
-𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟔-
El ir a Washington no fue lo peor, no, lo peor fue viajar para llegar allá. Los comandantes habían quedado en rentar autobuses —pues solamente eran cuatro horas de viaje—, pero la idea de juntar a tantos miembros en un autobús no era muy buena que digamos.
Primero se presenció a Hinata mareándose con la idea de conocer el Palacio Nacional —anteriormente llamado Casa Blanca—, el enojo que tenía hacia el gobierno era el causante de sus malestares estomacales. Kuroo iba haciendo de las suyas molestando a su cuñado y es que el mejor amigo de su novio era alguien digno de fastidiar.
—Oh vamos, Tsukki, todos sabemos que sientes algo por el otro enano~ no tienes que mentirme a mí.
—No tengo idea de que hablas, Kuroo.— contestó serio.
—Si como no.— sonrió ladinamente—. ¿Me crees estúpido?
—No lo creo porque ya lo eres.
—¡Tsukki!— elevó la voz el pelinegro—. ¡Eso no es amable de tu parte! Yo que siempre he sido muy amable contigo.
—Kuroo-chan deja de molestar a lentes-kun.— pidió Oikawa.
—¿Y me lo pides tú, Oika'a-chan?
—¡Si te lo pido es porque Koushi y Daichi están dormidos! ¡¿Qué crees que me dirá Kou cuando sepa que molestaste a sus polluelos.— gritó dramáticamente el castaño.
—Que suerte que Nishinoya y Tanaka fueron en otro autobús.— dijo Yamaguchi.
—¿Cómo no iban a hacerlo? En cuanto supieron que Kiyoko iba a viajar en el otro autobús corrieron a ese.— comentó Kuroo.
—Lástima que se equivocaron de autobús ya que ella viaja en el tercero.— Akaashi estaba sonriendo de sólo recordar los gritos de los muchachos al ver que querían bajar de dicho autobús.
—¡¿Falta mucho para llegar?!— preguntó Hinata en un grito.
—Tres horas y media.— respondió Akaashi entre el barullo.
—Tranquilo, Shouyo.— susurró Atsumu—. Podrás dormir en lo que queda de camino.— beso su frente y después el pelirrojo cayó dormido en su pecho.
El camino era largo y la carretera estaba llena debido a las festividades, pareciera como si todos se pusieran de acuerdo para viajar justo en ese momento.
El aniversario de Nazkarik era de los sucesos más esperados y conocidos por la gente. Las calles se abarrotaban de puestos ambulantes con comida típica de lo que fueron los antiguos continentes, gente vendiendo fuegos artificiales y niños corriendo con luces de bengala a todos lados. Pero eso era para la gente común, no para los soldados.
El presidente hacía una fiesta elegante en el Palacio Nacional, donde la primera división eran cordialmente invitados —por no decir obligados— a asistir. Habría miembros del gabinete, políticos de naciones pequeñas, embajadores y demasiada seguridad para evitar cualquier ataque Glishkarj, de esta acción se encargaban principalmente los miembros de la segunda división, ya que ellos estarían escuchando aburridos discursos enfundados en trajes militares de gala que los harían ver más ridículos que elegantes.
Todo lo negativo y aburrido inundaba las mentes de los soldados que no se dieron cuenta que los autobuses se habían detenido.
—¡Hemos llegado!— la voz de Bokuto resonó en el momento exacto que el autobús frenó.
—¡¿Hombre, tienes otros modos que no sean cero o ciento veinte!?— preguntó Atsumu. Bokuto había pasado dormido todo el viaje y era impresionante que se despertara con la misma intensidad de siempre.
—Vaya, tal parece que nos enfrentaremos a una amenaza terrible.— mencionó Sugawara después de bostezar—. Lo peor es que aquí no podremos hacer nada porque todo es ilegal.
El Palacio Nacional era una inmensa estructura con miles de habitaciones y grandes salones, Hinata podía jurar que abarcaba a la mitad del estado. Los guiaron hasta los controles de seguridad para evitar que no llevaran carga no deseada por el gobierno ni armas, después de todo, estaban en calidad de invitados no de soldados.
En el lugar había demasiada gente de todo el mundo, creyeron ver gente que portaba antigua ropa asiática; seguramente se traba de la familia Momoabi, dueños del continente asiático.
Para Hinata todo esa gente brillaba en oro y eso sólo le provocaba asco pues esa fue la gente que más lo despreció, y eso no evitó que por dentro muriera del coraje.
