21: El ministerio público
-Estamos dentro.
-Respirad hondo chicos -dice Alicia a través del micro transmisor. Acabamos de entrar en el ministerio y todos estamos algo ansiosos, todos excepto Andrew, quien desempeña su rol magníficamente.
-Si vieras lo sexy que me queda la chaquetilla de fiscal -agrega él.
-Vaya autoestima la tuya.
-Por cierto Alicia, ¿de dónde has sacado la tarjetita de fiscal con el nombre de Andrew y la mía de supuesta criminóloga?
-Un mago jamás revela sus trucos.
-Venga ya, cuéntamelo -insisto pero me evade con un drástico cambio de tema.
Pasamos la recepción y luego entregamos el documento que nos autoriza a entrar al archivo. Estoy tan nerviosa que siento náuseas y Andrew, en cambio, parece muy metido en el personaje. Este hombre vale para actor de Hollywood, ya tiene adelantado lo de guapo con aires de invencible, aunque por dentro es como un pie de limón, con sus toquesillos amargos, pero dulce de todos modos. Vaya manera de pensar estupideces con lo que estoy a punto de hacer, pero es que mi cerebro no se detiene, anoche ni siquiera conseguí dormir. Un guardia nos escolta hasta el tercer piso y después de pasar por un amplio salón y recorrer un pasillo, finalmente nos detenemos frente a una puerta marrón detrás de la cual se halla la posible respuesta al acertijo de mi vida. El muchacho abre la puerta con una tarjeta, entra con nosotros y vuelve a cerrar. Yo esta parte no me la sabía, se quedará aquí dentro mientras buscamos la caja de evidencias, genial.
Abro la galería de mi celular en busca de la foto que le hice a la base de datos del ordenador de mi tío y comienzo a hiperventilarme al no hallarla.
-¿Qué pasa? -me susurra Andrew y el guardia nos observa incrédulo.
-No encuentro la foto -le susurro de vuelta.
-¿Cuál foto?
-La que tiene el número de la caja que estamos buscando.
- ¡Cariño! -rechina- no puedo creerlo, eso debías tenerlo a la vista.
-Estaba en el papelito que acabamos de entregar ahí fuera, pero ya lo olvidé.
-Yo te mato.
-¿Pasa algo? -pregunta el chico en el más serio de los tonos.
- ¡No!
- 3216 -digo al cabo de unos segundos.
La sala es enorme, no precisamente lo que yo imaginaba. La verdad no sé en qué estaría pensando, por supuesto que es gigantesca, si están aquí las evidencias de infinitos casos de todo Londres, quizás de toda Inglaterra. Caminamos en busca del estante, pero es que son muchísimos, llenos hasta la cima de cajas y cajas, esto nos llevará un rato y no sé cuánto tiempo tenemos antes de que alguien note que no somos quienes decimos ser. En el día de hoy me llamo Kathleen McGlaus y soy la criminóloga que han enviado por si al sexy del fiscal se le ocurre dañar alguna evidencia. No sé qué me causa más gracia, mi personaje o Andrew tan metido en el suyo.
- Chicos tenemos un problema, Will está aquí -dice Alicia.
-¡Genial! -exclamo sarcástica- y tú vigilando los pasillos del ministerio.
-Bueno de momento todo está despejado. No se alarmen, Will no sabe lo que estoy vigilando. Es decir, no tiene forma de relacionarlo con ustedes.
-La encontré -dice Andrew inclinándose para alcanzar la caja.
-No los quiero alterar pero, veo movimiento en uno de los pasillos que conducen a la habitación en la que están -balbucea Alicia.
Bajamos la caja ya algo perturbados y nos dirigimos a una mesita que vimos en nuestro recorrido por el amplio cubículo. Al llegar la apoyamos en la mesa y Alicia super histérica nos grita que nos demos prisa por el micro, al parecer alguien se ha dado cuenta de nuestra farsa, pero no podemos marcharnos de aquí sin saber qué hay en esta caja. Comenzamos a retirar la cinta adhesiva, el corazón me va a mil por segundo, a ver si voy a acabar en la comisaría o peor. El guardia parece recibir alguna orden por su trasmisor ya que avanza a paso acelerado hacia nosotros y cuando llega, nos pide que dejemos lo que estamos haciendo. Confirmo, esto se ha ido al carajo y cuando me toma del brazo a la fuerza Andrew saca una pistola y le da un trastazo con la parte trasera del arma. El uniformado cae desplomado al suelo y yo estallo.
