Cap 8
Guaraní apretó los labios, su mirada evaluaba cada gesto del desconocido mientras mantenía una postura defensiva frente al grupo. Paraguay, aunque nervioso, se adelantó un poco, intentando captar algún indicio de sinceridad en el joven.
—"¿Mba'éicha reikuave? ¿Ndépa añetete? (¿Cómo sabemos que dices la verdad?)" preguntó Paraguay en guaraní, sus ojos clavados en el extraño.
El joven levantó las manos en señal de paz y respondió con un tono bajo pero urgente:
—"Escuchen, no tengo tiempo para convencerlos. Me llamo Gaspar, y no quiero ver más sangre en estas tierras. Los soldados están cerca, pero hay un camino que no conocen. Puedo guiarlos."
Guaraní se cruzó de brazos, su desconfianza evidente.
—"Ha'e voi peteĩ ñuhã. Ñanderehe ojopyse. (Esto podría ser una trampa. Quieren capturarnos.)"
Gaspar negó rápidamente con la cabeza.
—"Entiendo su desconfianza, pero no soy de ellos. Trabajo como ayudante en la fortaleza... he visto lo que les hacen. No podía quedarme sin hacer nada." Su voz tembló al recordar las crueldades que había presenciado. "Por favor, si no me creen, al menos escapen hacia el norte. Hay una comunidad indígena escondida en las montañas que los ayudará."
El grupo se miró, indeciso. Guaraní apretó los puños, la idea de confiar en un desconocido le revolvía el estómago, pero sabía que si no tomaban una decisión pronto, los soldados los alcanzarían.
Finalmente, habló, en un tono bajo pero autoritario:
—"Jaikóta. Upéicha ñamohenda ha ojekuaa mbegue. (Iremos, pero te vigilaremos de cerca.)" Luego miró a Paraguay. "Reñemokyre'ỹ, che ra'y. Ñahasa ko'ága ñande rekovépe. (Ten valor, hijo. Este es nuestro momento para sobrevivir.)"
Gaspar asintió, y con movimientos rápidos, les indicó el camino a seguir. El grupo avanzó entre los árboles, susurros y pisadas apenas audibles mientras seguían al joven por senderos escondidos.
En la fortaleza
Mientras tanto, I.Español estaba furioso. Su rostro se tensaba de rabia mientras caminaba por el salón principal de la fortaleza. A su lado, un mapa desplegado mostraba posibles rutas de escape. Sus ojos se posaron en Italia, quien bebía una copa de vino con una sonrisa burlona.
—"Tu falta de precaución ha permitido que esto suceda," dijo I.Español en tono gélido, aunque su mirada ardía.
Italia se encogió de hombros, girando la copa en su mano.
—"Tranquilo, amigo mío. Nadie puede escapar de tu alcance por mucho tiempo. Además..." Su sonrisa se amplió. "Sabes tan bien como yo que esas dos joyas no tienen lugar donde esconderse que no podamos encontrar."
I.Español golpeó la mesa con su puño.
—"No solo es cuestión de encontrarlos. Es una afrenta personal. Esa mujer y su hijo desafían mi autoridad con cada aliento que toman."
En ese momento, un soldado entró apresurado al salón.
—"Señor, hemos encontrado rastros. Están moviéndose hacia el norte."
I.Español se levantó de inmediato. Su expresión cambió de furia a satisfacción.
—"Perfecto. Reúnan a los hombres. Esta cacería terminará esta noche." Luego miró a Italia, su sonrisa volviendo con un destello de malicia. "Vamos a asegurarnos de que estas tierras sepan que nadie desafía al Imperio."
Italia, complacido, se levantó también, disfrutando el espectáculo de la furia de su aliado.
—"Esto será interesante. Una lección para todos los que piensen que pueden escapar de nosotros."
En el bosque
La noche caía rápidamente, y el grupo de fugitivos avanzaba con cautela, siguiendo a Gaspar. La tensión era palpable, y cada sonido del bosque hacía que sus corazones se detuvieran por un segundo.
Paraguay tropezó con una raíz, pero Guaraní lo atrapó rápidamente antes de que cayera.
—"Eñatendéke, che ra'y. Ko ñandeko tapére. (Ten cuidado, hijo. Este camino es peligroso.)"
Gaspar se giró hacia ellos, su rostro reflejando preocupación.
