-𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟕-
Cuanto más tiempo pasaba más fuerte se volvía el cuartel, los soldados cada día se entrenaban para misiones más pesadas alrededor del mundo, porque si, los Glishkarj atacaban por donde pudieran.
Las Vegas, Italia, Tokio. Fueron las ciudades más atacadas en el último mes, la división debía separarse para encontrarse en el último punto más importante de todos; Paris, la ciudad más arruinada en el mundo.
Los comandantes llegaron a un acuerdo sobre dividir a los escuadrones y mandar en pequeños grupos armados a los que serían más útiles en el campo de batalla, algunos se quedarían como reserva en el cuartel y entre ellos estaba Hinata.
—No es justo —musitó enojado—. ¿Por qué debo quedarme?
—Debes terminar tu entrenamiento —dijo el comandante Ukai—. Takeda dice que tu Polvort ha incrementado y no sabemos por qué, por ese debes entrenar más.
—Ya sé hacer espejismos, ilusiones, puedo manejar mi poder lo suficiente para luchar —siguió insistiendo.
—Basta, Hinata —advirtió Ukai—. Eres la esperanza de la humanidad, no podemos perderte, ni enviarte a batalla cuando aún no estás listo.
—Pero...
—Sin peros —lo interrumpió—. Ahora retírate soldado.
Hinata se fue molesto de la oficina de los comandantes, era una estupidez que no lo dejaran ir a la guerra siendo que era un soldado, quizás no llevaba mucho de forma oficial dentro las filas, pero se había entrenado de forma constante y seguir siendo útil.
Sus poderes estaban expandiéndose y fortaleciéndose, Atsumu se había encargado personalmente de entrenarlo, ahora era más fuerte, con más resistencia y sus espejismos eran ilusiones que podían engañar a cualquiera. ¿Entonces por qué lo dejaban?
Las cuatro ciudades habían sido designadas a los mejores soldados y entre esos no estaba él.
—No te desesperes, Chibi- chan —le dijo Kuroo mientras estaban comiendo—. Estoy seguro que podrás alcanzarnos en Paris, vamos a necesitar toda la ayuda posible.
—Tú lo dices muy tranquilo porque irás a Las Vegas con Yamaguchi —se quejó Hinata.
—Es una misión de alto riesgo, no vamos como enamorados —le respondió—. Aunque bien se puede huir y desertar.
— ¿Desertar? —Preguntó Hinata.
—Como el hermano de Tsuki y la hermana de Tanaka —recordó—. Akiteru fue herido con una bala en la columna, lo que lo dejó paralítico, Saeko huyó con él después de tantas promesas que le hicieron para operarlo. El cuartel no los castigó ni nada, era lo menos que podían hacer, además Akiteru recibió esa bala que iba dirigida a Saeko.
— ¿Por eso Tsukishima es tan serio?
—No lo sé, quizás está decepcionado, ante los ojos de Tsuki no fue más que patético el cuidar de Saeko, después de todo, hacemos muchas cosas por amor.
— ¿Cuando partirán a Las Vegas? —Preguntó ignorando el comentario anterior.
—Dentro de una semana, deberías aprovechar este tiempo para estar con tu novio. —El rostro de Hinata se deformó en una mueca de desagrado.
— ¿Cómo dices?
—Creí que lo sabrías, tu amado zorro irá directamente a Paris. —Respondió sin expresión alguna.
—No, no lo sabía —confesó en un susurro.
—No tienes de que preocuparte —lo consoló Kuroo—. Tu novio es un idiota, lo detesto como persona, pero como soldado lo respeto, ha hecho mucho por su ciudad y por sus amigos. Él estará bien.
Eso esperaba él, eso esperaba.
La mañana siguiente llegó demasiado rápido para gusto del pelirrojo, sólo le quedaban pocos días para seguir entrenando antes de ser enviado a la vanguardia. No quedaba tiempo, la guerra se avecinaba y todo lo conocido desaparecería.
Se quedó sentado en el colchón a la espera de tener lucidez suficiente y poder levantarse, su cabeza daba vueltas, su mente parecía nublarse y perderse. Las palmas de sus manos irradiaban luz, parecían envolverse en sus manos como espinas al tallo de una rosa y eventualmente desaparecía esa sensación y se instalaba en su pecho conectando con su cerebro mientras el eco de una promesa hacía estragos en su memoria, memorias que habían sido olvidadas pero se quedaron grabadas en su interior.
