-𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟎-
La habitación que compartían —a pesar de ser de diferente escuadrón— no era tan distinta a la casa con la que alguna vez soñó con vivir junto a su amado. El platinado descansaba en el pecho desnudo del castaño, ambos estaban envueltos en las sábanas marrón y beige e intentaban descansar.
Para Sugawara su pareja era lo más importante en su vida, no importaba que tan rebuscada e inmadura fueran sus ideas, él lo amaba con toda su alma. Acarició el anillo que colgaba en la cadena junto a su cuello, ansiaba la hora de convertirse en su esposo para vivir juntos, lejos de la guerra, lejos de los Glishkarj. Lejos de aquellos que no los aceptaban.
El castaño se removió entre las cobijas y bostezó, el sueño comenzaba a irse de su cuerpo.
—¿Desde cuando estás despierto?— le preguntó con voz adormilada.
—Desde hace cinco minutos.— respondió sonriendo. El castaño tomó su rostro entre sus manos y besó sus labios—. Debemos ir a entrenar.
—Que se jodan los entrenamientos, tú y yo ya sufrimos por eso.— Oikawa como cada mañana había decidido que lo mejor sería seguir durmiendo, pero se quedó mirando a su pareja. Su cabello plateado estaba muy despeinado, sus mejillas se encontraban sonrojadas y sus ojos se veían resplandecientes con la poca luz que entraba por las ventanas, su piel era tan blanca que no había ninguna imperfección o cicatriz. Le recordaba a los cisnes.
—¿Por qué me miras tanto?— preguntó.
—Por todo y por nada.— el chico del lunar sonrió—. Eres lo mejor que me ha pasado durante los últimos años, Koushi. Juro por Dios que soy un pecador en una iglesia quemándome por ti.
—Tooru.
—Déjame terminar.— le interrumpió—. No sé qué haría si te pierdo, no lo soportaría. No soy tan fuerte.
—Eso es mentira.— su voz sonó más seria de lo normal—. Eres la persona más fuerte que he conocido, también eres el más noble. Eres el amor de mi vida Tooru Oikawa, nada va a cambiar eso.
—Mi amor.— susurró el castaño—. Ven acá.— Oikawa tiró de los brazos del platinado hasta atraparlo entre los suyos y tenerlo debajo de él al momento de rodar.
—Te amo.— susurró cerca de sus labios—. Tú también eres lo mejor que me ha pasado, después de Saturno, claro está.
—Siempre después de Saturno.— ambos se fundieron en un beso ansiado por ambos, sus cuerpos estaban hechos el uno para el otro. No había duda de que nacieron para estar juntos.
—¡Oikawa! ¡Mierda, ya levántate!— gritó alguien al otro lado de la puerta.
—¿Ese fue Kuroo?— le preguntó Suga al castaño.
—¡Deja de fastidiar Kuroo- chan!— gritó molesto.
—¡Ding dong!— el azabache entró por la puerta de la habitación con la burla escrita en su rostro—. Que hermoso interrumpir un momento de pareja.
—¿Y Yamaguchi pensará lo mismo?— preguntó el platinado. El rostro de Kuroo palideció—. Podría llamarlo justo ahora.— dijo mientras sostenía su celular.
—¡Ni se te ocurra!— Kuroo intento arrebatárselo y entonces Oikawa comenzó a lanzarle las almohadas que tenía.
—Ni se te ocurra ver a mi Koushi en el estado en el que se encuentra.— le gritó molesto y con el rostro rojo.
—Tienen cinco minutos a partir de ahora.— Kuroo cerró la puerta de un portazo y abandonó la habitación de los próximos a casarse.
Vaya comienzo del día.
Al mismo tiempo en el que Kuroo irrumpía en habitación del cuervo y el gato, dos cuervos dormían juntos en la misma cama; un rubio de metro noventa y un castaño mucho más bajo que él.
Tsukishima se removió en las sábanas y al girar se encontró con Nishinoya, nuevamente se había pasado a su cama. Nuevamente había irrumpido en su habitación. Entre bufidos el rubio talló sus ojos y cuando estuvo bien despierto sacudió el cuerpo del chico que le llevaba dos años.