-¿Qué has hecho?
-Tranquila, solo le he dejado inconsciente.
-¡Me refiero a porqué llevas un arma! -le espeto alterada.
-Porque sabía que esto no acabaría bien, alguien ha estado observando nuestros movimientos desde que entramos en la oficina de tu tío aquella noche.
-Eso ya lo sé, pero no me dijiste que tenías una pistola y creo que es un dato importante.
- ¡Chicos, tienen que salir de ahí ya mismo! -advierte Alicia.
Abro la caja finalmente y me quedo sin habla cuando descubro lo que hay dentro: absolutamente nada.
-¡Está vacía! -grito- ¡Vacía! -pero Andrew ignora mis alaridos y vuelve a cerrar y colocar la caja en el mismo sitio donde estaba. Minutos después regresa corriendo a donde estoy yo petrificada, se agacha y le revisa los bolsillos al guardia. Le saca la tarjeta con la que abrió la puerta y echamos a correr fuera.
-¿Por dónde? -le pregunto a Alicia.
No recibo respuesta y de pronto todo se queda oscuro. Se escuchan voces y pasos cada vez más cerca y Alicia comunica que ha desactivado toda la electricidad del ministerio. ¿Cómo lo ha hecho?, pues no tengo ni idea, pero si trabajaba para gente tan peligrosa en Egipto supongo que esto será para ella como jugar a las casitas.
-Doblen izquierda dos veces, van a encontrar un pasillo, caminen hasta el final y a la derecha hay una escalera, bajen tres pisos y verán una puerta, es una salida de emergencia.
Corremos de la mano siguiendo las explícitas instrucciones de la genio que tenemos por hacker y detrás nuestro una estrepitosa avalancha de pisadas. Bajamos las escaleras brincando los escalones de dos en dos, a veces de tres y cuando llegamos al final chocamos con una puerta cerrada.
- ¡Genial!
-Galilea no es hora de sarcasmos -me regaña Andrew.
-Lo siento. La puerta la puedes abrir, solo necesitas tu clip.
Empieza a buscar el clip en su ropa y de pronto palidece.
- ¡Mierda! ¡No lo tengo!
- ¡Chicossss, que están muy cerca de ustedes!
-Ya lo sabemos, vienen corriendo pero he perdido mi clip.
Entonces recuerdo que esta mañana antes de salir me recogí el cabello en un moño y como mis rizos se pusieron rebeldes me puse algunas horquillas. Me saco una y se la doy a Andrew, no sé si sabrá abrir una puerta con esto pero espero que sí y unos minutos después estamos fuera.
En cuanto ponemos un pie en casa me desplomo en el sofá. Estoy malhumorada, alterada, decepcionada, preocupada, triste y hasta etcétera.
-No puedo creer que estuviera vacía, hemos hecho todo esto en vano -digo sin fuerzas.
-No te pongas así mi amor -dice Andrew.
-¿Eres consciente de que casi nos metemos en un tremendo embrollo por una caja vacía? Podríamos haber acabado en prisión si nos llegan a atrapar.
-Pero no nos atraparon y en cuanto a la caja -hace una pausa- parece que alguien se aseguró de que no encontrásemos nada en ella.
-¿Dices que alguien ya sabía que íbamos tras la caja?
-Sí, y se llevó la evidencia antes que la encontrásemos. Sospecho que se trata de la misma persona que te dejó la nota aquella hace unas semanas.
-¿Crees que Camel...? -balbuceo.
Camel es un hombre muy poderoso, pudo haber ideado todo esto y estar fingiendo que no sabe de mis recientes hobbys cuando me ve. Además esa nota no se la dejaron a Andrew, sino a mí, lo que me lleva a pensar que no desconfía de él, si lo hiciese ya lo habría matado, por estar jugando con su hija entre otras razones.
-Recuerda que Camel no es el único que puede estar detrás de esto, todo apunta a que tiene un jefe, y uno bastante desquiciado, es decir..., aquel día se escuchaba autoritario de más. Mira Galy, yo no sé quién está detrás de esto, quién será el jefe de mi suegro y si fue idea de ellos desaparecer la evidencia, lo que sí sé es que tenemos que tener mucho cuidado a partir de ahora. Alguien nos tiene en la mira, a ti en especial.
