16: Almuerzo con los Aymeric
Son la una de la tarde y estoy entrando a la cuadra de Astrid en mi auto. Ayer por fin me devolvieron la licencia y más contenta no puedo estar, juro que no voy a extrañar los taxis y hasta llegué temprano al ensayo, sin contratiempos. Estamos montando una obra contemporánea que estrenaremos este sábado, con la compañía de Kelly, así que estuve con ella toda la mañana en el teatro. Al parecer Paola no le ha mencionado el incidente del domingo y, por cierto, desde entonces no la veo, ni siquiera me ha llamado para hacer preguntas incómodas, lo cual es bastante raro tratándose de ella.
Por la dirección que me dio, supongo que su casa es..., esa de allí, un palacete (cito al pelirrojo). Quién iba a decirlo, el enemigo está más cerca de lo que podría imaginar, en la misma cuadra de mi madre, pero necesito saber si esta es la misma casa en dónde vivía Camel antes de irse de Inglaterra o si se ha mudado recientemente, pues si ya vivía aquí significa que probablemente conociera a mi padre de cerca. ¿Por qué alguien mataría a su vecino? Hay un imponente portón en la entrada, custodiado por un guardia de seguridad que me pregunta quién soy.
-Galilea Leblanc -digo-, vengo al almuerzo de Astrid.
El hombre informa por un aparatico y, cuando obtiene una respuesta positiva, asienta con la cabeza, abre el portón con un control remoto y me indica que pase. Arranco el auto y entro. La vivienda es colosal, incluso más grande que la casa donde crecí y que está a un respiro de esta. Parqueo mi recién recuperado medio de transporte, veo la moto en la que anduve hace dos días y salgo del auto ignorando el hecho de que este será uno de los peores mediodías de mi vida. El jardín es también enorme, colmado de árboles frutales y una tremenda piscina cerca de la cual hay una mesa con muchas sillas. Astrid está sentada en una de ellas y al verme, se levanta y viene hacia mí. Llevo un mono gris y tenis de suela alta, el objetivo era estar elegante pero casual a la vez.
- ¡Galy, viniste! -exclama acercándose y cuando llega me saluda cálidamente. No parece ser la misma mujer pesada de la que apenas habla su novio, aunque admito que el domingo en el café su tema de conversación me hartó. En realidad, no la soporto, para qué mentir, no la soporto por algo tan simple como llamarle mi amor a Andrew. Me subo las gafas de sol a la cabeza, caminamos hasta donde se encontraba hace dos minutos y cuando llegamos, me presenta a su madre: una mujer de cabello corto y con un aire tan superficial, que creo que supera con creces a mi abuela materna. Me acomodo en una de las butacas que está cerca de la piscina y pasa un buen rato antes de que vea al señor Camel descender las escaleras de su mansión en compañía de Andrew.
-Papá, esta es Galilea -dice Astrid cuando llegan a donde estamos-, su madre es una gran amiga de la familia de Andrew.
-Un placer Galilea. -Me dice el hombre que odio con todas mis fuerzas, pero me contengo y con un gesto de satisfacción me levanto y le doy la mano como saludo. Andrew me escudriña con los ojos entreabiertos, pero creo que solo yo me percato y luego me saluda alegre, aparentemente. Los demás se atemperan y Camel comienza a hacerme una serie de preguntas sobre mí y mi familia.
- ¿Cómo dijiste que se llama tu madre?
-Hélène Louvet, vive en esta misma cuadra.
-Ah claro, es la esposa de Luis.
-Eso -digo molesta porque de pronto mi mamá sea solo "la esposa de Luis".
-Luis y yo somos muy buenos amigos desde hace años.
-Sí, creo que los vi en la subasta del otro día.
Andrew me abre los ojos de par en par y niega disimuladamente con la cabeza, supongo que piensa que estoy hablando de más, pero no he metido la pata, aún.
-Tu madre es una mujer muy exitosa -afirma la madre de Astrid- me contaron que tiene una agencia de construcción de hoteles por todo el país.
