| WHAT A LADY SHOULD DO |
Por mucho que los niños sintieran una gran curiosidad por el recién llegado a sus tierras, Lord Stark no les permitió relacionarse demasiado con él. Desde uno de los balcones las tres cabecitas observaban como el pequeño rubio seguía al alto e imponente Ned, mirando de forma temerosa todo lo que estaba a su alrededor.
— ¿Por qué padre no deja que lo conozcamos? — preguntó la menor de los tres mientras sus ojos avellana seguían curiosamente al niño — ¿Creen que sea un huérfano como yo?
Ante tal suposición Robb desvió la cabeza de su padre para fijar sus azules ojos en la castaña, no era secreto para nadie que la mayor de las niñas Stark no era una verdadera Stark, la historia de que como llego al cuidado de los Lords del Norte era conocida por todos quienes vivían en esas tierras pero a Robb no le gustaba que se mencionara aquello. Conocía a Royse desde siempre, había llegado a su hogar cuando apenas eran bebés y era parte de su familia, no era huérfana, no para él.
— Tu no eres huérfana — quien respondió fue Jon, como si acabara de leerle la mente al de cabellos castaños rojizos — tu eres una Stark
— Eso no quita que no sepa quienes eran mis padres, Jon, soy huérfana, siempre seré huérfana
Ambos niños se miraron con cierta preocupación, como si esas palabras fueran a afectar más a la propia castaña que a ellos pero Royse no era así, sabía que su origen era incierto. No sabía de dónde venía, quiénes eran sus padres y si la amaban o solo la habían abandonado, su historia empezaba cuando Ned la había encontrado y adquirió una familia. Los claros ojos de la chiquilla regresaron a su padre y al nuevo niño y pronto los dos que la acompañaban hicieron lo mismo. Conforme veían que ambos avanzaban los tres lo hacía a pasos cortos por el balcón hasta que llegaron a la esquina de este y Lord Stark noto la presencia de los niños. Se giró al balcón, sobresaltado a sus tres hijos quienes se agacharon, escondiéndose detrás del barandal como si este bastara para cubrirlos.
— Robb, Royse, Jon — pronunció en un tono alto los nombres de los tres, viendo las cabecitas de los mencionados asomarse — ¿Qué están haciendo? — pregunto en un tono suave y calmo, no como si fuera un regaño
— Nada — respondieron los dos niños
— Siguiéndote
Jon y Robb abrieron los ojos con pánico cuando la niña los expuso de esa forma, por poco y se ponía a temblar del miedo, pensado en el regaño que su padre les daría pero sin esperarlo Ned carcajeó de forma alta, negando con la cabeza a modo de reprobar aquel comportamiento.
— ¿No deberías estar con la Septa Mordane, Royse? a tu madre no le gusta que te ausentes — dijo mirando a la castaña con una sonrisa.
— Siempre me pinchó los dedos con la aguja — se quejó ella, cruzándose de brazos en el pecho — además, no estaríamos siguiéndote si nos dijeras porque Theon está aquí
El hombre se irguió, mirando a los tres antes de hacerles un gesto con la cabeza para que bajaran hasta el patio, sin esperar ni un segundo el trío corrió a las escaleras, emocionados por saber por fin que estaba pasando. Apenas tardaron unos segundos hasta que llegaron corriendo frente al gran hombre de cabellos oscuros, como los que Jon poseía. Los dos niños fueron los primeros en llegar pero pronto fueron empujados a un lado por la castaña para ponerse en medio de ellos, Royse era un tanto más alta que ambos, incluso más que el mismo Theon y solía hacer uso de su altura para molestar a los chicos.
— ¿Recuerdan porque me fui en primer lugar? — preguntó Ned, teniendo las manos detrás de la espalda
— Por una guerra — se apresuró a responder el heredero de aquello fortaleza — escuché a madre y a ti hablar sobre los Greyjoy, así que debió ser una guerra en Pyke
— Así es ¿pero porque escuchas las conversaciones mías y de tu madre? — Robb se encogió en su lugar, esperando un regaño que nunca llegó — El padre de Theon intentó revelarse ante la corona del Rey Robert y por mi deber fui al servicio de Su Majestad, logramos aplacar esa rebelión y como un castigo a Balon Greyjoy el Rey me ordenó tomar a Theon como prisionero y pupilo — explicó viendo al pequeño y flacucho rubio que parecía esconderse detrás suyo de los tres menores.