—Nishinoya.— el mayor se quejaba entre sueños por tener que levantarse—. Vamos levántese.
—Tsukishima...— balbuceó con voz rasposa—. ¿Ya amaneció?— preguntó.
—Si, es hora de levantarse.— era extraño, Nishinoya siempre se levantaba con el sol, de hecho era él quién lo despertaba. Siempre se quejaba del por qué lo hacía, lo cierto es que todas las mañanas esperaba que fuera el castaño quién lo despertara—. ¿Podría salir de mi cama, por favor?
—No.— le dijo aferrándose a la almohada—. Tiene tu aroma impregnado.— mierda.
—Ah si.— respondió con burla—. ¿Y se puede saber que aroma ese?
—A Tsukki.— susurró para volver a ocultarse entre las sábanas, gracias a Dios no pudo ver el sonrojo en las mejillas del rubio.
—Patético.— dijo entre dientes.
—Oye Tsukki.— habló esta vez más despierto—. ¿Tanto te molesta mi presencia?— le preguntó con miedo a saber la respuesta, pero no podía quedarse con la duda.
—En primera, no me llames Tsukki, detesto que me llamen así.— pidió con irritación ante el apodo—. Y en segunda, me es indiferente tu presencia.
«Así que le da lo mismo.» pensó el castaño.
—Entiendo, no es la gran cosa.— mencionó bajito y se seguía aferrando a las cobijas como si de un fuerte se tratase.
«Por favor no pienses que no es la gran cosa, porque si es la gran cosa.» pensó el rubio.
—Tenemos cosas que hacer.— intentó romper la tensión del momento sin éxito alguno.
—Si. Tienes razón.— sus palabras decían que debía ponerse a trabajar y que no le dolía la respuesta, pero sus acciones delataban lo contrario. ¿Dónde estaba el Nishinoya fuerte cuando lo necesitaba? Quizás se había perdido en la nostalgia del miedo, porque si... de niño le asustaban muchas cosas y algunos de esos miedos los llevaba presentes en la actualidad.
—¿Por qué no puedo llamarte por un apodo?— preguntó sin saber porque.
—Porque lo detesto.— respondió secamente mientras alguien irrumpía en la habitación.
—Oye Tsukki, ¿Nishinoya está...?— el castaño salió de entre las cobijas y observó al de cabellos verdosos que entraba con su celular en mano—. ¡Perdón Tsukki!
—¿Qué haces aquí, Yamaguchi?— preguntó el rubio.
«Ah ya entiendo. No es el apodo es la persona.» pensó para sus adentros.
—Perdón.— seguía disculpándose el menor—. En realidad buscaba a Nishinoya.
—¿Por qué?— preguntó el mayor.
—Asahi me pidió traerte tu celular, mencionó algo de un mensaje.— dijo avergonzado. El castaño tomó su celular y vio que tenía un buzón de voz. Lo reprodujo y no se molesto en ver el contacto, ni que los demás escucharan porque había puesto el altavoz al estar aún con sueño.
—Nishinoya, hola. Es un placer hablarte. No sé si me recuerdes; soy Hirugami, nos conocimos en Washington en la fiesta de aniversario.— ¡claro que lo recordaba!—. Me preguntaba si tienes libre este fin de semana, me gustaría volver a verte y si quieres puedo enseñarte a perfeccionar tus técnicas de combate. Quizás después tomar un café... am...— estaba nervioso, sus balbuceos eran prueba de ello hasta que habló—, en fin llámame si te gustaría salir conmigo. Nos vemos.— la cara de nervios de Yamaguchi y la inexpresiva de Tsukki eran señales de que escucharon cada palabra dicha por el miembro de las gaviotas.
—Me voy. Gracias por traerme mi celular.— le dijo al más alto.
—No hay de que.— Noya se levantó de la cama y por fin salió de la habitación—. ¿Y bien no dirás nada?
—¿Qué se supone que debo de decir?— preguntó el rubio frunciendo el ceño.