-¿Y por eso llevabas un revólver sin decirme?
-Sí.
- ¿Sabes disparar? -pregunto.
-Sí, y tú deberías aprender.
-Oh no, no pienso hacer eso -niego con la cabeza.
-Es una cuestión de necesidad Galilea, de protección. Estás tratando con mafiosos y no con cualquier principiante. Trafican, matan gente, mataron a nuestros padres, tú no puedes ir por ahí corriendo tras sus pistas sin estar armada. Te lo dije desde el comienzo, esto no es un jueguito.
-Ay no me jodas Andrew...
-Es la verdad, si no vas a protegerte apártate como te pedí hace tiempo.
-Está bien, lo voy a hacer.
- ¿Vas a dejar la venganza?
-No, voy a aprender a usar un arma.
Se levanta cabizbajo y agrego:
-Lamento decepcionarte pero eso que quieres, que yo abandone, está fuera de mis planes.
-Lo sé.
Entonces se queda en silencio, como quien ansía el mar pero no entra en él porque puede ahogarse y al cabo de unos minutos enuncia:
-Tengo una amiga que te puede ayudar, fue ella quien me enseñó a disparar.
- ¿Amiga? ¿Terminado en A?
-Sí, estuvo en el ejército y es muy buena en lo que hace, además es mujer y te puede entrenar en cosas básicas como defensa personal -contesta ignorándome por completo.
-Estupendo, ahora voy a ser la nueva Lara Croft -refunfuño.
-Solo que esto no es una peli de acción, es la vida real y si tengo que aceptar que seguirás con esto al menos necesito estar seguro de que sabes lo que haces, de que estás preparada para defenderte.
-Está bien, llama a tu amiga -concluyo y me voy derechita a la ducha.
Mientras cae el agua aprovecho para acabar de deprimirme, ahí donde nadie me ve. Estoy tan desencantada de recordar aquella caja vacía que no me puedo contener. Pensé a estas horas estar celebrando el hallazgo de una nueva pista, el estar un paso más cerca de vengar a mi padre, pero no sucedió así. Muy pocas veces la vida avanza tal y como uno la imagina, pero es que la mía viene con sorpresa incluida. ¿Será que alguna vez las cosas saldrán como espero? Salgo arrastrándome del baño y cuando llego a la sala encuentro una nota de Andrew anunciando que tuvo que marcharse sin explicar razones. Supongo que se trata de Astrid y elijo no atormentarme con eso, suficiente tengo con los sucesos de esta mañana.
Han pasado tres días de nuestra ineficaz entrada al ministerio público y me encuentro en un local cerrado al que parece que no soy la única que viene a aprender cómo defenderse. Hay un ring de boxeo, una sala de tiro y etcétera de cosas que en mi vida me han interesado; no obstante, he venido porque creo que Andrew tiene razón, las cosas se están poniendo torciendo y mejor será que esté preparada para lo que venga.
-Hola, ¿tú debes ser Galilea verdad? -me pregunta una mujer de unos treinta y cinco años, según yo. Lleva una blusa corta a juego con una licra deportiva y el cabello recogido en una trenza. Tiene los músculos de las pantorrillas y brazos hermosamente tonificados, abdomen de lavadero y hasta parece haberse escapado de una saga de artes marciales. Supongo que es la amiga de Andrew y le devuelvo el saludo con un tímido sí, que no es más que un intento de encubrir lo ridícula que me siento con estos tacones.
-¿Estás lista? -inquiere- Tommy me dijo que era urgente.
- ¿Tommy? -pregunto y suelta una carcajada.
-Es un apodo que le puse de cariño a Andrew, bueno sígueme, comenzaremos por enseñarte a manejar una pistola -y me conduce a la galería de tiro. Siempre creí que se llamaba polígono, pero me acabo de desayunar que si es un sitio cerrado como este se nombra galería.
¿Cuánto tiempo hace que son amigos estos dos?, debe ser mucho para que lo llame "Tommy". La no muy simpática yo que llevo dentro pone los ojos en blanco y ambas analizamos el porqué no se nos ocurrió a nosotras ese apodo, la verdad, nunca he escuchado a nadie llamarlo por su segundo nombre: Tom, es que ni siquiera combina con el primero. Decido saltarme mi repentino ataque de celos y entramos en una habitación en la que hay otras chicas disparando, todas llevan cascos tipo audífonos en las orejas y lucen tan tonificadas como la que acabo de conocer.
