
-𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟐-
El color de los árboles lucía más verde de lo que recordaba, el aire se sentía más limpio de lo que pudo imaginar, las nubes lucían esponjosas y el cielo de un hermoso color azul.
Sentía las piernas y el cuerpo ligero, eso le permitía correr como si nadie pudiese alcanzarlo. Recordaba sus pies más grandes y sus piernas más largas, inclusive sus manos, ahora lucían como las de un niño. Un momento, ¿cómo un niño? Rápidamente se acercó hasta el lago y vio sus facciones tan pequeñas, como las de un niño de cinco años. Yuuji lucía como un niño pequeño.
Después de darse cuenta de cómo lucía estaba llorando, estaba sentado debajo de un árbol llorando a mares, aunque la verdad no recordaba porque lloraba.
Los arbustos frente a él comenzaron a sonar, se escuchaban los pasos y las ramas crujir de entre las hojas y permitieron ver a un niño que aparentaba su misma edad, pero había algo que lo hacía pensar que era mayor. Sin embargo no podía apreciar su cara, era como si una sombra ocultara su mirada y no le permitía ver mejor.
—Oye— le habló el niño con un tono demasiado frío—. ¿Podrías dejar de llorar?
—Ese no es problema tuyo— le respondió entre pucheros.
—Si lo es porque lastimas mis oídos— Yuuji estaba rojo de ira, sus mofletes se habían puesto colorados de la presión ejercida.
—Nadie pidió tu opinión— arremetió para después mostrar su lengua en gesto infantil.
—Que aniñado eres— le regañó el contrario. Podría jurar que estaba frunciendo el ceño, pero no podía verlo.
—Nadie pidió tu opinión, erizo de mar— no sabía porque le dijo eso. Ni siquiera se dio cuenta cuando su boca se abrió pero ya lo había ofendido. Que más daba.
—Eres muy torpe— susurró—. Y haces mucho ruido como un perrito.
—¿Te parece que soy un perro?— preguntó enojado—. ¡Tú pareces un pez globo!
—¡Y tu cabello parece un algodón de azúcar!
—Pues tú pareces un...
«¡Itadori!» escuchó que alguien le llamaba. «¡Itadori tienes que despertar!»
—¡Itadori!— la voz de Nobuyuki lo hizo entrar en razón.
—¡Gracias al cielo despertaste!— la voz de Inuoka se escucha aliviada—. No podía despertarte, estabas teniendo una pesadilla. Gritabas demasiado— «que raro, se suponía que era un sueño alegre.» pensó Itadori.
—¿Estás bien?— el chico de piel morena y el único cuerdo en Nekoma preguntó.
—Si, si estoy perfectamente— asintió en señal de afirmación.
—¿Sabes que si necesitas ayuda puedes pedírmela, verdad?— preguntó.
—Si, sólo se traba de un sueño que la verdad ya olvidé de que iba— mintió.
—Debió haber sido horrible— le dijo Inuoka y empezó a parlotear sobre sus gritos, las cosas que decía y lo mucho que transpiró mientras dormía—. Itadori, ¿por qué estás llorando?— el de cabellos rosas se llevó sus dedos hasta sus mejillas y sintió las lágrimas correr desde sus ojos. No sabía el porqué de sus lágrimas o del sentimiento que atravesaba su corazón desde que se despertó.
—No lo sé— murmuró—. Es que siento como si me faltara algo— se colocó las rodillas hacía su pecho y las abrazaba mientras hundía su rostro. ¿Qué era ese sentimiento? ¿Por qué de repente se sentía abandonado? ¿Por qué...?
—Deberías ducharte y después ir a desayunar algo. Ya es tarde— dijo Nobuyuki.
—Si, claro— Itadori se levantó a paso lento y después se encerró en las duchas que compartían todos. Gracias a Dios estaba solo y podía tardar el tiempo que quisiera.
El agua estaba helada, no hacía falta regularla, necesitaba despertar completamente. ¿Por qué había soñado eso? Ni siquiera sabía quién era esa persona, no podía verla, los recuerdos de su sueño estaban difusos, nublados y envueltos de sombras.
—¿Quién eres? ¿Por qué me siento así?— se preguntó mirando al suelo—. ¿Por qué siento que te conozco?
—¡Itadori!— los gritos de Yaku llegaron desde el otro lado de la puerta—. ¡Sal de ahí rápido!
—¡Ya voy!— gritó en respuesta. Cerrando ambas llaves y saliendo de la regadera para secarse y vestirse.
Al salir de las duchas Yaku estaba esperándolo para que fueran a desayunar, pero Itadori no se sentía con ánimos, era como si toda su energía haya sido drenada en cuestión de minutos.
Todo estaba callado, al menos en su mente porque el ruido del comedor era demasiado pero aún así no llegaba a tocarle ni siquiera los oídos.
