
-𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟕-
Los grandes salones siempre se llenaban de música y gente en ocasiones especiales como la actual, los bailes eran lo más fastuoso entre la gente rica y más cuando se trataba del gobierno.
En cada una de las habitaciones se encontraban todos los presentes alistándose para lucir de la forma más impecable. Mujeres con vestidos largos, joyas estrafalarias, maquillaje a montones y peinados ridículos eran el complemento perfecto para los hombres de traje que lucían cansados y con ganas de no asistir a ningún lado.
En cambio los soldados de primera división lucían elegantes, mostraban en sus rostros y cuerpos bien trabajados como lucía la perfección. Vestían un pantalón y botas negras, camisa blanca con una corbata texana atada con un broche con su emblema grabado, además de una magnífica gabardina del color de su Polvort que llegaba arriba de la rodilla.
Y eso era justamente lo que Hinata se estaba colocando sobre su cuerpo cubriendo su camisa blanca. Definitivamente Lev tenía razón, jamás cometía errores, la gabardina le quedaba como un guante y lo hacía sentirse bien, era de un tono dorado brillante, entendía que era uniforme de gala pero el jamás hubiera vestido de ese color tan extraño y extravagante. Acomodó con cuidado la corbata en su cuello y se observó en el espejo de cuerpo completo, lucía mejor de lo que se sentía.
—Hinata, ¿ya estás listo?— la voz de Tadashi entrando por la puerta lo hizo reaccionar—. Vaya, esa gabardina te queda muy bien.
—Gracias.— dijo muy animado. A diferencia suya la gabardina de Yamaguchi era de un tono gris, ciertamente el cinturón negro que ambos llevaban le resaltaba más a Tadashi y era lo más masculino que lo había visto. No parecía él mismo.
—Debemos salir, el baile ha dado inicio.— le dijo el de cabellos verdosos y comenzó a empujar al de cabello rojo fuera de la habitación.
(...)
En el gran salón se veía a todos los presentes vistiendo ropa cara y riéndose de manera hipócrita, hablaban de cosas de su trabajo y de negocios importantes con empresas extranjeras. En fin, Países Bajos de primer mundo, Estados Unidos seguía siendo esa potencia máxima.
Uno de los meseros les ofreció una copa de champán y degustaron el sabor ácido para el paladar de ambos, estaba claro que no bebían y no empezarían justo ahora.
A lo lejos Hinata pudo observar a la pareja que los había interrumpido ayer y vio cómo se acercaban hasta ellos.
—¡Cariño!— la mujer de cabellos azabaches abrazo a su hijo.
—Mamá, no tienes que ser tan expresiva.— susurró.
—Eres un malagradecido Tadashi.— admitió—. No te he visto en varios años y no me dejas comportarme como tu madre, eres mi único hijo. Claro que seré expresiva.— esto le sacó una carcajada al más bajo llamando la atención de todos en el grupo.
—Perdón.— susurró bajito.
—Mamá, papá, les quiero presentar a mi amigo; él es Shouyo Hinata.— el mencionado estrecho su mano con los adultos que la extendían frente a él.
—Es un placer conocerlos.
—El placer es todo nuestro.— habló la mujer—. Yo soy Tamayo y él es mi esposo Yushiro Yamaguchi.
—Un gusto, joven Hinata.
—Cariño, no seas tan formal.— regañó la mujer a su esposo—. Nos alegra que nuestro Tadashi tenga más amigos además de Kei, por cierto, ¿dónde está? Necesito entregarle un recado de su hermano.
—¿Tsukishima tiene hermanos?— se le escapó la pregunta a Hinata.
—Su hermano mayor Akiteru.— respondió la mujer—. Era un antiguo soldado igual que ustedes. Hace mucho que no se ven y le estoy haciendo el favor.
—No creo que sea conveniente ahora, mi amor.— habló Yushiro—. Sabes que no están en buenos términos.
—Y por eso quiero ser mediadora.— dijo como si estuviese a punto de hacer una rabieta—. En fin. Dime, Tadashi, ¿ha sido suficiente el presupuesto otorgado?
—Creo que eso deberías hablarlo con los comandantes, pero si me preguntas a mí nos diste más que a otras divisiones.— se quejó su hijo.
—Tu madre no lo hace por favoritismo u otra cosa.— dijo Yushiro seriamente—. Han estado bajo constante ataque, debemos tener precauciones y mantener con vida a nuestro ejército.
—¿De que me sirve llevar la contabilidad del tesoro nacional si no puedo gastarlo en mi hijo?— preguntó dramáticamente.
—¡Precisamente ese es tu trabajo, no puedes gastarlo en tu hijo!
—Cállate, Tadashi.— regañó su madre—. Me preocupo por ti.
—Cariño, deberíamos dejar a nuestro hijo solo.— habló el adulto—. Déjalo pasar la noche con sus amigos, apuesto a que Kuroo debe estar buscándolo.
—Tienes razón mi amor. Estaremos por todos lados cariño, no dudes en buscarnos si necesitas algo y dile a Kei que debo hablar con él.
—Por supuesto, madre. Disfruten de la velada.— ambos se despidieron del matrimonio y los vieron alejarse hasta un grupo de diplomáticos.
(...)
El baile no estaba yendo bien para todos los que asistieron, siendo sinceros algunos estaban preocupados por quién resguardaba los cuarteles, especialmente Daichi. Fue mala idea confiar en el Johzenji.
—No te preocupes Daichi- san, nosotros cuidaremos bien este lugar.— le había dicho Terushima y ya estaba desconfiando de él, quizás debió hablar con Futakuchi y Aone, ellos lucían más responsables.
Todo esto se debía a que el Shiratorizawa custodiaba justamente el lugar donde estaba llevándose a cabo el baile, y no eran los únicos, el escuadrón Aoba Johsai los acompañaba.
—Daichi.— la voz de Kuroo lo trajo de vuelta al presente.
—Te ves distraído, ¿sucede algo?— preguntó Bokuto.
—Nada en realidad, pensaba si hicimos bien en dejar a Terushima custodiando el cuartel.— admitió suspirando.
—Ese chico quizás sea demasiado revoltoso pero es un buen guerrero, no pasará nada.— intentaba calmarlo Kuroo.
—Mi bro tiene razón.— dijo un alegre Bokuto—. Todo estará bien, ya lo verás.
—Lamento interrumpirlos.— habló la calmada voz de Kita—. Pero nos están esperando, al parecer el vicepresidente nos solicita a todos los capitanes.
—Odio estas asambleas.— se quejaba el capitán de los gatos.
—Gracias por avisarnos, Kita.— el nombrado le sonrió a Daichi en respuesta.
—Por cierto, señor cuervo, dile a Suga que se mantenga al pendiente de Yams, no quiero que nadie le falte el respeto.
—No tienes de que preocuparte, Kuroo, Suga jamás dejaría que lastimaran a Yamaguchi— el de ojos negros asintió—. Y eso también te incluye a ti.
—Me alegra que me tomen en cuenta, pero les aseguro que jamás lo lastimaré.
En uno de los rincones de ese escurridizo salón se había unido cierto peli-gris al grupo de un pelirrojo y un hermoso pecoso. Los tres disfrutaban de la compañía de los contrarios, amaban ese familia no sanguínea que estaban formando.
Al grupo se les añadió cierto bajito castaño y de gabardina roja, los intentaba convencer junto a Tanaka para que bebieran más de la cuenta pero los otros se negaban, no sería divertido ver a Suga borracho.
—¡Vamos Suga! ¿Que son unas copas de más?— insistía Tanaka.
—Voy a ser el hazme reír de todos.— se molestó de que siguieran con lo mismo.
—¡Pero eres el que tiene más resistencia de todos nosotros!— decía Nishinoya.
—¿Eso es verdad?— preguntó Hinata.
—Confirmo.— le respondió Yamaguchi.
—¡No voy a beber ni una sola copa!
—Disculpen.— fue entonces que los hombros de Yamaguchi se tensaron—. ¿Podría hablar con Tadashi?— preguntó.
—Sólo si Yamaguchi quiere hablar contigo.— amenazaba Tanaka acercándose hasta él.
—¿Quieres hacerlo Yamaguchi?— preguntó Nishinoya.
—Necesito hablar con él, por favor.— fue una sorpresa que el de ojos pardos aceptara. Y así ambos se alejaron hasta salir por el balcón.
(...)
Para Tsukishima la noche estaba siendo desagradable, odiaba todo lo que tenía que ver con festejar, simplemente no era lo suyo.
Su hermano siempre le contaba de estas fastuosas fiestas y de cómo todos se olvidaban por un momento de las grandes amenazas a las que se enfrentaban.
—Patético.— susurró para si mismo.
