Capítulo 36
Estaba desorientado y adolorido en medio de un bosque desconocido. El sol saliendo en lo alto lo cegaba en lugar de iluminar su camino y era incapaz de coordinar sus patas con sus manos, así que a cada paso terminaba por balancearse. Su cuello escocía por todos lados y sentía que la inconsciencia trataba de alcanzarlo. El ardor que subía por el interior de su garganta le hizo detener su camino, siendo inevitable el devolver el último trozo de comida que había probado hacia solo unas horas.
El celo había pasado totalmente a un segundo plano, ahora mismo lo único que quería hacer era dejar de sentir como que moría. Incluso estando en su forma de lobo, con su lado humano en lo profundo de la inconsciencia, aún así era incapaz de alejarse del dolor.
La debilidad terminó por hacerlo caer al costado de un gigantesco árbol, el último vestigio de su fuerza utilizándolo para rasguñar un costado de su cuello, pero aún así, de derecha a izquierda quemaba como un collar del más intenso fuego.
Su vista comenzó a hacerse borrosa y sus latidos más lentos. Su pata finalmente terminó por caer frente a su cuerpo y aunque tratara de levantarla ya no era capaz.
La fina línea que diferencia a la realidad de un sueño había comenzado a desdibujarse. ¿Era normal ver las grietas de la madera moverse como si fuera pequeñas hormigas? ¿Y aquella explosión de puntos de colores sobre el cielo? ¿Las hojas estaban siendo perturbadas por el viento o es que algún animal estaba oculto en los arbustos?
Lo último fue capaz de descubrirlo tan solo unos segundos después. Mientras sus parpados se negaban a quedarse en la parte superior de sus ojos, fue capaz de ver como unas patas aparecían desde entre aquellos arbustos. Luego una pequeña nariz humedecida resopló después de haber olfateado el suelo.
Aquel lobo aún no le veía, pero si que estaba siguiendo su olor. Su pelaje era cobrizo, algo que le hacia pensar en el otoño, además de que sus ojos le hacían combinación al ser de un color amarillo intenso.
Entonces la imagen de un lobo idéntico apareció desde sus recuerdos. El mismo pelaje, el mismo tono de ojos brillando tan intensamente, la misma aura de curiosidad que flotaba a su alrededor. Todo esto lo había visto ya una vez y había sido dentro de sus sueños, podía recordarlo perfectamente.
¿Será que realmente estaba en el mundo onírico o lo que estaba viendo era real?
No hizo falta mucho para ser notado. La intensa mirada ya estaba completamente fija en él, pero no de una forma amenazante. Parecía ser mera curiosidad, en su estado más puro. El lobo cobrizo era grande, pudiendo identificarlo incluso desde su posición en el suelo, de seguro era un alfa. Lo curioso era que parecía más un cachorro que un cambiaforma adulto.
Mientras se acercaba, este no dejaba de mover sus orejas en dirección de cualquier ruido a su alrededor. Al parecer, su cola moviéndose también era otra gran interrogante para el cobrizo, quién no podía dejar de sentirse incomodo y voltear a ver el extraño comportamiento de esa extensión de su columna. Derecha, izquierda, derecha, izquierda y no se detenía. Era hipnotizante, de cierta manera. No podía dejar de observarla, ni aunque sus patas y pelaje picara por ir con el lobo desconocido.
Para cuando quizá darse cuenta su hocico y mandíbula ya estaban cubiertos de polvo. El dolor se extendió de inmediato al chocar contra el suelo por no ir viendo el camino. Ahora estaba postrado ante el lobo gris que le observaba con ojos vidriosos. Olfateó de nuevo mientras se colocaba de pie y lentamente acercó su nariz hasta el pelaje que emanaba un olor a lavanda. Su cola se movió con aún más ferocidad, pero esta vez ni eso lo distrajo.
El joven alfa no pudo evitar el lamer entre los ojos del omega, dejando el pelaje un tanto desordenado. Los ojos violetas del contrario se mantuvieron sobre él cuando alejó su mandíbula para lamer la oreja, misma que se sacudió múltiples veces antes las cosquillas que su exhalación le provocaba.
Era extraño para Jaemin, así como satisfactorio. Su corazón no dejaba de latir rápido, lo podía sentir sobre todo saltando en su cuello, en el mismo lugar que el alfa se encontraba lamiendo ahora.
