𝓪𝓷𝓭
Por el resto de la semana.
Por el resto del mes.
No pensó en el cuándo llego a la escuela un viernes. No pensó en el en la primera hora, ni en la siguiente. Tampoco durante el receso, cuando pudo comer en paz por primera vez desde que había llegado a esa escuela. Ni en la tercera hora.
Pero cuando en medio de la clase noto cierta incomodidad en su cuerpo sí que empezó a temer.
No sabía porque, no sintió nada mientras caminaba por el callado pasillo hasta los baños.
Pero en cuanto puso un pie dentro del pequeño cuarto un instinto primitivo, lo primero que hizo el creador para mantenerlo vivo junto al corazón y al cerebro, le dijo ¨Atento¨.
Así que espero. Ni siquiera abrió la puerta totalmente.
El silencio reinaba la estancia, demasiado como para parecerle acogedor. Ni siquiera el sonido del vuelo de una mosca podía oírse, así de aterrador era.
Respiro profundo y, muy lentamente, se asomó al interior del lugar.
Pudo haber soltado un ¨¿Hola?¨ para asegurarse de que no había nadie allí, pero tenía demasiado miedo para hacerlo.
Con cuidado, avanzo a tientas. Se detuvo en medio de su caminata y agudizó el oído, por si lograba escuchar algún cuchicheo o la respiración de alguien.
O algo.
Abrió la primera puerta suavemente, apenas y empujándola con el pie. Nada
Y lo mismo ocurrió con la puerta dos, tres y cuatro. Solo un retrete silencioso y vacío. Sin nadie que lo usara o que, de algún modo, se escondiera en sus aguas.
Eso sería imposible.
Sin embargo, la tensión estaba ahí. No podía verlo, oírlo, olerlo o tocarlo.
Pero sabía que algo estaba allí, con él. Solos.
Procuro hacer sus cosas lo más rápido posible. Mirando a todas partes del pequeño cubículo, sus manos y piernas temblando ligeramente. Y cuando acabo, se quedó de pie en medio del cuarto de baño. Si nada que decir, sin nada que pensar porque ya todo estaba dicho y ya todo lo había visto.
No lo quería, ni lo deseaba pero lo presentía. Sabía que no había podido pasar tanto tiempo solo y en paz, las cosas volverían a su curso.
La misma voz de antes ¨Abajo¨.
Así que dirigió la vista hacia las baldosas del suelo. Y se les quedo mirando un poco más de la cuenta, como si alguna fuese a abrirse y el de orbes blancos a salir de ella.
¨Senpai ¿Pero no lo entiendes, idiota? Está ahí, abajo. Debajo de ti¨.
Parpadeo una vez. Piso el suelo un par de veces con la punta del zapato. El suelo era hueco.
¨Ahí, ahí abajo. No tengo idea de como sabe que estas aquí pero el punto es que lo sabe. Estáis vosotros dos, solos¨.
Espero unos segundos.
Entonces alguien le devolvió los dos golpes, desde debajo de las baldosas.
Trago saliva, subió el cipher de sus jeans y se dirigió al lavamanos. Y mientras se aseaba no podía dejar de ver al gran espejo frente suyo, el que reflejaba los cubículos a su atrás. Cada uno con la puerta abierta, solo para ver si alguien aparecía por arte de magia por allí.
Pero no pasó nada.
Todavía temblando un poco, el ojizafiro termino por secarse las manos con una toalla de papel, para luego volver corriendo como alma que lleva el diablo hacia su salón. Todos sus compañeros se preguntaron que habría visto o hecho en el baño como para haber llegado tan pálido como una hoja de papel.
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