𝘤𝘢𝘱𝘪𝘵𝘶𝘭𝘰 𝘶𝘯𝘰
RAIN
Gillian observó como Sonya hablaba por su teléfono usando un tono poco amigable, con el seño fruncido y el paraguas a medio abrir en su mano. El viento que se originaba en el exterior no la dejaba escuchar con claridad la conversación, sin embargo, no parecía ser agradable en lo absoluto. Se mantuvo de pie a un metro de ella, sosteniendo uno de sus libros entre sus brazos, ya que dentro de su mochila no cabía ni un alfiler más, estaba completamente llena.
Sonya cortó la llamada al cabo de un rato y dió un suspiro pesado. Se dio la vuelta y sus ojos se posaron en Gillian, que la miraba esperando que diga algo al respecto. Pasó su mano por los mechones de cabello azules que caían sobre su rostro, mientras ambas escuchaban la fuerte lluvia golpear el suelo.
—Era Oliver —le cuenta ella, frunciendo los labios—. Emma casi prende fuego la casa.
Puso cara de pocos amigos, tenía sus motivos para hacerlo.
—¿Otra vez? —preguntó Gillian, sabiendo la respuesta y tratando de mantenerse sería ante la tentativa de soltar una carcajada.
Ella asiente, observando la lluvia nuevamente.
—Lo siento Gilly —se disculpa aproximandose a ella.
La jóven inclina la cabeza, curiosa.
—No puedo acompañarte hoy, debo volver a casa lo antes posible —explica, acercándose hasta rodearla con sus brazos en un abrazo—. O sino la prenderán fuego realmente.
Ambas ríen, separandose una de la otra. Gillian le sonríe comprensivamente, sin embargo, Sonya todavía siente pena de dejarla sola.
—Perdón —se disculpa otra vez, abriendo su paraguas violeta y mirándola.
—No te preocupes —le resta importancia ella.
Ambas se despiden, la de ojos grises pide que le avisé al llegar a su casa, para asegurarse de que esté bien, y ella le dice que también le haga saber cuando esté en su hogar. La ve alejarse caminado a paso rápido y cada vez haciéndose más pequeña, hasta perderse de su vista.
En ese momento, observa la tormenta feroz que se desata a unos metros de ella, ya que se encuentra resguardada bajo el pequeño techo de la entrada a la universidad. Mira la lluvia caer como si fuera una cascada que parece no tener fin y se pregunta como llegará a su casa está vez. Suspira. Siente el aire golpear frío contra sus piernas descubiertas, producto de la falda que se había puesto está mañana por el extraño calor que hacía en ese momento, debió saber que más tarde ocurriría esto.
Miró el reloj, marcaba las seis y cuarenta y ocho de la tarde, sin embargo, el clima y el hecho de que estaban entrando al invierno, hacían que parezca las ocho de la noche.
Luego de un rato, por fin se armó de valor. En un vago intento de protección, elevó el libro que tenía en sus manos sobre su cabeza y pidió perdón mentalmente a la bibliotecaria que se lo había prestado por lo que iba a hacer.
El gélido viento le golpeó la cara cuando se acercó al límite del techo, dónde la cortina de lluvia comenzaba. Un pequeño escalofrío le recorrió en el cuerpo. Se maldijo por lo desabrigada que se encontraba y suplico mentalmente no salir resfriada de está. Lleno sus pulmones de aire y dió un paso.
Pero la lluvia nunca llegó.
Sorprendida miró hacia arriba, dónde se encontró una tela negra cubriéndola. La estructura de un paraguas la protegía de la lluvia.
Su mirada aterrizó en la mano de quien lo sostenía, porque por más que quisiera que ese paraguas apareciera por arte de magia allí, eso no era posible. Sus iris verdes escalaron por su brazo, hasta dar con su cara.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa.
Un joven sostenía el paraguas.
Sonreía levemente, sus mejillas tenían hoyuelos y hacían que sus ojos de color miel se volvieran pequeños al alzarse levemente, lo que lo hacía tierno. Tenía los pómulos sonrojados por el contraste del calor de su rostro y el frío del ambiente. Su pelo era castaño claro y pequeñas ondas se formaban en él.
Mentira si no dijera que se le hizo atractivo en algún momento.
Aún así su primera reacción fue dar dos pasos hacia atrás, sin embargo, él compensó su alejamiento dando dos pasos hacia adelante.
—Tomalo —dijo él.
Cambió la expresión actual de su cara a una de asombro. Atrás de esa frase se encontraba un acento que no se relacionaba con el idioma que salió de su boca, lo que se le hizo extraño.
Ella se giró completamente hacia él, ambos compartían un pequeño espacio tratando de esconderse de la lluvia bajo un paraguas.
—¿Eres de aquí? —se tomó el descaro de preguntar.
El negó con la cabeza.
—Yo vengo de Londres —responde él, hablando cuidadosamente.
Gillian asiente, un poco desconfiada aún.
—Por lo menos hablas bien español —halago.
El joven se rió mientras movía la cabeza hacia los lados, dudoso.
—Poco —contesta.
Se mantienen la mirada por algunos segundos, esperando que algo suceda.
—I saw your friend leaving —interrumpe el silencio, Gillian alza la vista para mirarlo—, I thought it would be a good idea to give you my umbrella.
Finalmente, Gillian sintió que esos tres años en los que estudió inglés obligada por su madre sirvieron para algo, a pesar de que fuera básico su conocimiento.
Las mejillas se le pintaron de un suave rosado al entender lo que él le decía.
—¿En serio? —preguntó, sonó un poco atónita— eso es muy amable de tu parte.
Él sonrió de la manera más hermosa que haya visto en su vida a alguien sonreír, la temperatura en su cara aumentó.
Le extendió su mano con el paraguas hacia ella, esperando que lo tomara. Cuando al fin lo hizo, sus manos se rozaron levemente. Debía admitir que las de él eran suaves y estaban cálidas a pesar del frío. Se colocó su capucha y se despidió de ella con una sonrisa cálida en sus rostro y sus mejillas infladas de una manera que lo hacían ver adorable.
Ella quedó de pie ahí, como una tonta, viendo como se iba.
Hasta que su cerebro reaccionó: no podía dejar que se fuera así como así.
—¡Espera! —alzó la voz, suplicando que se detuviera y volviera a mirarla.
Aquél chico giró sobre sus pies a unos metros de ella, observando en su dirección. Sus ojos color miel brillaban de una manera preciosa, ya que la luz de un farol le daba justo en la cara.
—¿Cuál es tu nombre? ---preguntó casi gritando, tratando de que la escuchara.
El ruido de la lluvia era abrumador. No sabía si él la había escuchado estando tan lejos, hasta que se le formó una pequeña sonrisa en los labios que, no sabe cómo, logró ver.
—My name is Nigel! —se escucho a lo lejos.
Gillian sonrió.
—¡Muchas gracias Nigel! —alcanzó a gritar, mientras lo veía alejarse caminado con las manos en los bolsillos.
Sus ojitos brillaban al observarlo yéndose.
Gracias a él, podría llegar a su casa sin terminar toda empapada y evitar despertar con un terrible resfrío al día siguiente.
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💌 bykotw
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