—Estas muy callado, Shouyo.— le dijo Atsumu, Hinata soltó el aire que retenía.
—No me gusta este tipo de gente.— admitió.
—Tranquilo, sólo estaremos tres días a lo mucho.— acarició las mejillas del cuervo—. Nos iremos después de la gran fiesta.— el tono sarcástico que uso hizo reír a ambos, era obvio que ese no era el estilo de ambos.
—Disculpen. Perdón que los interrumpa.— una mujer de hermoso ondulado cabello azabache y piel extremadamente blanca y ojos azul índigo apareció ante ellos—. ¿Tú eres el hijo de Dazai Kambe?— Atsumu se tensó ante lo dicho.
—Me temo que usted se ha equivocado de persona.— contestó seriamente—. Yo no tengo ningún tipo de relación con ese hombre.
—Perdón si te he incomodado, es sólo que me parece haberte visto antes.— la mujer de pantalón y saco frunció el ceño.
—Tamayo, necesito que nos...— el hombre calló abruptamente en cuanto vio a Atsumu—. ¿A qué alineación del ejército pertenecen?— preguntó.
—¿Y eso a usted le interesa por que...?— el rubio no se iba a dejar amedrentar por unos extraños. «Aunque sus facciones se me hacen conocidas.» pensó.
—¡Hinata!— la voz de Yamaguchi los salvo de contestar esa pregunta—. Ya tenemos todo listo sólo falta...— y su voz se ahogo en cuanto vio a la pareja—. Mamá... papá... ¿qué hacen aquí?
(...)
Era ironía del destino, quizás el karma les hacía burla o simplemente el universo creyó que debía ser así. ¿Pero en que cabeza cabe poner al novio de tu ex como ayudante para bajar el equipaje? ¿Es que el gobierno no tenía sirvientes que hicieran eso? Maldita la suerte de Osamu.
Y peor fue la de Kuroo en cuanto vio que a Osamu le tocó bajar las maletas de Yamaguchi.
—Ten cuidado con eso.— le reclamó en cuanto vio la fuerza bruta que usó—. Tadashi lleva en esa valija...
—¿Los productos de su rutina de skincare?— le interrumpió—. Veo que sigue sin colocarlos en la maleta de mano. Siempre los colocaba envueltos en su ropa.— Kuroo ya tenía tensa su mandíbula del enojo en cuanto escuchó la familiaridad.
—Bueno algunas cosas nunca cambian.— respondió más calmado de lo que esperaba.
—Me basta con que haya dejado de intentar ocultar sus pecas.— eso si que le indignó.
—¿No fue tu madre partidaria de ese asunto? Hasta le recomendó una base de aceite de máxima cobertura que le causó alergia.— ambos estaban rojos de la ira, en especial Osamu, no había duda que Tadashi le confió todo lo que vivieron.
—Te recuerdo que no fue la primera.
—Lo sé, fueron esos asquerosos niños que lo molestaban y le hacían creer que con un borrador desaparecerían, para que años después viniera tú madre a querer borrarlas con maquillaje.
—¡No fue culpa de ella!
—¡Tienes razón fue tuya! Por dejar que mangonearan al hombre que decías amar.— eso si que dejó sin palabras a Osamu. Era verdad, puede que en privado haya alabado y besado las constelaciones de su piel, pero jamás defendió ese gusto frente a su madre y cuando Tadashi comenzó a practicarlo jamás le dijo que no lo hiciera.
—Ese no es asunto tuyo.
—Me incumbe porque se refieren al hombre que amo.— maldita envidia, bendita suerte que él podía decirlo libremente. Cómo hubiera deseado haberlo dicho él.
—¿Por qué no dejas de pelear y me ayudas a continuar con esto? Debo ir con mi hermano.— Kuroo suspiró con resignación y continuó con su labor sin embargo hubo algo que les llamó la atención a ambos; La mujer de cabellos azabaches.
Ambos se acercaron hasta donde estaba el grupo de cinco personas, los adultos miraban con curiosidad a su hermano y fue entonces que entendió todo.
—Tamayo.— el hombre de cabellos verdes llamó a la mujer—. Ahora lo veo todo muy claro, estamos en presencia de los gemelos Kambe. ¿Tú eres Osamu, no es así?— le preguntó.
—Me alegra volver a verlos, señor y señora Yamaguchi.— interrumpió Kuroo antes de que Osamu hablara. Ambos gemelos se tensaron ante la identidad de la pareja.