—"Falta poco. Una vez que crucemos el río, estarán fuera del alcance de los soldados... al menos por un tiempo."
Pero antes de que pudieran continuar, un grito lejano resonó en la distancia. Era inconfundible: los soldados los habían encontrado.
Guaraní apretó los dientes, tomó a Paraguay del brazo y lo empujó hacia el frente.
—"Tapeho, pya'éke. (Corre, rápido.)"
Gaspar, con un tono de urgencia, gritó:
—"¡Sigan adelante! Yo los retrasaré."
Guaraní dudó por un instante, pero sabía que no podían perder esta oportunidad. Tomó la mano de Paraguay con fuerza y corrió hacia el río, el corazón latiendo con fuerza mientras los gritos de los soldados se acercaban más.
Guaraní y Paraguay corrieron con todas sus fuerzas, los pies golpeando el suelo húmedo mientras el sonido de los soldados se intensificaba tras ellos. El río estaba cerca, sus aguas reflejando la luz de la luna, y su única opción era cruzarlo antes de ser alcanzados.
—"Aguantá, che ra'y. Peteĩmi ñahasa. (Resiste, hijo. Solo un poco más.)" Guaraní susurró, sosteniendo con fuerza la mano de Paraguay.
Cuando llegaron al borde del río, Gaspar ya no estaba. Había cumplido su promesa, dándoles tiempo al quedarse atrás para desviar a los soldados. Sin detenerse, Guaraní y Paraguay se adentraron en el agua helada, avanzando con dificultad mientras la corriente intentaba derribarlos.
Desde la otra orilla, el eco de los gritos de los soldados se mezclaba con el rugido del río. Al cruzar al otro lado, Guaraní tiró de Paraguay hacia los arbustos cercanos, donde se ocultaron entre las sombras.
—"Péina. Jepoka. (Quédense quietos. No hagan ruido.)" dijo en voz baja, mientras ambos trataban de recuperar el aliento.
Los soldados llegaron al borde del río, sus antorchas iluminando las aguas agitadas. Miraron hacia todos lados, pero no encontraron rastro de los fugitivos.
—"¡Revisen por la otra orilla!" gritó uno, pero la voz temblaba de frustración. Otro negó con la cabeza.
—"La corriente es demasiado fuerte. No pudieron haber cruzado."
Finalmente, después de un rato, los soldados comenzaron a retirarse, creyendo que la corriente había arrastrado a los fugitivos río abajo.
En la fortaleza
Cuando la noticia llegó a I.Español, estaba de pie en la sala principal, observando desde su gran ventana. Su sonrisa triunfante desapareció en un instante, reemplazada por una expresión oscura y peligrosa.
Golpeó la mesa con tal fuerza que el sonido resonó por toda la habitación.
—"¡Incompetentes! ¿Cómo es posible que hayan escapado? ¡Tenían todo a su favor!"
Italia, que estaba sentado cerca, bebía de nuevo una copa de vino, observando la escena con diversión. Se recostó en su silla, dejando escapar una carcajada burlona.
—"Parece que tus joyas son más ingeniosas de lo que pensábamos."
I.Español giró hacia él, sus ojos llenos de furia.
—"Esto no es un juego, Italia. Es una afrenta directa a mi autoridad. Esos dos no llegarán lejos."
Italia levantó las manos con fingida inocencia.
—"Tranquilo, mi estimado. No estoy minimizando tu fracaso... solo disfrutando el espectáculo." Dio un sorbo a su copa y continuó: "De todas formas, te conozco. No descansarás hasta que estén de nuevo en tus manos. Aunque..." Su mirada se tornó seria por un momento. "Deberías preocuparte. Ellos no solo son astutos; tienen voluntad. Y la voluntad, querido amigo, puede ser más peligrosa que cualquier arma."
I.Español apretó los puños, ignorando el comentario de su aliado. Se volvió hacia sus soldados, con una expresión de hierro en el rostro.
—"Redoblen los patrullajes. Quiero que todas las rutas estén vigiladas. Y si alguien los ayuda..." Su voz se endureció. "Que paguen el precio."
Los soldados salieron apresurados a cumplir sus órdenes, mientras Italia volvía a recostarse en su silla, con una sonrisa burlona en el rostro.
—"Esto será más entretenido de lo que pensé."
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