—Es una promesa, lo juro por la Luna y el Sol.
El sonido del cuartel lo hizo despabilarse y reaccionar al mundo de afuera, los recuerdos se esfumaron como el humo y dejaron su mente nublada, con la sensación de vacío en el costado de su pecho donde debería estar su corazón.
— ¿Shouyo, has despertado? —Se escuchó la voz de Kenma al otro lado de la puerta.
—Lo hice —respondió suave. El rechinar de la puerta abriéndose llamó su atención, Kenma entró con pasos sigilosos como los de un gato, su mirada estaba apagada pues parecía no haber dormido.
— ¿Estás bien? —Hinata negó con la cabeza, un suspiro suave abandonó sus labios.
— ¿Crees en las reencarnaciones o segundas vidas? —La pregunta extrañó a Kenma, últimamente Shouyo le hacía preguntas extrañas—. He estado soñando, muy en lo profundo de mí creo que ya viví esta historia aunque escrita de distinta forma.
—La gente suele tener sueños extraños —aseguró Kenma—. Pero es solamente eso, sueños, debes volver a la realidad Shouyo.
— ¿Y quién decide cuál es cuál? —Preguntó—. Tengo miedo, Kenma. Los planetas se alinearán en diciembre, el gran eclipse dará inicio.
—No pasará lo que en el mito griego de ese anime que viste.
—Pero si la de Hércules —se burló—. En ambas historias hay algo en común; Hades caminará entre los vivos.
—No existe un Dios Hades, ya no.
—Hades es la muerte, es el Rey del Inframundo, si hay muerte él estará presente en la tierra aunque no lo veamos. —La situación dejó a Kenma pensando, por alguna razón no reconocía al Shouyo frente a si, ni siquiera su corazón sonaba igual.
—Debes entrenar, Atsumu me pidió llevarte con él —esto hizo sonreír a Shouyo, últimamente lo extrañaba mucho más de lo normal—. No creo que quieras hacerlo esperar.
—No, jamás lo haría —murmuró.
Ponerse la ropa de entrenamiento era un trabajo sencillamente laborioso, su mente se hacía a la idea de hacer ejercicio, como si apenas estuviera despertando. Quizás eso le pasaba a los humanos, se levantaban pero eso no significaba que estuvieran despiertos, podían vivir de forma automática sin darse cuenta y perderse en sus pensamientos.
Kenma lo dejó caminar solo hasta los campos de entrenamiento, dijo que tenía algo que hacer e investigar, quizás sólo quería pasar tiempo con Suna, últimamente pasaban mucho tiempo juntos y eso era extraño, más extraño que el cariño que le tenía a Atsumu.
Atsumu era como beber un shot de expreso por las mañanas, como el primer rayo de Sol que atraviesa las cortinas, pero también era estrepitoso como las olas del mar golpeando la costa. Tan lleno de sorpresas y expresiones jubilosas, sin duda alguna era el mejor compañero que pudo tener.
— ¡Shouyo! —Su voz lo llamó y atrajo la atención hacía el helicóptero donde estaba.
— ¿Qué demonios haces? —Preguntó—. Se supone que entrenaríamos.
—No lo haremos —dijo cinismo—. He decidido robar este helicóptero para ir a dar un paseo.
— ¿Sabes pilotar?
—Claro —se jactó orgulloso—. Reprobé el examen de vuelo unas tres veces.
—Quieres decir que no sabes.
—Yo jamás dije eso. —Contestó burlón. La parte racional de Hinata creía que era un idiota que no sabía pilotar, y la otra mitad confiaba en él, le confiaría hasta su vida.
Ambos subieron hasta sus respectivos lugares de abordaje y empezaron a abrocharse los cinturones para después cubrir sus oídos con los audífonos. Shouyo miraba a un Atsumu muy emocionado explicando cómo funcionaba cada cosa, lo cierto es que no entendía nada de lo que explicaba, muy apenas comprensión cómo encenderlo.
Las hélices rompiendo el aire era la señal de que todo funcionaba correctamente, y que Atsumu recordaba como encender el vehículo aéreo. Un momento después el entorno parecía bajar y el cielo parecía más cercano, estaban volando, el viento parecía querer romper las ventanas y el sol brillaba en lo alto mientras avanzaban.
