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-𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟗-

El compás del viento causaba sensaciones extrañas en la piel del hombre en medio del campo, sus pies sentían las cosquillas causadas por el césped en sus plantas descubiertas. Todo en ese lugar se sentía maravilloso, se sentía en paz, como si estuviera en su hogar.

—Al fin llegas.— frente a él estaba un hombre de largo cabello negro con la mitad de este recogido—. Estuve esperándote por mucho tiempo.

Pudo jurar que su pecho sintió calidez al ver abrirse los ojos que se mantenían cerrados, eran oscuros y de aspecto rasgados. Le recordaban a unas almendras por su forma.

—¿Por qué tardaste tanto?— le preguntó.

—No lo sé.— el peli negro sonrió.

—No importa. Ahora ven conmigo.— le extendió su mano y cuando la tomó vio que en su muñeca se veían marcas negras como si de un tatuaje se tratasen.

Ambos se dejaron caer sobre el pasto y después observaron su reflejo en el lago cristalino, fue entonces que pudo verse al fin. Su rostro estaba cubierto por unas extrañas marcas negras, poseía cuatro ojos de un extraño color carmín al igual que su cabello rojo como la sangre.

—Sigues siendo igual de hermoso, eres tan bello...

—¡Itadori! ¡Itadori!— una voz que se hizo presente en las lejanías no lo dejaron escuchar.

—Ja, parece que nos interrumpen.— se quejó el de cabello negro en sus sueños—. Nos volveremos a encontrar, en esta vida o en mil más.

—¡Yuuji!

—¡¿QUÉ MIERDA?!— gritó en cuanto se levantó, estaba en una camilla con su torso vendado y un montón de cables conectados a él.

—Yuuji, ¿por qué estás llorando?— preguntó Hinata. El peli rosa se llevó las yemas de sus dedos hasta sus mejillas y éstas estaban húmedas.

—No lo sé— susurró—. Siento como si de repente me faltara algo, como si tuviera que buscar a alguien.

—Yuuji.— susurró Hinata y después lo abrazó, el chico del Nekoma siguió llorando con más fuerza en el hombro del pelirrojo—. Tranquilo, todo estará bien.

—No tengo idea. Shouyo, siento como si todos estos años estuviera viviendo sin saber que tengo un corazón, y ahora me lo han devuelto.— Hinata frunció el ceño y siguió acariciando los cabellos del contrario en busca de reconfortarlo—. ¿Tú crees que ya perdí la cabeza?

—Me temo que si.— susurró Hinata y Yuuji comenzó a hacer un puchero con sus labios—. Te volviste loco, demente, chiflado. Pero te diré un secreto las mejores personas lo están.— ambos comenzaron a reírse por lo que dijo el pelirrojo.

—¿De donde sacaste eso?— preguntó Itadori.

—Mi madre siempre me lo decía.— la voz de Hinata se volvió nostálgica—. Nunca pude ver películas o leer cosas sobre la vida actual, entonces veía cosas viejas. Esta frase es de Alicia en el país de las maravillas. Ella viajaba a un mundo extraño donde había una oruga que fumaba y un conejo que hablaba.

—¿Los conejos hablan?

—En el país de las maravillas si.— nuevamente ambos volvieron a sonreír.

—Hinata, ¿hablas japonés verdad?— le preguntó el peli rosa.

—Perfectamente, ¿por qué?— le dijo el pelirrojo.

—Quiero ayuda para traducir una canción.— Hinata asintió—. Mi abuelo solía cantármela, decía que mi madre insistió en que la supiera.

—¿Podrías cantármela?— le pidió. Itadori asintió y comenzó a entonar.

Chichi wa iwareta ayakashi no te wa mamori no te.
Haha wa iwareta hito no te aru wa hagukumi no tame.— Hinata debía admitir que Yuuji tenía una voz linda, suave al oído, pudo haberse quedado dormido de no ser porque le pidió de favor que tradujera.

Mi padre me ha dicho que la mano del youkai es la mano que protege.
Mi madre me ha dicho que la mano del ser humano es la que consolida.— tradujo para él—. Es hermosa, ¿dónde la aprendió ella?

—No tengo la menor idea.— dijo Yuuji tranquilamente—. La verdad es que es más larga, pero me duele un poco la cabeza.

—No tienes que preocuparte. Partiremos pronto, debemos llegar al cuartel.

—Quiero dormir más tiempo.— pidió entre pucheros.

—¡Itadori!— Oikawa llegó pateando la puerta sin importar quién estuviera dentro—. ¡¿Cómo te te sientes?! ¡¿Estás bien?!