—¿No es extraño que alguien más llame a tu novio y le pida salir?— novios. Parecía una palabra pequeña pero con un significado mucho mayor; como las etiquetas que Noya colocaba a los trastes de los cereales porque le gustaba comprar a granel, como uno de los extraños nombres que le quería colocar al relámpago que esperaba lograr. Como las insignificantes cosas que lo convertían en Noya y que él se sabía de memoria.
—No somos novios.— le dijo molesto—. Jamás lo seremos.
—Puedes engañarte a ti mismo, pero no me engañas a mí.— Yamaguchi tenía una mirada seria, como una de las pocas veces que había visto antes—. Estás enamorado de Nishinoya.
—Los cerdos volarán antes de enamorarme de esa bestia.— Yamaguchi comenzó a reírse por lo que dijo su mejor amigo.
—Espero estar en primera fila cuando eso suceda.— Tsukki entornó los ojos molesto.
—Ya vete, debo vestirme.— el más alto comenzó a empujarlo hacia la puerta para poder arreglarse a gusto.
—Lo siento Tsukki.— dijo Yamaguchi con burla. Una vez con su amigo afuera se dejó caer en la cama donde anteriormente estaba acostado el más bajo y pudo comprobar que el mayor se equivocaba, la cama no olía a Tsukki, olía a Nishinoya.
Las cosas parecían mejorar para Osamu, todo estaba bien en su vida desde que se dieron el perdón Tadashi y él. Sin embargo había gente que le debía disculpas por romper su relación; sus padres.
A decir verdad él si amaba a sus progenitores, eran malas personas pero no fueron malos padres; al menos no cuando eran niños.
—¿A quién quieres engañar?— se preguntó a sí mismo. ¡Si eran malos padres! Parte de su infancia se vio arruinada por tratar de cumplir sus exigencias y verse perfectamente similar a la familia que ellos querían, aquella que sonreía para las fotos y aparecía en las revistas de moda y sociedad.
Tadashi fue el respiro que necesitaba en ese mar de tragedias que era su vida, y lo estaba arrastrando a él. Jamás se perdonaría el permitir que lo arrastrara la corriente Kambe. Dejó que fuera parte de los juegos sucios de su padre; un hombre que es asquerosamente rico pero es un pobre diablo si comparas su fortuna con la de los Yamaguchi; ellos tenían todo; poder, riquezas... amor.
Fue una suerte ser parte de esa familia aunque fuera por poco tiempo, ahora quién ocupaba su lugar era el moreno de cabello despeinado y extraño. Jodido Kuroo.
Su teléfono lo sacó del trance y maraña de pensamientos que había formado su cabeza, y ahora se le añadía uno más estresante.
—Diga.— ordenó a la persona que lo buscaba.
—Al fin contestas copia barata.— como odiaba ese despectivo apodo.
—Si soy una copia barata, ¿qué haces acostándote conmigo y no con mi hermano?— sabía que a Sakusa le molestaba el mencionar a su gemelo así que no dudó en usarlo en su contra.
—Fue sólo una simple broma, Osamu. No te pongas pesado.
—¿Para que me llamas?— preguntó molesto.
—Quiero que nos veamos.
—Nos vimos en la fiesta, eso es suficiente.— dijo con irritación.
—Estuviste toda la fiesta con tu ex.— así que Sakusa los vio, que raro que estuviera pendiente de Tadashi.
—No sabía que me espiabas, Kiyomi.— se burló de él.
—Sabes que Tadashi está con el idiota del Nekoma, evito que te metan en líos.
—Gracias por mencionar a Kuroo, acabo de recordar algo.
—¡Basta de buscarlos, Osamu!— le gritó—. No ves que sólo te haces daño.
—¡El mismo daño que lo hice sentir me lo estás haciendo tú! A veces pienso que eres la forma de pagar mi karma.
—¿De que mierda hablas?— preguntó molesto.
—Dime, Kiyoomi. ¿Tus padres saben que te gustan los hombres?— Sakusa se quedó callado al otro lado de la línea—. Sabes entre tú y yo no hay nada seguro y es más ni siquiera estamos enamorados, sólo nos acostamos. ¡Pero me frustra que quieras celarme como una pareja cuando no somos nada!