—¿Kei- kun?— no se extrañó por escuchar la dulce voz de la mujer que había formado parte de su crianza.
—Tamayo- san, es un placer verla.— la pelinegra no se contuvo y fue abrazar al rubio.
—Mira cuánto has crecido.— dijo emocionada—. Estoy tan orgullosa de ti.
—Muchas gracias, Tamayo- san.
—Escucha Kei.— la mujer le mostraba un sobre blanco—. Tu hermano me pidió entregarte esto personalmente, me dice que no has respondido ninguna de sus cartas.
—No siempre tengo tiempo para responder.— habló seriamente.
—Entiendo, toma es para ti.— el rubio recibió el sobre con agradecimiento e hizo una venia no tan pronunciada—. Me dio mucho gusto verte, Kei, por favor cuídense mucho. Regresen a salvo.
—Lo haremos Tamayo- san.
—Una última pregunta.— Tsukishima asintió—. ¿Tienes alguna relación con el chico bajito y castaño?
—Ninguna, Tamayo- san, ¿puedo saber el motivo de su pregunta?
—Me pareció notar atracción entre los dos, se miran como deben verse dos enamorados.— el rubio levantó una ceja en señal de duda—. Si alguna vez llegas a formalizar una relación espero que te vaya de maravilla.
—Gracias por sus deseos, Tamayo- san.— la azabache asintió y dejó al rubio con más dudas de las que ya tenía.
La antigua pareja tuvo que salir por una de las ventanas que daban hasta uno de los balcones, la oscuridad era su testigo y la luna su juez.
—¿De que querías hablarme?— preguntó Yamaguchi.
—Siempre tan directo, Tadashi.— sonrió Osamu—. Siempre ame esa cualidad tuya.
—Al grano, Miya.— sentenció.
—¿Qué fue lo qué nos pasó Tadashi?— preguntó—. ¿Qué fue lo qué hicimos mal? ¿Cómo fue que nos convertimos en esto?
—Nos pasó todo y nos pasó nada a la vez, Osamu.— respondió con una sonrisa llena de nostalgia—. ¿Qué hicimos mal? Bueno, tú me presentaste como una mujer y yo me dejé hacerlo, yo mismo fui tu cómplice porque sabes que te amaba como a nadie. Y en lo que nos convertimos fue producto de la bola de mentiras que dijimos, terminaron por explotarnos en la cara.
—Huiste aquella vez.— susurró—. La última vez que nos vimos, me dejaste solo y te fuiste de casa.
—Y no fuiste detrás de mí.— interrumpió.
—No creí que lo quisieras.— Yamaguchi sonrió socarrón—. Quiero pedirte perdón, por todas las cosas que hice solo para poder llamarte mío.
—Me usaste como coartada, ¿cómo creíste que me sentía? Me sentía rebajado, había días que me miraba al espejo y estaba perdido. Yo te hacía promesas y tú traicionabas mi confianza. Osamu, te prometí que te amaría toda la vida, aún lo hago, en el fondo de mi corazón llevo grabado cada uno de los momentos que vivimos. Pero no es un amor romántico.
—No me digas estas cosas, Tadashi, mi amor por ti aún no se ha acabado.— con todo el atrevimiento del mundo tomó el rostro pecoso entre sus manos y acariciaba las mejillas que una vez hubo llenado de besos—. No ha terminado, y sinceramente no creo que termine todavía.
—¿Crees que para mí fue fácil?— preguntó mirándolo a los ojos—. Osamu, fuiste mi primer amor, mi primera vez y mi primer beso. Eres el ser más hermoso que he conocido, pero no me sentía yo mismo contigo.
—En cambio yo si era yo mismo contigo.— Yamaguchi asintió—. Perdón por convertirte en algo que no eras, no dudes que yo me enamoré de tu verdadero ser, del hermoso ser humano que eres.
—Supongo que nuestro amor fue una ilusión.— susurró entre hipidos.
—El amor es la ilusión más maravillosa que pueda existir. Me alegra haberlo sentido contigo, Tadashi Yamaguchi, mi estrella guía, mi Kosem, me perseguiste hasta que te encontré.— con un atrevimiento y descaro mayor tomó la mano del teñido de gris y besó el dorso de su mano.
—Espero haber sido tu crimen favorito.— le dijo con las mejillas sonrojadas—. Porque cariño tú fuiste el mío.