-Tommy y yo somos amigos desde la juventud, por si te lo preguntas. Nos conocimos de adolescentes en Inistioge.
‹‹Ah, son del mismo pueblo››
-Es un pequeño pueblo de Kilkenny, al sur de Irlanda. Ha salido en algunas comedias románticas -continúa y sonríe orgullosa al hablar de su lugar natal que es además el de Andrew. No estoy segura si es allí donde filmaron "Leap Year"²², pero leí que es popular entre los turistas que buscan escapadas románticas. Me siento en un banquillo y me dispongo a ponerme unas zapatillas deportivas que traía en mi bolsa, no soy tan tonta como para venir a un entrenamiento de estos en tacones. La habitación es hermética total y la atraviesa un cristal blindado que divide a las chicas de su objetivo: unos muñecos de algún material que desde donde estoy se asemeja a la silicona pero que supongo que son de algún otro más resistente. ¿Cómo acabé aquí?, a ciencia cierta no lo sé, jamás me lo imaginé pero si ya cedí a venir deberé aprender cómo defenderme, aprovechando que estoy de vacaciones en la orquesta.
Tres horas después de darme cuenta de que soy en extremo terrible para esto, de que mi puntería es nefasta y de que probablemente eso no va a cambiar, Annie, quien no da el menor indicio de llamarse "Annie" debido a su rudo y sexy aspecto, me conduce hasta el ring en el que otra entrenadora me iniciará en el mundo del kick-boxing, una combinación de boxeo y artes marciales (tema del cual no tengo puta idea) y la defensa personal. De entrada me tocan quince minutos de calentamiento seguido de tres series de abdominales y flexiones de brazos. Cuando termino, bastante agotada como consecuencia de negarme a ir al gym siempre, no importa qué y a pesar de los regaños de mi amiga Paola, me dan unas vendas de algodón que vienen en rollos con un velcro en el extremo. Annie me pide que extienda los dedos de la mano derecha y comienza a rodear mi muñeca con la venda, cruzando la palma y pasándola entre el pulgar y el índice. Me rodea la mano paralelamente a los nudillos dos veces más, envuelve la venda alrededor de mi muñeca hasta llegar al velcro y al terminar la enrolla alrededor de mi mano, desde los nudillos hasta la muñeca. Luego repite el proceso en mi mano izquierda y me ordena que preste atención, pues deberé hacer esto al inicio de cada clase. A continuación me traen el resto del equipamiento, dígase guantes de boxeo, protecciones para las piernas, un protector bucal y un casco.
Mientras me disfrazo con todo eso me voy poniendo nerviosa y cuando acabo ya no me siento yo misma, por decirlo de alguna manera. Hace dos días estaba en la terraza estudiándome la sonata para piano y cello en re menor de Debussy y ahora estoy parada en un ring esperando que me enseñen cómo romperle la mandíbula a alguien de la forma más efectiva posible.
Regreso a casa en la noche y me encuentro a Andrew acostado en el sofá viendo la tele. Hace unos días le regalé una copia de mis llaves, pero no las había usado hasta hoy.
- ¿Pero qué te ha pasado? -exclama al verme, salta del sofá y me examina la cara perturbado por mi semblante.
Suelto mi bolso.
-Nada, la amiga de tu amiga me ha dado una paliza, Tommy -explico recalcando el nombre al final de la frase.
-Vaya -dice sonriendo y rascándose la cabeza de manera extraña-, veo que tú y Annie se han puesto al día, pero creo que se excedió contigo. Le dije que comenzara suave y mira nada más como te ha puesto.
Me besa.
-Y yo le dije que prefiero un entrenamiento fuerte y que necesito avanzar rápido, no tengo tiempo para tonterías -lo interrumpo.
-Sí claro, no esperaba menos de ti, algo me decía que harías exactamente eso.
-Por cierto, tu amiga es maja, me habló muchísimo de ti -comento irónica.
-¿Qué te contó? -inquiere nervioso y lo analizo.
- ¿Qué no debería contarme?
