La tela suave y reconfortante de la camiseta abraza su piel y se amolda a su cuerpo. Apenas y termina de ponerse la ropa interior y se lanza a la cama, agotado.

Pudo haberle dicho algo a sus padres, pero ya estaba demasiado harto de este día como para hacerlo. Mañana era sábado, mejor.

Hundió el rostro en la almohada, sintiéndose adormilado. Cerró los ojos, y se acurruco mejor.

No tenía mucho en que pensar en el mundo de los sueños, se preocuparía después.

Empezó a sentir el cuerpo más entumecido, estaba por pasar, estaba por dormir.

Entonces los recuerdos de todos los días, y los pasados, se arremolinan en su interior. Como un maremoto sin control que salpica por todas partes. O como las olas que golpearon su cuerpo esta tarde.

En vez de asustarse o preocuparse, se enfada. Gruñe y se cubre la cabeza con la manta.

¨Deja de llenar mis pensamientos. Deja de dar vueltas por mi cabeza, déjame en paz¨.

En sus sueños, sus ojos lo visitan.

Sueña que esta en un vacío completamente oscuro, y que un foco arriba suyo se enciende, bañándolo en su luz. Solo a él, es a quien pertenece.

Entonces miles de lucecitas blancas se encienden a su alrededor, quietas, inamovibles. Fijas.

Intenta moverse, pero ni siquiera puede girar el cuello. Esta congelado.

Se fija mejor en las luces que lo rodean, para darse cuenta de que no son eso. Son ojos. Sus ojos.

Ahora los mira con mayor detenimiento. Son pequeños, redondos, blancos y brillantes. No lo miran con perversidad, si no más con curiosidad y ... ¿Y algo más? Hay algo más ahí, solo que no sabe que es.

Sus ojos inhumanos le recuerdan a Pico.

En la oscuridad, lo llama. Y nadie responde.

Se agita entre sus sabanas, Pico es un recuerdo horrible y bello al mismo tiempo. Ahora, sin embargo, no puede recordar las bonitas cosas que pasaron juntos.

¨Pico, déjame. O mejor aún, no lo hagas¨.

No pasa mucho tiempo hasta que se despierta algo nervioso. Se sienta en su cama y reflexiona.

Quizá todas esas visiones y coincidencias solo tenían que ver con el severo daño que el pelirrojo le dejo. Quizá no había nada allí.

Se acercó a su ventana, con gesto melancólico. Se apoyó en el alfeizar y observo a la vecina del frente acarrear un garrafón de agua muy pesado. No hizo comentario alguno cuando este se le escapó de las manos y calló estrepitosamente al suelo, reventando la tapa y vertiendo su contenido en la negra calle.

¨Supongo que ahora estamos conectados por el agua ¿No? Tú allá y yo aquí. Por siempre juntos¨ Pensó, antes de negar un poco y dedicarle una mirada de soslayo a su móvil táctil ¿Debería?

Gruño un poco y se calzo las pantuflas, saliendo de su habitación y dirigiéndose a la sala del primer piso a por un aperitivo, enterrando ese deseo muy en el fondo de su cerebro. No había necesidad de hacerlo, el daño era mayor a los beneficios que esa acción le acarrearía.