—¿Cómo es que eres tan perfecto?— preguntó haciendo reír a Tadashi—. Me alegra haberte conocido, quizás no el momento perfecto pero si en esta vida y nuevamente perdón por no tomar la decisión correcta aquella vez.
—Me esperan dentro.— Osamu tuvo que contener sus lágrimas que amenazaban con salir, había visto pasar a Kuroo cerca de la ventana.
—Ve con él, debe estar preocupado.— el pecoso asintió y después abrazo al peli gris aferrándose a su gabardina azul celeste. Nuevamente Osamu vio partir al amor de su vida entrando por esa puerta que conectaba a donde estaba su verdadero amor, esperaba él encontrar el suyo propio.
Él se quedó todavía más tiempo admirando lo hermoso de la luna, no se percató de la figura más baja que él hasta que giró a su derecha.
—¡Kita- san!— dijo asombrado.
—¿Sucedió algo malo?— preguntó y Osamu negó.
—No... bueno, si, pude aclarar las cosas con Tadashi.— Kita asintió.
—Me alegra mucho por ti.— Osamu sonrió sin ganas. Minutos más tarde se habían quedado sin tema de conversación.
—La luna está hermosa esta noche.— dijo Osamu de repente.
—Si, lo está, me hace sentir en paz.— los nervios de Osamu se crisparon ante la mención de declaración indirecta que había provocado—. ¿Dije algo malo?— preguntó.
—N-no... no, para nada.
—Entremos, no subestimemos las noches de verano, podrías enfermar.
—Ah... si.— una carcajada brotó de la garganta de Kita logrando sonrojar sus mejillas a la luz de la luna, jamás había visto a su capitán actuar como alguien de su edad, siempre se mostraba como alguien maduro, casi pareciendo un robot.
—Vamos, empieza a hacer frío.— ambos entraron al salón siendo resguardados y cobijados por el calor.
(...)
En cuanto Yamaguchi entró vio que Kita caminaba en dirección a donde estaba Osamu, él había visto donde se encontraba su amado Feuer y fue corriendo hasta estrecharse en sus brazos.
—¿Sucede algo amor?— preguntó Kuroo al ver que Yamaguchi se aferraba a su gabardina roja.
—Hablé con Osamu.— respondió pegado a su pecho.
—¿Y bien?
—Aclaramos todo.— susurró—. Tetsurou, él... fue mi primer amor, siempre será mi primer amor.— dijo muy avergonzado.
—Lo sé.— tomó el mentón de su amado y levantó su mirada—. ¿Crees que nunca lo supe? No pretendía ser tu primer amor, Tadashi, yo pretendo y espero ser el último, aquel que se quede contigo toda la vida.
—Gracias Tetsurou.— depositó un beso en las mejillas del moreno.
—Me alegra que hayas hablado con él, siempre es bueno sanar las heridas que quedaron abiertas. Estoy muy orgulloso de ti, Tadashi.
El hecho de que Nishinoya se propusiera a emborrachar a sus amigos no significaba que él debía hacerlo también, por eso cuidaba las copas que llevaba encima, no estaba tan acostumbrado a tomar y no quería hacer el ridículo quedando como estúpido.
Aunque quizás no era tan mala idea. ¿Cómo se supone que llamaría la atención de Tsukishima? Podría estar borracho e intentar besarlo, ellos dormían juntos, muchas veces lo hacían pero jamás se habían tocado, sus técnicas de seducción jamás funcionaban con el rubio. No importaba lo mucho que lo intentara, o lo mucho que lo cuidase, él jamás se fijaría en alguien como Nishinoya.
—¡Cuidado!— no se dio cuenta hasta que chocó con uno de los meseros provocando que su bandejas con copas de champán cayera al suelo.
O que casi cayera al suelo.
Las copas se quedaron flotando sin llegar completamente al suelo y comenzaron a subir hasta la bandeja en manos del mesero, incluido con el líquido.
—Deberías tener más cuidado cuando caminas.— le dijo un chico de metro noventa—. Discúlpelo, pero venía distraído.— sonrió con dejes de burla.
—No se preocupe mi señor.— el mesero hizo una reverencia y se alejó del lugar de los hechos.
—¡¿Quién demonios eres tú?— preguntó Nishinoya. Su salvador vestía con una gabardina amarilla que resaltaba demasiado en su piel blanca y ese ondulado cabello castaño claro, tenía un aspecto tranquilo y una sonrisa burlona que destilaba confianza.
