
-𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟔-
La oscuridad era demasiado reveladora en esa época del año, era extraño porque al irse el invierno llegaba la primavera y con ese equinoccio trajo la llegada de un bebé.
La mujer de cabello castaño teñido y raíces rubias estaba débil, había mandado a llamar a su hermano después de dar a luz a su pequeño hijo. Los doctores que llamó su esposo no habían podido hacer mucho.
—Escúchame Kento. No dejes que nadie dañe a mi Yuuji. —dijo la mujer convaleciente.
—¿Por qué me pides esto? Debes vivir, vas a sanar. Yo sé que vivirás. — susurró.
—Mi vida... se la doy a mi niño. Promételo Kento, cuidarás a mi hijo. No dejes que vengan por él. Aléjalo del hombre de los ojos vendados. —fueron sus últimas palabras.
La última vez que escucho su voz, la última vez que la vio con vida.
—Sabes que ella era lo que más he amado y mi hijo lo es igual. —musitó el adulto de cabellos rosas y ojos marrones.
—Mi hermana no merecía esto —reclamó al hombre—. Mi hermana no tenía porque conocerte.
—Sabes que mi habilidad...
—Lo sé, es poderosa —interrumpió—. ¿Cuanto tiempo tenemos? —preguntó de repente.
—No se presentará en mucho tiempo, quizás nunca. Pero hay algo más... digamos qué hay una fuerza en su interior.
—¿Algo más extraño que tú? —preguntó.
—Y más poderoso, él tendrá el poder de la muerte en sus manos.
Despertó envuelto en una capa de sudor aún con el aire acondicionado prendido, su respiración estaba errada y se sentía pesada. La oleada de recuerdos había empezado a nublar su juicio, juro protegerlo y aún así no había hecho nada. Todo parecía salirse de sus manos.
¿En que estaba pensando su hermana cuando eligió a su esposo?
Definitivamente fue la peor decisión que pudo haber tomado, pero gracias a ello había nacido su sobrino y de eso no se arrepentía. Itadori era especial, era un buen niño, con mucho amor y un espíritu de lucha imparable, quizás debió dejar que fuera un soldado de campo y no un asistente, pero no quería que lo descubrieran, no quería que supieran lo qué hay dentro de él.
—No dejes que nadie se de cuenta.
—Aléjalo del hombre de los ojos vendados.
Su teléfono comenzó a timbrar despertándolo a su de su ensoñación, era un mensaje de texto de un número desconocido con una dirección y una hora en específico. Revisó su reloj para saber cuánto le quedaba para dormir; eran las cuatro con veinte de la madrugada, la hora indicada en la que inician las pesadillas.
Se acercó hasta el balcón y decidió salir, el viento corría frío sobre su piel, agitaba sus cabellos y de cierta manera le ayudaba a enfocar más su vista y eso le permitió ver al hombre sentado con las piernas cruzadas sobre el balcón.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó el hombre rubio. El albino sonrió.
— ¿No puedo venir a verte? —le regresó la pregunta—. Vamos Nanami, somos familia después de todo.
—No compartimos ningún lazo sanguíneo y no me interesa formar parte de tu familia. —respondió a la defensiva.
—Sabes bien que estamos unidos, eso es como un matrimonio. —dijo con altanería—. Sabes, tu hermana no me dejó explicarle, sólo se asustó en cuanto vi a su pequeño.
—Sus motivos debe de tener, no es normal que un adulto se fije en un recién nacido.
—Yo no veía al pequeño como si de un amante se tratase. —se encogió de hombros restándole importancia—. En realidad yo puedo ser muchas cosas para él; un hermano, un amigo, un compañero y solamente cuando él lo quiera podré ser su amante.
—Aléjate de él. —siseó molesto.
—¿Y quién me lo impedirá, tú?
—Su verdadera alma gemela. —el albino trago grueso ente la mención del rubio—. Sabes que no estás destinado a estar con él, al menos no en esta vida.
—No me importa, si no es en esta vida será en la que sigue, pero él será mío. Me pertenece, es mi derecho.
—Y es mi obligación no entregártelo nunca, jamás estarás cerca de él.
—Eso está por verse, Nanami. —el rubio tenía el ceño fruncido, estaba molesto con el albino—. Pero déjame decirte que soy mejor que su verdadera alma gemela. ¿Te contaron lo qué hay dentro de...?
—Cierra la boca, rata blanca. Podrás ser el hombre más poderoso del mundo, pero yo no te respeto y no siento ninguna admiración por ti.
—No es necesario que la tengas, me basta con que sepas una cosa. Amo a tu sobrino, no descansaré hasta que él algún día sea mío.
Un resplandor y el viento frío volvió a agitar los nervios del rubio, se cubrió los ojos con su antebrazo y en cuanto todo se volvió oscuro el albino había desaparecido.
El pelirrojo dormía en los brazos del rubio, le brindaba una sensación de tranquilidad sentirse en los brazos de su amado, habían pasado unos días después del ataque a la escuela por parte de los Glishkarj, pero aún se sentían cansados. Algunos no se habían curado del todo y seguían en revisión, otros ya estaban haciendo más rondas de investigación para evitar posibles ataques.
Hasta ahora no habían conseguido frenar ningún ataque y cada día el número de víctimas aumentaba en consideración, la gente empezaba a tener miedo. Mientras que en la sala de juntas los tres comandantes discutían.
—Esto es precisamente lo que se quiere evitar. —habló el comandante de los búhos—. La gente no debe tener miedo de salir a calle y pensar que alguien puede atacarlos.
—Si ellos se aseguran en sus casas no habrá gente a la que proteger en las calles. —dijo Ukai tranquilamente.
—¿Y qué haremos nosotros, pequeño cuervo? —preguntó Nekomata—. Decir en televisión nacional; "Oh no salgan de casa porque así los Glishkarj no los atacarán." ¿Crees que ellos respetarán a la humanidad? Los Glishkarj no tienen sentimientos, ni sentido de la moral, no harán nada políticamente correcto porque su objetivo es destruir nuestro mundo.
—Tenemos poco tiempo.
—Efectivamente —dijo Nekomata—. Una nueva guerra comenzará y la humanidad estará lista entonces. ¿Entendiste Keishin ?
—Entendí, señor —si bien compartían la misma posición en el ejército era bien sabido que el anciano era como parte de la familia de Ukai.
—¿Estará lista nuestra nueva arma? —preguntó el segundo mayor.
—El presidente ansía verla.
—¿De que arma están hablando? —preguntó el cuervo.
—El manipulador de la luz, él ocupará el lugar del Pequeño Gigante.
—¿Esto es una broma, verdad? Porque es lo más estúpido que he oído. —los mayores lo miraron con una mezcla de lástima y enojo—. Ustedes están enfermos, llevar a un niño al campo de batalla, experimentar con él. ¿Qué clase de monstruos son?
—No fue decisión nuestra, el director del departamento...
—¡Me importa una mierda! —interrumpió Ukai—. Hinata es un niño, tiene sólo dieciocho años.
—Y Tenma tenía menos que él cuando entró a la academia. Sólo seguimos órdenes, Keishin. —el rubio se levantó molesto y abandonó a sala de juntas dejando a los dos hombres con la palabra en la boca. Estaba furioso con el hecho de tener que usar al niño como un conejito de indias, ¿pero que podía hacer él? No tenía el poder suficiente para evitarlo.
Las órdenes de los de arriba eran estúpidas.
—Está bien —dijo Keishin—. Pero seré yo quién se lo diga y se hará sólo si él acepta, no pienso imponerme ante Hinata.
La comida era lo más importante del día, a esa hora de la tarde todos se olvidaban por un momento que eran soldados luchando por la protección de la humanidad y se convertían en lo que no fueron por entrenar; adolescentes.
Kuroo lanzaba comida a Bokuto que no dejaba de atraparlas con su boca siendo regañado por Akaashi. Daichi estaba sentado con Sugawara y Oikawa, estaban riéndose de alguna estupidez que dijo el último. Yuuji estaba corriendo con Yukie detrás, al parecer la chica se había comido el último tazón de arroz y el muchacho intentaba huir con el último plato de carne.
Todos estaban felices.
—Shouyo —la voz del rubio lo trajo de vuelta a su realidad, una realidad que compartía con él—. ¿Cómo te sientes? Esta mañana despertaste sin siquiera avisarme que te irías.
—Lo siento, pero ya estoy mejor, mi garganta no me duele, aunque aun tengo mi voz ronca.
—Tú voz es hermosa aún sí estás enfermo. —El rubio besó la frente y las mejillas sonrojadas del pelirrojo, habían empezado a compartir habitación algunas veces, Yamaguchi se mudó inconscientemente a la de Kuroo por un tiempo, así que ellos aprovecharon para pasar tiempo juntos.
