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Alastor caminó hasta posicionarse frente al espejo de cuerpo completo. Allí, en la soledad del cuarto con apenas una lámpara dándole iluminación debido a que pronto serían las once de la noche, es que admiraba su vientre con una expresión difícil de describir. En sus ojos había extrañeza, confusión, incomodidad, pero sobre todo curiosidad. Sus ojos entre cerrados con duda no dejaban de dar vueltas en la imagen de su vientre, el cual también tocaba con sus manos casi como si tratara de cerciorarse de que era real y no un sueño, que aquello de verdad estaba sucediendo.

Que de verdad estaba embarazado.

Había vuelto de la estación de radio, lugar donde trabaja y transmitía su canal nocturno. Usualmente su horario comenzaba a las seis de la tarde y terminaba a la medianoche, sin embargo, los fines de semana su jornada se acortaba un par de horas.

Cómo casi todos los días, su pareja había ido a buscarlo en el auto y a pesar de que su ajeno no dejó de hablar durante todo el camino, Alastor no pudo perderse en temas triviales. La escena ocurrida en ese día no dejaba de darle vueltas en la mente, repitiéndose y provocándole reflexiones sobre sus decisiones, sobre el camino que había tomado su vida y el que seguiría tomando con los años que vendrían, pues ya era tarde para arrepentirse de algo que él mismo había buscado.

Apoyó su rostro en su mano y la vista que se apreciaba a través de su ventana se convirtió en las imágenes que veía de fondo mientras se perdía en sus pensamientos, las luces de las calles deformándose con la velocidad que el vehículo funcionaba fueron como un interruptor para darle pase libre a su cabeza para profundizar.

No comprendía qué era aquella incómoda sensación que le recorría todo el cuerpo, era muy ambigua y confusa, pues no podía categorizarla como mala, pero tampoco buena, era extraña. Quizás esa era la mejor palabra para utilizar, extraño, como todo lo había sido desde que los análisis de sangre le indicaron que efectivamente, estaba esperando un bebé.

Aún recordaba con vivides el cómo su pareja había agradecido a la doctora con una pequeña sonrisa improvisada, el cómo tomó su mano y ambos atravesaron los pasillos y vestíbulos de la clínica en total silencio hasta la salida, escuchando al barullo a su alrededor, pero haciendo caso omiso al mismo, ajenos, como si nada realmente ocurriera y hubiera sido un simple examen de rutina el cual olvidas a las horas para seguir con tu vida. Su novio no había mostrado indicios de emoción alguna, no más del hecho de haber estado apretando su mano con un pequeño temblor y el tic en su ojo izquierdo, detalles que prefirió no comentar al estar absorto y sintiendo su propia y común sonrisa flaquear como nunca antes.

Llegados a la cera y aún rodeados de gente que entraba y salía del edificio, no fue hasta ese entonces que Alastor reaccionó cuando sintió dos fuertes brazos alzarlo como si no pesara nada. Fue cargado al estilo nupcial frente a ojos de todos, pero tampoco tuvo la opción de reclamar la actitud tan desvergonzada e impulsiva cuando oyó el grito cargado de alegría y emoción desbordante.

"Seremos padres" fue lo que escuchó de parte de Lucifer como si lo estuviera anunciado a todo el mundo, como si el orgullo de que su omega estuviera cargando con su cachorro fuera lo mejor que le hubiera pasado en toda la vida.

Alastor sintió sus lentes caer con ligereza por el movimiento, asustarse por el repentino acto y quedarse en blanco por lo oído, sobre todo cuando comenzaron a dar vueltas. Oyó la melodía de las risas y miró el par de lágrimas que cayeron por las pálidas mejillas del ahora padre de su bebé... Extraño, de nuevo. Lo único que podía hacer era admirar la sonrisa de Lucifer, su felicidad y la manera en que había esperado a salir del consultorio para festejar por no querer alterar la calma de la clínica.

