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Taehyung suspiró, mirándose en el espejo junto a la puerta. Con los dedos se acomodó un poco el cabello, no le convencía demasiado, pero no sabía qué hacerse. El no se arreglaba tanto como sus compañeros por que nunca conseguía clientes, no sabía cómo hacerlo, y para esa noche tampoco tuvo el valor de pedirle de favor a alguna de las muchachas que trabajaban con él que le ayudaran a ponerse más presentable.

Abrió la puerta de su departamento, dejando entrar una brisa fresca que se metió por dentro de su ropa causándole escalofríos. Salió finalmente, volviendo a cerrar, y bajó las escaleras sin tocar las barandas por miedo a terminar de romperlas. Su departamento era el más viejo y deteriorado, y no podía reclamar, era prácticamente un rehén que ni siquiera servía para el único trabajo por el que estaba ahí.

Se posicionó sobre la vereda, hilerado con sus compañeras-vecinas que estaban hacia abajo. Ahora solo quedaba esperar.

—Hey, tigger—le sonrió la muchacha, acercándose un poco al menor—, te ves lindo. Ojalá hoy tengas suerte.

Taehyung vestía una playera negra de red que dejaba ver bastante de su torso, le llegaba un poco más abajo que el ombligo, con un jean del mismo color que tenía rasgaduras en los muslos. Lo había combinado con unas converse altas, pero muy en el fondo, estaba seguro de que su outfit no pegaba ni aunque le pusiera silicona. Él no sabía combinar su ropa, y no le gustaba mostrar demasiada piel tampoco.

Sae-Byeok seguro había dicho aquello por ser amigable.

—Gracias, noona—apretó los labios en una fina línea. La chica regresó a su sitio, unos metros alejada de Kim, a la espera de que algún cliente llegara.

Tras la espalda, Taehyung mantenía los dedos de una mano cruzados. Rogándole al universo en silencio, que esa noche aquél muchacho también pasara caminando por esa calle.


Su amigo había insistido en que podía llevarlo a casa hasta que le arreglaran motocicleta, sin embargo, Jungkook prefería caminar, mataba dos pájaros de un solo tiro, ya que le quitaba el estrés acumulado y estiraba el cuerpo.

Otro punto a favor es que los lugares por dónde debía pasar eran tranquilos, las calles eran ocupadas con gente joven en busca de dirigirse al borques por diversión, o ciertas personas adineradas en busca de sexo. Personas así como el, con la diferencia de que a Jungkook, aquello no le llamaba en absoluto la atención. De hecho, las muchachas de ese barrio en especial, cercano a su hogar por dónde tenía que pasar obligado, eran muy amables con él. Nunca se acercaban, quizá por que, en algún momento, Jungkook había sido muy obvio con su posición al pasar por el lugar con la cabeza gacha sin si quiera mirarlas. Y con los días, simplemente caminaba por el medio de la calle observando las estrellas hasta llegar a su hogar.

Esa madrugada, se repitió lo de siempre. Caminó con parsimonia por la calle que comenzaba a elevarse a medida que seguía avanzando. Sin embargo, casi al final de la cuadra, una persona lo interceptó de imprevisto.

Escuchó a una chica decir que no lo molestara, pero el muchachito lo omitió.

—Hola guapo—le dijo, tocando suavemente su brazo. El hombre dió un paso atrás, alejándose—, ¡espera, espera, no es lo que crees!

—Lo siento, chico—negó con la cabeza—, no me acostaré contigo.

Jungkook intentó rodearlo para seguir con su camino, pero el agarre en su brazo lo detuvo otra vez.

—¡No es lo que quiero en realidad, señor! Necesito que me ayude—susurró, sus ojos oscuros reflejaban su desesperación.

Y por alguna razón, Jungkook sintió compasión por él. Parecía ser unos cuantos años menor, y lucía verdaderamente desesperado.

—¿Y cómo puedo hacerlo?—preguntó en voz baja.

—Entra conmigo.

Oh, Jungkook no esperaba eso.

—¿Cómo puedo estar seguro de que no me engañas?

—¡Oh, por favor!—parecía un niño rogando por caramelos, y el hombre no podía negarse ante los ojos llorosos que lo observaban.

—Bien, tu ganas—suspiró.

Se dejó guiar por el chico hacia los edificios en frente. Subieron las escaleras, y entraron finalmente al lugar que se asemejaba a un hotel. Al entrar, Jungkook pudo notar que lo que se veía por fuera no tenía comparación a como era por dentro, puesto que las paredes eran oscuras y una alfombra de color rojo cubría el suelo, las luces neón iluminaban el lugar dándole ese toque sensual que era propio de esos lugares.

El recepcionista, o al menos quien estaba sentado tras el mostrador, parecía sorprendido al verlos; ignorando que el hombre no despegó su vista de ellos hasta que se perdieron por un pasillo, continuaron avanzando hasta una de las tantas habitaciones.

El de cabellos largos lo soltó en cuanto pusieron un pie dentro, y Jungkook se adelantó un poco mientras observaba la habitación con curiosidad. 

Una luz tenue iluminaba la cama, y el peli-negro olvidó cualquier apice de temor que pudiera sentir. Era como si un imán lo atrajera, así que sin más, caminó hacia allí y se dejó caer.

—Es más cómoda de lo que me imaginaba—comentó, provocando una risita del contrario.

—Puedes dormir si quieres, no voy a hacerte nada malo—le sonrió, mientras cerraba la puerta apoyándose en ella.

Jungkook se desajustó la corbata, y se recostó, mirando el techo con las manos entrelazadas sobre su abdomen. Con timidez el chico se recostó también en la cama, casi en el borde para no incomodar al mayor.

Jungkook se volteó para mirarlo, incómodo de repente por su silencio. Notó la distancia entre ellos, se sintió agradecido por su cortesía, sin embargo no se lo dijo.

—¿Cómo puedo llamarte?—le preguntó, rompiendo el ambiente tenso que se había formado.

—Dime Tigger—respondió—-, ¿usted cómo se llama?

—Mi nombre es Jungkook, aunque puedes decirme Bunnie.

El único amigo que siempre tuvo le llamaba de aquella forma tan graciosa en el Kinder, y luego el apodo fue adoptado por toda su familia y conocidos.

Una carcajada salió de la boca del contrario, haciendo sonreír al mayor.

—Es-es... un lindo apodo. Me gusta—una pequeña sonrisa se dejó ver en su rostro.

—Pero ya no me trates de "usted", por favor. No creo que tengamos tanta diferencia de edad.

—¿Qué edad tienes?—preguntó, curioso, mientras se acomodaba de costado para estar más cómodo.

Umh... tengo veintiuno—cerró los ojos por un momento, sintiendo como el sueño quería apoderarse de su cuerpo.

—Y-yo... yo tengo diecisiete, hyung.

©ʏᴏᴏɴɴɪᴇxᴊɪᴍɪɴɪᴇ5

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