03ও
Dentro del castillo, todos estaban como locos por la llegada del príncipe Hwang y la desaparición del príncipe Han. Guardias correteando por los pasillos, empelados limpiando cada rincón, meseros y cocineros preparando comida, y los reyes en medio de una crisis gracias a su hijo.
—¿¡En donde se metió!?—la reina gritó, sobando sus sienes mientras caminaba de un lado a otro dentro del salón.
—Si no aparece cuando Hwang venga, será totalmente tu culpa—habló con calma el rey.
La mujer se detuvo de golpe y vio a su esposo con una expresión furiosa, ya estaba lidiando con el hecho de que su hijo no estaba, y el peso de que también sería su culpa, era algo con lo que no quería cargar.
—¿Mi culpa?
—Se te escapó a ti—se encogió de hombros—Dijiste que lo viste esta mañana y lo perdiste de vista a los segundos—negó con la cabeza, enfureciendo cada vez más a la reina—Eres la responsable.
La mujer apretó los labios y trató de tranquilizarse. No iba a decirlo en voz alta, pero probablemente, su esposo tenía razón. Dejó escapar un largo suspiro y salió del salón en total silencio a pesar de que tenía mucho que decir, pero poco le convenía iniciar una discusión otra vez, la última vez había sido amenazada con ser desterrada de Windhall por su propio esposo, y sabía perfectamente que eso era posible porque ella no era nada más que la esposa del rey, dándose un título gracias a él.
—Su Majestad—la llamó alguien en el pasillo. Hizo su mejor sonrisa y se giró a verlo.
—¿Hay noticias de Jisung?
El guardia negó.
La reina suspiró de nuevo.
—El carruaje del príncipe Hwang acaba de pasar por la frontera de Windhall—ella se tensó—Ya está dentro de nuestro territorio.
—Pero no es el mediodía todavía, se supone que vendría más tarde.
—Así debió ser, llegaron antes.
Una sonrisa a medias y forzada se dibujó en los labios de la reina para no mostrar lo desesperada que ya se encontraba, el guardia hizo una reverencia y se fue, dejándola en medio del pasillo con una preocupación más grande.
¿En donde estaba metido su hijo?
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Inconsciente de la hora, Jisung se tomó su tiempo para regresar al castillo. Recordó las palabras de su madre sobre la llegada del príncipe de Ravenham, más no era lo suficientemente tarde para su llegada. En su cabeza solo podía repetir una y otra vez la imagen de Minho luciendo como un monstruo, tomando ese aspecto tan tétrico que fácilmente logró asustarlo. Frunció el ceño sin apartar la mirada del suelo, golpeando pequeñas rocas para mantenerse un poco entretenido sin profundizar en ese momento, hasta que sin darse cuenta, llegó al castillo.
Elevó la mirada hacia las torres que sobresalían entre los árboles, inhaló profundamente y exhaló, buscando sentirse relajado para el ajetreado día que lo esperaba. Caminó hasta una de las entradas traseras y de inmediato fue interrumpido por dos de sus guardias.
—Buenos días—los saludó, moviéndose a un lado para seguir caminando, pero volvieron a cerrar su camino—¿Pueden dejarme pasar? Tengo cosas que hacer.
—Tenemos la orden de escoltarlo a su habitación, príncipe Jisung.
—Puedo llegar por mi cuenta, no se preocupen—les sonrió, pero su expresión se tornó molesta cuando ambos guardias agarraron cada uno de sus brazos y ejercieron fuerza para no soltarlo.
—Lo sentimos mucho, son órdenes de los reyes.
Jisung no se opuso, sabía que los guardias del castillo seguían órdenes de sus padres, así que por el momento, no había mucho que él pudiera hacer solo siendo el príncipe.
Caminó en silencio con los guardias hasta que llegaron a su habitación y cerraron su puerta, haciéndole saber que por el momento, estaría bajo vigilancia. Poco le importó, dejó su bolso a un lado, quitó sus zapatos y se dejó caer sobre su cama, cansado y con mucho sueño. Pensó en la propuesta del chico que vivía con Minho, su lado aventurero y curioso le decía que debía ir y conocer un poco más el misterio que los rodeaba, pero su parte racional le decía que lo mejor era olvidarse del tema, habían cosas que estaban mejor sin ser descubiertas.
—¡Han Jisung!
El grito de Jeongin lo sobresaltó, agitando los latidos de su corazón.
—¿En qué momento entraste?
—La verdadera pregunta es, ¿qué haces con esa ropa tan asquerosa y fea?
—Lo que pasa es que-
—No importa—lo interrumpió, abriendo de par en par el armario repleto de ropa. Jisung rodó los ojos—Guardé aquí la ropa que usarás hoy para recibir al príncipe Hwang—sacó el conjunto indicado y lo extendió sobre la cama, acercándose después hacia Jisung—¿Por qué tienes hojas en el cabello? ¿En dónde estabas metido, Han Jisung?
Jisung resopló, tomando asiento frente al espejo para que Jeongin, su estilista personal, empezara a acomodar su desordenado cabello.
—Eso no importa, ya estoy aquí.
Jeongin suspiró mientras negaba con la cabeza, concentrándose en su trabajo.
—¿Puedo preguntarte algo?—Jisung rompió el silencio de la habitación algunos minutos después, viendo a Jeongin asentir a través del espejo, por lo que continuó hablando:—¿Los vampiros pueden cambiar sus ojos a totalmente negros?
Jeongin frunció el ceño y detuvo sus acciones para mirarlo.
—Uhm, no que yo sepa. Normalmente, cambiamos nuestros ojos a color rojo cuando tenemos emociones fuertes o cuando nuestro instinto está muy presente, no he conocido a ningún vampiro de ojos negros.
—¿Y sus dientes? ¿Qué tan grandes pueden ser?
—Bueno... No sabría decir de qué tamaño son, creo que depende de cada quién, es decir, mis colmillos pueden ser más cortos que los de otro vampiros.
—No es un vampiro entonces—murmuró para sí mismo, descartando totalmente esa conclusión. Minho tenía ojos completamente negros y todos sus dientes se alargaron, no sólo los colmillos.
—¿Por qué preguntas?
—Por nada importante—respondió con indiferencia, en otro momento hablaría con él al respecto, ahora mismo debía concentrarse en la llegada del príncipe Hwang.
Tras un largo silencio, después de ver a Jeongin corretear con ropa, accesorios y maquillaje dentro de toda la habitación, por fin se encontraba listo. No se dio cuenta del tiempo, pero posiblemente había pasado un poco menos de dos horas. Se vio a sí mismo en el espejo y se convenció una vez más de que Jeongin era el mejor.
—Ahora si—apartó un corto mechón que cayó sobre su frente, dejándola al descubierto—No te ves desastroso, realmente hago milagros, soy el mejor.
Jisung lo miró con una sonrisa de lado.
Insistentes golpes llamaron su atención y abrió la puerta, encontrándose con uno de sus guardias quién le avisó que ya debía presentarse en el salón principal del castillo, solamente faltaba él porque el príncipe Hwang ya se encontraba esperándolo.
Solo debes saludar, actuar amable y sonreír.
Desde pequeño, le enseñaron que para mantener una imagen pulcra, debía seguir esas reglas, porque todos amaban a alguien educado, amable y con linda sonrisa, era la combinación perfecta para ser adorado por todos.
—Lamento la tardanza—habló cuando las puertas se abrieron y el salón se quedó en silencio ante su presencia—Tuve unos inconvenientes, pero ya estoy aquí—sonrió amablemente, caminando con cierta elegancia hasta sus padres que ya estaban con el príncipe quien por cierto, no quitaba sus ojos de él.
—Un gusto conocerte, soy Hwang Hyunjin, príncipe de Ravenham—hizo una reverencia hacia el menor cuando lo tuvo de frente—Y no te preocupes, valió la pena la espera—sonrió de lado sin dejar el contacto visual.
Conocía esos gestos. Esa sonrisa sutil, ese tono de voz suave, esa mirada profunda.
Estaba coqueteándole.
—El gusto es mío—imitó sus acciones, luciendo tranquilo—Soy Han Jisung, tu futuro esposo.
A Hyunjin le llamó la atención su seguridad.
—Espero que se lleven bien, hacen una linda pareja—comentó la reina Han con una enorme sonrisa—Vamos al comedor, daremos el banquete de bienvenida y luego puedes mostrarle el castillo, Jisung—pidió, pero sonó más a una orden.
Jisung asintió sin protestas, únicamente pensando en donde iba a dormir el gran príncipe de Ravenham, porque definitivamente, no sería con él.
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Minho ordenó silenciosamente su habitación luego del desastre que él mismo ocasionó debido a su poco control, suspiró cansado y se sentó en la orilla de la cama, escondiendo su rostro entre sus manos sin dejar de pensar en el chico al que echó de su mansión. Gruñó molesto, ¿por qué debía importarle de todas formas? Se asomó con lentitud hacia la ventana, sintiendo su pecho oprimirse al ver su jardín hecho un desastre.
Sus flores y sus rosas estaban arruinadas, algunas estaban en buen estado, pero aún así, le dolía ver lo que habían causado esas personas. Podía simplemente pedirle a Félix que le dijera a las hadas del bosque que volvieran a plantar un nuevo rosal y se hicieran cargo de todo el jardín, pero la idea de que sus rosas azules fueran reemplazadas por otras no le gustaba en lo absoluto, debían ser azules, no quería otras.
—Min, ¿vas a cenar? Preparé tu comida favorita.
Escuchó la voz de Félix al otro lado de la puerta, tan suave y amable como siempre.
—Come tú solo—respondió a secas, y luego lo escuchó suspirar.
Félix ya no insistía, hace mucho dejó de hacerlo cuando se negaba a hacerle compañía, y eso solo lo hacía sentir culpable, culpable porque alguien como Félix no tenía que estar condenado en esa mansión con él.
Le agradecía de corazón sus buenas intenciones.
No era bueno con las palabras, mucho menos con sus acciones; siempre era brusco, frío y muy temperamental, había deseado muchas veces no ser así, pero no encontraba la manera de ser diferente, siempre había algo que lograba desequilibrarlo, algo que lograba quebrarlo.
Estaba atrapado en sí mismo.
Al cabo de unas horas, cuando la noche era más oscura y la luna brillaba con más fuerza, decidió salir de su habitación, creyendo que a esa hora, Félix se encontraría dormido, pero se llevó una gran sorpresa cuando las tenues luces seguían encendidas. Bajó las escaleras con la intención de preguntarle a su amigo qué hacía despierto cuando su hora de dormir ya había pasado, pero una media sonrisa se asomó en sus labios cuando lo encontró sentado en el sofá con los ojos cerrándose de vez en cuando.
—Hey, ve a dormir—le dijo, logrando que pusiera sus adormilados ojos oscuros sobre él.
—Le dije que viniera, le dije que estaríamos esperando por él—dijo entre balbuceos, tratando de mantenerse despierto.
—¿De qué hablas?—preguntó, acercándose.
—Del chico de esta mañana.
—¿Jisung? ¿Por qué estaríamos esperando por él? No es bienvenido.
—Dijo que quería ayudar con el jardín—apartó la mirada hacia la ventana, sintiéndose triste también.
Minho suspiró, se acercó al menor y extendió su mano hacia él. Félix tomó su mano sin dudarlo y dejó que Minho le ayudara a levantarse del sofá aunque no necesitaba ayuda; Minho le demostraba su afecto con esos detalles. Caminó tras él con pasos lentos, siendo guiado hasta su habitación.
—Ya duérmete—ordenó cuando entraron, viéndolo meterse bajo sus sábanas.
—Si viene, debes recibirlo, no lo saques.
—No—se negó de inmediato—Nadie volverá a entrar aquí, no invites a nadie más o te saco para que duermas con las brujas allá afuera.
—Monstruo amargado—murmuró, dándole la espalda.
—Hada ingenua—atacó de la misma manera, escuchando segundos después una suave risa.
Sonrió de nuevo y cerró la puerta para dejarlo descansar.
Al ser un hada, Félix era demasiado confiado y amable con todos, era alguien que no veía los peligros o consecuencias de las cosas, ¿qué tal si ese tal Jisung era malo o tenía órdenes de lastimarlo? Simplemente, Félix no veía las malas intenciones. Por esa razón, se encontraba viviendo ahí, con él que era un monstruo peligroso, con él que era un idiota que rompía todo en repentinos ataques de ira, ¿por qué seguía ahí? No pretendía cuestionarlo con eso de nuevo, ya una vez lo hizo y no obtuvo más respuestas que "eres bueno, no lastimarías a nadie".
Pensarlo le causaba molestia, ¿qué iba a saber una tonta e ingenua hada? Cerró ambas manos en un puño, Félix también lograba ser molesto.
Apagó las luces en total silencio y salió de la mansión, caminó con lentitud alrededor del jardín, sintiendo el aire fresco de la noche golpeando su piel pálida por no recibir ningún rayo de sol, llevó ambas manos hacia la parte trasera de su cabeza al mismo tiempo que elevaba su rostro hacia el cielo, dejando que la luna brillara sobre él. Sus dedos tocaron el nudo de las cuerdas de la máscara y vaciló. ¿Qué tal si de repente aparecía Jisung?
No, nadie nunca regresa.
Desató el nudo con facilidad, y la máscara se deslizó fácilmente, sintiéndose extrañamente expuesto sin ella. Dejó caer ambas manos a sus costados, deteniéndose a sí mismo de tocar su rostro. Cerró los ojos y soltó un suspiro tembloroso que no alivió el nudo en su garganta.
Ojalá pudiera sentirse como alguien normal.
Desde la ventana, Félix lo observó con tristeza en sus ojos. Gracias a la luz de la luna, logró notar las lágrimas que salían lentamente de los ojos cerrados de Minho, solo y en silencio, reviviendo una y otra vez su dolor. Agachó la mirada y se apartó, regresando nuevamente a su cama sin sentirse capaz de seguir viéndolo llorar. Muchas veces deseó poder hacer algo por él, algo que lo hiciera sentir mejor, algo que lo hiciera feliz, pero nada era suficiente; solo era una inútil hada que lo hacía enojar de vez en cuando, ¿qué podría hacer por alguien con Minho?
Absolutamente nada.
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—Con esto finalizamos el recorrido—Jisung se detuvo en medio del jardín del castillo, iluminado por los faroles en medio de la noche.
Hyunjin asintió, observando atentamente su entorno, percatándose de que ya no había luz del día. El tiempo había pasado demasiado rápido, después del almuerzo, Jisung se dedicó a mostrarle cada parte del castillo, tal y como la reina se lo había pedido. A decir verdad, a Hyunjin no podría importarle menos, pensar en que ese sería su nuevo hogar por algunos meses no era algo que lo hiciera sentir emocionado, y el único lado bueno que podría mencionar sobre su estadía, es que, el príncipe Jisung era muy atractivo.
—No me has mostrado tu habitación—comentó cuando sus ojos se posaron en él—¿Por qué?
—No necesitas saber en donde está—respondió con sutileza.
—Uhm, no quiero pensar que es porque te doy miedo.
—Oh, no—negó con la cabeza repetidas veces—Es solo que me gusta mantener mi privacidad—mintió.
El poco tiempo que ha convivido con Hyunjin, Jisung pudo percatarse de que era un chico demasiado atrevido, lanzando comentarios sutiles y coquetos. Claro que supo identificarlo; no le temía, simplemente quería evitar ser molestado. Tal vez estaba exagerando, y era obvio que no podría esconderlo durante mucho tiempo, pero había algo en molestar el ego de Hyunjin que lo hacía sentir divertido.
—Vamos a casarnos, Jisung—aseguró, tomándose el atrevimiento de rodear su cintura con su brazo para atraerlo hacia sí mismo—Terminaremos durmiendo en la misma cama después de todo.
Jisung jadeó sorprendido sin saber exactamente en donde poner sus manos o qué hacer en esa situación. Sus mejillas se sonrojaron y sus ojos se abrieron ante la cercanía, ¿cómo se atrevía a tocarlo de esa manera sin conocerlo? Intentó tranquilizarse ante la sonrisa egocéntrica de Hwang, y sin lucir exaltado, se apartó con lentitud.
—Mientras tanto, es mejor que no sepas en donde está mi habitación—dijo, dándose la vuelta para entrar nuevamente al castillo a paso rápido.
Hyunjin sonrió de lado sin moverse de su lugar hasta que lo perdió de vista. Tal vez su estadía en Windhall no sería tan mala después de todo.
Desde una de las ventanas, Jeongin suspiró sonoramente al ver cómo su amigo huía del príncipe Hyunjin. Le parecía divertido, y al mismo tiempo, decepcionante, ¿cómo podía Jisung huir así de alguien como el príncipe Hwang? Debía estar loco para no aprovechar la oportunidad.
—¿Por qué espías al príncipe?
Una voz a sus espaldas lo sobresaltó, causando que se enderezara y apartara la mirada de la ventana. Se dio la vuelta y se encontró con un rostro totalmente nuevo para él.
—No tengo nada mejor que hacer en este momento—se encogió de hombros, negándose a lucir avergonzado—De todas formas, ¿tú quién eres y qué haces en esta zona del castillo?—entrecerró los ojos, analizándolo detenidamente mientras esperaba una respuesta.
—Soy Bang Chan, el guardia personal del príncipe Hyunjin.
Jeongin asintió lentamente.
—¿Por qué no estás con él?
—Bueno, debía tener tiempo a solas con el príncipe Jisung—se encogió de hombros—¿Y tú? No pareces ser un empleado común, tampoco un guardia... ¿Qué eres? ¿Le brindas servicios especiales al príncipe?
—¿Qué tratas de decir?—preguntó indignado.
—Que eres hermoso, y los chicos con tu belleza no son simples empleados, sino que son contratados para otras cosas—sonrió al verlo fruncir más el ceño—Pero no te ofendas, solo tengo curiosidad.
—¿Por qué tendría que decirte? No te conozco—se cruzó de brazos sin dejar de mirarlo. Había algo en él que no lograba descifrar, podía sentir que no era un humano.
—No tienes que desconfiar tanto—sonrió de lado, acercándose al peligris hasta acorralarlo contra uno de los muros del pasillo, manteniendo una distancia prudente para poder hablar.
Jeongin no podía terminar de procesar lo que estaba pasando, su corazón latía con fuerza y su respiración se agitó, pero no se iba a dejar intimidar. Con mucha seguridad, llevó ambos brazos a cada hombro de Chan, permitiendo la cercanía. Sonrió ampliamente cuando logró sentirlo nervioso y tenso bajo sus manos, ¿por qué ya no se veía tan seguro?
—Escúchame bien, Bang Chan, no intentes jugar conmigo porque no soy un estúpido niño, ¿te queda claro?—susurró muy cerca de su rostro.
Chan sonrió también, confundiéndolo totalmente.
—No creo que seas un niño—susurró de la misma manera—Al contrario, creo que tienes la edad suficiente.
—No tienes ni idea—rió con sarcasmo, desviando la mirada.
—¿Qué edad tienes? ¿menos de cien? Pareces un novato todavía.
Jeongin dirigió nuevamente la mirada hacia él, ahora más confundido.
—¿Cómo sabes?
Chan se apartó totalmente del peligris y sonrió con burla, cruzándose de brazos.
—Debes ser joven para no identificar a otro vampiro.
Jeongin no supo qué responder, hace muchos años que no veía a otro vampiro porque muy raramente se dejaban ver, normalmente vivían apartados en ciudades pequeñas o en pueblos lejanos en los que pudieran alimentarse libremente sin ser descubiertos, además, la mayoría del tiempo se movían en grupos, eran muy pocos los que decidían separarse de su clan para tener un estilo de vida diferente, así como él, por lo tanto, no podía identificar a otros de su misma raza.
—No he convivido con uno desde hace mucho tiempo, no me interesa identificarlos—respondió con tranquilidad—Y respondiendo tu pregunta, si, tengo menos de cien años.
—Lo supuse—sonrió ampliamente—En todo caso, fue un gusto conocerte, aunque no me hayas dicho tu nombre. Lo descubriré con el tiempo, tengo muchísimo—puso ambas manos en su espalda baja y empezó a caminar hacia el otro lado del pasillo sin dejarlo responder.
Jeongin no apartó la mirada, ni siquiera cuando lo vio girar al final del pasillo. Estar cerca de alguien como él solo lo hacía sentir ansioso por su atrevimiento y seguridad, características básicas de un vampiro, y había logrado controlar sus instintos para vivir tranquilamente entre humanos y otras criaturas; temía que al estar cerca de él, lo hiciera sentir nuevamente ese deseo que había controlado. A lo mejor, se estaba adelantando a sacar conclusiones, solo debía mantenerse lejos y convivir lo menos posible.
Dejarse llevar era demasiado fácil.
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¿Se esperaban a Jeongin y Chan vampiros?
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