Todo fue tan extraño, como si estuviera en un sueño, como si se tratara de una película, lo que había leído en cientos de libros y lo que había anhelado por meses finalmente sucedía. La incredulidad no le permitió hacer otra cosa que dejar que lo besaran en los labios y luego recibir las gracias de Lucifer, afirmando que una vez más lo había hecho el hombre más feliz del mundo al haber vuelto realidad sus sueños.

Mierda, de verdad estaba pasando.

No era producto de su imaginación ni una fantasia; acababan de confirmarle que tenía tres semanas de embarazo y que, en unos meses, su pequeña familia crecería.

Y antes de lo previsto su entorno comenzó a confirmárselo.

"— ¡Alastor, mi chico guapo! ¡Te ves radiante!

— ¡Mimzy! Un placer verte querida, un verdadero placer.

Él intento tomar su mano y depositar un beso allí, un simple acto de caballerosidad que acostumbraba, pero su intención fue interrumpida con una exclamación y expresión de ternura.

— ¡Oww! ¡Tu pancita ya se nota! — Ella llevó sus manos a sus propias mejillas, mirando el vientre de su amigo mientras esté parpadeaba un par de veces.

— ¿Qué?

— ¡Oh, vamos! ¡¿Me dirás que no te has dado cuenta?! ¡Bueno, qué digo! Vives contigo mismo, seguramente no. — Soltó una risa, pero Alastor aún no caía en cuenta de qué se le estaba comunicando. La pequeña mujer lo notó. — ¡Tu pancita, cariño! ¡Ya está crecidita por tu cachorro!

— ..."

Y desde entonces, había estado esperando con impaciencia para llegar a casa.

No omitió sonido ni cuando estacionaron, no dijo nada mientras ayudaba a bajar las compras que hicieron durante el camino, la atmosfera se sentía cargada, incluso tensa, pero él no dio ninguna explicación alguna. No fue hasta entones que Lucifer se percató de que algo andaba mal, su omega había estado más callado de lo normal, llegando a ser distante al no haber hecho más que dar una respuesta distraída a todo lo que le había dicho, mostrándose inusualmente ausente.

Sin embargo, lo que más llamó la atención de Lucifer no fue tanto el silencio, algo que podía ser natural en alguien como Alastor al ser el tipo de persona que escucha más que habla; no, lo que realmente hizo saltar sus alarmas fue el sutil pero notable cambio en las feromonas que el más alto desprendió, algo que sólo Lucifer entre el resto del mundo, podría percibir al instante.

En mitad del trayecto, el olor de Alastor había comenzado a variar del habitual, lo que solía ser una fragancia cálida y embriagante ahora se sentía distorsionada. El aroma natural de Alastor siempre se había sido una mezcla cautivadora de licor de café con toques de chocolate; sin embargo, recientemente había cambiado por uno más delicado, similar al de un chocolate caliente y consolador, como una taza que ofrece serenidad en una tarde invernal, brindando el confort que uno buscaría en un abrazo, una sensación acogedora y placentera, como la de una manta, era maternal.

Sin embargo, algo nuevo irrumpía esa armonía, algo no común. Y es que, en un principio, Lucifer había dado por hecho que se trataba de estrés o cansancio propios del día o el trabajo, pero pronto descartó esas posibilidades cuando el amargor fue imposible de ignorar. Lo que normalmente tenía un equilibrio perfecto entre el amargor sutil del licor y la dulzura del chocolate ahora carecía por completo de ese toque azucarado. Era como si el chocolate hubiera desaparecido, dejando solo la intensidad cruda y amarga del café negro, un aroma profundo y cargado que resonaba con la tensión interna de Alastor. No era realmente invasivo, pero Lucifer lo sentía con una claridad que le hacía imposible no querer indagar en la razón detrás de aquel animo decadente.