— ¡Extrañaba esta sensación! —Gritó Atsumu.
— ¿Hacía mucho que no volabas? —Preguntó.
—Jamás piloteé uno —dijo con una risa escandalosa.
—Atsumu eres un tonto —exclamó Hinata.
— ¡Y aún así me adoras! —Lo hacía, lo adoraba demasiado. Estar con Atsumu era amarlo y odiarlo al mismo tiempo, era como pasar demasiado tiempo en la arena bajo un día soleado, como encontrar un oasis en el desierto.
No hizo falta más para disfrutar de su compañía, el tiempo no tenía medida cuando se trataba de él, no hacían falta muchas palabras, de alguna manera sentía que encajaba a su lado como si estuviesen destinados a estar juntos.
—Tenemos que entrenar mucho —dijo el rubio de repente—. Si nos envían al frente debemos demostrar de lo que está hecha la humanidad.
—No me enviarán al frente, Atsumu —contó atrayendo la atención del mayor—. Los comandantes dicen que mi poder está incompleto, no lo controlo perfectamente.
—No debes desanimarte. —Su diestra acariciaba los rizos del menor—. Estoy seguro que nos alcanzarás al frente.
—Quisiera ser más fuerte —admitió—. He vivido toda mi vida deseando ser un Polvort, poseer una habilidad que me hiciera sentir bien, escondiendo mis deseos de ayudar a los demás. Ahora lo tengo y me siento un inútil.
—Si te sirve de consuelo, creo que nos has ayudado a todos, Shouyo.
— ¿En qué? —Cuestionó el pelirrojo.
—No sabía que hacer con mi vida hasta coincidimos —dijo Atsumu—. Mi vida era monótona, había días que no me servía ser el mejor. ¿Por qué dar todo de mí si los demás no lo hacen? No es justo. Entonces pudimos conocernos, y no tenías miedo de entregarte a la guerra o a este mundo en que vivimos, porque de alguna manera eso te hace sentir vivo y lo amas. Me conmoviste, Shouyo, y me inspiraste, siento puedo ser mejor persona y que puedo luchar a tu lado. No importa cuánto te tome entrenar y ser el mejor, si de esa forma estarás a mi lado te esperaré el tiempo que sea necesario.
— ¿Estás seguro? —Preguntó con la voz temblorosa.
—Algún día voy a cubrirte las espaldas y pelearemos juntos. Lo prometo.
El pelirrojo sonrió iluminando todo el lugar, en su mente no había más que felicidad, una promesa que cumplir, una promesa que trascendería más allá de lo esperado dejando la sensación de ya haberlo vivido.
—Pelearemos juntos hasta el final. —Susurró una voz en su cabeza, la calidez del sol y la arena volaban como hojas en el viento.
—Te creo, estoy seguro que pelearemos juntos. —Atsumu le devolvió la sonrisa, tan brillante como el mismo sol.
El rubio continuaba explicando el funcionamiento del helicóptero y cada vez se alejaban más del cuartel, por un momento se sintieron los reyes del mundo, un par de almas libres, sin necesidad de pelear. Porque esta era la sociedad donde vivían, donde muchos deseaban volver a lo que era antes en un mundo sin magia, en un mundo sin ciencia, o quizá en un mundo donde la única magia fuese ciencia.
— ¿Qué fue eso? —Una piedra chocó con una de las ventanas y después le siguió otra.
—Parecen ser piedras. —Respondió Atsumu.
— ¿En el cielo? —Cuestionó Hinata encendiendo las alarmas de Tsumu.
— ¡Agáchate! —Una hoja de metal atravesó la nave y golpeando la hélice, las alarmas del helicóptero estallaron en ruido y las luces rojas iluminaban todo.
Un rugido los alarmó todavía más, la bestia de piel blanca araño las paredes y atravesó la cabina.
— ¡¿Qué demonios es eso?! —Gritó Hinata.
—Nave FireFox 33-N9 a cuartel general —llamó Atsumu a través de la radio—. ¡Nave FireFox 33-N9 a cuartel general! ¿Me copian? Estamos siendo atacados por una bestia nunca antes vista, solicitamos apoyo de inmediato.
— ¡Tsumu! —La explosión detonó un dolor de oídos, un zumbido secó como los latidos del corazón inerte en los pacientes fallecidos del hospital. Había humo, tierra, cenizas. Los hilos de sangre caían desde su frente y sus labios.