No responde y me dirijo a mi cuarto sin reflexionar en lo que se estará reservando, no tengo energía para divagar en sus misterios, estoy destrozada, literalmente. Tengo moretones por todos lados y me duele el cuerpo entero, como si me hubiera atropellado el camión de carga del negocio de Camel, pero mi amante no me desampara y corre a prepararme un baño de burbujas del que salgo un poco más espabilada. Gracie me ha dejado..., nos ha dejado la cena preparada como de costumbre o "Comme d'habitude"²³, título de esa vieja canción que interpretaba Sinatra, y comemos juntos.
Mi alarma suena a las siete de la mañana y la desactivo malhumorada, olvidé quitarla anoche. Debo haberme quedado dormida, pues no recuerdo qué pasó después de cenar ni cómo llegué a la cama. El caso es que no tengo por qué levantarme temprano, estoy de vacaciones, pero una vez que me despierto ya no logro volver a conciliar el sueño.
-Buenos días -dice Andrew con una taza de café en mano, le gusta madrugar y cuando yo me digno a salir de la cama él ya corrió por el puerto, regresó y se duchó. Esto lo hace diario, jamás se me ocurriría perder mis horas de sueño para hacer ejercicios- ¿Estás mejor?
Compruebo mi nivel de dolor muscular y descubro que estoy aún peor que ayer, es que no puedo ni moverme...
El resto de la semana me la paso inmersa en el entrenamiento, rodando de las clases de tiro al ring. Creo que me estoy obsesionando, pero incluso después de leer sobre el estilo Weaver, la posición Sul y cien cosas más, no he mejorado nada con la maldita pistola. El kick-boxing, sin embargo, parece estar hecho para mí, no sé cómo me he perdido esto, si es que no hay mejor sensación que pegarle a alguien sin meterse en un lío. Annie dice que tengo una fuerza descomunal en las manos y asumo que es gracias al violoncello. Los cellistas comenzamos desde muy pequeños en el instrumento, de hecho, mi cello era más grande que yo cuando lo cogí por primera vez, cinco años tenía entonces. El nivel de estudio es riguroso, los maestros exigen muchísimo, algunas posiciones resultan suicidas y las cuerdas, gruesas y metálicas, te van rajando los dedos a veces hasta sangrar. En fin, que nuestro camino es duro y como consecuencia la mayoría tenemos manos medio toscas, pero al parecer eso me va a servir para algo más que tocar el cello. No creo que en un mes aprenda a luchar al nivel que necesito, pero estoy hasta la noche en ello y algunas de mis compañeras me han estado ayudando en las horas libres.
- ¿Se puede saber en qué andas metida? -pregunta mi hermana el viernes en la noche cuando me ve aparecer en casa- ¿Y esos moretones?
-Me caí -miento.
- ¿Me crees idiota? Suéltalo ya o le diré a mamá que estás llena de golpetazos, seguramente a ella le tendrás que dar una explicación.
Mary Alice está sentada a su lado y luce preocupada también.
-Tú siempre chantajeándome con mamá -reprocho furiosa.
-Galilea, última advertencia.
-Está bien, me peleé con una chica hace unos días.
-¿Qué chica, no pensarás que voy a creerte eso, o sí?
-Si me crees o no es tu asunto Will, me voy a duchar.
Me dirijo al baño y desbloqueo mi celular para utilizar a mi amante musical como vitrola, pero de camino me interrumpe Mary Alice, que viene corriendo por el pasillo y haciendo un ruido descomunal con sus tacones.
- ¡Oye! -me grita y se detiene frente a mí- ¿A mí sí me vas a contar en qué andas metida verdad?
-Ya dije que...
-No me vengas con la mentirilla anterior que no me llamo Will, ¿tú sigues jugando al policía y el ladrón eh?
- Ya estamos otra vez con lo del policía y el ladrón, tú y Andrew parece que están en la misma frecuencia, me tienen harrr...
Pero en cuanto enciendo los datos en mi teléfono, me entra un mensaje desconcertante que me impide terminar la frase:
"Te has metido con el dios equivocado Leblanc, nos vemos pronto"
²² "Año Bisiesto" es una película del año 2010 protagonizada por Amy Adams.
²³ "My Way" o "A mi manera" en sus adaptaciones al inglés por Paul Anka y al español, es una canción francesa del año 1969.
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