»Sakusa... si quieres que seamos algo sólo dilo, podemos hablarlo, podemos resolverlo. Ya perdí a alguien por esconderlo, no quiero perder a alguien más y no quiero que conozcas el sentimiento ya viví yo.
—Estás loco, ¿por qué dices esto? Tú no quieres nada conmigo.— susurró al saber ya la respuesta, Osamu no lo amaba, sólo amaba lo mucho que él lo amaba. Amaba no sentirse solo. Y lo peor es que Sakusa amaba hacerlo no sentirse solo.
—Kiyoomi...
—¡Estás loco! ¿Vienes a pedirme un lugar cuando ni siquiera me das uno en tu vida? Sólo soy el chico con el que te sacias por las noches porque el hombre que amas está con alguien más. No es mi culpa tus errores del pasado, tampoco son tuyos los míos.
—Sakusa...
—Cállate. Eres un idiota.— y entonces le colgó. Osamu gritó con rabia tras haber discutido con Sakusa. ¿Por qué siempre que su vida se acomodaba de un lado se desacomodaba de otro?
—¿Problemas con tu relación?— giró tras su espalda y vio de pie a su capitán. No llevaba uniforme; sólo un jumpsuit gris azulado.
—Creo que el no tener una relación es exactamente el problema.— Kita sonrió con disimulo.
—Eso no es un problema, es una decisión.
—¿A qué te refieres?— preguntó Osamu.
—El permanecer soltero o en pareja siempre es una decisión de nosotros mismos, hay veces que es involuntaria pero es en base a las decisiones que tomamos anteriormente.— Osamu frunció el ceño—. Perdón si te uso de ejemplo; pero tu relación con Yamaguchi falló porque decidiste ocultarlo de tus padres y decidiste rendirte. ¿Tengo o no razón?
—La tienes.— que molesta era la realidad, y más molesto que Kita hiciera vérselo.
—El problema con Sakusa es que espera que tomes una decisión para él tomar la suya, y el problema mayor es que espera que tomes la misma que él.— Osamu suspiró—. Dime la verdad ¿lo amas en realidad?
—Yo... no lo sé, me gusta estar con él, me gusta mucho cuando estamos juntos siendo nosotros mismos, pero...
—No toleras la idea de estar separados.— interrumpió Kita—. Porque al estar separados se ponen unas máscaras y la verdad es que no sabes cuál es la verdadera.
—¿Qué quieres decir?
—¿Sakusa es sincero contigo? Quiero decir, ¿actúa de la misma manera contigo a como es con los demás?
—Nunca lo había pensado.— se llevó una mano hasta su mentón pensando, recordando.
—Tienes que ser más sincero contigo mismo, o tus decisiones terminarán por llevarte al mismo lugar.— Kita lucía tan brillante e inteligente al momento de hablar de temas de amor, cuando en realidad jamás había tenido una pareja. Muchos en el departamento ni siquiera lo consideraban asexual, lo consideraban un simple robot. Osamu no lo veía de esa manera—. Debo irme, el departamento me espera.
—Gracias.— susurró. Kita le sonrió con calidez.
—Siempre es un placer ayudarte.
Para Akaashi la mejor parte del día era poder desayunar con Bokuto a su lado, se veía contento a pesar de todo lo que había ocurrido, ninguno de los dos salió herido de gravedad pero emocionalmente estaban muy lastimados.
El mayor miedo del otro era perder a su amado, eran de las pocas parejas que eran felices de verdad, sin un pasado trágico, sin gente que deuce ser familia pululando a su alrededor y listos para disparar su veneno. Ambos tenían suerte.
—Oye, Akaashi.— lo llamó el de ojos dorados.
—Dime, Bokuto.— respondió para después llevar un bocado de su desayuno.
—Te amo.— nuevamente había logrado causar un sonrojo en las mejillas del menor.
—Y yo te amo a ti, Bokuto.— le respondió uniendo sus manos.
—Siempre estaremos juntos, ¿verdad?
—En todas las realidades.— habló claramente—. Siempre estaremos juntos.
—A veces siento lástima por los que no se atreven a amar.— Akaashi frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?— preguntó.