— ¿Cuándo volverá con su padre? — preguntó Jon, parpadeando apenas un poco como si al hacerlo se perdiera de lo que su padre diría
— Aún no lo sé — fue su simple respuesta, aunque los tres aún tuvieran muchas preguntas (tanto para su padre como para el recién llegado) Ned con su tono de voz hizo entender que esa conversación terminaba ahí — Theon está cansado, irá a su alcoba ahora y descansará el resto del día, ustedes vuelvan a sus deberes — ordenó, girándose para llevarse consigo al isleño, dejando a sus tres hijos allí en el patio.
— No es huérfano — Royse fue la primera en romper el silencio apenas segundos después de que se fuera — supongo que es un alivio para él, aún puede volver algún día a su hogar
— Padre dijo que aún no lo sabe — contradijo Robb, mirando a su hermana adoptiva — si lo trajo como un castigo a su padre por la rebelión significa que nunca volverá, seguramente padre lo tomará como escudero y en un futuro nombrarlo jefe de su guardia, vivirá aquí a partir de ahora, con nosotros — a pesar de que el niño solo tuviera 8 años sus palabras salieron como las del Lord que llegaría a ser algún día, fuertes y seguras.
Jon y Royse intercambiaron una mirada, ellos sabían mejor que el Stark que podía estar sintiendo Theon. Tal vez Jon no era completamente huérfano y Royse tenía una familia a pesar de desconocer a la biológica pero jamás tendrían lo que Robb. Una madre que los adorara con todo su corazón por haber nacido de ella y un padre que sentiría orgullo por el simple hecho de llevar su apellido.
— Seguro Theon se quedará en una habitación cercana a las nuestras, podríamos ir y animarlo un poco — propuso la menos de los tres — lo noté bastante decaído
— No lo sé, Ro, padre dijo que ...
— Padre no tiene porque enterarse — interrumpió la niña y con una traviesa sonrisa se retiró dentro del castillo, dispuesta a buscar la que sería la habitación del pupilo.
• • • • ───────────────────
Seguida por los dos chiquillos, Royse fue alcoba por alcoba en busca del rubio niño de las Islas de Hierro pero como si se hubiera esfumado, ninguno encontró ni rastros de él, así que finalmente desistieron de su búsqueda, dado a que aceptaron que no tendrían éxito y si descuidaban sus deberes, en especial Robb y Royse, Lady Catelyn se enfadaría y quien se llevaría la mayor reprimenda sería Jon, como siempre sucedía.
Así la de castaños cabellos regreso con su Septa, como debió hacer desde mucho más temprano; y después de un sermón sobre los deberes de señorita que ella debía saber y porque faltar a ellos significaba algo muy grave, se sentó en un banquillo junto a la mujer aprendiendo otro aburrido punto de bordado, actividad que realizó el resto de la tarde. Por su parte, los muchachos se reunieron con Ser Rodrik, quien los instruía en el arte de la espada en esa ocasión y desde donde la niña estaba, podía escuchar el choque de las espadas de entrenamiento que ellos usaban, hechas de palo al aún ser tan pequeños. Se distrajo de tal manera que su cuerpo se inclinaba a la puerta y su mirada fija en esta, como si intentara ver a través de la madera a ambos críos entrenar del otro lado.
— Royse
La llamada de atención de la Septa Mordane la hizo brincar en su lugar y gracias a su mala postura terminó cayendo a un lado, volteando el banquillo y tirando el aro de bordado a quien sabe donde mientras ella caía de culo al suelo.
— ¡Santos dioses, niña! — exclamó la mujer, levantándose y dejando su propio bordado a un lado para acercarse a la pequeña dama — ¿Te encuentras bien? ¿Te lastimaste o algo? — cuestionó poniendo sus manos en los hombros de la misma
— Estoy bien, Septa, solo me caí — respondió no tardando en ponerse de pie y sacudirse la falda del vestido gris quitando algo de polvo de su trasero para después recoger el banquillo — No se donde cayó el bordado — murmuró para sí misma, buscando a su alrededor la tela blanca en la que anteriormente trabajaba
— Debes tener mas cuidado, Royse — dijo Septa Mordane, caminando hacia una esquina y recogiendo del suelo el aro de bordado de la niña — y no distraerte con el sonido de espadas de tu hermano y Jon — aquello lo dijo en tono de regaño, entregando la labor a la de ojos avellana.
