✦ 。°˖⋆𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 ❶๑ . ⊹ ֗ ִ ۫ ˑ
—Fiu, con eso será suficiente —hablaba el rubio mientras el gran sabueso negro corría con la cola entre las patas lo más rápido posible.
—Muchas gracias por la ayuda, de verdad no se como pagarles —hablaba la peli-___ hacia los desconocidos.
—Tranquila así somos nosotros, ¿tu no estas herida? Te ves demasiado mal —señaló la gigante hacia sus ropas andrajosas y el temblar de sus piernas.
—Déjanos ofrecerte algo de comer y curar tus heridas. Ban, súbela —ordenó el de menor estatura.
—¿Ah? ¿Y yo por qué?
—¿Qué no es obvio? Esta herida camarada, se un caballero y súbela.
—¿Y por qué no la subes tu, capitán?
—Me reservo solo para Elizabeth —excusó en una sonrisa inflando el pecho.
—Eso que capitán…
—Ya basta, basta los dos —la gigante interrumpió su discusión—. Ven sube a mi mano, yo te ayudo —se ofreció—. Me llamó Diane.
Le mostró una cálida sonrisa de manera amistosa, que ella compartió, y con mucho cuidado aceptó subirse a su colosal mano.
—Bien, la sopa debería caerte mejor, cuidado esa caliente.
Soplo la cuchara dispersando el vapor que salía del alimento, para después llevárselo a la boca.
—… sabe horrible —murmuró después de tragar.
—Una disculpa, el señor Meliodas fue quien lo preparó —una chica de cabellos peli-plateado y ojos azules estaba a su derecha pusilánime.
—Si Ban te hubiera cocinado sería mil veces mejor —el oji-verde daba leves codazos al peli-azul quien miraba hastiado hacia otro lado.
—Aun así, muchas gracias… siento que es mi primera comida en mucho tiempo.
—¿Y cuál es tu nombre?
Ante su pregunta ella soltó la cuchara de manera estrepitosa, espantándolos.
Nombre… ¿ella tenía un nombre?
—… no lo recuerdo —su rostro hecho pánico contagio a sus presentes—. No se mi nombre —comenzó a hiperventilar—, de hecho… de hecho no recuerdo nada de mi, no recuerdo nada de antes.
—Tranquila —pidió la albina tomándole con sumo cuidado de un brazo, contagiándola de calma—, tranquila, fue nuestra culpa, no debimos exaltarte así.
—Quizá este libro tenga una respuesta.
El cerdito parlante llamó su atención. Claro, lo tenía desde que abrió sus ojos, y se sentía como su posesión más preciada… por algo debía ser.
Aquel libro de pasta dura hecha de cuero negro, con grabados de escarabajo, alas y símbolos extraños en oro y plata; siendo coronado con esmeraldas, un rubí y un gran diamante púrpura.
A la vista de cualquiera se vería codiciable, más para el ojo de un zorro bandido, el pecado de la avaricia intentaba acercar su mano a las joyas cuando fue castigado con una palmada en su mano, dada por su capitán.
«A mi amada _______, que donde sea que te encuentres esto te recuerde a mi y al amor que te tengo»
Las letras en el libro eran símbolos inexplicables e inentendibles para el grupo, pero ella, podía entenderlos.
—______, aquí dice ______ —señaló entre los garabatos.
—Yo no entiendo nada, solo veo dibujos —hablo el cerdito.
—Quizá es un idioma que no entendemos —explicó la princesa.
—Probablemente esté sea mi nombre pero no me acuerdo en absoluto… —analizaba la peli-___—, se siente familiar y a la vez no…
Se quedó pensativa un momento, abrazándose a si misma.
“Mi amada _______, que esto sea un símbolo del amor que siento por ti, la luna y la noche, son de tu propiedad”
Recordó que alguien le decía aquello, mientras acicalaba su cabello y posaba su mano en su mejilla.
—_______, mi nombre es _______... —acepto mirando a sus salvadores.
—Pues, es un gusto conocerte, yo soy Elizabeth —se presento la ojo-azul—. Y el es Hawk.
—Creo que somos los que faltaban de presentarse —dijo el ser rosadito—. Bueno tu ya conoces a Ban.
Él más alto chisto la lengua rascándose la nuca con pereza.
—Perdonen mi atrevimiento pero… ¿ustedes quienes son?
—Somos los 7 pecados capitales —contestó el capitán.
—Jamás… había oído hablar de ellos.
—Por ahora solo somos tres pero a eso estamos, a buscar a los pecados faltantes.
—… quizá esto suene muy apresurado pero… —se levantó abruptamente de la mesa sorprendiendo a los testigos—, ¿me permitirían acompañarlos?
—Capitán, ya tenemos suficiente gente, ¿de que nos serviría una chica amnésica que no sabe nada?
—¡P-Por favor! ¡Puedo serles de ayuda!
Se colocó frente a ellos inclinándose, mirando al suelo y sin levantar la mirada.
—Se que no recuerdo nada de mi misma, pero por eso no tengo a nadie más a quien recurrir, estoy sola… —apretaba los pliegues de su alguna vez vestido blanco y aguantaba las lágrimas inútilmente—, fueron los primeros a los que conocí, ¡por favor prometo no ser una carga!
Se presentó un silencio abrumador, aún sin ser capaz de levantar la cabeza por vergüenza y nervios, retenía las lágrimas pero se escapaban varias, ¿acaso anteriormente era una llorona irremediable?
—Bueno… siempre es bueno más compañía femenina –Elizabeth intento dar un argumento convincente—. Y podría ayudarme a entregar las ordenes de los clientes, ya que a mi se me caen…
—Decidido, puedes quedarte —accedió el oji-verde como una declaración, para posar sus ojos en ella.
Vio como una mano era extendida hacia ella, animándole a alzar la mirada, obedeció y observó frente a ella al de menor estatura son una sonrisa que mostraba los dientes.
—Bienvenida a mi taberna, el sombrero de Jabalí.
—Bueno, ya que te quedarás con nosotros, te diré nuestra siguiente parada —sacó un mapa que abarcó toda la mesa—. Iremos a la Necrópolis, ahí buscaremos a King.
—¿Necropolis? —preguntó.
—Es la ciudad donde residen las almas de los muertos.
—Capitán, ¿no acaso dijiste que el gordito murió?
—Es la única pista que tenemos, así que probablemente debemos visitarlo —encogió los hombros cuando oyó el chillido de la mamá de Hawk—. Y parece que ya llegamos.
Al salir de la taberna el lugar no parecía más que un pueblo fantasma, casas con techos desquebrajados, paredes hechas ruinas y lo que parecía eran rastros de lo que alguna vez fue una villa.
—¿Esta es la Necrópolis? —pregunto la de ojos ____ cuando todos salieron a hecha un vistazo.
—Parece más bien un basurero —respondió Hawk.
—Los rumores dicen que este es el lugar más cercano. Empezaremos buscando información sobre King y la ciudad de los muertos.
Bajaron de la gigante criatura de tono verde para instalarse en tierra y bajar todos.
—¡Vamos a abrir la taberna! —fue lo primero que declaró a sus subordinados.
—¿Así que era cierto que el capitán trabajaba en un bar?
—Y ustedes también van a trabajar —agregó—. ¡Tu estarás a cargo de atraer a los clientes Diane! —señaló a la gigante para después ir con su mejor amigo—. ¡Y tu harás grandiosos platillos gran chef!
—¿No querrás decir chef apestoso? —interfirió el porcino.
—Ojalá cerdito, pero no, Ban cocina de maravilla en realidad.
—Señor Meliodas —escuchó la voz de Elizabeth bajando las escaleras.
—Ah Elizabeth, veo que ya ayudaste a _______ con sus heridas y a cambiarse, el uniforme de la taberna te queda bien _______ —aprobó mostrando su pulgar en alto y seguido una risita.
—Agradezco las ropas capitán, pero… no se, creo que me dan frío.
Por supuesto que era así, la falda era demasiado corta y la blusa demasiado ceñida al cuerpo, además de esa media irregular que apretaba su muslo derecho. A pesar de ya darse un baño y estar limpia, la ropa no le era muy cómoda.
—Es tu uniforme de trabajo, si vas a trabajar aquí debes usarlo todo el tiempo —le contesto el rubio.
—Tranquila _______, si vamos a algún pueblo iremos a una tienda y conseguiremos más ropa que te sea cómoda —animo la de ojos azules tomándole de los hombros.
—Gracias Elizabeth —habló en una sonrisa amigable.
—Ayuda a Ban ¿quieres? —pidió y ella asintió—. Ban la comida está en despensa, tienes que ir a la parte de atrás… ¿Ban?
Pero del pecado de la avaricia no había ni rastro, sólo una puerta abierta que indicaba su fuga.
—Escapó, siempre es lo mismo con él —se quejo Meliodas—. _______ por favor búscalo y tráelo.
—Si señor.
Salió de la taberna adentrándose en aquel pueblo fantasma sin ningún habitante a primera vista. Sumido en el silencio de la falta de población, ¿acaso se metió a una de las casas? pensó queriendo echar un vistazo dentro por medio de los ventanales.
Ante el grito de un infante se vio alertada, queriendo correr pero siendo de manera inútil debido a sus heridas. Cuando llegó al escenario encontró a dos niños pequeños, de igual apariencia, junto con Ban a unos metros de distancia dándole la espalda.
—¿Qué sucedió? —notó entonces unas heridas en su pecho que subían a su cuello—. ¿Ban? ¿Qué te pasó?
—Nada que te importe, tu dime que haces aquí.
—El capitán me pidió que te buscara, quiere que regreses a la taberna —ahora se percató de que los niños estaban abrazándose y llorando—. ¿Les hiciste algo?
—No señorita —interrumpió la pequeña—, este hombre solo me estaba cuidando.
—¡Lo siento señor! —inmediatamente el niño se inclino entre lágrimas—. ¿Cómo puedo expiar mi pecado?
—¿Expiar qué cosa, niño?
—Pero lo lastime… —se vio interrumpido y sin habla al ver que Ban no poseía ninguna marca o cicatriz—. ¡La herida se fue!
—Te diré algo niño —sentenció con voz grave—, los verdaderos pecados jamás pueden ser expiados.
—Vaya, ese es un gran consejo Ban~.
De un momento a otro Ban comenzó a escupir sangre en demasía, como un torrente, había sido atravesado por una lanza de gran tamaño; y encima de esa lanza estaba un joven de cabellos castaños.
—Hola Ban. ¿Cómo estás? —le llamó el de ojos ámbar—. ¿Sabes? Este es un encuentro muy conmovedor.
Sin embargo el de ojos carmesí ni se inmutó, solo se le veía el ceño levemente fruncido.
—¿Qué pasa? ¿Te comió la lengua el gato?
—Lo siento niño pero… —finalmente hablo Ban con la sangre bajando por su barbilla—, ¿tú quién demonios eres?
—¿Cómo? ¿En serio me olvidaste?
—No te recuerdo para nada, lo siento.
—Eso no importa, lo que importa aquí —hablaba mientras la lanza atravesaba al más alto frente a los ojos de los niños y la peli-___—, es que tu eres Ban, el zorro de la avaricia —la lanza se elevó hasta los aires y gran altura, el aparente dueño se coloco en la punta de esta con altanería—. O debería decir… Ban, el muerto viviente.
Lo que paso a continuación dejó a _______ sin habla, la herida mortal que dejó en el torso de Ban un gran agujero, lentamente se iba cerrando de una manera tan grotesca y espeluznante, que le causó un nudo en la garganta.
—Oye mujer —le llamó con voz gélida y gutural—. Saca a los niños de aquí, estorban.
—Vengan niños —tomó de inmediato a los pequeños entre sus brazos para escapar de aquel escenario.
Con sus fuerzas corrió lo más alejado posible, escuchando de inmediato un retumbar, como si detrás de ellos una pared fuera destruida. No dudaba en aludir aquel sonido a un golpe hacia Ban, con su mente en blanco y sin saber bien de ella y su capacidad no podía ayudarle.
El capitán, pensó viendo cerca el sombrero de jabalí, ¡debo ir por el capitán!
—A ver, pueden comer ahora —anunciaba el de iris rojas colocando el último plato de comida en la mesa.
—¡Woah!
–¡Huele increíble! —dijeron las dos féminas sintiendo un gran antojo de probar las delicias culinarias con solo olerlo.
—¿Verdad que si? Ban es el mejor cocinero que conozco.
—De verdad se lo agradecemos señor… —hablaba el infante masculino—, pero, no tenemos dinero…
—Si no se lo comen se lo daré al cerdo —amenazó.
—¡Estamos comiendo! —respondieron al unísono.
Los dos pequeños comenzaron a devorar lo que tenían frente suyo, ciertamente, la mejor comida que habían probado en su vida.
—Que delicia~ —felicito la niña.
—Muchas gracias señor.
—Pero no será gratis niños —sentenció el peli-azul sentándose frente a ellos—. A cambio me hablarán sobre la Necrópolis —y apoyó el mentón en el dorso de su mano.
🪶༆━━ 2009 palabras
Publicado el 16 de febrero de 2023
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