
𝓣𝓱𝓲𝓼
̶ Oye ¿Recuerdas el veintisiete de marzo? Cuando robamos ese carrito de supermercado y nos subimos los tres en el – Dijo Beta, sonriendo ampliamente y sosteniendo a su novia de la mano. Ambos sentados junto a todos los demás en un viejo sofá destartalado, a la luz de la tarde y disfrutando de bebidas no alcohólicas.
̶ Si, fue una tontería – Replico Mean al momento, cruzándose de brazos y dejándose caer un poco por el respaldo de la silla. Soltó un bufido y miro al cielo, con aire melancólico, únicamente siendo cubierto por esas gafas negras que casi nunca se quitaba y que prácticamente estaban pegadas a su cara desde hace unos dos meses, cuando llegaron los hombres vestidos de militares y ese otro sujeto con aire serio les comunico a todos que morirían en mucho menos de lo que esperaban y que no había nada que pudieran hacer.
Esas gafas lo ayudaban a ocultar su sufrimiento, a mantenerse fuerte no solo por sus hermanos y su querida prometida, sino también por el mismo.
̶ A mí me gusto – Dijo la gótica, dedicándole una sonrisa dulce y haciéndolo sonrojar, provocando las risas en todos los presentes. Con excepción de una persona.
De Pico, que no podía apartar la mirada de su amor platónico ni aunque quisiese.
Había estado así desde que lo ayudo a salir del castillo del que era prisionero. Luego de un intercambio de palabras breve, no hablaron por el resto del camino. De vez el cuándo el muchacho más alto le dedicaba extrañas miradas de soslayo, pero nada más.
Ahora, el reptil se aferraba con ambas manos a su propio vaso de refresco, algo nervioso por la presencia ajena. Estaba demasiado cerca de él, tanto que podía detectar su embriagador aroma. Estaba ansioso, un poco culpable. Sentía que de algún modo estaba contribuyendo a su extinción, y eso le martilleaba la cabeza.
¿Debería decirle?
̶ Oye, Prince ...
̶ ¿Uhm? – Voltea el rostro suavemente, sus mechones bailan contra el viento que pasa por el jardín. La manera en la que voltea a verlo es exquisita, a pesar de que no toma esfuerzo alguno. Como si fuera un estudiado gesto, o como si hubiera pasado horas y horas practicando hasta perfeccionar el arte de voltear a ver algo.
Propio de un príncipe.
̶ Quiero ... Decirte algo – Empezó, sintiendo la lengua un enredo. Sus manos empezaban a apretar el pequeño vaso de tecnopor, amenazando con aplastarlo.
̶ ¿A mí? – Dijo, parpadeando delicadamente. Pico apretó los dientes, nervioso.
̶ Si, a usted.
̶ No tienes que tratarme de ¨Usted¨, querido – Dijo, haciendo ademan de una sonrisa. El otro tosió un poco para aclararse la garganta.
̶ Bueno, esta bien. A ti.
̶ Ahora si ¿Qué tienes que contarme? – Se levantó un momento y movió la silla de modo que ahora quedaba frente a frente con el chico reptil, el cual empezaba a sudar ¿Desde cuándo quema tanto el sol dentro de su urna de cristal? – ¿Hm?
̶ Yo ... – Cerro los ojos, suspiro con fuerza. Con tanta tensión en el cuerpo, que el vaso que estaba cargando termino por romperse y su contenido, a exparcerse por todos lados. Manchándole la ropa no solo a él, sino también al noble chico – ¡Oh, lo siento! ¡No fue mi intención, fueron las garras! Estas, estas tontas garras ...
La pequeña explosión llamo la atención de todos los presentes, que voltearon a ver al par. Pico no podía sentirse peor.
̶ Uh, no hay problema, cielo. Errar es humano – Dijo el naranja, levantándose y tendiéndole la mano enguantada frente a él. El ojiblanco no supo muy bien qué hacer con eso – Ven, vamos a limpiarnos ¿No te importa que usemos tu baño, Beta? – Dijo, dirigiéndose ahora al chico verde neon.
̶ Eh, claro. Adelante, Pico sabe el camino.
Y se fueron caminando hasta llegar a una sala similar en la que otro chico, de orbes azules, hacia pasado el susto de su vida una o dos horas antes.
Pico se recostó contra la pared del cuarto, mirando al suelo y jugueteando con sus pies. No se atrevía a levantar la vista, no lo haría.
̶ ¿Qué tenías que decirme, Pico, cariño? – Preguntó de pronto el príncipe, sin voltearse a mirarlo. Intentaba secar la mancha de refresco de su fino traje con algunos pañuelos de papel.
El ojiblanco suspiro, estaba demasiado cansado.
̶ Nada que no hayas escuchado ya.
El naranja se tensó de inmediato, dejando sus manos completamente quietas. En vez de restarle importancia al asunto, dejo caer el papel sobre el lavabo y se dio vuelta. Tan rápido que la felpa que decoraba la parte baja de su capa le hizo cosquillas al reptil.
Se agacho un poco para quedar a la altura de su contrario, y se quedó mirando al vacío en sus ojos. Un vacío que él conocía perfectamente, uno que solo le pertenecía a él. Uno en el que sabía reinaba el amor y por el cual no podía hacer nada.
̶ Pico, cielo ... – Empezó suavemente, empezando a notar como toda esa ilusión y afecto presentes en los ojos contrarios empezaba a desvanecerse rápidamente – Ya hemos hablado de esto, no puedo ... No, eso no. Tú mereces algo mucho mejor que yo – Dijo, poniéndole una mano en el hombro – Alguien que te amé de verdad y aprecie cada detalle único que te hace especial. Y tristemente, ese alguien no soy yo.
El reptil no dijo nada, estaba en blanco.
̶ No creas que no sufro por no corresponder tus sentimientos, querido, me hace sentir mal él saber que yo te pongo mal a ti – Confeso, bajando un poco la cabeza. Eso sí que era nuevo, que un miembro de la familia real bajara la cabeza frente a un ser tan común como lo era él – Pero ¡No puedo! – Levanta la vista, ahora sus negros ojos de pupilas blanquecinas reflejan desesperación – Y debo sentirlo, porque es verdad.
Se enderezo por fin y volvió a dirigirse al lavabo. Y mientras terminaba de secarse la ropa, suspiró y dejo caer los hombros.
̶ Bueno, si tú y yo ... Quizá si ...
Volteo, e intento buscar su mano. Más no se encontraba el dueño de esta, había desaparecido.
̶ Oh, Pico, cariño ... – Se lamentó el príncipe – Lo siento tanto.
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