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Heaven's Gate

Advertencias: Contenido explícito +16, spoilers del manga.


Después de llorar durante horas, Hina cayó dormida en la pequeña cama en la habitación minimalista. La mirada de Sukuna bajó por su cuerpo lentamente “¿Cómo puedes dormir tan bien?” Pensó vacilante. Odiaba que gran parte de su alma la amará como el primer día.

Recordaba cómo la tomó fuertemente amenazando con matarla. Se enamoró en cuanto vió su cara asustada, pero no de odio.

Se enamoró de la forma en la que respiraba agitada, con los pies cubiertos de lodo, y sólo vistiendo un camisón blanco que apenas disimulaba sus curvas, y sus pezones erectos por el frío de la noche. Amaba el sabor de su sangre, la sensación de su piel al morderla, como sus uñas desgarraban su espalda.

Se enamoró de Hina tan violentamente que incluso después de siglos todavía la amaba, la necesitaba.

“Una maldición completa no ama, una maldición no anhela, las maldiciones se rigen por energía maldita y el caos” esas palabras resonaron fuerte en sus pensamientos.

“En un mundo de maldiciones, tendré que cuidarla siempre, no será más que una carga para mí, tener que protegerla, tenerla cada segundo del día a mi lado, buscar su alimento, y atender sus necesidades…no existirá sin mí”.

Sukuna escuchó los pasos de su sirviente, el día que esperaba postergar unos cientos de años.

“Gojo Satoru salió del sello”.

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La de ojos verdes despertó adolorida, su espalda tenía algunos moretones debido a la fuerza con la que Sukuna apretó su cuerpo.

“No está aquí” pensó al ver la cama vacía.

Se levantó de pie con lentitud, tratando de no hacer ruido, ni siquiera se puso las pantuflas dejadas en la entrada. Abrió la puerta, para su sorpresa no tenía seguro, sin perder el tiempo corrió por el pasillo hasta que a lo lejos divisó una maldición de casi dos metros.

Sus piernas temblaron y pararon el paso “Hay maldiciones…para que no huya” retrocedió con cautela, pero el espíritu giró rápidamente la cara humanoide.

—Mujer…mujer suave —gritó antes de arrojarle un gran golpe de energía maldita pura—. ¡Probar!

Hina apenas pudo agacharse, cayendo sobre su espalda, el ataque destruyó las ventanas del pasillo hasta la puerta de donde salió la joven.

—Ordené que cuidaras las entradas, no que atacaras a esa mujer, ni siquiera tienen permitido mirarla —la grave voz de Ryomen Sukuna provocó que la maldición y la mujer jadearan. En un segundo el espíritu maldito fue cortado en dos—. ¿Necesitas aire fresco?

La castaña sudó frío—. Solo quería salir.

—Tratabas de escapar —murmuró el más alto, se acercó a ella con rapidez—. No puedes salir, hay maldiciones cuidando cada piso de este edificio, casa calle cercana. El mundo va a cambiar, así que acostumbrate.

La joven se enderezó, quedando hincada frente a él—. Mis padres, la familia con la que crec-

—Será una época de maldiciones, no puedes salir —respondió con brutalidad—. La única manera de vivir es quedarte a mi lado, lo sabes, siempre fue así, siempre será así…solo me tienes a mí.

Hina apretó los labios suavemente—. Estás molesto conmigo.

—Eres inútil, y aún así te propones sacarme de mis casillas —Sukuna la tomó del brazo ayudándola a ponerse de pie—. Haré que te traigan comida, lo que quieras, lo que necesites, así que no seas estúpida y escúchame.

La mujer asintió antes de abrazarlo—. Me iré al infierno…cuando muera iré ahí.

—No morirás —el de cabellos negros la apretó instintivamente con tanta fuerza—. De ser necesario uniré tu alma a la mía, desgarraré tu corazón para que sea mío.

Los brillantes ojos verdes observaron los suyos con impetud—. Sukuna, soy una mala persona por estar contigo.

El de cabellos negros no emitió un solo sonido, la levantó del piso y la llevó de regreso a su habitación. Una vez ahí azotó la puerta con tanta fuerza que retumbó en los oídos de Hina.

