𝙲𝚑𝚛𝚒𝚜𝚝𝚖𝚊𝚜 𝚆𝚒𝚜𝚑
Los últimos días de diciembre están llenos de promesas de felicidad, esperanza y anhelo. Todo el mundo habla de cómo, al cerrar el ciclo del año, se deben encontrar motivos para sonreír, para estar rodeados de los que amas, abrazando lo que la vida les ha dado. Es un tiempo para mirar hacia atrás, agradecer y avanzar con optimismo. La nieve cae lentamente, cubriendo todo a su paso, transformando el mundo en un paisaje blanco y silencioso, mientras una taza de café caliente se vuelve el refugio para el frío, y el calor de la familia llena los rincones del hogar.
Pero no siempre es así. Para algunos, los últimos días del año no son motivo de celebración. Para mí, no lo son. El año no terminó con una nueva oportunidad; terminó conmigo. Si pensabas que llegar al final del año era un motivo para estar feliz, mis más sinceras condolencias: el final no llega solo, te arrastra. Y en mi caso, el peso ha sido demasiado.
Las reuniones familiares no son como las pintan en las películas, no cuando las relaciones se han ido desmoronando con el tiempo. Son incómodas, forzadas, y llenas de tensiones no dichas. Las sonrisas que se regalan son más falsas que sinceras, y los abrazos son como sombras que no alcanzan a tocar el alma. No hay amor aquí, solo indiferencia, y ni siquiera la compasión encuentra su lugar en una casa que alguna vez estuvo llena de vida.
La nieve, que muchos ven como un regalo invernal, es para mí solo un recordatorio de lo fría que se ha vuelto mi vida. Se mete en los rincones de mi ropa, empapando mi piel, recordándome lo poco que puedo controlar. Y el frío, ese frío que se cuela entre las paredes, es más pesado que cualquier abrigo. No importa cuántos calefactores tenga, siempre se siente como si el hielo estuviera dentro de mí.
Y en medio de todo esto, mi corazón, lejos de latir con esperanza, late con una angustia profunda. La tristeza me ha encontrado, y ahora es mi constante compañía. ¿Será que todo el mundo siente lo mismo que yo en estas fechas? O soy solo yo la que está atrapada en este ciclo interminable de soledad.
Mi nombre es Oh HaeWon. Y estoy agotada de vivir así. Mi casa, que alguna vez fue un hogar, ahora es solo un lugar oscuro, un vacío que nunca se llena. Las luces del árbol de navidad, las que mi padre insiste en poner cada año, parpadean débilmente, como si quisieran recordar lo que solía ser. Pero la única luz que realmente brilla aquí es la mía, la luz de un deseo oscuro, desesperado. Esa luz es la que me mantiene despierta cada noche, la que me lleva a esperar que Lily llegue a tiempo. Porque esa es mi única esperanza, mi único deseo de Navidad: que Lily llegue antes de que la oscuridad me consuma por completo.
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