La comida no tenía sabor, sabía que a Fukunaga le tocaba la comida el día de hoy, lo que indicaba que la comida sería deliciosa, pero no se sentía animado. No le hallaba sentido.
—¡Itadori!— lo llamó la voz de Yukie. Una de las chicas del Fukurodani.
—Oh, hola— saludo a la castaña rojiza de mirada tranquila.
—Llegó esto para ti— la chica le tendió un hermoso ramo de azaleas en color rojo, estaban envueltas en un papel blanco con un listón rosa sujetándolas.
—¿Quién las dejó?— preguntó admirando las flores.
—Ni idea. Fue Konoha quién las mando, pero él dijo que esas flores se las había dado un niño.
—¿Un niño?
—Un niño. Konoha estaba haciendo su patrullaje cerca del parque Petersdam, entonces un niño se le acercó y se lo entregó— Yukie lucía una mirada tranquila y no parecía mostrar extrañeza en lo que le había dicho el castaño claro.
—¿Y no se te hace raro?— preguntó.
—No— definitivamente esa chica era algo despistada—. Mira, tiene una nota— Yuuji tomó el pequeño sobre y admiró la caligrafía del interior del sobre.
Te encontré.
—¿Debería de asustarme?— preguntó Itadori.
—Yo pienso que no— Yukie lucía tan calmada, como si le diera ilusión saber que su amigo tenía un admirador que lo acosaba.
En las calles cerca del parque Petersdam Atsumu y Hinata llevaban a cabo su patrullaje, habían cambiado turno con Konoha una vez que terminó el suyo. Ambos chicos estaban al pendiente de que ningún Glishkarj atacara. Al menos la mitad de su atención. La otra mitad estaba puesta en el contrario.
Atsumu admiraba lo bien que lucía Hinata con el sol del medio día, tenía las mejillas sonrojadas y su alborotado cabello tenía un brillo espectacular, caminaba con una ligereza y un andar de envidia, podía mantener una postura derecha sin inmutarse y siempre cuidaba cada paso que daba. Se veía mejor desde la última misión.
A los ojos de Shouyo el gemelo Miya era fascinante. Que bien se veía en uniforme. El color rojo del bordado acentuaba con su piel y por alguna razón resaltaba más con el color negro del uniforme. Malditos sean los Drushkas que le hicieron un uniforme que le quedaba bien.
El medio día dio paso a la tarde y con ello a la llegada de más gente que se dirigía a sus lugares de destino. Había sido un día tranquilo, no hubo accidentes ni escándalos por Glishkarj, ni robos —que no eran de su jurisdicción pero debían detener si pasaban— y con eso en mente decidieron tomar un descanso.
La brisa del verano estaba fresca, pronto darían paso al otoño y con ello una de las estaciones favoritas de Atsumu. Si bien lo pensaba, el rubio no sabía mucho del pelirrojo.
—Oye, Shouyo— Hinata hizo un ruido indicándole que le prestaba atención—. ¿Cuál es tu estación favorita del año?
—¿Estación favorita?— el gemelo asintió—. No lo sé, creo que la primavera. Me gusta cuando la nieve empieza a derretirse y los capullos florecen, dan paso a una nueva vida, como si la esperanza que se llevó el frío renaciera de pronto.
—Eso suena demasiado profundo, Shouyo— el más bajo se sonrojó.
—N-no digas tonterías, es sólo lo que pienso.
—Tienes una forma de pensar preciosa— ahora estaba rojo hasta las orejas. No se acostumbraba a la forma de hablar del Miya.
—¿Y cuál es la tuya, Atsumu?— decidió seguir el ritmo de la plática.
—El otoño.
—¿Por qué?
—Porque nací en esa estación— dijo sonriendo orgulloso.
—¿Por qué no me sorprende?— dijo Hinata riéndose.
—Me gusta verte así.
—¿Cómo?
—Riéndote. Es agradable escuchar tu risa— llevó su mano hasta una de las mejillas del pelirrojo y comenzó a acariciarla. Tenía su piel tan suave y tersa al tacto.
—¿Qué cosas dices Atsumu? La gente suele decir que soy demasiado ruidoso, siempre se quejan por eso— susurró.
—Pues esa gente es sorda, ciega y envidiosa— respondió con ligera molestia—. Eres como un sol, brillas con luz propia y te es tan fácil congeniar con gente. Me atrajiste tanto desde que te conocí— lo último sonrojo las mejillas con Hinata. ¿Cómo es que el chico de sus sueños admitía que lo había conquistando? Él ni siquiera era consciente de ello.
—Gracias... creo— titubeo causando risas en el mayor.
—Es hora de irnos, Shouyo. No queremos que nos regañen por tardar de más— ayudó al nombrado a levantarse del suelo y ambos sacudieron un poco los restos de polvo de su uniforme y se dirigían a la camioneta que los llevaría hasta el cuartel.
