado mis emociones irremediablemente. La caja de pandora está abierta. Suelto el arco en el sofá y recuesto el cello en la alfombra del piso. Voy hasta la ventana y agarro esa fuente inagotable de remembranzas que me abruman, no sé cómo he hecho para que suene otra vez pero el caso es que está arreglada.

"Danzará la bailarina..."

Un momento, la caja tiene una bailarina. ¿Y si he estado buscando en el sitio erróneo desde ayer? ¿Y si mi padre hablaba de esta melodía y no otra? Eso tendría sentido, a fin de cuentas fue aquí donde escondió su mensaje. ¿Cómo decía el acertijo?
‹‹Siete acordes te harán libre..., no, solo siete te harán libre, siete acordes››

Una caja fuerte puede tener montones de combinaciones, supongo que por eso ha intentado dejarme claro que son solo siete. Siete acordes, siete números. Cojo el cello y una partitura, voy a sacar la melodía de la cajita y la armonía. Puede que la respuesta a mis preguntas haya estado más cerca de lo que imaginé todo este tiempo. Después de pocos minutos en esto confirmo lo que ya sabía: esta melodía tiene muchos más acordes, no solo siete, pero sigo maquinando el acertijo en mi mente. ¿Eso de "Danzará la bailarina" a qué viene? "Danzará la bailarina antes de la principal"

Querido Jean Pierre Leblanc,

Te has pasado de la raya.

Atentamente,
tu hija.

He llenado la libreta de garabatos, ya son las cuatro de la mañana. Llevo dos noches en vela por la maldita cajita. ‹‹Antes de la principal›› ‹‹Antes de la principal››, repito en mi cabeza. ¿Y si se refería a la cantidad de temas que contiene la canción? Se le habrá ido un poco la olla con tal que rimase y se ha referido a la melodía, a varias melodías, pero esto solo tiene:

- ¡Dos! -grito, esto me facilita las cosas. Cierro la cajita para que reinicie el ciclo musical y efectivamente, la bailarina se detiene al final de la primera melodía. Pasan dos segundos antes de que vuelva a bailar y comience el estribillo, es decir, supongo que la otra es el estribillo o "la principal", como diría mi padre.

Cuento los acordes que tengo anotados, los divido entre las dos melodías y concluyo que la primera tiene: Sol La Re Sim Solm Sol y La..., siete acordes, lo he conseguido.

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