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15: Él está tan roto..., como yo

                                                          
Cuando abro los ojos está apoyado con el codo en su almohada, observándome.

—Bonjour¹³ —dice y le devuelvo el saludo.

El día se despierta afuera sin vestigios de la tormenta de anoche. Es como si nunca hubiera ocurrido, como si nunca hubiéramos andando en moto por toda la ciudad bajo la lluvia y esquivando charcos en el asfalto, pero mi cuerpo tiene memoria propia y se acuerda de todo.

—Podría quedarme todo el día mirándote —dice acariciándome y me pasa lo mismo, aunque no respondo— pero deberíamos desayunar —prosigue al tiempo que se levanta de la cama después de dejarme un cálido beso en la mejilla.

Lo persigo con la vista mientras se viste y hasta que desaparece del panorama, dejando su esencia impregnada en el aire, es un aroma embriagador. Unos minutos después, un irresistible olor a café me saca de mi utopía…, y pensar que antes ni siquiera me gustaba. Me levanto desnuda y me miro al espejo rememorando la escenita de ayer. La camisa que traía puesta está tirada en el suelo junto al pantalón de hilo de Andrew, y luego de recoger ambas prendas, me dirijo a la ducha sin detenerme a mirar el resto de la habitación.

— ¡Qué sexy! —bromea más tarde, cuando me ve entrar en la cocina envuelta en una toalla, la suya, de hecho.

—Lo siento, es que no había otra —contesto encogiéndome de hombros y me siento en una banqueta ubicada frente a la pequeña barra donde está preparando de comer, encima sabe cocinar.

‹‹Qué vergüenza Galilea›› —dice esa vocecita impertinente.

Me sirve en una taza el café, que está hirviendo y huele genial.

—Uhm —murmuro y me muerdo el labio inferior.

—Haces eso muy seguido…

—Lo siento, no lo puedo evitar —confieso avergonzada.

‹‹Te lo dije›› —celebra la insoportable yo que llevo dentro y que tiene vereda libre por mis pensamientos.

—No te avergüences, es lo más sensual que he visto en la vida —dice acomodándose en una banqueta al otro lado de la barra.

¿Cuántas veces habré hecho esto en su presencia? Es una mala manía que tengo desde pequeña, algo que hago inconscientemente y que nadie hasta el momento había notado, que sepa yo. Pero este se fija en todo, madre mía. Esquivo su mirada y cuando lee la expresión de vergüenza enmarcada en mi rostro agrega:

—Pero no es nada malo mi amor…

‹‹ ¿Mi amor? ››

—Y no sé el resto de la humanidad, pero yo pierdo la cabeza cada vez que lo haces —concluye, pero no puedo pararme a procesarlo gracias al mi amor anterior. De pronto me preocupa lo que dijimos anoche antes de llegar al clímax, esa frase que supongo fue euforia instantánea y que al parecer estamos jugando a ignorar. Sinceramente espero que lo haya olvidado.

‹‹ ¿Ahora cuál es el problema con eso? ››

— ¡Cállate! —me grito a mí misma internamente y los dos reímos, yo por mis tonterías y él, pues ni idea.

—Por cierto, ¿desde cuándo te gusta el café? —pregunta.

—Hace más o menos un año que lo probé en un lugar cerca del puerto y me gustó.

—Podemos ir un día y ya de paso le echamos un vistazo a nuestro banco.

—Nuestro banco —río—,  qué tonto eres —digo divertida mientras le unto mermelada de fresa a una baguette.