-Sí -contesto-, nos mudamos aquí para ampliar el negocio.
- ¿Y siempre han vivido en este vecindario?, es que antes de irnos vivíamos casi al otro lado de la ciudad -sigue ella.
Perfecto, justo la información que necesitaba y ni siquiera tuve que preguntar.
-En realidad son francesas mamá -le explica Astrid-, ¿no Galy?
-Ajá, pero mi padre era hindú.
- ¿Era? -pregunta Camel.
Hay que ser cínico, ¿ahora va a fingir que no sabe quién es mi padre y que está muerto? Tengo una necesidad de partirle la cara yo misma a este tipo que arruinó mi adolescencia y que ahora está sentado frente a mí actuando como si no supiera nada. Siento que una bola de fuego me asciende por el cuerpo, me irrita tener que simular que estoy ajena a todo, a sus negocios ilícitos y a sus cuentas pendientes con la justicia, conmigo y con Andrew.
‹‹ ¡Ashhhh! ›› Mi rabia del momento se fusiona con la de ayer, pues estuve sola en un café esperando a Will toda la tarde y nunca apareció, me dejó plantada sin excusas y no contesta mis llamadas, pero lo suyo llega, esto no se va a quedar así. No sé qué rayos le pasa a mi hermana, ni quién me mandaría a venir a este maldito almuerzo. Estoy tan molesta, que si esto fuera una caricatura me saldría humo por las orejas, y encima Astrid no deja a Andrew en paz ni un jodido segundo.
Camel me indica que me siente en la mesa y me arde un urgente deseo que ruede derecho a la piscina y no sepa nadar, es más, de que nadie lo rescate. Me levanto y tomo lugar en una de las sillas del centro. Aún no comprendo por qué me invitó Astrid o en calidad de qué, porque amigas no somos y espero que ella no crea que sí, aunque me convenga. A quien no le conviene estar cerca suyo o de cualquiera de los miembros de esta mesa es a mi corazón. Andrew se sienta justo en frente de mí y a su lado ella, lógicamente. Lleva unos jeans deportivos de color azul y de vez en cuando me dirige paradójicas miraditas, pero aparto la vista, estoy molesta también con él aunque sabía que esto ocurriría y aun así seguí adelante. Sus manos, presas en estos momentos, hace tres días migraban por mi cuerpo como golondrinas en invierno... ‹‹Cálmate Galilea››
Cuando estamos a punto de comenzar a almorzar, arriba un auto de lo más moderno y se parquea justo al lado del mío.
-Ah, llegó Junior.
‹‹ ¿Ahora quién será Junior? ››
Un hombre moreno y tremendamente apuesto se baja del auto y cruza el jardín en dirección a la mesa donde estamos. Andrew pone los ojos en blanco y saca su celular, creo que no le agrada, aunque no tengo idea de quién es.
-Hola -dice cuando llega.
-Hermanito, llegas justo en tiempo -exclama Astrid- siéntate con nosotros, anda.
Conque Astrid tiene un hermano, y encima muy guapo, muy. El recién llegado se acomoda en la silla vacía a mi derecha y después de saludar a sus padres, hermana y cuñado (a quien no le hace mucha gracia por cierto) se vuelve hacia mí.
-Hola -me dice con una amplia sonrisa, de pronto el día se ha vuelto interesante -Soy Camel, aunque todos me llaman Junior.
Me besa la mano, como ya nadie hace, y veo que el pelirrojo de enfrente se revuelve en su asiento.
-Galilea -digo.
Durante el transcurso de la cena, Camel segunda temporada parece tener especial interés en mis preferencias musicales y culinarias. Me ha hecho toda clase de preguntas y apenas ha hablado con alguien más. La verdad, es bastante agradable y entre sus bromas y sus cumplidos, olvido de quién es hijo e ignoro en qué momento se levantan todos de la mesa. Nos quedamos allí conversando un buen rato hasta que le digo que necesito pasar al baño un momento y me hace las indicaciones pertinentes. La familia Aymeric está dispersa en el jardín, aunque no veo a Andrew por aquí, pero no me importa, que haga lo que quiera. Me levanto y camino hacia la casa; es aún más grande de lo que imaginaba y cuando doblo el pasillo que me indicó Junior, medio distraída por los detalles de la mansión, Andrew me jala por el brazo.
- ¿Qué haces? ¡Suéltame! -le espeto.
- ¿Qué haces tú?
-Busco el baño, eso hago.
-No me has dirigido la palabra en todo el rato.
-Bueno, no podía hacerlo con tu ¡amor! -exclamo imitando la aguda y molesta vocecita de Astrid- sentada a tu lado.
-No, no podías hacerlo porque has estado lo bastante entretenida con Junior. ¿Qué tanto hablas con ese tipo?
- ¿Qué te importa? -le suelto- No vayas a decirme que estás celoso.
- ¿Celoso yo? ¿De ese? Para nada, él no puede hacer esto..., -y me besa apasionadamente. Su lengua viaja por mi boca en busca de la mía como en cámara lenta y sus dedos se pasean por mi espalda baja. Su descaro no tiene límites, ¿quién se habrá creído que es? Otra vez estoy perdida en él, pero no puede ser, tengo que detenerme.
-Andrew, para con esto que allá afuera están tu novia y su familia esperándonos.
-No me importa.
-Pero a mí sí que me importa -digo desprendiéndome de las riendas imaginarias que me amarran a él.
-Es tu culpa.
-Ah, ¿ahora es mi culpa?
- ¡No soporto verte hablar con ese..., ese...! ¡Y cómo te mira! -grita dominado por una ira que no le conocía.
-Shhh -susurro- cállate, nos van a escuchar.
-Como vuelva a hablarte una vez más... -advierte.
- ¿Tú estás poseído o qué? ¿Tu novia está delante de mis narices y ahora vas a decir que tienes celos de mí? Es que..., qué cara tienes -susurro ya furiosa.
-Sabía que estabas molesta, lo sabía. Lo que no entiendo es por qué finges lo contrario. ¿Por qué no quieres que sepa cómo te sientes al respecto?
-Ya me harté, no pienso responder esa pregunta, me voy -y doy media vuelta para regresar al jardín, pero escucho que grita:
- ¡Lo que dije el otro día no fue sin pensar!
Volteo, ha comenzado a hablar de algo que me prometí ignorar.
-No fue efecto del placer, ni fue una frase vacía tirada al aire.
- Anda ya...
-Espera, no te vayas -me pide con esa miradita triste suya a la que sabe que no me puedo resistir.
-Luego hablamos -y salgo huyendo como las aves de su cazador. Cuando llego al jardín, Camel me examina con el rabillo del ojo mientras conversa con mi padrastro y mi madre, que deben haber llegado mientras estaba yo..., bueno, en lo que estaba.
- ¡Galy! -exclama mamá al verme y me abraza, pero me suelta de inmediato cuando ve a Andrew aparecer también.
-Andrew, mi niño, ¿cómo estás?
Qué genial, ahora resulta que es "su niño" este que ha vuelto mi vida torbellino en poco tiempo. Pongo los ojos en blanco y la dejo ir a su encuentro.
-Ya me ha contado mi hija que Andrew y tú son muy cercanos -le dice Camel. Si mi madre supiera que quien le habla es el responsable de sus miles de lágrimas nocturnas.
-Es como mi hijo, a fin de cuentas soy su madrina.
- ¿Madrina? -balbuceo azorada, esto no me lo esperaba.
- Sí querida -contesta ella sin más.
Me estoy repugnando de tantos imprevistos con los que no contaba y de verle la cara a Camel sin poder hacer nada, así que le envío un mensaje a Kelly para que me llame dentro de cinco minutos. La conversación continúa animada cuando suena mi teléfono.
- ¿En serio? ¿Cómo que ensayo general de último momento? -digo cuando cojo la llamada.
-En qué andarás metida ahora... -dice Kelly a carcajadas del otro lado de la línea.
-Está bien ya salgo para allá -y cuelgo.
Andrew encoge los ojos en dirección a mí, es muy desconfiado, seguramente no se tragó nada, y yo me levanto de la silla en la que me había sentado para esperar el timbre de mi amiga.
-Lo siento, tengo que regresar al trabajo -miento.
- ¿En qué trabajas? -pregunta la madre de Astrid.
-Toca el violoncello en una orquesta sinfónica -contesta mamá muy orgullosa-, el sábado tienen un concierto, están invitados.
Lo que acaba de hacer, es que no me lo puedo creer, acaba de invitar al asesino de mi padre a mi concierto. Esto es inconcebible y me despido de todos indignada antes de explotar. Cuando estoy por arrancar el auto, Junior se me acerca y me pide mi número de teléfono. Se lo apunto en un papelito, me sonríe, le sonrío y me marcho. Me dirijo a casa de mi madre, a tan solo tres viviendas de la que acabo de salir. Me bajo del auto, otra vez, y lo dejo parqueado en la calle. Entro alteradísima y dispuesta a desquitarme con mi hermana, si es que la encuentro aquí.
-Hola tía -me saluda mi sobrina Andrea. Está sentada en el portal dibujando, su hobby desde que era pequeña.
- ¿Tu tía Will está por aquí? -le pregunto dándole un beso en la mejilla.
-Creo que está en su habitación.
- ¿Y tu hermano?
-Correteando por el patio.
Aunque me apetece muchísimo más ir al patio a ver jugar a mi pequeño ángel y que me coma a besos, entro y subo las escaleras, de hoy no pasa que hable con Will. Su cuarto es el siguiente después del mío, que está tal y como lo dejé cuando decidí independizarme. Toco la puerta.
- ¡¿Quién es?! -grita desde adentro.
-Yo -contesto y entro sin esperar a que me abra- Voy a matarte, ayer estuve horas esperándote y no apareciste -la regaño. Su pena es evidente y me aflige verla así. Mi hermana siempre ha sido muy tranquila y feliz, la eterna optimista, aunque a veces gruñona, pero eso casi siempre se lo reserva para mí, para contrarrestar mi mal carácter.
- ¿Qué te ocurre Will? -Le pregunto sentándome en la cama- Estás muy rara desde que llegaste, y en tiempos normales no te atreverías a dejarme plantada.
-Nada.
-Tus intentos de esconder emociones no van a funcionar conmigo, yo inventé eso, así que déjate de tonterías y cuéntame el problema.
-Ehm..., -masculla- es que no sé por dónde empezar.
-Empieza por el principio, ¿problemas amorosos quizás?
-Pues sí, pero no es precisamente lo que tú te imaginas. Estoy enamorada. Conocí a alguien y tomé el primer vuelo que conseguí de vuelta a Londres, sin pensármelo ni nada, porque esa persona vive aquí, pero ahora que llegué me doy cuenta de que esto será un caos.
-Pero eso es bueno, es decir, estás enamorada y eso es maravilloso, no veo cuál es el probl...
- ¡Es una mujer, estoy enamorada de una mujer! -me grita.
Me quedo en silencio un minuto por la sorpresa y luego digo.
-No sabía que te gustaban las chicas.
-No me gustaban -explica- solo fue algo que sucedió y la amo. No quiero estar con nadie más.
Me conmueve escuchar a mi hermana hablar así, estar segura de lo que siente sin pretextos absurdos como los que suelo inventarme y dejar todo para perseguir a quien ama, guau.
- ¿Te parece mal? ¿Qué sea..., homosexual? -me pregunta extremadamente perturbada.
-Will, no seas tonta, estoy libre de prejuicios. Soy de las que cree que la gente se enamora de quien se enamora sin elegir razas, naciones o sexo. Por otro lado, tú eres mi hermana, por mí te pueden gustar los osos polares, pero te entiendo. Es decir, imagino qué es lo que te preocupa.
-Mamá -dice cabizbaja- y Jean, no lo van a entender Galy, ellos no son como tú.
-Jean no es tu dueño, aunque él crea que somos de su propiedad porque es nuestro hermano mayor, en cuanto a mamá..., -y me tomo un minuto porque sé lo que significa que ella se entere de esto- bueno, eso ya es más complicado, porque ella es complicada, pero te adora, eres su hija pequeña. ¿Crees que te va a rechazar?
-Ay por favor, ya sabes cómo es la señora Hélène Louvet Derème cuando se lo propone. A veces se convierte en la abuela por momentos y adquiere todas sus doctrinas anticuadas. Esto no se lo va a tomar bien, lo sé.
-Pues tendrá que entenderlo, yo te ayudaré, no te preocupes. Tú mientras dedícate a ser feliz, y ahora háblame de esa chica.
Entonces me cuenta que se llama Alicia, que es ingeniera informática, una superdotada de esas en lo que a computadoras se refiere. Se conocieron en Egipto cuando Will la atrapó hackeando la cuenta de información de su compañía desde el propio campamento. Dice que también es hacktivista, aunque yo jamás había escuchado tal término, y me explica que son los hackers que utilizan la tecnología para anunciar un mensaje social, ideológico, religioso o político y que en general, la mayoría del hacktivismo implica la desfiguración de cibersitios y cosas así, pero que en Egipto, trabajaba para unos millonarios que le pagaron por meterse en la base de datos de la compañía de mi hermana, para evitar que pudieran seguir con la excavación, y dice algo sobre una fortuna oculta en esas tumbas que ellos por alguna razón no querían que fuera descubierta. Comienza a hablarme del asunto, de los secretos del Nilo, del antiguo Egipto y demás, y en eso se nos va la tarde.
Antes de irme, ya en la noche, paso por el intacto despacho de mi padre. Mamá no deja que nadie entre aquí, nadie, y si me atrapa la tendré que oír.
La plática con mi hermana me ha fascinado y pensando en su novia y en los trabajos que ha hecho, de pronto se me ocurre que quizás ella pueda ayudarme a meterme en el archivo del ministerio público. Paso los dedos por el escritorio de papá, tan pulcro como si aún lo usara y recuerdo que pasaba horas aquí metido. Casi nunca nos dejaba entrar a este sitio y desconozco los motivos, aunque imagino que sería por privacidad. En la pared hay fotografías de mis hermanos, de mi mamá y mías. También hay una con un hombre pelirrojo de bigote que he visto en varias ocasiones y que hoy comprendo que es el padre de Andrew, su mejor amigo. Por mucho que me lo he preguntado, jamás he logrado imaginar qué motivos tendría alguien para asesinar a un hombre tan bueno como lo era mi padre ni tampoco a Andrés Polman, dos empresarios y padres de familia comunes, y no creo que haya sido por cuestiones de dinero. Aún recuerdo la mirada de aquel tipo enmascarado, una mirada encolerizada y sin una pizca de piedad.
En una de las paredes hay una pequeña caja fuerte que jamás hemos podido abrir. Solo él sabía la contraseña y realmente no he intentado descubrirla, pero la curiosidad se apodera de mí y ahora deseo saber qué puede haber dentro. Pruebo con todos los números que se me ocurren, pero ninguno es correcto. ¿A quién le pregunto yo esto?
Regreso a la habitación de mi hermana, abrumada por la curiosidad, y le pido que organice un encuentro con Alicia. No le explico las razones, solo le digo que quiero conocerla porque a fin de cuentas es su novia y yo soy su hermana, pero el objetivo es proponerle su próxima misión informática en secreto. Aprovecho y le pregunto si conoce alguna fecha o número significativo que le gustara a papá y niega con la cabeza. Tendré que romperme el cerebro adivinando esa clave y, sin más demoras, me despido de ella.
Cuando llego a casa encuentro un papelito en el suelo, alguien debe haberlo tirado por debajo de la puerta y dice:
"Deja de investigar o te irá mal"
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