—¡Tetsu- kun! Mi querido yerno.— la mujer se acercó y abrazó al de ojos negros y besó sus mejillas—. Mi amado hijo, estás tan guapo como el día que dejaste nuestro hogar.
—¿Que hacen aquí?— preguntó Tadashi.
—Tu madre y yo fuimos invitados a la celebración.— Osamu pudo ver al hombre frente a él; cabello verdoso y brillante, ojos ámbar y piel blanca.
—¿Por qué?
—Asuntos del trabajo, mi amor.— respondió su madre.
—¿Que hacen los hijos de Dazai Kambe contigo?— preguntó el hombre.
—Somos miembros del ejército, señor.— respondió Atsumu con molestia, Shouyo afianzó el agarre de sus brazos—. Pero no somos los hijos de Dazai Kambe.
—Kuroo.— el nombrado se tensó al escuchar la voz de su suegro—. Llévate a mi hijo, por favor.
—Amor.— susurró, el chico con pecas asintió y se alejó del lugar.
Una vez vio a su hijo y yerno alejarse sus ojos se oscurecieron, no era un secreto que odiaba a los Kambe.
—Ustedes dos también.— Atsumu y Hinata se alejaron—. Osamu, por favor aléjate de mi hijo.— pidió seriamente.
—Jamás. Usted sabe cuanto amo a su hijo, no dejaré de luchar por él.
—Perdiste esa oportunidad hace tiempo.— sus labios formaban una línea fina y sus facciones mostraban frialdad—. Te di muchas y las rechazaste todas. Es momento de que puedas vivir con eso.
El día se había tornado color de hormiga, podría decirse que la llegada de los Yamaguchi había causado demasiados nervios en los presentes. Atsumu no recordaba haber conocido a los antiguos suegros de su hermano y ahora que lo pensaba su hermano tampoco sabía mucho de su ex.
Recordaba que Tadashi había comentado que su familia siempre estuvo de acuerdo con la relación, que si algo malo pasaba tendrían el apoyo de su familia, pero no recordaba más.
—Atsumu.— la inconfundible voz de Hinata lo sacó de sus pensamientos—. ¿Estás bien?— le preguntó.
—Perfectamente, Shouyo.— respondió automáticamente.
—Parece que has visto un fantasma.— llevó sus manos hasta su rostro y acarició sus mejillas con dulzura—. ¿Jamás trataron con la familia de Yamaguchi?
—No, al menos yo no, no sé si mi hermano lo haya hecho. Jamás escuché de ellos.— Hinata abrazó el cuerpo del rubio.
—Cambiemos el tema, ¿te parece?— el rubio asintió por lo que dijo el pelirrojo—. ¿A qué hora iniciará este maldito baile?
—Es mañana, Shouyo, e iniciará a las seis de la tarde.— contestó sonriente—. Por cierto, ¿tienes tu uniforme de gala?— preguntó.
—¿Mi qué?— mierda, ahora debía buscar un maldito uniforme.
(...)
Con toda la exasperación del mundo Lev estaba diseñando y buscando el color perfecto para la gabardina que debía llevar Hinata. Los uniformes de gala consistían en una gabardina que llegaba arriba de las rodillas y —a diferencia del acostumbrado color negro— era del color de su talento, en su caso sería color dorado.
Lev estaba alterado porque no le habían mencionado que Hinata no tenía uniforme de gala y en palabras del pelirrojo No creyó que había que cambiar de uniforme, mientras que en palabras de Kenma Se suponía que debía saberlo. ¡Claro que debía saberlo! Él era el Drushka del departamento, debía hacer lo imposible por mantener a sus compañeros y amigos bien protegidos y vestidos.
—Descuida, Hinata.— el de ojos verdes se acomodó el cabello que le estorbaba en sus ojos—. Tendré listo tu uniforme mañana a primera hora, quizás hoy en la madrugada.
—¿No debería medírmelo? Digo por si me quedé grande o chico.— el ruso lo miró seriamente, algo muy raro en él puesto que siempre estaba sonriendo.
—Yo nunca cometo errores.— murmuró—. Bueno, mañana te entrego la gabardina y la corbata, debo tallar la figura en la piedra. Ahora vayan y hagan otras cosas, yo me encargo.
Hinata y Atsumu abandonaron la habitación de Lev, ambos se encaminaron lejos de ella y continuaron hablando, disfrutando de su compañía, ya verían cómo sobrevivir a lo demás.