—Llegan tarde— regañó Osamu en cuanto los vio.
—Uy pues perdón— respondió Atsumu con burla hacía su hermano.
Los tres se subieron a la camioneta encontrándose a Suna dentro en los asientos traseros, Shouyo se sentó a su lado mientras que los Miya iban en los delanteros con Osamu al volante. Era tanto responsable como peligroso.
—Me puedo pasar al frente si no están cómodos— sugirió Suna.
—¿De que hablas? Estaremos bien—le dijo el Miya rubio.
—Ustedes pero nosotros no— susurró pero Hinata lo escuchó haciéndole reír.
La Ford Expedition color negro avanzó rápidamente por las calles algo llenas de autos de gente que se dirigía a casa. El sol comenzaba a ocultarse para dar paso a la luna, las personas salían del trabajo y los niños empezaban a tener sueño. Así se terminaba un nuevo día. Un día más en el que no veía a su familia.
—¡Samu, te he dicho que pises el acelerador!— reclamó a su hermano.
—¡Y yo te he dicho que no pienso hacerlo!— atacó.
—¡Podríamos no llegar a tiempo!
—¡¿Acaso yo te pedí que tardaras más de la cuenta con Shouyo?!— esto sonrojó al pelirrojo y el castaño de ojos verdes comenzó a reírse.
—¡Eso no tiene que importarte!— gritó Tsumu—. Debemos llegar para evitar que nos llamen la atención.
—¡Kita no se enterará de esto!
—De hecho ya lo sabe— los interrumpió el castaño.
—¡SUNA!— gritó el par de gemelos.
—¿Qué? Era lo justo— los hermanos Miya dejaron de discutir después de esto. Sin embargo comenzó una pelea pues ahora Osamu si pisaba el acelerador.
—¡Samu, idiota ve más lento!— atacó Atsumu.
—Que vaya rápido, que vaya lento, ¡¿quién demonios te entiende?!— gritó el teñido de gris y un sonido alertó al de ojos verdes.
—Chicos, vayan más lento— ordenó. Escuchaba los latidos de un quinto corazón.
—Es que eres insoportable.
—Y tú un idiota.
—¡Chicos!
—Suna, ¿sucede algo?— preguntó Hinata. Pero él seguía intentando calmar a los gemelos.
—¡Ya me tienen harto!— Suna se abalanzó hasta los asientos de en frente girando el volante para evitar el choque y que se llevaran entre las llantas al dueño del quinto corazón.
—¡¿Suna, qué demonios haces?!— gritó molesto el mayor de los Miya.
—¡Evito que atropellen a alguien!— frente a la camioneta estaba un hombre cerca del metro noventa, delgado y con unos lentes oscuros que cubrían sus ojos.
—Demonios— susurraron los gemelos en cuanto vieron al hombre de cabellos blancos frente a ellos.
—Discúlpenos, ¿está bien?— preguntó Osamu una vez que estuvieron afuera de la camioneta.
—Por supuesto que si— habló cantarín—. Deberían tener más cuidado al manejar, podrían atropellar a un civil.
—Nos disculpamos por eso— hablaron bajito los gemelos.
—Si si, ya lo dijeron, no tienen porque, huh...— se interrumpió y los miró fijamente—. ¡Pero si son soldados de primera división!
«Mierda» pensaron los cuatro hombres de negro.
—¿No es imprudente que cuatro soldados manejen peor que civiles?— preguntó juguetón causando la rabia en los tres zorros.
—¿No es imprudente que un civil cruce las calles como si fuera un Dios?— preguntó inocentemente Hinata.
—¡Vaya vaya! Que respondón eres— sonrió ladinamente enfocándose en el pelirrojo—. Huh, ¿por qué siento que ya te he visto?
—¿Disculpe?
—¡Oh si! Ya se de donde, me recuerdas mucho al chico melocotón.
—¿Chico? ¿Melocotón?— «¿De qué habla este imbécil?» se preguntaba Hinata.
—Si si. Hace tiempo conocí a un muchacho más o menos de tu misma edad y complexión, tenía unos ojos avellanas y piel extremadamente blanca, aunque lo más llamativo era el aroma h color de cabello— susurró muy despacio lo último causando escalofríos en los demás.
—¿Y eso nos interesa?— preguntó Suna.
—Claro que si— mostró una cadena con un bello dije color lila en forma de lágrima y otro más en forma de gato hecho de Plata—. ¿Esto pertenece a los miembros de los escuadrones no es así? Lo usan cuando van vestidos de civiles para marcar su estatus.
—¿Cómo lo conseguiste?— preguntó Hinata.
—Ya te lo dije. El chico melocotón que conocí llevaba uno de estos, de hecho es el dueño.