—Estoy preocupado por Tsukki. Se que no es necesario tener pareja, menos cuando estas en riesgo de morir siempre, pero... ¿No es hermoso cuando alguien te toma de la mano y te dice que todo estará bien?— los ojos de Bokuto mostraban una genuina tristeza y preocupación. Akaashi rara vez veía esa expresión.
—Lo es, es muy hermoso tener alguien contigo.— Bokuto sonrió—. Pero también es doloroso, si alguno de los dos llegase a morir lo haría el otro también, estaría muerto en vida, y eso es algo que no deseo vivir ni que nadie lo viva.
—Nishinoya está enamorado de él.
—¿Y quién dice que Tsukishima no lo está?— Bokuto frunció el ceño ante la pregunta—. Quizás la mayor prueba de amor entre los dos es esa, no dejarle una tristeza mayor si es que alguno muere.
—Amor, si alguno de nosotros llegase a morir, pienso que después de toda la tristeza nos quedaríamos con los buenos recuerdos.— Akaashi sonrió. Si Bokuto siempre pensaría las cosas de manera positiva, pensar demasiado era su trabajo—. No veo por que nadie quiere pensarlo así.
—Nadie es como nosotros, Bokuto- san.— eso si que hizo reír a Bokuto, definitivamente nadie era como ellos, nadie llegaría a parecerse a ellos.
Hinata y el gemelo Miya habían salido a recoger los informes del atentado en la fiesta anterior. Les habían prestado una camioneta del cuartel, así que Hinata iba en el asiento del copiloto con un litro de nieve en las manos, Atsumu iba manejando y al mismo tiempo comía cada vez que Shouyo le acercaba la cuchara.
Era de sabor napolitano porque no podían ponerse de acuerdo si comer chocolate o vainilla, nada mejor que comprar uno que incluyera ambos sabores.
—Shouyo, dame un poco más y que incluya chocolate, por favor.— pidió el conductor.
—Ya no hay.— le respondió el pelirrojo limpiándose las mejillas.
—¿Cómo qué se acabó?— preguntó con un puchero—. Compramos un litro.
—Bueno pues se acabó.— alzó sus hombros restándole importancia y siguió comiendo los restos de fresa y vainilla hasta acabarse el bote—. ¿Y a donde iremos, Atsumu?
—¿Aceptaste venir conmigo sin saber nuestro destino?— preguntó burlón. Hinata se sonrojó y asintió—. ¿Y si te digo que vamos a nuestra muerte?
—Eso es imposible.
—¿Por qué?— preguntó.
—Jamás moriremos mientras estemos juntos, nos protegeremos el uno al otro.
—¿Podrían dejar de ser tan cursis?— la voz de Kenma en los asientos traseros rompió el ambiente. Había olvidado que los superiores le pidieron al rubio que fuera con ellos, creían que se meterían en problemas.
—Perdón Kenma.— susurró Hinata y Atsumu se carcajeó.
—Ya casi llegamos, Kenma. No seas impaciente.
—No lo soy, pero ustedes me dan azúcar.— contestó mirando su celular.
Minutos más tarde se encontraban estacionando la camioneta dentro de los terrenos de uno de los cuarteles de la segunda división; Aoba Johsai. Sus edificios eran de un blanco impoluto, no parecía haber ni rastro de polvo y aunque sus uniformes ahora eran grises antes eran de un blanco y azul turquesa.
—Este lugar es impresionante.— habló Hinata.
—No tanto como el nuestro.— respondió Kenma—. Pero son los segundos mejores, están a la par con Shiratorizawa.
—Ushijima hace un gran trabajo con su escuadrón.— mencionó Atsumu.
—Candidato para pertenecer al escuadrón dorado, aquellos que protegen el presidente y residen en la Casa Blanca.— dijo Kenma seriamente.
—Impresionante.— habló Hinata con emoción palatable en sus ojos.
Los tres de uniforme negro entraron al edificio principal, la estructura era impresionante; de tres pisos, balcones y ventanas por doquier. Todo decorado de azul, blanco y gris. Era perfecto.