— ¿Por qué yo no puedo usar espadas como ellos? — preguntó, tomando asiento nuevamente, pudo notar a la mujer rodar los ojos. No era la primera vez que le preguntaba aquello, se sabía la respuesta de memoria pero hasta el momento no la convencía completamente.
— Te lo he dicho miles de veces; ellos son niños. Algún día tu hermano Robb será el Señor de Winterfell, lo que significa que tendrá que defender a sus abanderados, hacer justicia y cumplir a los llamados del Rey, así como tu padre; Jon seguramente se quedará como su soldado, y un soldado debe aprender a usar la espada.
— ¿Y qué haré yo? — cuestiono mirándola con curiosidad, expectante de lo que diría, esperando que sus palabras le dijeran que su destino sonaba tan emocionante como el de los niños. Tal vez su Septa le diría que su misión era buscar las espadas valyrias perdidas, o comandar un ejército norteño, tal vez ayudar a Robb con la administración de Winterfell. Su infantil mente le mostró mil y un escenarios, cada uno más emocionante que el otro, de lo que podría ser su vida pero entonces llegó la respuesta de la mujer.
— Seguramente cuando hayas sangrado te lloverán las propuestas de matrimonio y con lo hermosa que serás aún más —comenzó a hablar— tus padres elegirán al mejor pretendiente para ti. Te casaras con algún noble señor de una fortaleza, tal vez de algún palacio y después de la boda te irás junto a él hasta allá, ahí cumplirás tu deber como su esposa. Te dará su apellido, parirás a su heredero y si los dioses quieren muchos otros niños a los cuales cuidarás, criaras y amarás así como tu madre lo hace contigo, tus hermanos y hermanas. Organizaras banquetes, verás a tus hijos e hijas crecer para convertirse en grandes señores y hermosas damas; y envejecerás junto a tu esposo. Si los dioses te dan más vida verás a tus nietos recorrer los pasillos del castillo y a tus hijas seguir tus pasos formando sus familias — le contó con una sonrisa dulce, esperando que aquello pasara con la niña a su cargo.
Royse no estaba feliz, su rostro de ilusión se transformó en un ceño fruncido y sus ojos se llenaron de horror ¿casarse? ¿parir? ¿solo para eso servía? que horrible destino la esperaba. No era que odiara la idea de algún día contraer matrimonio o tener hijos, veía lo feliz que Lady Catelyn era con su pequeño Bran y seguramente era una sensación hermosa cuando se quería hacerlo, pero se rehusaba a creer que toda su vida solo fuera a dedicarse a eso.
— ¿Y si quiero ser un caballero? ¡Podría pertenecer a la guardia real del Rey! — exclamó alegremente, poniéndose de pie de un brinco, fingiendo tener una espada en una mano — lo defendería con valentía de cualquier amenaza, cuidaría su espalda y...
— Las espadas son para niños — interrumpió la Septa, sintiéndose espantada por la ilusiones de la joven fémina — las niñas después de casarse se irán de sus hogar y se quedarán en el castillo de su esposo, atendiéndolo a él, cuidando de sus hijos, planeando banquetes y complaciendo, deberás cumplir con lo que se espera de ti porque eso es lo que quiere La Madre y La Doncella — la corrigió inmediatamente, frunciendo el ceño — ahora siéntate y deshaz ese punto que esta mal, comienza otra vez.
Como si acabaran de sentenciarla a muerte, los antes animados brazos de la castaña cayeron a sus costados totalmente desganados, no porque la septa acabara de decirle que su bordado estaba mal realizado, sino por las palabras que la mujer había pronunciado.
— ¿Tendré que irme de Winterfell si me caso? — preguntó con aquella infantil vocecita, el miedo reflejándose en sus ojos antes una respuesta afirmativa.
— No pensarás en ser señora de una fortaleza sin vivir en ella ¿o sí? — inquirió la mujer, alzando una ceja por ,lo que ella consideraba, la tonta pregunta que acababa de hacerle la menor.
