¡2025!
La cueva donde se refugiaban Guaraní y Paraguay estaba tranquila esa noche. Afuera, el viento frío del 31 de diciembre susurraba entre los árboles, anunciando el final de un año más. Guaraní, después de asegurarse de que todo estaba en orden, salió del lugar en silencio. Su hijo descansaba en la cueva, luchando contra las heridas y la fiebre que lo debilitaban desde hace días. Pero ella tenía algo en mente, algo especial para él.
Con paciencia y dedicación, Guaraní buscó ramas, piedras y pequeñas piezas que había guardado en secreto. Utilizó su conocimiento y habilidades para construir algo único: un pequeño arco y flechas de madera, no para pelear, sino para enseñarle a su hijo que, incluso en la adversidad, siempre podía encontrar formas de ser fuerte y valiente.
Cuando terminó, regresó a la cueva. Al entrar, vio a Paraguay recostado sobre el suelo, esperando con ojos cansados pero llenos de amor.
—"Mba'eichapa reiméva, che memby? (¿Cómo estás, hijo mío?)" preguntó con suavidad, sentándose a su lado.
Paraguay se incorporó un poco, tratando de mostrarse más fuerte de lo que en realidad estaba.
—"Aguapy porã, che sy (Estoy bien, mamá)."
Ella sonrió, acariciando su cabello despeinado, y con una chispa en los ojos, le hizo una pregunta:
—"Ndépa reikuaa mba'e ára ko'ágã? (¿Sabes qué día es hoy?)"
El niño frunció el ceño, intentando recordar.
—"31 jasypakõi (31 de diciembre)," respondió, algo confundido. Luego levantó la mirada hacia su madre. —"Mba'érepa reporandu? (¿Por qué preguntas?)"
Guaraní no respondió de inmediato. En cambio, sacó de detrás de su espalda el regalo que había hecho con tanto esfuerzo. Con una cálida sonrisa, se lo entregó.
—"Feliz año nuevo, che ra'y (Feliz año nuevo, hijo mío)."
Los ojos de Paraguay brillaron como nunca antes. Tomó el pequeño arco y las flechas entre sus manos, explorando cada detalle.
—"¡Che sy! Ko'ã mba'e chembarakua! (¡Mamá! ¡Esto es increíble!)" exclamó, abrazando el regalo con emoción. Luego, sin pensarlo dos veces, se lanzó a los brazos de su madre. —"Feliz año nuevo avei, che sy (Feliz año nuevo también, mamá)."
Guaraní, sintiendo la alegría de su hijo, lo levantó en el aire como solía hacerlo cuando era más pequeño.
—"Ko'ãva hína che memby'í mimbi (Este es mi pequeño guerrero)," dijo con ternura.
La risa de Paraguay resonó en la cueva, llenando el espacio de una calidez que parecía desafiar el frío de la noche.
Más tarde, cuando el cansancio venció al niño, se recostó sobre las piernas de su madre. Ella, con cuidado, lo atrajo hacia su pecho, abrazándolo como si pudiera protegerlo de todo lo malo del mundo.
Paraguay, con la cabeza apoyada en ella, finalmente se quedó dormido, respirando con dificultad debido a la fiebre, pero con una paz que solo el amor de una madre podía darle. Guaraní, mirando el rostro sereno de su hijo, acarició suavemente su cabello.
—"Hesãi porãmi, che ra'y (Sana pronto, hijo mío)," murmuró para sí misma, dejando que una suave sonrisa iluminara su rostro.
Por última vez, antes de rendirse al sueño, alzó la vista hacia el interior de la cueva y luego al cielo estrellado que se veía desde la entrada.
—"Toikove opa ára ko vy'a... toñemopotĩ ko mundo (Ojalá esto dure para siempre... ojalá este mundo pueda sanar)," susurró, su voz llena de una pena contenida.
Con ese último pensamiento, cerró los ojos, abrazando a su hijo con fuerza, y dejó que el sueño los envolviera a ambos mientras las estrellas despedían el año viejo y anunciaban el nuevo.
Bueno ahora preguntas o retos (¿porque? porque si)
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