El omega solo pudo cerrar sus ojos ante el efecto analgésico que tuvo aquel contacto sobre su cuello. Era como poner un paño húmedo y frío sobre tu frente cuando te encuentras con fiebre o cuando tienes frío y pones tus manos calentitas en tu rostro. No estaba seguro si aquella dulce caricia estaba enfriando su cuerpo o acalorándolo, quizá era una mezcla de ambos. Solo podía pedir que el cobrizo no se detuviera, porqué sorprendentemente el dolor parecía dejarlo.
El de ojos dorados se separó rápidamente cuando escucho el gimoteó que el omega emitió. El pecho de Jaemin se expandía y contraía demasiado rápido, de seguro al punto de resultarle doloroso.
Jaemin trató de enfocar su vista en al alfa que le observaba, pero cada vez que pestañeaba parecía hacerse más y más lejano.
— Transfórmate — escuchó una voz en su cabeza, parecido al tono de Jeno. Quizá ni siquiera estaba realmente en su cabeza, tal vez Jeno estaba por alguna parte cercana a ambos, porque escucharlo como si tuvieran un lazo era imposible. Sus ojos se cerraron por solo un segundo antes de volver a escucharle — Transfórmate, Jaemin. Así podré llevarte.
No hizo movimiento alguno. Todas su fuerza y concentración estaba sobre el control de su respiración. No quería dejar de sentir el aire pasando por sus pulmones y saliendo de regreso al exterior. No quería que su corazón dejase de latir. No quería dormir.
No quería morir.
"Jaemin"
Pudo escuchar su nombre.
El omega no pudo evitar devolver el llamado.
"Jeno"
Sabía que no era él, pero al menos le daba la fuerza para mantenerse despierto.
— Jaemin — su hocico fue empujado hacia un lado — Nana — una vez más — Jaemin, abre los ojos. — la voz se sintió más nítida, al igual que aquella pequeña caricia que previamente pensó se trataba del viento, pero que pudo identificar como una mano acariciando desde su cabeza hasta el lomo. ¿El lobo que estaba con él se había transformado ya? ¿Si era su pareja destinada, estaba listo para entregarle ese título? ¿Estaría dispuesto a dejar a Jeno atrás? — Nana, vuelve a tu forma humana. Por favor.
Que gracioso era. Un alfa usando su voz de mando pero agregando un "por favor" al final. Estaba seguro de nunca haber escuchado algo parecido.
No pudo evitar el escalofrío que recorrió su cuerpo cuando el pelaje dio paso a la piel desnuda. No podía evitarlo y tampoco contaba con la energía suficiente como para negarse a una orden de alfa en esos momentos.
Unos brazos se posaron tras sus rodillas y espalda, acercándolo a aquella fuente de calor que se suponía era su pareja destinada. No pudo evitar el acurrucarse más contra aquel joven, aún desconocido para su adormilados sentidos.
Un beso fue depositado en la frente de Jaemin, tan dulce que le hizo cuestionarse la existencia de alfas tan tiernos. Claro que tenía conocimiento de las existencia de ellos, porque Jeno era la prueba viviente, pero que un desconocido le hiciera sentir de la misma manera si que era extraño.
Su nariz inevitablemente se movilizó hasta la glándula de olor del lobo, sintiendo como comenzaban a moverse a través del bosque. Pudo sentirlo suspirar entrecortadamente y apretar su agarre cuando la punta de su nariz entro en contacto directo con la zona sensible de su cuello. Tuvo la necesidad de reír ante lo tierna que fue su reacción, pero no pudo hacerlo. No cuando pudo percibir con fuerza el aroma del alfa.
Era un olor que previamente había sentido, un olor que siempre le gustó mucho pero que nunca había sentido con tanta potencia. Podía sentir como ingresaba por cada poro de su cuerpo, lo podía sentir como un energizante directo a la vena, incluso podría decir que el efecto que causo en su cuerpo era casi idéntico al estar entrando en celo.
Era Jeno.
Sus piernas parecieron reaccionar al reconocerlo, apretándose entre ellas automáticamente y recibiendo un gruñido a cambio.
— Quieto.
Entonces se atrevió a abrir los ojos.
¿No era su imaginación cierto?
¿Jeno y su alma destinada... realmente podían ser la misma persona?
¿Cómo es que...? ¿Por qué no pudo saberlo antes? ¿Cómo no se dio cuenta?
Entonces la luna, ya iluminada por algunos rayos de sol, pareció brillar más durante un pequeño parpadeo.
El trato ya había sido completado.
Jaemin emergió del agua quitando el exceso de humedad en su rostro, teniendo que poner especial atención en las curveadas pestañas que se entrometían en sus ojos. Pestañeo un par de veces hasta que su vista se hizo clara.