Los claros ojos de la menor se cristalizaron, las lágrimas se acumularon en ellos con rapidez y sus puños se apretaron con tal fuerza que sus nudillos se pusieron blancos — yo seré la señora de Winterfell — respondió con su tono de voz algo tembloroso, su voz apunto de quebrarse por la rabia y el enojo que las palabras de la Septa le había causado — todos me llaman el Sol de Winterfell, Lady de Winterfell... yo seré su señora porque soy la hija mayor, me corresponde, es mi derecho.
La Septa suspiró, dejando su bordado en su regazo al igual que sus manos, mirando a la niña — Cuando Robb crezca él también tendrá que comprometerse con alguna dama noble que tus padres también crean conveniente. Ella será la señora de Winterfell y le dará a Robb hijos, quienes serán tus sobrinos — tomó las manos de la niña, dándole una sonrisa — así serán las cosas, tu y tus hermanos cuando cumplan la edad formaran sus familias porque de esa forma lo dictan los dioses.
De forma brusca la niña separó sus manos de las frías de la Septa, su ceño fruncido y sus ojos llenos de lágrimas de enojo que pronto se desbordaron por sus ojos y cayeron rebeldemente por su mejilla, la mujer se irguió al ver las lágrimas y estuvo a punto de preguntarle porque lloraba pero rápidamente Royse salió corriendo del salón. Sus pequeñas y flacuchas piernas corrían lo más que se lo permitían mientras sus manos levantaban la falda del vestido para evitar tropezarse con esta. Paso corriendo por el patio donde los dos niños practicaban pero al ver el revoltijo de cabello castaños pasar cual caballo salvaje se detuvieron. Debido a la velocidad no pudieron notar las rabiosas lágrimas que surcaban su rostro, pero fue Jon quien pudo escuchar un pequeño sollozo por parte de ella, haciéndole fruncir el ceño.
— ¿Qué crees que tenga? — preguntó el primogénito de los Stark a su medio hermano una vez perdieron de vista a la niña
— Iré a averiguar — sin tardar Jon dejó la espada con la que entrenaban apoyada junto a un barril, retirándose por el lugar donde vio a la pequeña Lady salir corriendo. Pensó en hacer lo mismo pero supuso que iría a su habitación, estuvo a punto de tomar el camino a las habitaciones hasta que, al pasar por el comedor, escuchó un hipeo que lo hizo detenerse.
Entró lentamente en la estancia, sus botas no hicieron el más mínimo ruido y sus oídos se mantuvieron más que atentos. Las mesas estaban ordenadas de modo que la más larga y puesta a lo ancho del salón sobre una tarima de madera era la que ocupaba la familia y el señor de Winterfell, Jon se sentaba ahí, excepto cuando había algún invitado importante, entonces y solo entonces él ocupaba un lugar al final de una de las mesas verticales junto a los jóvenes escuderos, de modo que durante toda la cena no podía ver a sus hermanos, ni ellos a él, tal como Lady Catelyn quería. A pesar de comer usualmente en la mesa la sola posición de esta lo hacía sentir indigno pero en esa ocasión le importó muy poco, pues los sollozos se hacían más claros conforme avanzaba. Detrás de la mesa había una pared con tallados de piedra y mientras Jon subía a la tarima pudo ver una pequeña sombra reflejada en la piedra, ahí fue cuando la vio. La menuda figura de Royse estaba apoyada contra la pared, escondida detrás de la silla de su padre mientras abrazaba sus piernas y mantenía su rostro escondido entre sus rodillas.
— Ro
La voz del niño salió en un susurro para no sobresaltar a la menor aunque no le funcionó del todo. Pudo ver cómo el cuerpo de ella se tensaba en tanto lo escucho, limpió apresuradamente sus lágrimas con las mangas del vestido antes de levantar su rostro — ¿Qué? — su voz salió algo ronca, producto del llanto, miraba al piso como si así evitará que Jon notara sus rojos e hinchados ojos.
Sin decir nada, el niño de cabellos castaños oscuros se sentó junto a Royse, soltando un pequeño suspiro y manteniendo el silencio por algunos segundos hasta que notó que el llanto de la menor se había calmado. Entonces decidió hablar por fin.
— ¿Qué sucede, pequeña loba? — preguntó mirándola con curiosidad — No sueles llorar
"Pequeña loba", Jon solía llamarla así cuando hablaban en confidencia sobre temas que nadie más excepto ellos dos sabían, temas que ni siquiera le mencionaban a Robb y que sabían que por mucho que el cachorro de lobo insistiera en descubrir sus conversaciones secretas, si alguna vez se enteraba, ninguno de los dos revelaría ni el más mínimo detalle de esa la misma.