— ¡¡Él!! ¡¿Dónde está él?! ¿Dónde está mi majestad? —Hinata miró a la bestia hablar, era demasiado grande, de piel blanca y una boca inmensa con dientes afilados, no poseía ojos ni orejas y en sus manos llevaba garras enormes.
Hinata miró al cielo y se percató de la extraña presencia de un muchacho. Llevaba pantalón negro y chaqueta blanca, el cabello negro y ligeramente largo, sus ojos verde azulado parecían llevar una inmensa tristeza desde hace años dentro de si.
—Rika, ven. —La bestia se movió directamente hasta él y evitó que una enorme esfera de fuego lo hiciera arder.
— ¡¿Qué haces?! —Gritó la bestia—. ¡Dañas a Yuta, quieres matarlo!
En un jardín cubierto de fuego, con la ropa hecha jirones y probablemente quemada se levantó Atsumu, su rostro estaba lleno de sangre y tierra al igual que su hombro derecho, su cabello caía por sus ojos pardos y su respiración parecía errática.
—Estás vivo —dijo el muchacho.
—Fue una pésima idea atacarme con fuego —se burló.
—No lo entiendo, eres humano. —Su mano derecha fue hasta la espada que llevaba en su espalda.
—Ya que no lo entiendes te lo voy a explicar. —Una nueva esfera fue lanzada hasta él por segunda vez—. ¡¡El fuego no puede quemarme, porque yo soy el fuego!!
—Patético. —El joven de nombre Yuta absorbió el ataque de Atsumu con la palma de su mano, una minúscula esfera bailó entre sus dedos hasta desaparecer—. No puedes dañarme, porque a diferencia tuya yo soy un Glishkarj, el Glishkarj de la mímica. —El ataque fue devuelto cubierto de llamas moradas, Atsumu lo esquivó como todo un profesional.
Shouyo pudo levantarse con dificultad y lanzó un cañón de luz hacía el Glishkarj, este pudo esquivarlo por suerte. La luz aún no era su fuerte, en realidad nunca lo sería.
— ¡Déjalo en paz! —Gritó el pelirrojo—. Déjalo tranquilo.
—No puedes escapar de lo que eres. —Dijo el de cabellos negros—. Nadie puede hacerlo.
—Tienes razón —habló entrecortado—. Los humanos somos débiles, ¿sabes? Y muy defectuosos, pero también tenemos virtudes, una de ellas es que sabemos admitir derrotas.
Hinata se acercó hasta Atsumu, estaba cansado y muy golpeado por las explosiones, logró sostenerlo con toda su fuerza y lo recargó en sus hombros, era imposible que alguien con su masa muscular llevara al rubio, pero necesitaba desaparecer, irse, ser libres. Su vista periférica encontró una figura, un vestigio de un hombre envuelto en luz de tonos rosas pastel, su presencia imponía respeto y su mirada emanaba calidez.
—Estás durmiendo. —Le habló una voz en su cabeza—. Ya es hora de despertar.
El viento golpeaba y arrasaba con todo a su paso, las nubes de tormenta llegaron, un rayo de esperanza y las ganas de salir de ahí. Hinata pudo elevarse del suelo, sus brazos se aferraban a Atsumu con mucha más fuerza de la que tenía.
—La luz... su velocidad —susurró—. Espero funcione. —Como una plegaria al cielo que fue escuchada por un Dios, su cuerpo parecía moverse entre el espacio y tiempo. Todo avanzaba demasiada rápido, su espalda comenzó a sentirse ligera y el suave sonido del viento romperse llamó su atención.
Sentía unas alas en su espalda.
El sonido que indica cuando el corazón se detuvo es similar al que recibes en la ausencia de ruido, es todo, es nada, es una ilusión de tu propia mente. Su rostro comenzó a ser golpeado de forma suave, sus ojos captaron la luz de una linterna y sus pupilas la siguieron como si la viera por primera vez.
—Está despertando. —Esa era la voz de Ennoshita.
— ¡Gracias al cielo! —El ruego de Sugawara se extendió por la habitación—. Maldito seas Hinata. —Solo el platinado lo maldeciría después de agradecer al cielo por dejarlo vivir.
—Estoy bien... gracias por preguntar —tartamudeo—. Tsumu... ¿dónde está él?