—Bienvenidos sean.— en el recibidor estaba un muchacho de la edad de Atsumu y Kenma. Tenía el cabello castaño claro al igual que sus ojos, era más alto que Hinata y tenía una piel blanca—. Soy Shigeru Yahaba, capitán del escuadrón.
—Somos representantes del KAFUNE y él es del Inarizaki.— Kenma señaló al rubio—. Venimos por los expedienté del incidente del aniversario.
—Por supuesto, los estábamos esperando.— habló como si de un guion se tratase—. Vengan conmigo.
Los tres chicos siguieron al capitán hasta una de las oficinas que se mantenían bien ocultas. En medio del pasillo había un muro lleno de fotos y medallas de las épocas de antaño, a Hinata le parecía fascinante ver todas esas fotos de aspecto antiguo; eran a color pero mantenían una especie de película amarillenta que les daba ese aire de antigüedad y por supuesto, el sentimiento de que fue hace mucho tiempo.
Al frente del muro estaba la puerta a la oficina de Yahaba, donde estaba un chico de cabello rubio extremadamente corto y líneas negras a los costados de su cabeza. Tenía cara de mal genio.
—Gracias.— habló el castaño claro en cuanto el rubio le entregó el sobre con el informe—. Esto es todo lo que se pudo recuperar y toda la información referente a las cercanías de la Casa Blanca.
—Será de mucha ayuda, gracias.— contestó Kenma. Yahaba enfocó su vista en un Hinata que admiraba las fotos del muro. El pelirrojo veía con suma atención una foto donde se veían cuatro hombres en sus veintenas, no parecían viejos pero si mayores a él.
—Veo que llamó tu atención El muro de la victoria.— dijo el castaño acercándose al pelirrojo.
—¿Quienes son ellos?— preguntó al ver la foto.
—Nuestros antiguos superiores. La generación de Milagros: Issei Matsukawa, Takahiro Hanamaki y Hajime Iwaizumi.— dijo orgulloso.
—¿De cuando es la foto?
—Es de hace treinta años, más o menos. Esa generación combatió en la Guerra Glishkarj, trajeron muchas victorias para la humanidad.
—Impresionante.— murmuró Hinata.
—Si que lo eran.— suspiró el castaño.
—¿Quién es el cuarto y por qué no se ve su rostro?— Atsumu notó antes de preguntar que a lado del peli- negro se veía una figura del cuarto elemento del grupo, pero a diferencia de los demás su rostro —o la parte donde debía estar su rostro— estaba dañado.
—No hay necesidad de saber de su existencia.— contestó seriamente.
—¿Por qué?— preguntó Hinata con el ceño fruncido.
—Existen muchos rumores; unos dicen que cometió traición, otros dicen que desertó y se rindió, pero todos llevan a lo mismo. Perdió la cabeza por amor.
—Es una historia demasiado triste.— a los ojos de Hinata, el amor no parecía ser razonable que el mundo te olvidará. Para Hinata el amor era la prueba que más huellas dejaba al momento de escribir una gran historia, pues muchas cosas se hacían en el nombre de este.
—Ciertamente lo es.— mencionó Yahaba—. Pero eso ya no importa, todos ellos están muertos.
—Shouyo.— interrumpió Kenma la conversación entre el pelirrojo y el castaño—. Debemos irnos.
—Claro.— asintió el más bajo—. Un placer conocerlo capitán, gracias por responder a mis dudas.
—Gracias a ti por preguntar.
Los tres miembros de la primera división abandonaron el lugar y se fueron directo a casa. Por alguna razón conocer la historia del Aoba los había dejado con mal sabor de boca, en especial a Hinata le había dejado muchas dudas.
¿Quién era el cuarto elemento de la Generación de Milagros? Y ¿Qué había hecho para ser removido de la historia?
Y buenos días tengan todos ustedes. El capítulo de hoy me gustaría llamarlo "la calma antes de la tormenta." Quise narrar un poco de las parejas o próximas parejas que puedan llegar a formarse, como pueden ver todas son distintas tanto en forma de expresarse y en cómo llevan su relación.
También inicié a escarbar en los asuntos del Aoba, era hora de mostrar a mis niños. 🥰
Muchas gracias por leer y nos vemos en unos días.
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