—Am, hola teniente. Estoy bien, no tiene de que preocuparse.— el castaño seguía observándolo, movía con cuidado los vendajes, observaba la bolsa de suero y veía la computadora que indicaban los latidos del corazón.

—¡Por Dios Yuuji! ¿En que demonios pensabas? Pudiste salir herido.— regañó.

—¡¿Más?!— Oikawa tiro de su oreja y Yuuji se quejaba del dolor—. ¡Teniente, basta!— reclamó entre pucheros.

—Deberas redoblar tu entrenamiento, no quiero que sigas lastimándote por cuidarnos.— pidió molesto.

—Gracias por preocuparse, teniente.

—Considero que ya debemos partir a casa. ¿Estás mejor?— preguntó. Yuuji asintió—. Perfecto, iré a hablar con los doctores. Volveremos a casa sanos y salvos.

Para la buena suerte de todos el cuartel no fue puesto patas arriba por los del Johzenji, eso puso muy feliz a Daichi.

Ambos capitanes se encontraban hablando y poniéndose al corriente sobre la situación, si seguían así debían pedir toda la ayuda posible a los de segunda división.

—No te preocupes Daichi, nosotros les ayudaremos en lo que podamos.

—Gracias Terushima.— el teñido de rubio con una peculiar perforación en la lengua sonrió.

—Por cierto, alguien vino ayer antes de que comenzara el baile.

—Que extraño, ¿cómo era él?— preguntó Daichi.

—Tenía el cabello negro azulado, muy alborotado y con la expresión de querer estar muriendo.— Terushima levantó los hombros en un gesto despreocupado y Daichi frunció el ceño ante la idea de recordar quién era él.

—¿No dijo a que venía?

—Buscaba a un tal Itadori.— le respondió el rubio—. Bueno, si eso es todo pasaré a retirarme.

—Gracias Terushima.

—Siempre es un placer, Daichi. ¡Pecas- kun!— el castaño giró sobre su eje para ver a uno de sus cuervos acompañado de su gato protector—. Hasta que por fin te dejas ver.

—Ah... hola, Terushima.— saludó Yamaguchi.

—Pecas, ¿cuando me vas a aceptar el ir a tomar un café?— le preguntó.

—Cuando yo este muerto, así que piérdete Terushima.— respondió Kuroo en lugar de su novio.

—Me veré mal en desearte la muerte, así que espero acepte salir conmigo más adelante, claro como amigos.— mencionó con burla.

—Aléjate de mi novio.

—Basta los dos.— dijo Daichi.

—Debo irme. ¡Nos vemos pecas- kun!— se despidió feliz el teñido dejando a un Kuroo molesto.

—Nis vimis pec... ¡Ay como lo odio!— escupió con desprecio. Yamaguchi no pudo evitar reírse—. Deja de reírte.

—Lo siento, es que te ves muy gracioso haciendo escenas de celos.— le dijo entre risas.

—No sé cómo sentirme al respecto.— le dijo con un puchero—. Por un lado estoy tan orgulloso de tener a tremendo hombre a mi lado, por Dios cariño, volteas incluso a los heterosexuales.— Yamaguchi lo golpeó en los brazos—. Es la verdad. Y por otro lado me molesta que toda busquen ligarte precisamente por ser tan maravilloso.— el de cabellos verdosos besó sus labios con ahínco.

—No iré a ningún lado sino es contigo.— El Capitán de los cuervos se aclaró la garganta.

—Odio interrumpir, pero no coman en frente de los pobres.— lo dicho causó que Yamaguchi se sonrojara y Kuroo se carcajeara frente al solterón de su amigo.

—A esto me refiero.— mencionó con orgullo y ganándose un golpe de Daichi.


Hinata estaba en los brazos de Atsumu, ambos estaban debajo de un árbol en las afueras de todos los edificios, por alguna razón les gustaba estar al aire libre. Los rayos de sol daban un aspecto angelical, sus cabellos naranjas brillaban como las brasas de una fogata. Atsumu amaba ver a Shouyo de esa forma; tranquilo y sin preocupaciones.

—Me asuste demasiado.— habló el pelirrojo.

—¿A qué te refieres?— preguntó. Hinata se aferró más a él.

—Estuvieron a punto de herirte.— susurró—. No quiero que te hagan daño, no quiero que te lastimen.

—Oye, tranquilo. Nadie lo hará.. nada podría lastimarme jamás.

—Lo dices como si fueras inmortal.— se quejó.

—No lo digo por eso. No dejaría que me mataran, tengo que protegerte. Enseñarte a protegerte.— Hinata suspiró—. Aún debes controlar aspectos de tu Polvort.

—Lo sé, hay cosas que aún no comprendo.— le dio la razón al rubio—. Atsumu. Dime que no me imaginé lo que ocurrió.

—¿A qué te refieres?

—Cuando vi que te lastimaban, estaban a punto de matarte. No sé cómo, pero me obligué a moverme, me refiero a que estaba bajo los efectos del don de ese chico, el de cabello blanco.

—¿Estás seguro?

—No al cien por ciento, algo en mí me dijo que no debía resistirme, así que me ordené moverme.

—No le digamos nada a los comandantes.— susurró Atsumu—. Que sea nuestro secreto, Shouyo, después veremos que hacer.

—Está bien.— asintió mientras cerraba los ojos y se aproxima al mayor para darle un abrazo. Tras la espalda del rubio levantó su teléfono y mando un mensaje rápido.

"Tengo algo que contarte."

Itadori por su cuenta estaba en una de las bancas del parque cercano al cuartel, quizás debía estar descansando, pero no podía; no quería.

Había cosas que no entendía, desde que el Glishkarj se atrevió a tocarlo se ha sentido como si fuera otra persona, como si algo le faltase y peor aún; teniendo que soportar el cambio de voz de su consciencia.

Jamás se imagino que la voz de su cabeza cambiara de un día para otro, quizás no era la misma voz de sus cuerdas bucales pero definitivamente no era la voz que susurraba de vez en cuando en su cabeza. Como si una parte de él estuviera dormida y finalmente hubiera despertado.

Chichi wa iwareta ayakashi no te wa mamori no te.
Haha wa iwareta hito no te aru wa hagukumi no tame.— por arte de magia comenzó a recordar esa canción de cuna que su madre le cantaba, el cantársela él a Hinata le removió algo en su interior que permanecía escondido.

—Esa es una buena canción, Yuuji- kun.

—¿Gojo- san?— el albino lo saludó animosamente—. ¿Qué hace aquí?

—Caminaba por el parque y te vi aquí, no pude evitar acercarme.— Gojo vestía de forma casual pero sus ojos siempre ocultos bajo unos lentes.

—Gojo ¿Por qué siempre llevas anteojos?— preguntó.

—Tengo foto sensibilidad en mis ojos, la luz e inclusive la artificial me es dañina a la vista, por eso intento llevarlos ocultos. Hay días en que los pierdo y debo vendarlos.— mencionó con burla.

—Ya entiendo.

—Oye, ¿qué era lo que cantabas, Yuuji?— preguntó sentándose a lado del menor.

—Una canción de cuna.— contestó alegre.

—Oh, ya veo. ¿Te la cantaba tu madre?

—En realidad lo hacía mi abuelo.— Gojo notó como sus manos jugaban entre sí, como si estuviera nervioso—. Mi madre murió cuando yo nací.

—Lo lamento, no quise incomodarte.— se apresuró a hablar.

—Tranquilo, no lo sabías.— el albino suspiró derrotado.

—¿Te molestaría cantar para mí, Yuuji?

—En realidad no lo hago bien.— sus mejillas estaban arreboladas en color rojo, y eso Satoru lo notó.

—A mí me parece que lo estabas haciendo bien.— sonrió mientras dejaba caer su mejilla en la palma de su mano—. Continúa desde donde te quedaste, por favor.— Yuuji asintió.

—Ryou no te awase tobira o hiraki.— comenzó a entonar—. Guren no naka ni nare o kaesu.

¿Así que esa era letra? Seguía siendo igual a como el albino la recordaba, la única diferencia era la voz que la cantaba.

Na ga kora o hikari to narite mamori tamae. Mamori tamae.

—¿Por qué insistes en cantarle?— le preguntó un joven Satoru al hombre adulto frente a él—. Esa bola de carne no entiende nada.

—Esa bola de carne es mi hijo.— le contestó el hombre de lentes y piel blanca.

—Él no entiende lo que le dices.— refunfuñó y se escucharon las risas de un bebé—. Lo ves, ni siquiera está dormido.

—Es es porque estás aquí. Mi hijo es feliz de sólo verte.— era cierto. El albino pudo notar como el pequeño bebé se reía más en su presencia, como sus ojos parecían resplandecer ante él. De igual manera Satoru pudo sentir como los hilos que lo ataban al mundo se rompían, para después convertirse en hilos del metal más duro y ahora se encontraban atados a esa inocente criatura. Siempre creyó que él podría dominar a alguien, ahora se veía dominado por un par de ojos chocolates que resplandecían como miel a la luz del sol.