Lo observo mientras disfruta su café, está sonriendo por mi comentario anterior, con esa sonrisa espontánea y despreocupada que me fascina. Sus brillantes rizos de extraño tono naranja le caen en la cara como siempre, no lleva camisa (creo que es su hobby, por dios) y la vista es tan exótica que deambulo por mis pensamientos cuando nuestras miradas chocan. Se me queda viendo fijo por un cuarto de segundo y luego se levanta, rodea la barra y se planta detrás de mí. Me besa en el cuello y luego lo mordisquea, madre mía… A continuación, arrastra mi banqueta hasta él, de manera que quedamos el uno frente al otro. ¿Qué estará pensando ahora? No puedo evitar sentirme embelesada cuando me mira así, qué desconsiderado, creo que lo hace a propósito. Es tan dominante, tan macho, tan no sé qué y a la vez tan tierno, que siempre acabo cediendo a sus caprichos y desobedeciéndome.
Sin decir palabra se aproxima peligrosamente, mis piernas se apartan de en medio ante su gesto y lo rodean. ¿Qué pasa conmigo? Nos besamos y, entre los dos, un hilo de sol que entra por la ventana de la cocina. Me embriago con mi propio aroma grabado en su piel, y en la mía el suyo. Me quita la toalla y lo hacemos allí mismo, mezclándonos con el olor a café y la claridad de la mañana.

A las cinco de la tarde, nos desplomamos en el sofá beich del estudio, luego de rodar por toda la casa, como si la vida se resumiera a besarnos y versionar nuestra propia historia. Tal vez es que, en lugar de retomarla desde donde la dejamos, hemos elegido contar una nueva y construir castillos en la arena aún conscientes de que pueden terminar aplastados por las olas de algún océano. Pero da igual, cuando sus dedos se cuelan entre los míos, el resto de la ciudad deja de existir y se extinguen los peros.

Mientras Andrew descansa acostado en mis piernas, me da por acariciarle el cabello, pero repentinamente recuerdo que lo odia y me detengo por esta vez, formulando una pregunta en mi mente, pero enseguida dice:

—Mi padre solía acariciarme el cabello de pequeño, hasta que me quedaba dormido, porque me da muchísimo sueño, pero desde que murió no he dejado que nadie más lo haga.

—Perdona —digo— siempre lo hago, aunque sé que lo detestas.

—Nunca he podido detenerte y no quiero hacerlo. Eres la única persona a quien se lo he permitido además de él.

Vaya, esto sí que es nuevo. He desarrollado una predilección por sus suaves ondas y me fascina la cara que pone cuando las toco. Me dijo que no le gustaba y aun así continué haciéndolo hasta hoy, pero no sabía que detrás de algo tan pequeño había un recuerdo tan doloroso.

—Bueno, te prometo que ya no lo haré.

Entonces se levanta de golpe y dice:

— Tú aún no te enteras de lo que significas para mí, ¿verdad?

Pues la verdad es que no, no me entero.

—Necesito que hagas todo lo que quieras de mí aún si piensas que lo odio. Galilea, yo estaba medio muerto por dentro hasta que te conocí.

Me lastima su dolor, reflejado de pronto en su mirada sin brillo. Su nostalgia es exactamente igual a la mía, sus ansias de justicia y su determinación para conseguirla a cualquier precio se le salen por los poros, y cuando lo observo, siempre tengo la certeza de que se siente como yo: prisionero de un oscuro pasado del que jamás ha conseguido escapar y lleno de barreras que lo alejan de casi todo lo que en el fondo ama. No puedo creer lo que ha dicho. Hui de Montmartre segura de que solo mi vida había sido modificada aquel verano y ahora me hace semejante confesión. Si no hubiera sido tan cobarde entonces, si no hubiera salido andando con mi maleta en mano; si lo hubiera enfrentado, quizás hubiésemos estado juntos todo este tiempo. De pronto siento que he perdido dos años de mi vida buscando sus labios en otras bocas, pero ahora las cosas son diferentes, o aún más complicadas y no voy a interponerme en sus planes de venganza, ni dejaré tampoco que lo que siento por él, que aún no estoy segura de qué es, opaque los míos.

—Tú sientes lo mismo, lo sé —sigue— incluso faltaste a tu ensayo para quedarte todo el día aquí conmigo.

