Cap 2
El amanecer llegó teñido de un rojo ominoso, como si la tierra misma anticipara el sufrimiento que estaba por venir. Los barcos españoles tocaron las costas con fuerza, y de ellos descendieron hombres vestidos con metales brillantes, portando armas que resonaban como truenos. Traían consigo no solo objetos extraños, sino también una codicia insaciable.
Guaraní reunió a su pueblo y habló con una voz firme, aunque en su interior sabía que la lucha sería desigual.
—"Ñande yvy, ñande teko, ha ñande py'a ikatu oñeha'ã, pero araka'eve ndojejopy mo'ãi."
("Nuestra tierra, nuestra cultura y nuestro espíritu pueden ser desafiados, pero nunca serán doblegados.")
Paraguay, joven e impetuoso, estaba a su lado. Aunque aún no tenía la experiencia de un líder, su determinación lo hacía destacar.
—"Che sy, amano va'erã katu aikóva ne ykére."
("Madre, si he de morir, lo haré a tu lado.")
La resistencia fue feroz. Los guaraníes lucharon con todo lo que tenían: sus arcos, sus lanzas, sus manos y su fe en los espíritus de la selva. Paraguay peleó con valentía, enfrentándose a hombres que lo superaban en fuerza y armamento. Aunque derribó a varios enemigos, su juventud y falta de experiencia lo hicieron vulnerable. Una espada lo alcanzó en el brazo, luego otra en la pierna. Pero él seguía luchando, su cuerpo cubierto de heridas, hasta que finalmente cayó al suelo.
Guaraní, al verlo caer, lanzó un grito desgarrador. Con una furia que parecía provenir de la tierra misma, atacó a los invasores, protegiendo el cuerpo de su hijo con el suyo. Sin embargo, la superioridad de los españoles era abrumadora. Uno tras otro, los guerreros guaraníes fueron cayendo. Al final, Guaraní y Paraguay fueron capturados junto con los sobrevivientes.
El poblado fue arrasado. Los hombres que no murieron en la batalla fueron encadenados, las mujeres y los niños separados de sus familias, y el pueblo que había vivido en armonía con la tierra ahora era prisionero de los conquistadores.
Los barcos españoles zarparon días después, llevando a los guaraníes como botín. Amontonados en la bodega oscura y húmeda, las cadenas de hierro mordían su piel. Paraguay, debilitado por sus heridas, temblaba de fiebre. A su lado, Guaraní, aunque herida y exhausta, no dejó de velar por él.
En medio de la penumbra, los suspiros y los llantos de su gente llenaban el aire. Los españoles habían logrado someter sus cuerpos, pero no sus espíritus. Guaraní sostuvo a su hijo entre sus brazos, murmurando oraciones a los ancestros.
—"Paraguay, roiko peteĩ ára ogueru va'erã vy'a ha tekojoja ñande yvy guasúpe."
("Paraguay, vivimos para un día en que la alegría y la justicia regresen a nuestra gran tierra.")
Paraguay, con lágrimas corriendo por su rostro, no podía contener el dolor. No solo por sus heridas físicas, sino por la impotencia de ver a su pueblo sometido.
—"Che sy, añandu añepysangýpe. Mba'érepa ndaikatúi roñangareko ko'ã rehe."
("Madre, siento tanta desesperación. ¿Por qué no pudimos protegerlos?")
Guaraní lo abrazó más fuerte, ignorando el dolor que sus propias heridas le causaban.
—"Che ra'y, nde py'a oiko ogueraha pe tekojoja, ha nde rekove ha'e peteĩ ára oĩ va'erã."
("Hijo mío, tu corazón lleva justicia, y tu vida será para un día en que todo cambie.")
En España, fueron llevados por ordenes de su capitan a trabajar como esclavos, y sus tierras, ahora bajo el control de los conquistadores, comenzaron a transformarse. Los ríos dejaron de ser libres, los bosques se convirtieron en campos para cosechas ajenas, y el eco de los cánticos guaraníes fue reemplazado por órdenes en una lengua extranjera.
En su celda, Guaraní y Paraguay, aunque marcados por el dolor, se mantuvieron juntos. Paraguay, cada noche, lloraba por la pérdida de su hogar, de su gente y de su libertad. Pero su madre nunca lo dejó rendirse.
—"Reikuaa ko'ã yvypóra ikatu ojopy ñande reko, pero araka'eve ndojopy mo'ãi ñande py'a. Ñane rembiapo ha'e ani ñandeguapy araka'eve."
("Sabes que estas personas pueden capturar nuestra forma de vida, pero nunca capturarán nuestro espíritu. Nuestra tarea es no rendirnos jamás.")
El tiempo pasó, y aunque Paraguay cargaba cicatrices en su cuerpo y su alma, nunca dejó de recordar las palabras de su madre. Cada día que pasaba, planeaba una manera de devolver la libertad a los suyos, de regresar a la tierra que tanto amaban.
Guaraní, con su presencia inquebrantable, se convirtió en una guía para los demás prisioneros, manteniendo viva la esperanza incluso en los momentos más oscuros. A pesar del sufrimiento, el espíritu de la resistencia no murió.
Y así, aunque encadenados, madre e hijo compartieron una promesa: algún día, aunque ellos no lo vieran, su pueblo volvería a caminar libremente por las tierras de los ríos y los bosques.
Maldito sea I.español >:(, pipipipi que dicen se libran?
(ignoren mis macanadas) Sin mas cambio y fuera!
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