—Es el emblema del Nekoma— susurró Osamu.
—Quiero pedir su ayuda— les dijo el hombre—. Llévenme a verlo para que puede entregárselo, es importante. Además soy periodista y mi trabajo ahora es hacer una columna sobre nuestro valioso ejército.
—¿Tenemos otra opción?— preguntó Osamu. El peli blanco sonrió.
—No.
Después de discutir con los capitanes terminaron poniéndose de acuerdo y dando permiso para que el hombre de cabellos blancos los acompañara hasta el KAFUNE. Aún así pusieron limitaciones. No podía preguntar sobre la situación con los Glishkarj, nada de interferir en los entrenamientos y nada sobre importunar a los soldados. En resumen sólo sería un reportaje acerca de la vida de los soldados.
A los ojos del mayor se veía demasiado grande la instalación, malditos suertudos. Tenían demasiado espacio y muchos edificios, veía demasiados autos y juraba haber visto una pista de vuelo cerca de los límites del terreno.
Era impresionante.
Cuando llegaron al edificio central lo estaban esperando los tres comandantes para conocer al muchacho. Satoru Gojo se presentó como uno los mejores escritores del National Report: el periódico más importante de la ciudad y también el más confiable.
A los ojos de los comandantes el chico no generaba ninguna confianza pero tampoco desconfiaban de él. Era como una persona sin importancia e indiferente.
—Así que joven Gojo, ¿quiere realizar un reportaje de la vida de nuestros soldados?— preguntó Ukai.
—Por supuesto, nada me agradaría más que dar a conocer cómo es la vida de aquellos que se arriesgan y prácticamente dan la vida sin esperar nada de nosotros— respondió orgulloso—. Debo decir que todos ustedes tienen mis respetos. Además las habilidades de todos a pesar de ser las mismas lo hacen ver tan diferente.
—¿Cuanto tiempo le tomará?— preguntó el comandante Búho.
—Probablemente me tomé cinco días tener un reportaje tan bien elaborado— respondió llevándose su mano al mentón.
—Bien, no podrás permanecer más días de los que has dicho ahora— habló Nekomata—. Si lo terminas antes mucho mejor.
—Como ordene comandante— dijo haciendo una reverencia irónica y sonrisa burlona.
—Llévenlo al comedor. Reúnan a los chicos que les pida y sean amables, por favor. Eso va especialmente para el Karasuno— Hinata se tensó al oír el nombre de sus cuervos.
—¡Si señor!— respondió serio.
Los cinco chicos salieron del edificio para llevarlo hasta le guarida de todos aquellos que se unían a sus filas.
El aire estaba ligero, sin olor a peligro pero con tensión en él.
—¡Buenas!— saludó Hinata en cuanto entró.
—¡Hinata!— la voz de Sugawara retumbó en las paredes—. ¡¿Cómo llegas esta hora?! Tu turno terminó hace más de cuarenta minutos, eso es el tiempo estimado de llagada.
—¡Ah, lo siento, Suga! No volverá a pasar.
—¿Acaso el soldado Miya no te estaba cuidando bien?— el mencionado se tensó al escuchar su nombre.
—Suga-chan, deja de atormentar al Chibi— el de cabellos blancos enfocó su vista en el chico de extraño peinado y cabello negro que llevaba sentado en el regazo a un chico de cabello verdoso.
—¡Vaya vaya! ¿Usted es el Capitan Kuroo? aquel que llaman capitán intrigante.
—Así es, ¿quién eres tú?— preguntó.
—Un simple servidor, un periodista e investigador— respondió con gracia.
—No me interesa, ¿qué haces aquí?
—¡Tetsurou!— regañó el de cabellos verdosos.
—Y usted debe ser su amada pareja— el rostro de Yamaguchi se enrojeció—. El soldado Yamaguchi. Es usted uno de los mejores Wind que haya existido.
—Corrección, es el mejor— le dijo Kuroo.
—¿Qué está haciendo este tipo aquí?— preguntó Daichi.
—He venido a realizar un reportaje sobre la vida en el KAFUNE— habló tranquilamente—. También tengo investigaciones que podrían servirles.
—¿Qué clase de investigación?— preguntó Suga.
—¡Oigan chicos!— «Esa voz.» pensó Gojo—. ¿Podrían ir a cenar ya? Fukunaga y Yaku se pondrán...
—¡Melocotón!— habló Gojo emocionado—. No sabes lo feliz que me hace volver a verte.
Esa noche todas las miradas se centraron en Yuuji y la vergüenza cubría su rostro.
Es todo por el día de hoy, me alegra mucho recibir sus votos y comentarios. Muchas gracias por leerme.
Presten atención y lean entre líneas porque hay detalles y pistas 👀.
Nos vemos después.
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