—No falté al ensayo —sonrío— no tenía ensayo hoy.

Y es la verdad, lo cual no quita que la esté utilizando para no admitir que siento algo por él que va más allá de una simple atracción. Temo que lleguemos al tema que he estado evadiendo todo el día. Creo que me chocaría descubrir que su te amo de ayer es real y no saber si siento lo mismo, y a la vez me lastimaría si dijera que no lo es, que solo fue algo que dijo sin pensar. Luego me avergonzaría por haberlo dicho también yo y lo arreglaría diciendo que lo dije por decir algo, lo cual me lleva a preguntarme: ¿Si no estoy enamorada de él, entonces por qué me preocupa que sus palabras fueran solo efecto del hedonismo del momento?

Cuando me alejo de mis pensamientos, Andrew se ha quedado rendido y no lo despierto, solo me quedo aquí observándolo dormir tranquilamente en mi regazo y me dedico a pensar en cómo haré para entrar al Ministerio Público a robar evidencias de un crimen que ocurrió hace más de diez años sin ser descubierta. ¿Cómo se supone que voy a llegar al archivo con toda la seguridad que debe tener ese sitio? Finalmente, las ideas se me mezclan con el cansancio y me quedo dormida yo también.

Escucho una puerta que se abre y cierra y luego dos voces, una de ellas se asemeja a la de Paola y, mientras me incorporo y Andrew comienza a despertarse, las carcajadas se hacen aún más cercanas y de pronto veo a mi mejor amiga entrando al estudio seguida de quien debe ser Jake.

— ¡Vaya que te gusta dormir! —exclama el otro pelirrojo ya parado frente a nosotros. Es bastante parecido a su hermano, pero tiene el cabello corto, no lleva barba y es mucho más extrovertido y risueño.
Paola me contempla estática y sonrío tímidamente, pues llevo una camisa de Andrew que me queda gigantesca y un short también suyo. No planeaba contarle mi lunes a ella, así que esto me complica las cosas. Me ha atrapado infraganti, vamos.

—¡Qué fuerte! —dice por fin.

—Hola Pao.

— ¿Ah, ustedes se conocen? —pregunta Jake.

—Es mi mejor amiga —explica Paola— te presento a Galy.

—Un placer, soy Jake.

—Es mi hermano —me dice Andrew aún somnoliento.

—Encantada Jake.

Qué encuentro tan incómodo, y, por si fuera poco, se escucha un mensaje en la contestadora del salón:

“Andrew, amor…, ¿dónde has estado? Desde ayer en la mañana no sé de ti…”

Paola y Jake desaparecen de la habitación enseguida, desconcertados, como si acabaran de anunciar un apocalipsis, pero yo me levanto tranquila del sofá.

—Lo siento —dice Andrew.

— ¿Por qué? —Pregunto sonriendo— no pasa nada, no soy una niña Andrew, sé las cosas que hago y las consecuencias, así que no creas que esto me afecta. Le acaricio la mejilla y voy derechito a su cuarto, donde está mi ropa ya seca, muy buena mi actuación, pero, ¿a quién quiero engañar? No sé exactamente lo que me pasa, pero muy contenta no estoy de escuchar la voz de Astrid. Me quito la camisa y el short y comienzo a ponerme mi propia ropa, la cual no veía desde ayer en la noche.

—No te vayas —dice Andrew entrando en la habitación.

—Debo hacerlo, mañana trabajo.

—Te puedo llevar en la moto temprano.

—Claro ¿y el cello qué?

— ¿Estás enojada? —me pregunta incrédulo.

—No, no hay razones para estarlo —contesto— ¿Me abrochas el vestido por favor?

Me sube la larga cremallera, doblo su ropa, la dejo encima de su cama y luego me jala hasta él.

— ¿De verdad no estás enojada o solo estás actuando como si no te importara que me llame otra mujer después de…, bueno, del día de hoy?

