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Paternidad debilitada

Si la gente cree que tiene problemas con su pareja o con su familia y que eso te hace una persona más fuerte, quisiera decirles que eso es más de lo normal. No existen las personas que dicen tener una vida maravillosa y que no sientan enojo o soledad. Ahora todos se creen originales, pero aún ninguno descubrió como superar los traumas de la niñez o las muertes de los familiares. A veces solo deseamos tener soluciones rápidas y mágicas.

¿Hasta qué punto le es posible a una persona aceptar que las cosas no son como las imaginaron en un principio? Es muy difícil para todos pensar en el otro, sin primero no pensar en nosotros mismos. Es más, siempre priorizamos nuestro punto de vista y siempre creemos que somos dueños de la verdad. ¿Qué es la verdad? ¿Qué es el amor? Me veo junto a Meteora, me imagino en un escenario hermoso y nunca me veo actuando como un mamífero, como un animal, como una bestia, esperando la comida después de una larga jornada de trabajo.

Mi vieja tiene mi hogar limpio, la casa inmaculada, mamá limpia las persianas con un hisopo mojado con cloro, trapea y encera los pisos de cerámica, lava los acolchados una vez por semana para que no tengan demasiados ácaros. A mamita le gusta el punk rock, porque ya se acostumbró a oírlo y al final le terminó gustando.

Cuando era pequeñito me llevaba a la plaza y mi papá me subía a los caballitos del carrusel. Comprábamos manzanas acarameladas, algodón de azúcar y pochoclo. Ahora mi padre no está, como ahora mismo que la calesita del barrio fundió y la cerraron. Dicen que la van a reabrir en el '99, pero me temo que para ese tiempo estaré muy viejo para dar una vuelta.

Kyon dijo que iría a buscar jabón en pan al depósito. Yo llegué y hace dos horas y veinte minutos que la estoy esperando.

—¡Ya llegué, Danubio!

No era la voz de la anciana, tampoco era la voz de su nieto.

—¿Qué pasa? —dice Meterora— ¿acaso esperabas que no iba a aparecer por aquí?

—No es eso...

Meteora traía puesto un jean negro y una camiseta gris de Nirvana. Sus ojos delineados con sombra azul me habían dejado perplejo. Ella irradiaba una luz natural en la oscura trastienda.

—Psé.

—Es que...

—¿Qué te pasa, Danubio? —dijo mientras se ponía el delantal blanco de mesera.

—Estaba esperando a la viejecita y no sé que pasa que no regresa con el jabón —murmuré.

—Ahh, no está. Le bajó la presión —dijo Meteora.

—¿Eso es normal?

—Sí, bah, normal.

—¿Qué te parece que es normal, Meteora?

—Y, ayer necesitaba ayuda para mudar mis cosas a la casa de Reginalda. Bah, eso ya pasó.

—Perdóname.

—...

—Lo siento.

—¿Por qué te quedaste viéndome y no reaccionaste? Estaba cansada.

—No, en realidad quise ir a darte una mano, pero...

—¿Es por Lee, no?

—Sí.

—Descuida, él es un hinchapelotas. No le des bola.

—Debí reaccionar, pero él me dijo que no me acercara a vos...

—¡Ja! ¿Qué más te dijo? —preguntó y puso sus ojos en blanco.

—Dijo muchas cosas extrañas y yo quiero mantener este empleo a salvo.

—¡Qué pendejo de mierda! Seguro que te amenazó con que te iban a despedir. No te va a pasar nada. Créeme.

—No me vas a negar que él te tiene agarrada del cuello...

—¿Y?

—Mirá Meteora, debés dejar de jugar con él.

—Danubio, yo no siento culpa de nada.

—Lo que hacés es una animalada. ¡Córtala!

—Vos solo pensas errado —masculló.

—Pero ahora estás viviendo en la casa de la Vanderpump. Seguro que esa casa es un lujo.

—Nada de esos lujos me van a servir en mi futuro.

—¿Por qué?

—Ella no me quiere en su vida. Reginalda solo quiere a mi papá. ¿Entiendes?

—Pero de todas maneras, es posible revertir la situación y que ella al final te quiera.

—No me interesa. Yo solo quiero mi propia autonomía. Mi propia casita, aunque sea una de alquiler.

—No quiero que pienses que mi punto de vista es crítico.

—Yo no pienso en eso. Pero me estás criticando duro y parejo —dijo Meteora sin vacilar.

—Ahora sos su hijastra y no eres una molestia. Sos una persona adulta que reclama y sabe lo que quiere.

—¿Qué comes que adivinas? —dijo Meteora lanzando una carcajada.

—A pesar de que te estés riendo ahora, no te veo emocionada. Tu padre parece un poseído.

—¿Por qué cuestionas lo que me pasa? — dijo ella lanzándome una mirada circunspecta.

—Para decirlo más sencillamente: vos me importas mucho y estoy cansado de aguantar esta farsa que tienes con el niño oriental.

—¡Cállate! —susurró—. Bajá la voz.

—¿Qué es más importante, tu padre, Lee, tu felicidad o el dinero?

—Estoy súper segura que la plata es el componente básico de toda la felicidad.

—Estás diciendo puras tonteras.

—Prefiero estar aquí hablando boludeces que estar en mi nueva casa fregando platos.

—La culpa de tu padre porque no quiso estar solo.

—¡Qué interpretación tan tajante! —dijo irónicamente.

—No te burles de mí, querida. No te aproveches de mí.

—¿Cuál es el problema, Danubio? Es necesario hablar con claridad: los padres siempre mandan y nunca entran en razón. Les pasa a todos los viudos. Son cabeza dura.

—Mamá es viuda, pero usa la cabeza.

—¿Estás seguro que lo que nos une es el amor y no es la tragedia familiar?

—Que bueno que dijiste la palabra mágica.

—¿Amor? —dijo y sus mejillas se enrojecieron.

—Sí, amor. El amor que le das a Lee...

—Y jodéte, vos, para que le das importancia a eso —dijo Meteora.

—¡Claro, ahora la culpa la tengo yo! ¡Estoy hasta la coronilla!

—Uh... ¿pero me querés decir por qué mierda me querés a mí?

—No te voy a decir...

—Danubio, siempre tan apagado, ¿deberías usar la cresta punkera?

—¿Es una pregunta?

—No. Quise decir que debes usar la cresta. Te va a quedar bien...

—Kyon se va a asustar.

—Claro que no.

—Te amo.

—¿Qué? —dijo Meteora mientras ponía los manteles en remojo.

—Nada.

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