—Mis disculpas por mis modales.— hizo una venia perfecta y habló cuando levantó su rostro—: Sachiro Hirugami, para servirte.
—Yuu Nishinoya.— se presentó con desconfianza.
—Perteneces al Karasuno.
—¿No es raro que ya sepas eso? ¿Cómo lo sabes?— preguntó empezando a impacientarse.
—Tus botones poseen cuervos grabados, después de todo para eso son.— los colores rojo y rosa invadieron las mejillas del más bajo.
—No es como que yo me haya fijado en los tuyos.— arremetió molesto.
—Por supuesto que no.— sonrió amablemente—. ¿Deseas tomar algo? Puedo traer unas copas.
—No gracias.— fue tarde porque unas copas se acercaban flotando hasta donde estaban y Hirugami las tomó con sus manos—. ¿Cómo haces eso?— preguntó.
—Soy un Alquemish, mi especialidad es la alteración de la materia.— Nishinoya tenía la duda escrita en su rostro e hizo reír al más alto—. Me especializo en alterar la estructura y composición natural de la materia y como potencia puedo anular los efectos de la gravedad en dicho elemento.
—Eso suena interesante...
—¿Verdad que si?— preguntó alegre—. ¿Eres un Feuer?
—¿La gabardina te lo dijo?— los dos comenzaron a reír por el intento de chiste del más bajo—. Si, si lo soy.
—¿Ya lograste crear combustión con un rayo?
—¡No!— exclamó—. Es lo que más deseo desde que descubrí que podía hacerlo, aunque Tsukishima diga que es imposible.
—Si me permites decirlo, esa persona que mencionas no tiene idea de nada.
—¿Verdad? Eso es lo que yo le dije.— dijo al borde del estrés y ansiedad.
—Si gustas puedo enseñarte los principios de la química y física básica para que lo logres.— ofreció.
—¿Lo dices de verdad?— preguntó con sus ojos llenos de ilusión.
—Claro que si, no tengo ningún problema.— Sachiro le tendió su celular y le pidió que registrara su número, Noya no dudó en hacerlo.
Estaban platicando y conviviendo muy alegre sin percatarse del par de ojos marrones que lo miraban como si hubiese perdido un tesoro. No, lo miraban como si acabaran de descubrir uno.
—Tsukishima.— lo interrumpió Bokuto—. ¿Estás bien?
—Perfectamente.— respondió secamente.
—Puedes contarme lo que necesites, puedo ser de ayuda.
—Muchas gracias, Bokuto, pero insisto en que no ocurre nada.— y sin más se alejó de la pareja de Erde y Wasser.
—¿Soy mal maestro, Akaashi?— le preguntó al azabache.
—No lo eres, Bokuto, ¿por qué preguntas?
—Porque Tsukki no confía en mí.— dijo suspirando.
—Quizá no es nada importante, no te deprimas tanto Bokuto.— le dijo el de ojos azules y el de ojos ámbar besó sus labios.
Todo parecía ir bien, la noche estaba tomando su curso, la gente bailaba y mucha más gente bebía y se llenaba de alcohol la sangre, todo resplandecía lleno de magia y esperanza hasta que los vidrios de la ventana comenzaron a quebrarse y cayeron al suelo.
Los gritos de la gente no se hicieron esperar y todos los soldados presentes se pusieron alertas. La alta figura de un hombre de tez blanca llena de cicatrices en cara y cuerpo se hizo presente ante los ojos de todos.
Tomó a uno de los invitados y al momento de tocarlo se volvió un monstruo que no dejaba de llorar, su apariencia era asquerosa y no dejaba de lamentarse hasta que cayó al suelo inconsciente.
—Ay, creo que ya se murió.— comenzó a reírse en voz alta y limpiaba las lágrimas de sus ojos—. ¿No les dió risa? ¡Demonios y yo que estoy aquí para matarlos de la risa! Que empiece el juego.
Les digo que me cae mal ese man pero era necesario meterlo a la trama jajaja.
La conversación entre Osamu y Yamaguchi la escribí con Favorite Crime de Olivia Rodrigo y pues nada, lloré jajaja. Todas sus canciones en mi playlist son dolorosas, porque sí, estoy haciendo playlist que hasta ahora no la he publicado y tal vez lo haga más adelante.
Para dudas y respuestas con toda confianza háganlas.
Nos vemos el siguiente capítulo y gracias por leer. ❤️
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