𝘤𝘩𝘢𝘳𝘱𝘦𝘳 𝘴𝘪𝘹𝘵𝘦𝘦𝘯
FRIENDSHIP
Gillian se acercó a Emma con una taza humeante de té, hecha como ella sabía que le gustaba. Emma aceptó gustosa, sintiendo que el calor de la cerámica calentaba sus frías manos. La rubia traía consigo otra taza que dejó sobre su mesa de noche, rápidamente acurrucándose dentro de las mantas de su cama por el frío. Su amiga se aferró a su taza, no quería volcar el té sobre la cama.
-¿Por qué hace tanto frío? -protestó Gillian, pataleando dentro de las sábanas.
-Gillian, ¡tienes como tres mantas aquí y estás de pijama polar! -exclamó Emma, antes de darle un sorbo a su taza.
-¡Hay como tres grados! Déjame.
Ella tomó su taza de la mesa de luz, fijándose disimuladamente en las notificaciones de su celular que se encontraba al lado, no había nada importante en ellas.
-Extraño Cadaqués, era cálido -comentó, recordando ese lugar en dónde aún quedaba una pisca de verano.
-Extraño el calor -agregó ella.
Gillian giró a verla.
-Debiste haber venido con nosotros.
Emma se encogió de hombros.
-Ahora que lo pienso mejor -vaciló Gillian, revolviendo su té-. No fuiste porque iba Sonya, ¿verdad?
Su amiga bajó la vista, asintiendo completamente avergonzada. Guardó silencio por algunos instantes, en dónde Gillian le dió un sorbo a su té mirándola de reojo.
-¿Podemos hablar sobre...?
Y antes de que pudiera terminar la frase, su amiga ya había apartado ambas tazas, dejándolas sobre la mesa de luz para que no terminarán regadas sobre la cama.
-Sí, podemos -respondió, sin que terminara de plantear la pregunta-. He esperado toda la tarde que digas esas palabras.
Ella se encogió de hombros, sonriendo de medio lado.
-Necesitaba tiempo.
Gillian asintió.
-Se notaba en la cara -señaló ella, recordando los primeros instantes que pasó dentro de su apartamento, como se habia sentado en el sillón con la mirada perdida y ella con miedo de decir algo que no debiera y meter la pata más de lo que ya estaba dentro-. Emma yo sé que ninguna de ustedes quería que esto pasara a propósito.
Le colocó una mano en el hombro, mientras ella la miraba.
-Simplemente son dos personas sobrepasadas por otras situaciones que encontraron la manera de desahogarse haciéndole daño a la otra, y luego se volvió un círculo vicioso
-Lo sé -murmuró ella-. Y me siento una idiota por eso. Sonya y tú son mis mejores amigas, y lo único que he hecho fue dañarla y comprometer tu amistad con ella.
Emma negó con la cabeza, las lágrimas comenzaban a amenazar con salir. Gillian solo guardaba silencio, escuchándola desahogarse con ella.
-No había visto a Sonya llorar nunca -dijo, con la voz quebrándose con cada palabra que decía-, ni derramar una sola lágrima, y la primera vez fue por mi culpa.
Emma le hizo recordar que ella sí la había visto, algo de lo que no quería acordarse de que había vivido, sin embargo, si lo hizo y lo guardaba muy en el fondo de su mente. Sonya parecía de acero, pero lo cierto era que Gillian ya la había visto llorar un par de veces, cosa que era mucho menos probable que ver un unicornio en la calle. La amistad de todas se dió por el nexo de la rubia en común, que las juntó a ambas, así que Gillian las conoce a las dos desde antes de que fueran un trío. Recuerda muy bien que tenían diecisiete y diecinueve años, y también que le sorprendió la manera en la que, al inicio, Sonya intentaba tragarse las lágrimas a la fuerza. Ella también lo hacía de vez en cuando frente a su hermana pequeña, sin embargo, nunca se las había empeñado tanto como su amiga aquella vez. La voz de ella estaba completamente quebrada y se negaba a decirle que había pasado. Gillian no podía imaginarse el dolor que tendría en la garganta, pues aguantarse el llanto no es nada fácil, sin embargo, su amiga tomó la decisión de darle un abrazo, ya que no lograba hacer que se abriera, y fue como si una represa de agua se rompiera. Ese día se salteó tres clases seguidas y fue una de las pocas veces que tuvo una charla tan profunda y emocional con ella, lo bueno es que eso acabó reforzando su amistad.
Ver a Emma tratando de tragarse su propia angustia para no llorar, solo le hizo ver el reflejo de la Sonya de diecinueve años con hipo por querer aguantarse también. Sonrió levemente.
-No creo que la pueda volver a ver a los ojos -comentó, finalmente derramando un par de lágrimas.
Gillian le limpió las lágrimas que se resbalaron por sus mejillas rojizas.
-Yo creo que ustedes necesitan un tiempo -le dijo, haciendo que la mire a los ojos-. Que todo se enfríe y que ambas reflexionen sobre lo que pasó.
Emma se acurrucó sobre su hombro, abrazándola. Se sentía cómoda y segura con Gillian.
-¿Cómo puede ser que seas tan... madura? -le preguntó, a veces le sorprendía lo tan objetiva que podía ser en una situación, por más que le afectará emocionalmente.
Ella simplemente alzó los hombros.
Ambas volvieron a tomar sus tazas, guardando silencio y acurrucándose juntas por los siguientes minutos. Se quedaron mirando un programa de reformas de casas en la televisión, Emma con la cabeza recostada sobre el hombro de Gillian y ella con la mejilla sobre su cabeza y el brazo rodeando sus hombros. Ya le estaban quedado marcados los rulos de Emma en la piel de su rostro, cuando ella recobró la postura y la miró. Gillian alzó una ceja.
-¿Desde cuándo tomas té? -preguntó, curiosa.
Su amiga sonrió, mirando la taza.
-Desde que me enamoré de un británico -le contestó, dándole el último sorbo y dejandola sobre su mesa de noche.
Cuando su vista se posó en Emma otra vez, se rió de su expresión de asombro.
-¿Qué? -preguntó, todavía sin procesar lo que le había dicho.
-Así como escuchaste -volvió a aclarar.
Emma prácticamente saltó de la cama.
-¿¡No más "hipotéticamente"!? -exclamó ella, mirándola entusiasmada.
-No más.
Su amiga soltó un chillido, abalanzandose sobre ella para darle un abrazo. Gillian comenzó a reír, no entendía porque actuaba tan emocionada.
-¿Qué sucedió? ¡Cuéntamelo todo ya! -suplicó Emma, metiéndose dentro de las mantas otra vez, lista para escuchar todo el cuento.
-Qué no sucedió -murmuró ella, divertida.
Emma volteó a verla rápidamente.
-¡Gillian! -exclamó avergonzada.
Su amiga comenzó a reírse, negando con la cabeza.
-Es broma, es broma -repitió.
-Más te valía -se cruzó de brazos.
-Soy una adulta, madura, tú misma lo dijiste.
Ella rodó los ojos.
-Cuéntame entonces.
Gillian alzó los hombros.
-En Cadaqués, después de hablar contigo por teléfono, entre a nuestra habitación haciéndome la valiente pero en realidad no lo podia ni mirar a los ojos -tomó el control remoto, bajandole el volumen a la televisión-. Parpadeaba y lo que había pasado en el muelle se reproducía frente a mis ojos.
Emma rió.
-Pero esa noche dormimos abrazados -contó, como si estuviera hablando de la lista del supermercado.
-Mentira.
Gillian soltó una carcajada.
-No puedo creer que todo eso fue hace una semana -suspiró ella-. Siento que pasó una vida.
-Quizás sea porque estuvieron tratándose como novios... ¡un mes! -exclamó ella, cruzándose de brazos-. ¿O te parece de amigos que te acomode el cabello detrás de la oreja?
Se encogió de hombros, roja como un tómate.
-Ahora que lo dices así, no.
Emma rodó los ojos, como si fuera muy obvio.
-Pero me alegra que por fin estén saliendo -dijo, acurrucándose dentro de las mantas-. ¿Es lindo contigo?
Ella sonrió, sin darse cuenta de que sus mejillas se pintaron de rosado.
-Obvio si, es bastante cariñoso -dijo, sonriendo embobada-. Ahora lo noto con más confianza, creo que es porque sabe que siento lo mismo por él. Y es muy atento, siempre está en las pequeñas cosas.
Su celular vibró sobre la mesita de noche y ambas voltearon a verlo. Emma no llegó a ver lo que había en la pantalla, sin embargo, la sonrisa que se esbozó en el rostro de Gillian le dió una idea de lo que se podría tratar.
-Y hablando del Rey de Roma -dijo ella, divertida.
Reprodujo la nota de voz que le había mandado.
-Buenas noches princesita... que sueñes con los... ange- ang- -guardó silencio por un segundo, estaba teniendo problemas con la pronunciación de esa palabra- little angels.
Un silencio se produjo en la habitación al terminarse el audio, en el cuál Emma y Gillian se miraron mutuamente, antes de estallar en carcajadas.
-¡Te dijo princesita! -exclamó la pelirroja, riéndose aún-. Por mi parte, está súper aprobado.
La rubia no podía parar de reírse.
-¡Que vergüenza! -dijo ella, estaba roja como un tómate-. ¡Encima se le nota la voz de dormido!
Negó con la cabeza, mientras le contestaba el mensaje.
-Lo amo.
-Me ofrezco como madrina de su boda -sonrió Emma.
Gillian rodó los ojos, divertida.
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Sintió sus brazos rodearla por la cintura, atrayendola a su cuerpo. Ni siquiera se inmutó por eso, mucho menos cuando su mandíbula se apoyó sobre su hombro, mirando dentro de la habitación junto a ella.
-Hace una hora estás observando hacia aquí adentro -escuchó su grave voz retumbar en sus tímpanos, estaba tan cerca de su oreja que incluso se le puso la piel de gallina, sin embargo, se mostró como si no le provocará nada.
Guardó silencio, él sinceramente pensó que no le contestaría, así que cerró los ojos, cuando escuchó la de ella.
-No puedo creer que este vacía -dijo en un hilo de voz.
Faltaba la persona alegre de la casa, sus pelos anaranjados en el cepillo de cabello en el baño, su risa alegre en la cocina, su inconfundible voz en la sala, sus cosas regadas por toda la casa. Faltaba ella recostada en su cama, pidiéndole consejos, haciéndole preguntas extrañas, se sentía como un madre con el síndrome del nido vacío, sin su bebé en su casa. Le faltaba una de sus mejores amigas, a una de las personas más importantes de toda su vida.
Faltaba Emma allí, dónde solo había vacío ahora, dónde solo quedaban algunos rastros de su esencia, dónde solo quedaba un recuerdo vacilante de ella.
-Es mi culpa -sentenció.
-Sonya -su nombre escuchó, más como una protesta que como consuelo.
Él hizo que se diera la vuelta. Sus manos en sus hombros, manteniendo la mirada en sus ojos. Su expresión era de tristeza, sin embargo, trataba de ocultarlo, mientras tanto, ella lo miraba con angustia.
-Es la verdad, Oliver -le dijo-. Siempre la gente se termina alejando de mí, porque a veces digo cosas que no tengo que decir.
Miró hacia su costado, viendo la cama vacía y destendida, viendo a Emma sonreír desde allí. Sabía que eso no volvería a pasar.
-Primero Mamá, después Gillian y ahora Emma -enumeró, negando con la cabeza repetidas veces-. Siempre lastimó a los que más quiero, ¿Cuánto tiempo crees que pase antes de que lo haga contigo? ¿Antes de que te lastimé a ti también?
No era algo que veía muy seguido, sin embargo, sus ojos grisáceos comenzaron a tener un brillo particular y su voz quebrada le estaba destruyendo el alma.
-Sony -la llamó, mientras le acariciaba la mejilla-. Tú sabes que eso no es verdad... Te conozco hace diez años y sé que eres una persona súper bondadosa y cariñosa. No sé te permitió fallar nunca, lo que dijiste fue solo un error, no era para una pelea de esta magnitud, pero ustedes ya venían sobrepasadas por otras cosas y esta fue la unica manera que encontraron de canalizar esa ira.
Los hombros de Sonya se elevaban en pequeños espasmos, tenía hipo. Lagrimones estaban estancados en sus ojos otra vez, simplemente bajaban de sus mejillas cuando parpadeaba. Se estaba aguantando las ganas de soltarlo todo, otra vez.
-Diez años que no están limpios tampoco -mencionó ella, le dolía la garganta cuando hablaba-. Somos pareja desde hace siete años, ¿cuántas veces nos separamos y volvimos? Porque las peleas las dejé de contar hace tiempo.
-Tres veces, pero Sonya...
-Oliver, las últimas dos te hice llorar.
-No es cierto -negó él-. Lloré porque te amo y me dolía cada vez que tomábamos esa decisión. Tú también llorabas.
Le tomó ambas manos, suplicándole con la mirada que lo viera a los ojos.
-Las peleas y las diferencias son parte de la convivencia, no seríamos una buena pareja si en estos siete años no nos hubiéramos peleado nunca -comentó, viendo como ella evitaba su mirada.
-No son solo las peleas -soltó ella, pasando una mano por su rostro-. A veces pienso que dormiría más tranquila sabiendo que nunca llegué a lastimarte porque nos alejamos antes.
-Por favor, Sonya -suplicó él, sabiendo el rumbo que tomaba la conversación-. Me lastimarías si esas palabras salieran de tu boca otra vez.
Una leve sonrisa se esbozó en su rostro, afianzando el agarre de sus manos por un segundo. Oliver la miró aterrado.
-Preferiría eso antes de que me odies -dijo con la voz apagada.
Le soltó ambas manos, agachando la cabeza y tomando rumbo hacia su dormitorio. Oliver la vio desaparecer al entrar a su dormitorio, antes de recostarse en el marco de la puerta, entre la oscuridad de la sala y la luz de la pequeña lámpara del cuarto de Emma. Apoyó su cabeza en la madera, mirando hacia arriba, tomando un largo suspiro de aire. Y entonces no se pudo aguantar más. Con su antebrazo cubrió parte de su rostro y entonces, las lágrimas comenzaron a fluir.
¿Por qué todo les estaba saliendo increíblemente mal? Sin embargo, no le importaba. Al mal tiempo, buena cara, dicen por ahí, esto simplemente sería un pequeño bache en su relación, ¿verdad?.
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💌 bykotw
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