Pero a pesar de sus intentos, Alastor esquivo sus preguntas con respuestas cortas, ni siquiera esperó que el más bajo le hablara una vez se desocuparon, lo cual también transcurrió en total silencio. El omega subió las escaleras sin dar explicaciones dando pasos que fallaron en disimular su prisa; ya era tarde, el cambio en su aroma lo había traicionado y reveló el conflicto interno que sufría. Abandonó la planta baja bajo los ojos preocupados de su alfa e ingresó a su cuarto no sin antes encender la lámpara en un movimiento rápido y sin siquiera preocuparse por cerrar la puerta, quiso ir directamente al punto.

Así había llegado a ese momento en donde estaba parado frente al espejo de cuerpo completo y posando de distintas formas. De costado tanto de izquierda a derecha, de tres cuartos, agachándose, alzando los brazos, todo para lograr encontrar ese abultamiento que le comentaron y él no había notado en ningún momento.

Sus manos no sabían a dónde ir, por momentos tocaban la zona, la acariciaban y trataban de encontrar la forma redondeada, luego, con mirada desconcertante y ciertamente tímida, intentaba recordar el tamaño de sus caderas mientras se preguntaba qué otros elementos en él habían cambiado sin que él lo supiera. Sus manos se colocaron a los lados de sus caderas y luego las subió con lentitud tratando de mantener la misma distancia, su ceño se frunció, no veía nada extraño allí por más que se siguiera analizando con cuidado e insistencia de una manera que parecía necesitar encontrar aquellos cambios, pero a su juicio todo seguía prácticamente igual.

Bueno, sí había visto un pequeño crecimiento, pero no le dio importancia porque en realidad no tenía idea de si realmente podría ser debido a su reciente condición, pensó que tal vez se trataba de la ropa o porque acababa de comer, nada importante o destacable. No pensó en que el crecimiento inevitable ya sería notable, mucho menos para otros.

Eso le hacía pensar en que eventualmente todos los verían con un vientre hinchado, en condiciones vulnerables y en una posición que en definitiva no le agradaba. Tantas miradas encima suyo debido a una decisión que había tomado con mucho cuidado y anticipo, lo juzgarían. Independientemente de bajo que valores, lo harían por ser un omega que eligió formar una familia.

Sabía que era inevitable y obviamente la posibilidad de estar en boca o mente de ajenos que no conocía no le impediría hacer lo que quisiera, pero desde que había sido joven se había negado a la simple idea por el hecho de haber nacido como un omega, el género más débil y marginado de la sociedad.

Aún si era una realidad que trataba de disimular, conocía el mundo en que vivía, siempre se lo dejaron claro. Desde simples desconocido hasta su propia familia.

Quizás por eso jamás quiso involucrarse con cualquier cosa que estuviera remotamente relacionada con su segunda naturaleza, no quería recordar que era parte de aquel grupo tan lleno de estereotipos y víctima de opiniones políticas y sociales que nada tenían que ver con él.

Quizás por eso no tenía idea de cómo debía darse un embarazo, no más de lo obvio.

Su vientre crecería, de acuerdo, lo sabía, tendría antojos y dolores, de acuerdo, eso había oído, probables cambios de humor, de acuerdo, había oído bromas al respecto y... Poco más.

No sabía cuándo comenzarían los cambios, que tan extremos serían, cómo se darían, qué debía tomar en cuenta y qué debía descartar. Algunas de las indicaciones de la doctora eran muy a futuro, pero la mayoría se centraban en el presente sin ser ninguna específicamente certera para resultar reconfortante. Alastor asentía a cada palabra que oía, pero en el fondo reconsideraba en qué se había metido.

Él solo quería un bebé, nada más.

No esperó que los cambios comenzaran tan repentinamente, creyó que tendría un poco más de tiempo para procesar la noticia. Un trimestre era muy poco para comprender que sería padre, necesitaba otro.

Deshizo la posición de sus manos cuando escuchó el par de golpes en la puerta abierta, volteó para encontrarse con su pareja indeciso sobre entrar a la habitación, la preocupación fue clara en sus ojos.

— ¿Alastor? ¿Está todo bien?