—Descansa en otra habitación, tú preocúpate por ti. —Regañó el platinado—. Nos asustaste, Daichi está molesto.
—No tiene porque —dijo suave.
—Te has fugado con una de los mejores soldados del INKAIT sin permiso, destruyeron un helicóptero y encima, Kita ha venido a molestarnos.
—Pero si es demasiado tranquilo.
—No cuando está molesto y menos si su discusión fue contra Daichi, ese cerebro de pájaro tiene debilidad por él. —Confesó—. Necesitas descansar.
—Comencé a volar —susurró.
—Es imposible.
—Lo es —lo interrumpió—. El viento, comencé a llamarlo, mis manos lo atrajeron y unas alas brotaron de mi espalda.
—Nadie puede manipular más de dos elementos, es imposible.
— ¿Crees que estoy mintiendo? —Preguntó, Suga inhaló hondo.
—Creo que pudiste haberte confundido, no digo que seas mentiroso, pero hallaremos la verdad de esto, sería fantástico poseer dos poderes , ¿no? —Hinata sonrió.
—Sí lo sería —le dio la razón.
—Ahora descansa, debo ver si Daichi sobrevive al llamado de Kita.
—El capitán parece ser buena persona —dijo Hinata. Suga comenzó a reírse.
—Es buena persona, pero nadie puede escapar del hielo de sus sentimientos.
El platinado se levantó y salió fuera de la habitación, saludaba a los trabajadores que iba a encontrando hasta llegar a la oficina de los comandantes donde Daichi y Kita eran reprendidos. Como soldado estaba de acuerdo en que era un infortunio y debían ser más responsables, como amigo estaba riéndose en sus adentros.
Daichi tenía la espalda recta y sus nervios traspasaban sus poros, llevaba mucho tiempo ocultando su amor por el capitán de los zorros y ahora parecía querer expulsarlo y lucirse frente a él, era una lástima que todos sabían el amor que profesaba por el menor de los gemelos, razón por la que estaba molesto. Atsumu era prácticamente su familia y el que saliera dañado de esta forma era una falta de respeto.
—El llamado de auxilio me fue ocultado, ¿por qué? —Preguntó de repente atrayendo su atención.
—Era una situación difícil, no había suficiente tiempo de acudir a ellos. —Se excusó Nekomata.
—Esa una respuesta muy estúpida —declaró el albino.
—No es muy propio de usted hablar de esa forma, capitán. —Siguió insistiendo el anciano—. Los altos mandos no nos dejaron acercarnos, dicen que evitaremos más muertes hasta la misión en París.
—Uno de mis mejores soldados fue herido, además del manipulador de la luz.
—El capitán Kita tiene razón —habló por primera vez el castaño.
—Jamás pensé estarías de acuerdo con él —le dijo Ukai—. Su soldado te ha traído muchos problemas desde que llegó.
—No es culpa suya —declaró—. Todos sus errores son de su soldado, pero eso no acredita que el capitán sea malo en su rango. Al igual mis soldados, como bien saben los cuervos han sido los más inquietos desde su fundación. Y si me lo permiten haré lo necesario para formar un escuadrón digno.
—Ustedes son dignos de muchas cosas, no debes cambiar nada, Sawamura. —Admitió Ukai.
—Quiero ser digno con los que luchan conmigo —habló con voz clara—. Haré lo necesario para evitar más problemas entre el escuadrón dé Inarizaki y el Karasuno. Espero contar con su apoyo, Capitán. —El albino sonrió satisfecho, una pequeña risa brotó de su garganta.
—Tiene todo mi apoyo, Sawamura.
Este... hay alguien aquí con vida??
Primero que nada una disculpa por los años de espera, ya los tenía en ascuas y yo también estaba en ascuas.
Fueron tiempos difíciles, inicie otras fics, estoy a punto de graduarme de la universidad y mi ansiedad no puede esperar s que sea temprano y actualizar en la mañana porque tengo muchas fics que quiero estrenar.
Este capítulo puede sentirse un poco flojo, pero a partir de este momento se viene el drama y es cuando las fics se conectan. Mis lectores de La Corte Noche saben de que hablo. 👀
Si no han leído la fic mencionada les recomiendo que lo hagan y viceversa.
Gracias por la espera y por el apoyo.
Nos vemos en la siguiente actualización. ❤️🫶
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