—Necesito entrenar más —admitió el menor.
—¿Estás loco? —Preguntó Atsumu—. Estás recuperándote, Daichi dijo que necesitabas descansar.
—Pero debo entrenar mis habilidades.
—Si te niegas a hacerme caso le diré a Suga. —Eso si que no le gustó al pelirrojo. Era demasiado joven para morir de la mano de Sugawara.
—Está bien, haré caso a lo que sugieres. —Se resignó.
—Gracias. —Ambos siguieron comiendo y disfrutando de la poca paz que les fue dada.
La tarde cayó de forma inmediata, el atardecer se veía de un hermoso color rojo en los nubarrones del cielo. Kenma aprovecho ese momento para ir hasta la biblioteca, necesitaba averiguar más información sobre la condición de Hinata, no era normal que una persona tuviera dos corazones y de repente de vuelta sólo tuviera uno.
Los libros de anatomía no decían mucho, los libros de la ciencia Polvort tampoco, quizás unos libros más avanzados le hacían falta. Parecía un rompecabezas del cuál le faltaban las más importantes.
—Podrías buscar en investigaciones Glishkarj —el rubio levantó la cabeza y observó al de ojos verdes que lo veía desde arriba. Kenma entorno sus ojos molesto e ignoró completamente la sugerencia del castaño.
—Busco la mutación de un Polvort, no me interesa saber más de los Glishkarj. —Admitió.
— ¿Y qué no venimos de lo mismo? —Kenma cerró el libro y dejó que Suna se sentara con él en el rincón del suelo—. Nuestras habilidades son provenientes de la Fuente, mismo lugar del que vienen ellos, creas o no, estamos conectados.
—Debo admitir que es una buena hipótesis.
— ¿Verdad? —Preguntó con burla.
—Pero eso no me responderá mis dudas sobre las habilidades de Shouyo. —Suna suspiró cansado de oír a Kenma lamentarse, cuando se obsesionaba con algo era muy difícil que olvidara las cosas.
—Volvamos a la casa de ese sujeto, debe tener más libros en su biblioteca. —Un fugaz recuerdo llegó a su mente como un balde de agua fría haciendo que su piel se enchinara como si la más helada brisa lo tocara.
—¿Se refiere al Choque de Reyes?— todos voltearon a ver a Itadori.
—¿Conoces la historia?— preguntó el comandante de los búhos.
—Algo así. Mi abuelo me contó una versión hallada en un libro que tenía en posesión.
—Itadori —murmuró Kenma, Suna frunció el ceño al escuchar el nombre del chico cabellos de cerezo—. Él puede saber más sobre esto.
—Bien, entonces vayamos con él. —Kenma se levantó rápidamente siendo seguido por Suna que lo hacía con flojera pues finalmente se había acomodado—. Una cosa más, debo pedirte de favor que llames a tu amigo Koko. —El castaño elevó una ceja y sonrió de lado.
—Me deberás algo más que tan sólo dinero, ¿sabes? —Preguntó burlón.
—No me interesa, te pagaré lo que sea porque odio tener deudas.
(...)
La habitación de Itadori estaba un poco alejada de las demás y no la compartía con nadie. Últimamente el cuartel se veía menos alegre sin la compañía del joven, había decidido encerrarse en su habitación por unos días y en ocasiones parecía ser otra persona.
Kenma tocó la puerta y espero respuesta desde el otro lado, minutos después la puerta se abrió y mostró a un Itadori sonriente, el rubio sabía que era falsa, su máscara comenzaba a caerse.
—Kenma, es bueno verte —saludó el joven.
—Hola, Itadori —Kenma pidió permiso para entrar silenciosamente al cuarto y el dueño se lo otorgó. El castaño de ojos verdes entró después de él causando impacto en el menor—. Necesitamos hablar contigo.
— ¿Sobre que? —Preguntó.
— ¿Qué son estos dibujos? —Le preguntó Suna. Las hojas de papel desperdigados en el suelo llamaron la atención del castaño, en todos los dibujos parecía verse a la misma persona sin rostro.
—Nada que te interese —contestó tajante.
—No hemos venido por eso, Suna —replicó Kenma—. Nos interesa saber sobre el Choque de Reyes y la historia qué hay detrás.
—Claro, ¿qué quieren saber?
— ¿Quienes eran los que pelearon? —Preguntó Suna.
—No tengo la menor idea —respondió Itadori—. En el libro no vienen nombres o especificaciones. Pueden llevárselo si quieren.
—Eso sería de gran ayuda, gracias —dijo el rubio con un atisbo de emoción.
—De nada —sonrió el muchacho de cabello cereza.
—Suna, espérame fuera —pidió el rubio y el castaño obedeció en silencio—. ¿Ahora vas a decirme la verdad?
—No estoy mintiendo.
—Tu rostro está calmado pero tu corazón no, no soy tan comprensivo, pero se escuchar a mis amigos y tú eres uno de ellos —confesó el rubio haciendo suspirar derrotado a Itadori—. ¿Qué te está pasando?
—Tengo pesadillas —susurró—. Todos los días, es el mismo sueño; estoy en medio de un campo de flores, hay alguien esperándome allí, no puedo ver su rostro y no puedo ver el reflejo del mío, pero se que es distinto porque se siente distinto.
El muchacho estaba llorando, sus lágrimas resbalaban por sus mejillas y se sentía débil, con ganas de morir y no seguir, sus ojeras eran demasiado grandes y parecía llevar una carga sobre sus hombros.
—Tienes que mantener la calma —habló Kenma en voz baja—. Hablaré con Takeda, quizás pueda ayudarte a sobreponerte.
—No quiero... no quiero sentir este vacío... no sé quién es esa persona... pero estoy seguro que es importante, me levanto extrañándolo. —Kenma suspiró, su amigo parecía perder la cabeza cada que soñaba con ese hombre, hasta lo dibujaba.
Salió de la habitación y se alejó con Suna a su lado hasta llegar a la habitación del rubio, se dejaron caer en el colchón con un montón de libros y apuntes que procesar.
— ¿Así que el Choque de Reyes? —Preguntó Suna—. Que nombre más rebuscado.
—Itadori dijo que se le dio el nombre por la guerra entre los más fuertes, quiero creer que se refería a los fundadores. —Kenma abrió el libro y lo hojeó hasta una página que le llamara la atención, estaba algo gastado pero seguía manteniendo todas sus hojas.
«El cielo se cubrió de nubes violetas y el agua de la lluvia se transformó en sangre, ambos yacían heridos mientras flotaban en el aire.
No había esperanza, uno de los dos moriría. Parecían tener la misma complexión robusta, midiendo casi dos metros de altura, sólo había una diferencia entre los grandes reyes; seis ojos y cuatro brazos.
La humanidad estaría en caos si los Glishkarj no dejaban de pelear, la tierra perecería y por amor a lo más sagrado, la vida misma se extinguiría.
—Ríndete —musitó el dueño de los seis ojos—. No puedes vencerme, soy el más fuerte de los dos. —El hombre de cuatro brazos rompió en una limpia carcajada que hizo retumbar los cielos trayendo como consecuencia lo que conocemos como trueno.
—Eres tan gracioso —dijo entre jadeos—. Pero yo jamás me rendiré.
—Mírate cómo estás, no sobrevivirás.
—Ya lo sé... —susurró y una sonrisa pululó en sus labios ensangrentados—. Escúchame bien, mocoso, recuerda mis palabras... en diez generaciones cuando los planetas se alineen, dos Reyes como nosotros se levantarán, y la guerra bajo el mismo cielo comenzará, no dejaremos de pelear hasta el fin del mundo presenciar. —El hombre de seis ojos aniquiló el último dedo del contrario, con ese había arrancado los veinte.
—Fue un honor pelear contigo... »
El nombre del Rey asesinado estaba borrado, la tinta parecía haber sido raspada con una moneda. Kenma no recordaba ninguna apariencia física de los fundadores, ninguno se asemejaba a los de la historia, pero había encontrado una respuesta.
— ¿Entonces que haremos? —Le preguntó Suna.
—Evitaremos que esos dos Reyes despierten. —Sentenció el rubio.
*Redoble de tambores*
Hola ya llegué, llevo mucho escribiendo esto porque se me borraba, la aplicación en odia.
Muchas gracias por su paciencia, este es el último capítulo antes de mi hiatus, como saben la universidad requiere toda mi atención, pero no podía no publicar esta parte.
Accidentalmente a propósito deje pequeños spoilers para más adelante, pero hay que buscarlos bien. 👀
Gracias por leer y nos vemos hasta la siguiente actualización.
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