La forma en que fue dejado atrás habría alertado a cualquiera. Además, sus instintos, aunque inconscientes, lo hacían estar mucho más atento de lo habitual con el castaño. Cualquier malestar que percibía le impulsaba a querer aliviarlo de inmediato, por lo que liberó feromonas que sabía que tranquilizarían al omega, y efectivamente funcionó, ya que tan pronto como entró en la habitación Alastor se sintió más seguro junto al aroma de manzanas.

— Lucifer. — Pronunció desprovisto de su sonrisa. — ¿Crees que me veo gordo?

El nombrado detuvo sus pasos.

Se quedó a mitad de camino, parpadeando en silencio mientras su contrario esperaba una respuesta como si la pregunta no hubiera hecho que Lucifer sudara frío al instante. 

No creyó que oiría esa pregunta hasta en unos cuantos meses.

— ¿Q-Qué? ¡No! Pfff, por supuesto que no. — Caminó hacía él con una sonrisa nerviosa, subiendo y bajando una mano con fingido desinterés mientras trataba de soltar alguna risa para aliviar su propia tensión. No debía cagarla. Lo abrazó por la cintura, apegando sus cuerpos y asomándose por un costado para verse a ambos a través del reflejo del espejo. — ¿Por qué dices eso? ¿Alguien te dijo algo?

Ajeno la amenaza y al ligero apretón que recibió su cuerpo, sólo acomodó sus lentes y con un tono más apagado, confirmó. — Entonces nuestro cachorro no se nota aún.

De acuerdo, el alfa ya no comprendía qué sucedía. ¿Qué debió decir? Con Lilith haber sido sincero fue un desastre de llanto y enojo. No quiso cometer los mismos errores, pero ahora al parecer haber mentido parecía haber sido la elección incorrecta.

— ... ¿Es algo bueno o malo? — Se rindió a preguntar, más confundido que preocupado a ese punto. La expresión de tonto que puso logró sacarle un bufido irritado a Alastor.

— Sólo quiero saber si crees que mi vientre creció, Lucifer.

— Ohh... ¿Sí? ¿Supongo? — Y esa respuesta claramente no logró satisfacer al omega, quien cruzó los brazos al darse cuenta de que claramente no obtendría la respuesta que quería. Lucifer lo soltó, ligeramente fastidiado con el acertijo, pero volviendo a colocar su total atención en el estado anímico de su novio. — Alastor, ¿Qué quieres oír...?

El tema estaba escalando más de lo que quería, reconoció el más alto al percatarse de que su ánimo y el ajeno estaba siendo distorsionado por una pequeñez. Claro, era una tontería y lo estaba sobre pensando.

— Mimzy dijo que mi vientre ya se notaba. — Devolvió la vista al espejo. — Y si es verdad o no, no lo sé, honestamente no he puesto demasiada atención a esa clase de cosas.

— ¿Y el problema es...? — Intentó con todas sus fuerzas no sonar como un idiota que minimiza lo que sea que le estaba sucediendo al omega, pero fue difícil porque realmente seguía perdido. — ¿No quieres que se note?

— No es eso.

— ¿Entonces qué, cielo? — La desesperación por entender qué sucedía se hizo visible en Lucifer, utilizando un tono claramente frustrado.

— Es extraño. — Sinceró por primera vez, dejando que Lucifer conociera más de la pequeña lucha interna que había tenido hasta el momento. Al menos, una pequeña porción. — Sé que lo hemos estado intentado y finalmente sucedió, y soy consciente de que fui yo quien en primer lugar propuso tener una familia.

— Yo jamás dije que no quisiera tenerla. — Se apresuró a aclarar. — Pero tampoco sabía si querrías entonces no quise incomodarte con algo que quizás te asustaría, además...

Las palabras estuvieron cargadas de comprensión y paciencia, y le provocaron una mueca sonriente a Alastor, una que duró apenas unos segundos.

— Tienes a Charlie, podría haber sido suficiente para ti. — Completó aún sin verle directamente. Suspiró. — Mi punto es, sé que yo busqué esto, pero ahora que está sucediendo se siente irreal, lo ha sido desde el primer momento en que la posibilidad se hizo presente en mí y que alguien me lo haya dicho es como un recordatorio de que no es un sueño... — Sintió el ardor en su rostro al sentir la mirada azulada encima suyo, pero no sé detuvo aún con la timidez y vergüenza provocando un ceño fruncido en él. Mordió su labio inferior por un momento antes de continuar. — Tendré un cachorro y es... Extraño.

Lucifer no pudo responder al instante, pues a pesar de que creyó que comprendió a qué se refería su pareja, eso no le indicó que hacer con exactitud a continuación. El silencio reinó por unos cuantos momentos que se hicieron eternos para el omega que ahora dudaba de haber dicho una tontería. El alfa había tomado una postura pensativa sin percatarse de la incertidumbre que causaba, tratando en la soledad de él sus ideas buscar una solución inmediata al dilema. Sostuvo su mentón con una mano y golpeó insistentemente el suelo con la suela de sus botas, Alastor ya comenzaba a irritarse.

Con un suspiro colocó una mano sobre sus propias caderas. — Lucifer-

— Ven conmigo.

— ¿Qué? — Pero antes de poder emitir cualquier otro sonido uno de sus brazos fue jalado y de repente estaba bajando las escaleras con Lucifer liderando lo que parecía una carrera por la manera en que corría. Tuvo que sostener sus lentes para que no cayeran, apenas siguiendo el ritmo tan brusco y que obviamente lo tomó con la guardia baja. — ¡Lucifer! ¡Hey!

Mientras era arrastrado sin cuidado, Alastor pensó que su pareja debía ser parte de esa pequeña porción de alfas que no trataban a los omegas como flores delicadas, ya fuera esto porque no se percataba de su actitud o porque no creía que fueran realmente tan frágiles como siempre se decía. Y claro, esto no significaba que no podía era capaz de serlo y mucho menos con su pareja, quien fue de los pocos que apreció ese trato a diferencia del resto de personas que había conocido; Alastor se sentía cómodo con no ser infravalorado o dado por hecho como un inútil que podía romperse ante la más fina brisa.

Pero en esos momentos estaba a punto de romperle el brazo por atreverse a jalarlo de esa manera. 

El gruñido que amenazó con salir de su garganta fue interrumpido con una pregunta justo al haberse detenido frente a la puerta principal mientras palmeaba sus bolsillos en busca de lo que, Alastor imaginó, se trataba de sus llaves.

— ¿Le dijiste a Rosie sobre el cachorro?

Aquello detuvo las quejas y el arrebato de indignación que estuvo a punto de soltar. Llevó su mente a ese echo del cual, de nuevo, no se había percatado. Fue soltado con una pequeña disculpa avergonzada, pero eso no hizo que la expresión conmocionada de Alastor desapareciera.

— No, ahora que lo mencionas no... — Mentiría si dijera que no comenzó a sentirse como un tonto distraído. Lucifer le miro con ojos entrecerrados, demostrando su falsa decepción, pero ciertamente esperando más del más alto. Alastor se ruborizo. — No creí que sería necesario, aún es muy pronto.

— "Corres mayor peligro de perderlo hasta los tres meses de gestación, luego disminuye" ¿Recuerdas? — Dijo con su expresión suavizándose, sonrió a la vez que tomó las manos ajenas, rodeándolas con cariño y lentitud. Alastor sintió el aroma a manzanas dulces impregnar el ambiente. — Es la primera vez que completamos el primer trimestre, todo ha ido bien hasta ahora y sé que seguirá así. Así que, ¿Qué mejor momento que decírselo ahora?

Intentó volver a dirigirse hacia la puerta, pero fue detenido con un jalón.

— Lucifer, espera. — Su voz salió más alta de lo planeado, pero al menos con eso su pareja comprendió que debía componerse. Alastor frunció el ceño al hablar. — Son las once de la noche, probablemente estará dormida y aún si no lo estuviera, acabamos de llegar a la casa. — Sentía que había algo detrás de todo ese espectáculo que el más bajo estaba montando, no le gustaba para nada no comprenderlo. — ¿Qué pretendes solo saliendo así?

— Que disfrutes esto. — Alzó la voz con obviedad, apretó las manos del más alto al hablar. Sus hombros decayeron demostrando la frustración en él, mas no buscó ser hiriente, sino dejar en claro su punto. Miró los expectantes y confundidos ojos de su novio, pensando en lo descuidado que podía llegar a ser con su propio sentir. — Al, tendremos un cachorro; entiendo que se sienta como un sueño, también se siente así para mí a veces, pero creo que no te estás permitiendo disfrutarlo como deberías por exactamente esa razón. — El brillo en los ojos de Lucifer fue reconfortante para Alastor, contagiándole la vitalidad y esperanza con la que le observaba. Lucifer se alejó un paso aun sin soltarlo, riendo ligeramente con la timidez que hasta el momento había estado ausente, pero ahora volvía debido al tema de conversación tan intimo para ambos. Alastor ya no se molestó por ser llevado de un lado a otro. — Y no digo que todo será color rosa o que no tendremos problemas, miedos o que se yo, pero hemos querido- ¡Has querido! Esto por tanto tiempo que... — Al tardarse en encontrar las palabras adecuadas, negó con una sonrisa y se encogió de hombros en la actitud despreocupada que muchas veces Alastor necesitaba y Lucifer recompensaba. Como siempre, siendo su claridad en la oscuridad. — Solo deja de pensar, Alastor, y sólo concéntrate en que el sueño se está haciendo realidad.

Los ojos del castaño parecieron suavizarse con comprensión, su entrecejo fruncido finalmente se deshacía para dar paso al regocijo de manera lenta y continúa, como si aún con lo dicho necesitara unos segundos más para hacerse a la idea. Sus labios se abrieron con disposición a responder, pero le fue complicado emitir sonido, dejando en evidencia que no sabía que palabras usar o qué comunicar, su sonrisa se veía estática pero viva, fue una expresión tierna a opinión del rubio, pero eligió no dar comentarios y darle el tiempo necesario.

Alastor siempre había sido algo lento respecto a esa clase de temas, no podía culparlo, no estaba acostumbrado a que la vida le diera regalos como ese por lo que cuando ocurrían no sabía cómo reaccionar ante ellas. Era dolorosamente hermoso verlo gozar de la alegría cotidiana y familiar que no conocía.

Las cosas buenas no le sucedían a Alastor con normalidad.

— Tendremos... — Volvió a intentar decir, esta vez buscando sentir lo que realmente significaban esas tres palabras y no lo que "podría ser", no lo que podría significar para otros o algo que debía comprender, porque no había nada que entender. Esta era su realidad, y por primera vez logró sentir las mariposas de emoción revolotear en su estómago, provocando que su sonrisa se expandiera lentamente con cada segundo en que la realización completa llenaba su mente. En unos cuantos meses ocurriría, ya no tenía que volver a esperar resultados ni sentir la fatiga de saber que tendría que volver a pasar por otro proceso de impaciencia e incertidumbre, no tendría que volver a sentirse vacío al perder algo que jamás llegó a ser, porque ya estaba ocurriendo. — Tendremos un cachorro, ¿No es así?

Lucifer sintió una mezcla de alivio y felicidad cuando los ojos de Alastor brillaron, y como siempre, impulsivo y orgulloso de serlo, se abalanzó para abrazarlo con euforia, alzándolo unos cuantos centímetros sobre el suelo y Alastor solo correspondiendo al afecto con una pequeña risa avergonzada. Rodeó sus hombros en un apretón, olvidando su rechazo hacia la impulsividad del alfa porque en ese momento solo importaba una cosa.

— ¡Tendremos un cachorro! — Reafirmó con una gran sonrisa, reluciendo en belleza a ojos del omega que ahora comprendía mejor a qué se referían cuando le decían que era demasiado calculador consigo mismo. No podía evitarlo, pero al menos ese descuido ahora le había dado a su pareja riendo a centímetros de su rostro.

— Tendremos un cachorro... — Volvió a repetir con diversión, bajando el tono con un parpadeo lento.

— ¡Así es! — Entrelazó sus dedos detrás de la cintura ajena, apegándolo a su cuerpo. Su pequeña sonrisa emocionada fue cómica para Alastor.

— Y no podría haber elegido a ningún otro alfa más tonto que tú para ser mi compañero. — Al decir eso y escuchando la pequeña risa del más bajo, acomodó los mechones rubios que se habían desordenado con cuidado y delicadeza, devolviéndolos a su lugar y posteriormente pasando sus dedos por el rostro pálido de la única persona que fue capaz de traspasar sus barreras. — Gracias, Lucifer.

— No tienes nada que agradecer. — Acarició su cintura con sus pulgares, aún aferrado al cuerpo de quién le devolvió la luz a sus tormentosos días. Aquellos ojos castaños que ahora lo veían con cariño lo eran todos para el alfa. Tomó la mano que estaba en su rostro y la llevó a sus labios, la besó y pronunció contra la piel canela y dirigió la mirada al omega ruborizado. — Haría lo que sea por ti, cariño.

El omega alzó una ceja con diversión ante ese gesto, acostumbrado mas no aburrido de la caballerosidad coqueta del rubio y su habilidad para cambiar el ambiente como nadie más podía hacerlo. Con sus rostros tan cerca y rozando sus narices, los ojos azul cielo de su novio se volvieron la vista más hermosa que podría presenciar en la noche oscura que en un principio parecía haberle preparado una penumbra e incertidumbre, pero que ahora se había vuelto fresca y serena.

Siempre había sido así, cuando Alastor tocaba fondo de alguna u otra manera, cuando las cosas le sobrepasaban o cuando él mismo ni siquiera se daba cuenta o quería aceptar que no estaba bien, Lucifer siempre estaba ahí para despejar su mente. Ya fuera con coqueteos tontos, bromas que resultaban graciosas por lo malas que eran, alguna creación artesana recién hecha o solo un abrazo de consuelo, su pequeño y torpe alfa nunca le fallaba.

En ocasiones ni siquiera creía merecer tales tratos, Alastor no era una buena persona para recibir tal cuidado y atención. Pero nuevamente, su pareja se encargaba de interrumpir sus pensamientos y que dejara de siempre tratar de controlar todo, incluyéndose a sí mismo y sus sentimientos.

Quizás por eso había sentido el pánico cuando algo se salió de lo calculado como lo era algo tan trivial como el crecimiento de su vientre, el aviso de que el tiempo seguía pasando y él estaba siendo parte de algo gigante, algo que pensó podría sobrellevar con lentitud y paciencia, algo a lo que podría prepararse pero que terminó siendo lo contrario. La situación incluso le hacía pensar que era probable que no fuera la única sorpresa o imprevisto, no necesariamente malo o bueno, que ese pequeño diablillo traería consigo, ya fuera antes o después de nacer, sobre todo si sus rasgos se inclinaban más a los de su padre.

De solo imaginarse a un niño tan impulsivo, infantil, torpe y juguetón...

Sonreía con ilusión.

— ¡Bien, suficiente! — La voz lo sacó de sus pensamientos y lo dejó con los labios en un ligero puchero que no llegó a ningún lado. Alastor parpadeó en silencio, el silencio que se formó y las miradas que compartieron habían apuntado hacia una sola dirección, pensó, y por lo visto se equivocó. — ¡Hay que irnos! ¡Quiero ver la cara de Rosie cuando se lo digamos!

Alastor no se movió de su lugar, oyó las llaves de la puerta abrirse y antes de darse cuenta estaba en el asiento del copiloto yendo directamente hacia el departamento de su amiga.

...

Cuando tocaron a la puerta la omega les abrió con una mascarilla facial y rodajas de pepinillos en los ojos.

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