—Te odio, mocoso infernal.— susurró al niño y éste respondió riéndose entre balbuceos incomprensibles.

—¡Satoru!— regañó el adulto.

—De todas las personas que existen en el mundo, ¿por qué tuvo que ser tu hijo?— preguntó molesto.

—Yo también me pregunto eso.— le dijo la versión adulta del niño—. De todas las personas que existen en el mundo, ¿por qué tuvo que ser el maldito Satoru Gojo?

—¿Te olvidas de que soy el más poderoso aquí?— preguntó con altanería.

—No. No lo olvido. Por eso me alegra de que mi hijo estará bajo tu cuidado.— el par de ojos marrones lo miraban detrás de esas gafas y el par de ojos azules estaba asombrado debajo de unas vendas blancas—. Por favor cuídalo bien.

—¡Satoru!— Yuuji terminó de cantar y él no se había dado cuenta por estar alejado en sus pensamientos—. ¿Te encuentras bien?— preguntó.

—Si. Si, claro que estoy bien. Mejor que bien.— altanería era su segundo nombre y de eso Yuuji no tenía duda—. Aguarda, ¿me llamaste por mi nombre?

—Mmh... no...— respondió entre sonrojos.

—¡Si lo hiciste!— respondió entre chillidos—. Debo admitirlo Yuuji, mi nombre suena tan bien viniendo de ti.— a este paso los lentes de sol se habían resbalado y dejado ver un par de las irises azul cielo que resplandecían de deseo.

—P- pero... ¿pero qué cosas dices Gojo?— el peli- rosa desvió la mirada para no perderse en el cielo de sus ojos y para intentar controlar sus nervios—. Solamente es un nombre.

—Ja. Si solamente es un nombre.— dijo con ironía—. Bien. Supongo que es hora de irme, Yuuji- kun.

—Espere.— lo tomó del brazo para evitar que se marchara—. La canción. ¿Dónde la escucho antes de mí?— esto si que impacto al mayor.

—Bueno... fue hace mucho, pero mucho tiempo.— respondió nervioso.

—¿Sabe acaso que significa?— preguntó avergonzado.

—No sé su significado o traducción.— Itadori se mostró decepcionado de la respuesta—. ¡Pero me sé la historia!

—¿Historia?

—¿Sabías que esa canción fue escrita de un padre para su hijo?— preguntó e Itadori negó—. Así es. Resulta que el creador de la canción era un hombre mitad bestia; hijo de la raza humana y de un youkai.

¿Youkai?— el albino asintió.

—En la antigüedad así es como se le llamaban a los demonios, y ellos hijos de estas dos razas se les conoce como Hanyo. La leyenda dice que solamente los de esta raza la conocen, aquellos que son hijos de humanos y un youkai tienen permitido escucharla.

»Después de todo, nos habla del amor infinito que sintió la bestia por una humana.

—Es una historia muy hermosa.— mencionó con emoción el menor.

—Ciertamente lo es.— concedió el mayor—. Privilegiados aquellos que la escuchen.

—Soy afortunado de haberla escuchado de mi abuelo.— sonrió el muchacho.

—Y yo soy afortunado de escucharla de tu voz.— dijo mirándolo a los ojos y viendo el sonrojo de sus mejillas—. Bueno, nos vemos luego, Yuuji- kun.

—Si. Nos vemos después Gojo.— el albino se levantó dando la espalda al muchacho de cabello rosa y siguió su camino hasta doblar la esquina del parque. Sacó su teléfono y marcó a uno de sus contactos.

—¡Mis estudiantes favoritos!— saludó con emoción y las demás voces respondieron enojados—. Tengo una nueva orden para ustedes. Aléjense de él, si alguien le hace daño lo mataré yo mismo.— dijo hablando con voz fría.


Buenos días tengan todos, una disculpa por la demora pero se vienen tiempos de escuela y la universidad ya empezó a hacer de las suyas.

También tardo porque a veces se me ocurren ideas que no aplican para ningún fic publicado y si nos los pongo en borradores se me olvidan. 😭
Hasta ahora hay tres historias que verán la luz en próximos meses, cada una muy distinta a la anterior, aún no hay parejas definidas pero si involucrara a muchos personajes. Excepto una que si es Atsuhina, he visto en grupos y varios fan arts que piden mucho de ese estilo y me dije "¡Hazlo!".

Espero que les haya gustado el capítulo de hoy, creo que quizás deja más dudas que respuestas pero esa es la intención. 😁

La canción que mencionan es un OST de la película número 4 de Inuyasha, les dejó la letra para que la conozcan.

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

Muchas gracias por leer. Nos vemos en unos días. ❤️

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