—Los humanos parecerán pronto, todos ellos —dijo Sukuna—. Incluso si la asimilación de Tengen no los mata, las maldiciones lo harán —la acomodó en la cama, y alzó su camisa, encontrando la piel blanda, casta y suave que recordaba—. Sin tí, yo no existo.

La palma de la más baja acarició su mejilla con lentitud, recordaba a Sukuna riendo, sonriendo burlonamente, pero esa expresión no la vió hasta que la lanza atravesó su carne, y sus ojos se apagaban; había cierta tristeza, y dolor, dolor que una maldición causaba, más no sentía—. Ryomen…

El más alto se inclinó y besó sus labios tratando de obtener cada roce, y tacto, hasta que ambos se quedaron sin aliento—. Cuando acabe con todo, maldiciones y humanos, solo estarás tú, nada te lastimará, no habrá más pesadillas, ni miedo —susurró contra su piel—. Así que quédate quieta junto a mí, es una orden.

La de ojos verdes envolvió sus brazos en su nuca—. No quise escaparme de tí, no me das miedo.

La maldición giró ligeramente la cabeza y mordió el hombro de Hina con fuerza dejando una marca roja—. No te alejes, solo puedo mantenerte con vida si estás cerca, mujer estúpida.

Hina sintió como el mayor atrapó sus caderas fuertemente, y como sus manos subieron por sus muslos desnudos haciendo a un lado su ropa interior—. ¡O-oye…!

La mano de Sukuna trazó su monte de Venus, y sus pliegues con pericia—. Cállate, no te atrevas a moverte —su boca terminó unida a la de Hina, soltando toda clase de sonidos a medias—. Sabes tan bien, incluso mejor.

La castaña enredó sus dedos en el cabello negro espeso, tirando un poco de él. Se sonrojó aún más cuando la maldición dejó un rastro de besos hasta su vientre, y mordió suavemente esa zona—. T-tus dientes…

El mayor apenas le dió una respuesta vaga—. No tienes idea de cuántos años esperé por esto, para poder tenerte otra vez —iba a devorarla y pintar sus entrañas de semen como lo hizo hace tanto tiempo. Alzó la cadera de la joven, y su rostro desapareció entre sus muslos—. No patalees —ordenó mordiendo ligeramente su pelvis—. Eso es, tan mojada por mí.

La de ojos verdes se cubrió la cara llena de vergüenza, odiaba como era tan lujuriosa por un hombre así, y ahora tantos años después seguía derrumbándose por un ser como Sukuna.

La lengua del hombre se paseaba por sus pliegues hinchados, envolvió su clítoris y tiró de él con sus labios—. ¿Cómo puedes tener un agujero así de lascivo? —murmuró entre gemidos contra su húmedad—. Nada sabe tan bien como esto.

La menor se removió tratando de aguantar los ruidos eróticos que salían de su boca—. S-Sukuna-

—Ryomen. —corrigió a la mujer—. Tú eres la única que me llama así.

Los ruidos de lametones y succión llenó la habitación, la pobre muchacha fue acomodada de tal forma que su cadera era sujetada fuertemente por el mayor, y sus piernas colgaban en los hombros anchos—. ¡Ryomen!

El de ojos rubí soltó un suspiro de satisfacción al ver su entrada contraerse—. Voy a tomarte ahora, estás tan desesperada —sus pulgares separaron sus pliegues con pericia, y escupió sobre su botón rosa abusado disfrutando de como se agitó al contacto—. Maldición, he esperado tanto…ahora eres mía, cada pieza para mis deseos.

La de ojos verdes cubrió su cara con sus brazos agotada—. Es demasiado…

—Y mientras más te quejes, más te daré

Bandamax, primero que nada, no actualicé porque la uni me está matando.
Número dos, iba a ser más explícito, pero recordé que Sukuna está en el cuerpo de Megumi y no, simplemente no.
Tres, ya casi acabamos está linda historia.
Sin las 6 am aquí, así que ya me voy a la perra, asquerosa, horrible, migajera escuela.
-Honey

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