— ¿Ya te sientes un poco mejor? — Jeno le preguntó. Al parecer ya había encontrado ropa para cambiarse, siendo evidente por los pantalones sueltos que caían por su cadera y la camisa grande que portaba. Jaemin asintió — Sal antes de que te enfermes. Te traje una camisa.
Resultó que Jaemin no había avanzado tanto al transformarse. La cueva en la que había estado durmiendo aún era visible incluso desde donde finalmente colapso, por lo que Jeno decidió que lo mejor sería hacerle tomar una ducha fría en el río cercano para apaciguar el ardor de su cuerpo. Sabía que corría el riesgo de que Jaemin enfermera, pero estaba seguro que el omega no resistiría lo suficiente como para atravesar todo el bosque y esperar una ambulancia. Era necesario enfriar su cuerpo para ganar las fuerzas suficientes.
— Te dejaré las cosas aquí. Cuando salgas asegúrate de secarte con la camisa extra que deje, es la más limpia que encontré, así que sécate con esa. — Jaemin asintió sin dejar de observar fijamente el rostro de Jeno, analizándolo. — Te estaré esperando en la cueva. Descansaremos e iremos de vuelta al hotel.
— Esta... — tuvo que carraspear ante lo débil que salieron las palabras — Está bien. Ahora salgo.
Jeno caminó a paso rápido hasta el pequeño lugar que les serviría de refugio en lo que el sol terminaba de alzarse sobre las copas de los arboles.
Jaemin lo siguió con la mirada hasta que desapareció, entonces soltó un suspiro de alivio y precedió a sacar su desnudo cuerpo de las frescas aguas. Tomó la dichosa camisa y se aseguro de quitar el exceso de humedad de su cuerpo antes de colocarse la que estaba a un lado. Sin poder evitarlo, un sonrojo cubrió sus mejillas al sentir el aroma de Jeno impregnado en la ropa, como si la hubiera tenido puesta antes de entregársela.
Miró los pantalones que Jeno le dejó, inseguro de colocárselos debido al tiempo que seguramente estuvieron amontonados en la humedad. Sabia que estaba en medio del bosque y no podía pedir demasiado, pero el solo hecho de pensarse en esos pantalones le hacia erizar la piel.
Caminó hasta la cueva inseguro. Sus pies se movían lentamente sobre las pequeñas rocas, la tierra y hojas en el suelo. Se asomó por el costado, viendo a Jeno sentado en el suelo mientras acomodaba los ropajes y separaba una cobija.
Simplemente debía acomodarse rápido y taparse con algo, no era difícil en absoluto, más el decir y hacer nunca era lo mismo, por lo que apenas puso un pie dentro del lugar Jeno fue capaz de sentir su presencia y girarse rápidamente.
Jaemin fue testigo de como Jeno lo escaneaba de pies a cabeza, pasando lentamente en el área de las piernas antes de suspirar. Al menos la camisa cubría lo necesario.
— No me lo haces fácil ¿Sabes? — sus pupilas parecieron estar más dilatadas que hace unos segundos. — Ven a recostarte.
"Sí, así como tu no me lo haces fácil a mi" estuvo a punto de decir, viendo la manera en que la camisa de Jeno aprisionaba sus músculos al moverse, algo que lo tenía aún peor al conocer que ambos eran almas destinadas, hechas de una manera perfecta para encajar entre ellas.
Jeno, su pareja destinada, ahora le pertenecía completamente. Quién diría que algún día ambas palabras estarían juntas en una misma oración.
Una pequeña llama de calor recorría su cuerpo mientras se recostaba sobre los mantos, pudo sentir su piel erizándose y sus pezones alzándose cuando el aroma entro una vez más en su nariz. Se estaba excitando, y ni siquiera el saber que estaban en un lugar seguramente sucio lograba menguar su calor.
Una vez acomodado y extendido sobre la almohada improvisada, Jeno se encargó de cubrir el cuerpo de ambos con la manta que previamente había apartado. Jaemin no alcanzó ni a darle la espalda a Jeno para dormir cuando ya una mano presionaba su espalda baja contra el cuerpo del alfa.
— Hay que hacerte entrar en calor, ¿No crees? — una sonrisa ladina surco sus labios. — Ahora puedo sentir tu aroma perfectamente, casi al punto de saber lo que piensas.
Y su pulso volvió a enloquecer.
...hola
Los extrañe.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro