The Scientist
Advertencias: Violencia típica del manga. Prepárense con pañuelos.
LEER NOTA DEL FINAL.
*¡ESTE NO ES EL FINAL!*
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—Oye, Ryomen —comentó la femenina—. Te amo.
El mayor puso los ojos en blanco—. Lo has dicho todo el día, ya cierra la boca.
—Es la verdad, te amo —murmuró contra su hombro desnudo—. Dilo tú.
—No, ya deja de joder y duermete —su voz ronca era casi sarcastica.
La más baja suspiró y se acomodó contra sus brazos—. No hay forma de hacerte decirlo…
Solo cuando ella estuvo dormida, Sukuna sonrió—. Te amo
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La nieve cubría los caminos, eso tranquilizó a Sukuna. Los hechiceros los estaban siguiendo, y sin pistas podrían llegar a la costa, subir a un barco e ir a cualquier lugar que quisieran, solo él y Hina.
Sukuna soltó un suspiro, la mujer a su lado parecía más fatigada—. ¿Te deje adolorida?
—Mucho…me duele los muslos y la espalda —respondió, recordando vagamente como el mayor la puso boca abajo en el pasto y la penetró por lo que fueron horas, todavía sentía el calor en su vientre y el hormigueo en su intimidad, como sus sexos terminaron pegajosos e hinchados.
El más alto sonrió orgulloso—. Me detuve cuando estabas babeando y te desmayaste.
La castaña se cubrió la cara avergonzada—. ¡F-fue tu culpa, no dejabas de hacerlo!
—Te gusta cuando sigo haciéndolo —el mayor arqueo la ceja casi arrogante—. Eres tan indecisa, parecía que estabas en tu mundo mientras pedías más, y yo fuí generoso y te lo dí.
Hina volteó a verlo tratando de buscar algo con qué responder inteligentemente, pero ella no era así—. Es indecente que digas eso con tanta libertad…
—No es indecente, es como es —alzó los brazos indiferente—. En todo caso tú misma eres indecente.
La muchacha agachó la cabeza—. Lo siento…no quería que pienses eso de mí.
—No pienso nada negativo de tí, no realmente —su mirada se detuvo en la forma en que Hina sostuvo la manga de su kimono. Era divertido y reconfortante tener algo así, alguien así de cálida.
—Mira, una casa abandonada —señaló Hina, corriendo hasta la vivienda apenas sostenida por la madera podrida—. ¿Podemos pasar la noche aquí?
El de tatuajes puso su mano sobre la cabeza de Hina y lo sacudió. Dió un vistazo rápido a la vivienda y asintió, pues pronto se pondría el sol—. Iré a buscar leña seca, quédate dentro. No salgas hasta que yo vuelva.
La de ojos verdes se puso de puntillas y besó suavemente su mejilla—. No tardes mucho, ya está nevando —en su mente era tal como un matrimonio actuaba, ella le daría besos cada que él volverá, y pronto tendrían un hogar, un santuario para estar solos y formar una familia, no más fanáticos religiosos hipócritas, no más pesadillas, no más pecados, no más pasado. Sonrió ampliamente al ver el ligero sonrojo en las orejas del mayor, quien se dió la vuelta y caminó en silencio.
Hina entró y buscó algo para poder limpiar la chimenea “Voy a hacerte muy feliz” pensó mientras sus manos se llenaban de cenizas—. Y no serás una mala persona nunca más.
Pasaron unos minutos, hasta que un fuerte estruendo la hizo temblar, lentamente se asomó por la ventana, esperando que el cabello rosa se asomará entre la nieve. Se puso de pie y salió con cautela.
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El de tatuajes ya había recogido un par de leños húmedos, incluso si era tardado trató de buscar los más secos para que Hina entrará en calor rápido. Era casi trágico como un tipo como él terminó preocupándose por alguien más, una mariposa frágil nada menos.
La presencia mal escondida de un hechicero lo hizo girar rápidamente—. Expansión de dominio, templo del mal —murmuró juntando sus manos. Los troncos de los árboles fueron cortados y tres de los hechiceros murieron apenas entraron a su dominio—. Ya veo, tú tienes la técnica de las sombras, eres del clan Zenin.
El joven castaño sacó una guadaña negra y la arrojó en su dirección—. ¡Ryomen Sukuna, por el asesinato de cincuenta y cinco personas, te sentenció a morir bajo las reglas de la hechicería! ¡Tu cómplice también será ejecutada! —su compañero moribundo intentó ayudarlo a romper el dominio, pero fué inutil, pues el mayor sonrió y los cortó con pura energía maldita.
—Pues no eran la gran cosa —dijo el de tatuajes con una risa cruel—. Más basura de los hechiceros, pronto no volverán a saber de mí.
Desactivó su dominio y recogió los leños que quedaban.
—Agh, malditos hechiceros —caminó de vuelta a la casa abandonada, Hina estaba en la entrada, con una mueca de preocupación—. Solo era yo, me pareció ver un pato para la cena.
La de ojos verdes sonrió a medias—. Pensé que te habia-
Su garganta fue atravesada con una lanza dorada. La femenina cayó sobre la nueva jadeando agonizante.
Sukuna alzó la mirada, un joven delgado de ojos negros, alto casi como él. Lo conocía, al menos de nombre, era la vergüenza del clan Zenin, Hotaru, un hombre sin energía maldita, pero con una atadura celestial precisa para cazar, y matar—. ¡Corte! —sus dedos señalaron el cuello del contrario. Su cuerpo cayó, Hotaru Zenin perdió la cabeza. La sangre salpicó la nieve.
El de tatuajes corrió y sus brazos sostuvieron a Hina—. No, no, no, no…mírame, deja de sangrar —al verla aturdida, con el cuello perforado apretó su cuerpo—. ¡Deja de morir! ¡No te atrevas a morir! T-tú puedes…usa la técnica de energía maldita, concéntrate en ella.
Hina trató de hablar, pero escupió sangre. Era sádico y cruel que no pudiera decir sus últimas palabras.
Una herida así requería años de experiencia en la hechicería, y la lucidez. La castaña intentó decir algo, apenas podía mantener esa sonrisa frágil—. G-gracias… —balbuceó agotada, sus manos apretando débilmente los brazos del mayor.
—¡Idiota, despierta! —la agitó un par de veces, luego quitó la lanza de su garganta, y se abrazó a su pecho jadeando—. Te llevaré a ver el mar e incluso iremos a otro lugar, donde no haya nadie…te diré que te amo a diario, por favor abre los ojos —gotas saladas cayeron sobre la mejilla de Hina—. Eres mía…no puedes dejarme solo, no tú, no cuando te encontré al fin.
Pasaron horas bajo la nieve, hasta que Ryomen Sukuna se puso de pie y cargó el cuerpo inerte de Hina, su mente nublada apenas registraba que caminaba sin rumbo. Todavía no estaba listo para dejarla ir.
—Te maldigo…a volver a mí. No importa cuánto tiempo pasé, incluso si mis huesos se hacen polvo, si mi nombre muere en la eternidad, tú volverás a mí.
Hola, primero que nada, aclaro que todavía faltan capítulos ambientados en la actualidad, ya que esto es el pasado de Sukuna y Hina, falta el reencuentro en la actualidad.
Lloré un poquito, pues está escena estaba desde hace tres capítulos lista, pero no me atrevía a publicarla, así que lo retrasé, pero es necesario para la historia.
Hina es una OC muy linda, sin duda es de mis favoritas. Para mí era importante que Sukuna pierda lo que ama justo cuando al fin lo tiene, ya que eso le arrancaría la humanidad que le quedaba, y así sería "El rey de las maldiciones".
En la actualidad probablemente haré que Sukuna la preñe (tengo un breeding kink) ya me preparé para hacer un final muy lindo y empalagoso diferente al canon.
-Honey
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