Lo ha resumido bastante bien, pero no pienso admitir nada porque, además, no sé si estoy enojada o porqué. Le doy un fugaz beso y salgo de la habitación. En la sala, viendo un partido de futbol, están Jake y Paola, a quien, ya que estamos, se le ve muy radiante en compañía de su nuevo flechazo y me lanza una mirada de ¿estás bien? en cuanto aparezco.

—Ven más seguido Galy —me dice Jake y asiento al tiempo que llega Andrew y me abre la puerta.

—Déjame llevarte.

—No, es que ya pedí un taxi.

Mentira total, ni siquiera conozco la ubicación de mi teléfono, pero no quiero que me lleve, quiero llegar a mi casa ya, sola. Creo que ya tuve suficiente de Andrew por hoy.

‹‹Lo estás haciendo de nuevo›› —canturrea doña conciencia, pero la ignoro.

Andrew me besa como si no fuera a verme nunca más, me conoce demasiado bien, y me marcho. Hace una noche muy bonita y por suerte paro un taxi enseguida. No voy a relatar todas las cosas que me pasan por la cabeza en el trayecto a casa, pero una vez en ella me siento mejor. En realidad, no estoy enojada, o eso creo.

‹‹Vaya últimas veinticuatro horas›› —pienso tras cerrar la puerta de mi apartamento y aunque el mensajito en la contestadora no me gustó nada, tengo una sonrisa esbozada en la cara al recordar el resto del día. Suelto mi bolso y me voy directo a la ducha mientras la contestadora me pone al tanto de todo lo que me he perdido. El primer mensaje es de mi hermana, pero desde aquí es evidente que no se escucha bien y me concentro en el agua súper caliente que desciende por mi cuerpo.

Cuando salgo, vuelvo a escuchar el mensaje de Will, se le escucha triste y dice que nos veamos mañana, que necesita contarme algo. La verdad es que ha estado rarísima desde que llegó y estoy preocupada, ella no es así. Mi celular no tiene batería y después de enchufarlo a la corriente lo enciendo. Tengo más de mil mensajes en WhatsApp, pero como no pretendo leerlos, los ignoro y me desconecto después de enviarle un audio a mi hermana confirmando nuestro encuentro de mañana. Luego suena el inalámbrico y resulta ser Andrew. No quiero hablar con él ahora, pero si le cuelgo pensará que estoy molesta, así que lo cojo.

— ¿Llegaste bien?

—Sí, perfecta.

—Debiste quedarte, ahora estoy solo aquí con estos dos.

—Ah pues, llama a Astrid y así no te sentirás solo.

Me arrepiento instantáneamente de lo que acabo de decir, lo solté sin pensar y no estuvo bien. No quiero que crea que estoy celosa, porque no lo estoy, nada de eso.

—Sabía que estabas enojada.

—Es broma —y finjo una carcajada demasiado exagerada— bueno, tengo que dejarte, nos vemos el miércoles.

— ¿El miércoles?

—Claro, en el almuerzo de Astrid, porque vas a ir, ¿no?
No responde.

—Andrew, ¿sigues ahí?

—Ehm, sí. ¿En serio vas a ir al almuerzo?

—Acabo de decirlo, nos vemos ahí entonces, au revoir¹⁴

— ¡Espera espera! —Grita antes de que cuelgue— ¿Astrid te confirmó?

—Sí, ayer en la tarde me pasó un mensaje con su dirección y un te espero.

Otra vez no responde.

—Voy a cortar porque creo que estás ocupado, ya nos veremos —y sin esperar a que diga algo le cuelgo. Pobrecillo, tal vez pensó que después de lo de anoche me había olvidado del almuerzo, pero ciertamente encontrar el asesino de mi padre no es algo a lo que vaya a renunciar.

¹³ Buenos días (francés)

¹⁴ Adiós (francés)

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