El ver de lejos a los padres de Yamaguchi fue como si el tiempo retrocediera y volviera a tener seis años. Recordaba el día que su madre llegó a trabajar a esa casa como empleada doméstica, los recibieron como si conociesen de toda la vida y después pasaron a ser familia, pues prácticamente su madre había criado a Tadashi. A los ojos de Tsukishima ellos eran su familia, y el verlos ahí no parecía ser buen augurio.
Yushiro y Tamayo se habían topado con Osamu; el ex de su hijo y al parecer el odio que sentían por el antiguo Kambe iba en aumento.
—Que día más de mierda.— murmuró al vacío frente a la ventana.
—¿Dijiste algo?— los pequeños brazos de un chico bajito se acercaron hasta abrazarlo por la espalda.
—Nada en realidad.— Noya llevó sus dedos hasta los pectorales del rubio cubiertos con su uniforme y comenzó a trazar círculos en ellos—. ¿Podrías dejar de hacer eso?
—No.— respondió y comenzó a dejar besos en su espalda.
—Nishinoya, basta.— retiró lentamente las manos de su cuerpo y se giró a mirarle, la diferencia de altura era notoria. El rubio enfocó sus ojos en los chocolates del más bajo, mostraban un brillo deslumbrante que lo dejaba anonado, y eso sucedía todos los días.
—¿Sucede algo?— le preguntó.
—No.— respondió fríamente—. Ver a los padres de Yamaguchi me trajo recuerdos.
—¿Sobre tu hermano?
—No quiero hablar de eso.— a Nishinoya no le importo que lo alejara, dejó caer su cabeza en el pecho del menor, a Tsukishima tampoco le importó y comenzó a acariciar los cabellos Yuu lentamente—. Digamos que no todos los recuerdos son buenos, especialmente los que tienen que ver con él.
—¿Te hicieron daño?— intentó que la preocupación no se dejara ver, pero falló rotundamente.
—Para nada, los señores Yamaguchi son como unos segundos padres para mí, son buenas personas.
—Es muy raro que asistan a este tipo de veladas.
—Para nada, son miembros del gabinete del gobierno.— Nishinoya se atragantó con su propia saliva.
—¿Cómo dices?— preguntó.
—Su madre es la contadora general y su padre el procurador.— el castaño abrió sus ojos atónitos—. Por eso están aquí. Yamaguchi no es como esos niños ricos que se creen mejores por tener una posición privilegiada, por eso es mi mejor amigo.— el castaño tomó la mano del rubio y dejó un beso en sus nudillos dejándolo desconcertado—. Nishinoya, creo que es suficiente.
—Tsukishima...
—No.— lo interrumpió—. Esto tiene que parar.
—Lo que nosotros tenemos...
—No tenemos nada.— el mayor se quedó sin habla, su sonrisa poco a poco comenzó a desaparecer.
—Claro.— respondió fríamente—. Si no te molesta iré a dormir con Asahi.— el rubio se tensó ante la mención de su superior.
—No me molesta en realidad, no tienes que avisarme o pedirme permiso.
—No te estoy pidiendo permiso y te aviso para que no te preocupes sino llego. Nos vemos mañana.— el castaño dejó la habitación con evidente molestia, cosa que se notó en la manera en se cerró la puerta.
Tsukishima suspiró, odiaba que Nishinoya se comportara de esa manera. —Que día más de mierda.— dijo a la oscuridad de la noche.
Los últimos camiones de la noche fueron llegando hasta una de las casas de seguridad donde se resguardaban a los invitados, tener a tanta gente en el Palacio Nacional sería muy escandaloso y es por eso que se optó por esparcir a los invitados de lugares lejanos.
La profunda oscuridad albergaba dos figuras que se mantenían ocultas, esperando la hora indicada para comenzar el caos, porque a eso se dedicaban; llevar la ruina a la tierra y a la gente que vivía en ella.
—Ja, esto será lo más divertido que hemos hecho en nuestras vidas.— comentó el hombre joven de cabello largo y celeste—. Bueno, supongo que debemos descansar, pronto será momento de actuar.
No sé ustedes pero a mí el de la última línea me cae mal.
Por cierto, acabo de publicar otra historia, es principalmente Atsuhina y Osayama como secundaria, si pueden y gustan leerla están en su derecho.
Tardaré un poco en actualizar porque necesito escribir capítulos para que haya de sobra.
Es todo por hoy, nos vemos en unos día. Gracias por leer y por sus opiniones ❤️.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro