UNDERSTAND ME

El teléfono colgado en la pared resonó ruidosamente desde el pasillo, recordándole nuevamente a Sonya que debía deshacerse de ese espantoso tono y poner uno nuevo —cosa que ni sabe cómo haría, pero lo haría—. Luego de levantarse del sillón, dónde estaba disfrutando de un té, se encaminó hacia el pasillo y atendió la llamada con un poco molestia, sin embargo, el timbre de voz de la persona del otro lado la dejó desconcertada.

—¿Emma? —preguntó el hombre del teléfono.

Sonya alzó una ceja.

—No. ¿Quién eres?

Hubo un silencio por su parte.

—Soy Norman Ratiri, compañero de Emma en sus prácticas como voluntaria en la guardería —explicó con suma tranquila, Sonya estaba un poco desconcertada—, ¿Se encuentra ella allí o puedo venir más tarde?

Ella parpadeó.

—¿Qué haces tan temprano abajo? —indagó, recostandose sobre la pared.

—Tengo que entregarle algo que olvidó la última vez que vino.

Parecía convincente pero, de igual manera, algo no cuadraba y su sexto sentido se lo decía. Entrecerró los ojos, desconfiada, sin embargo, decidió dejarlo pasar.

Solo por esta vez.

—Dame un segundo.

Cubrió con su mano la rejilla del teléfono por dónde hablaba y junto todo el aire que sus pulmones le permitían contener. Ese mismo aire lo uso para "llamar" a Emma.

Ajá, "llamar". Hasta Oliver, que se estaba duchando, casi se le sale el corazón al escuchar aquel grito en su casa.

—¿Qué te pasa mujer? —salió de su habitación, media adormilada aún.

—Tienes alguien en la línea —sonrió como angelito.

Emma alzó una ceja, curiosa. Sin embargo, no tuvo otra que acercarse y recibir el teléfono.

—¿Hola?

—Hola Emma —saludó alegre—, soy Norman, ¿crees que podrías bajar para hablar?

Ella se rascó la nunca, dudosa.

—Esta bien, ya bajo —suspiró.

—Genial.

Colgó el teléfono, pasándose una mano por el rostro. Tomó sus llaves que estaban sobre el mueble de la entrada, y así como estaba, en pijama y con el cabello revuelto, abrió la puerta y salió.

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—I still thinking it's crazy what you want to do —comentó el, del otro lado de la línea.

—Cuando dije gran cierre, no me refería a ir hasta la esquina, era a hacer algo verdaderamente grande —le dijo ella.

—This, instead of being a big closing, is a long closing —contradijo—. Seven hours in a car is insane.

—Quizás... —vaciló ella, pensativa—. Pero si allí queda, al menos, una pizca de calor, iré aunque me lleve cuarenta horas en un auto.

—Yeah... Do you know I can see your obsession with beaches from here? —preguntó, divertido.

Desde donde estaba podía verla rodando los ojos en ese mismo instante, lo que lo hizo sonreír.

—¿Que te parece el fin de semana que viene? —preguntó ella, observando la pantalla de su computadora.

Espero una respuesta que nunca llegó.

—¿Estás vivo? —volvió a preguntar.

—Yes... But so soon?

Ella asistió, como si pudiera verla.

—Para mí está bien —dijo, mirando la página de las reservas—, además tendremos toda la playa para nosotros, nadie va en estas épocas.

—Alright, so let's do it.

Nigel oyó el ruido del mouse seleccionando algunas cosas en la computadora de Gillian, entonces decidió tomar asiento cerca de donde estaba parado porque creyó que demoraría, sin embargo pronto se detuvo.

—Nigel, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Yep.

Ella se rió.

—Amo cuando dices yep, es muy tierno —confesó, Nigel sintió que sus mejillas comenzaban a calentarse—, ¿te importaría si algunos de mis amigos nos acompañan?

El parpadeo.

—Of course not —respondió rápidamente—, it would be better if I met more people here, talking only to you will drive me crazy.

—Sí claro —rodó los ojos, divertida.

Escuchó su risa del otro lado de la línea, ella sonrió.

—Bueno, te dejaré en paz si tanto lo quieres.

—Finally , thanks god —bromeo él.

—Te odio.

—I love you too. Byeee!

Él cortó primero, dejándola boquiabierta frente a la computadora. Miró la pantalla del celular, dónde se reflejaba la llamada finalizada. Suspiró profundamente y volvió a concentrarse en su trabajo, mientras terminaba de almorzar.

Sin notar que aquella conversación la dejó con una sonrisa tonta en sus labios.

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Emma finalmente estaba en la plata baja de su edificio, saliendo por la puerta principal hacia la calle, ya que Norman le había pedido que bajara para charlar con ella y sabía perfectamente sobre qué.

No quería enfrentarlo porque se lo tendría que decir en la cara, pero tampoco podía escapar de él toda la vida, ni mucho menos podía enviarle señales vía telepatía para que él simplemente la entendiera, por más que quisiera. Así que trato de convencerse de que lo que iba a hacer era lo mejor para ambos.

—Hola —saludó en un tono tranquilo en cuanto lo vió parado afuera.

—Emma —exclamó, tirándose hacia ella—. Perdón por insistir para que bajarás. Por cierto, me gusta tu pijama.

Observó como él la escaneaba de arriba a bajo, con una sonrisa divertida tallada en su rostro, entonces se miró a si misma, dándose cuenta de que ni siquiera se había lavado la cara.

Suspiró.

—Gracias, supongo.

Estaban afuera, en plena calle, había muchos ruidos a su alrededor, sin embargo, estaban tan hundidos en su propio silencio incómodo y sus pensamientos, que para ambos nada más se escuchaba. Emma solo oía su propia voz en su cabeza, sus latidos y se balanceaba sobre sus pies nerviosa, esperando que él dijera algo.

—Vine a darte esto —le entregó unos apuntes que había dejado en dónde trabajaban—, y quería saber de tí porque... no contestabas y...

Él siguió hablando y lo único que escuchaba la cabeza de Emma eran insistencias y reclamos disfrazados de amabilidad y preocupación. ¿Acaso no había dado suficientes señales? ¿Por qué nadie la entendía ya?

“Norman es un buen chico” “Se ven lindos juntos” “Se esfuerza mucho, ¿por qué no le das una oportunidad?”

Estaba tan harta. Ella también se estaba esforzando mucho. Se estaba esforzando mucho por encajar en un hueco que no tenía su forma, en darle una chance a alguien que realmente quería solo por lastima. Ya le había dado oportunidades a Norman, ya se había inventado un cuento en su cabeza para creer que si está a enamorada de él, ya se había dado oportunidades a ella misma para quererlo más allá, para sentir algo más que amistad. Sin embargo, ¿que iba a hacer ella si, apesar de todo su esfuerzo, lo miraba y no sentía nada?

Y ahora lo miraba, Norman era uno de sus amigos más cercanos y lo apreciaba, realmente lo hacía, pero solo se sentía abrumada y sobrepasada por la situación.

Se sentía irritada e incomprendida.

Y cuando una se siente como un manojo de nervios, además de presionada, explota de la peor manera.

—¡No quiero nada contigo! —exclamó finalmente, alterada.

Él simplemente parpadeo, petrificado ante ella por su repentina actitud.

Emma nunca actuaba así.

—Entiendeme de una vez, Norman —continuó argumentandose—. He dado miles de señales, ¿acaso siquiera las viste?

Él se encogió de hombros, pareció querer decir algo al respecto, pero Emma volvió a interrumpirlo.

—¡No sé lo que quiero! —expresó—, Norman, yo te miró y... por más que lo intente, no siento nada.

Respiró ondo y luego exhaló profundo, no quería pensar en nada. Cómo si nada hubiera pasado, le agradeció a Norman haberle llevado sus apuntes y se despidió de él, volviendo a adentrarse en su edificio, dejando al pobre chico afuera con, probablemente, el corazón roto.

Era ella o abrirle los ojos a la realidad, y la verdad estaba cansada de estar sumergida en tristeza e incertidumbre.

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💌bykotw