Royse tomó aire y lo retuvo por algunos segundos, tomando valor para evitar llorar nuevamente y finalmente pudo hablar — No quiero casarme — pronunció como si fuera una orden mas que una afirmación — nunca
Esas palabras solas confundieron al bastardo más de lo que ya estaba. Abrió la boca dispuesto a continuar haciéndole preguntas a la contraria y comprender de mejor manera su situación de no ser porque ella continuó hablando.
— Septa dijo que ustedes entrenan con espadas porque en un futuro Robb será Lord de Winterfell y tu posiblemente seas un soldado; le pregunté que haría yo y me dijo que me comprometería con alguien y me casaría para tener hijos — explicó, teniendo la mirada perdida en el tapiz de cuero negro que cubría las sillas donde se sentaba la familia.
— ¿Es eso lo que te ha hecho llorar? — inquirió solamente para asegurarse de haber entendido correctamente las preocupaciones de su mejor amiga, posiblemente la única amiga que poseía — ¿No quieres casarte, Ro?
— No es que no quiera casarme, lo he dicho mal — aclaró la castaña, manteniendo la mirada fija en el material oscuro — No quiero irme de Winterfell. No quiero dejarlos, ni a ti, ni a Robb, a nadie.
Jon era demasiado joven, ajeno a las responsabilidades que una dama tenía por haber nacido como tal. A él no le enseñaban que sucedería si se casaba o no y por lo que sabía a su medio hermano tampoco así que a duras penas intentaba comprender a qué se refería la niña a su lado.
— No tienes porque irte, seguramente padre tampoco querrá que lo hagas y ninguno de los dos tampoco — dijo intentó animar el decaído ánimo de su pequeña loba, incluso le dio una sonrisa amplia y dulce la cual duró apenas segundos pues al ver como Royse negaba lentamente con la cabeza sintió que las cosas realmente eran malas para la perspectiva de ella.
— Septa dijo que si yo me caso con algún noble señor, tendré que irme a su fortaleza y cambiar mi apellido al suyo — explicó, por primera vez llevó sus llorosos ojos al rostro del contrario, acción que termino con los grises ojos del varón conectados con los avellana de la niña — no quiero irme nunca de Winterfell, Jon, no quiero dejar nada de lo que tengo aquí, no quiero dejar de ser una Stark — expresó nuevamente su preocupación por lo que podría o no pasar con ella.
Afligido por las preocupaciones tan tempranas sobre el matrimonio que la menor mostraba Jon se decidió a algo. Al igual que muchos nunca había tenido el valor de negarle algo a Royse, especialmente cuando lloraba pues sus brillantes ojos como el sol perdían todo resplandor, como en esa ocasión. Llevó su mano a la mejilla derecha de la pequeña, secando con el pulgar algunas gotas de agua salada que aún residían en sus mofletes además de brindar relajantes caricias.
— Te prometo que jamás tendrás que irte de Winterfell por un casamiento — dijo con toda la sinceridad e inocencia que aquel niño de 8 años poseía — si algún día sucede será enteramente por tu decisión, y si entonces me pides que vaya contigo lo haré. Mi pequeña loba, te prometo que mientras yo tenga aliento, tú te mantendrás en el lugar al cual llamas hogar.
Los ojos de Royse brillaron, conmovida por las palabras de Jon. Pronto el meñique del niño se alzo, a modo de sellar su promesa y pronto el mismo dedo por parte de la fémina se entrelazó con el suyo, sellando de esa forma una promesa que Jon planeaba cumplir a partir de entonces.
Soltaron sus manos y se miraron por algunos segundos más, hablando con sus miradas hasta que finalmente Jon abrió sus brazos, recibiendo en un abrazo a la castaña, consolándola en el silencio del comedor.
al fin el capítulo uno, amén.
quise profundizar un poco más en la relación de Royse y Jon (ya que será algo importante) antes de comenzar oficialmente, espero el capítulo les gustará y esperare sus votos y comentarios si así fue.
espero actualizar pronto y que mi trabajo les guste.
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Sin mas que decir me despidió, les mando un beso impreso
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