Sesenta y dos
A pesar de lo ocurrido, Sabrina no ha intercambiado más de dos palabras conmigo.
¿Que qué había pasado?
En mitad de la madrugada mi prima había tenido alguna clase de pesadilla demasiado real y estuvo a muy poco centímetros de matar a su madre.
No intencionadamente, pero su remordimiento tras matar al cazador le hizo perder la cabeza.
Agradezco que estuviera leyendo y escuchara los gritos.
Bajé lo más rápido que pude las escaleras y aparté a ambas.
Sabrina pudo hacer olvidar a Summer con sus don vampírico pero veía en su cara que estaba dándole vueltas a la cabeza.
Y no la culpo, os juro que rozo los tres centímetros de matarla.
Como supe que no hablaría conmigo, le pedí a Damon que viniera a casa.
¿Qué estaba haciendo yo?
Una decena de galletas.
Antes de que llaméis a un manicomio, os diré que la repostería es mi forma de desestresarme.
Lo raro es que con todo este rollo sobrenatural no estuviera abriendo una pastelería.
Tocan a la puerta de casa y yo corro a abrirles.
Damon carraspea tratando de ocultar su risa y Stefan me mira un tanto incrédulo sin saber que decir.
Vamos, entrad -les pido tras sacudir mis manos llenas de harina en mi delantal y tirar de sus brazos para meterlos en casa- ha tenido como una clase de alucinación, no sé...
¿Dónde está? -me pregunta el pelinegro preocupado. Yo señalo hacia arriba y este rápidamente sube a su habitación-
¿Por qué estás cocinando? -finalmente me pregunta el otro vampiro mientras me seguía hacia la cocina-
Cuando me estreso, hago repostería -confieso con una mueca- tal vez no sepa cocinar bien, pero las galletas y bizcochos son mi fuerte
Vale, cariño, ¿por qué no dejas esto un momento y nos sentamos? -me ofrece Stefan quitándome con delicadeza el delantal y guiándome al sofá. Nada más sentarnos, le rodeo en un abrazo-
Sé que debería estar haciendo algo más útil pero siempre que me peleo con Sabrina me da por cocinar. Es como si tuviera que mantener la mente ocupada para no recordar que estamos enfadadas la una con la otra -le explico sin soltarle pero levantando la cabeza para verme. Él deja un pequeño beso en mis labios y acaricia una de mis mejillas-
Tranquila, Riley. Te prometo que pronto estaréis bien las dos -me asegura él. Iba a continuar con su discurso motivador pero le sonó una llamada que no parecía gustarle nada. Klaus. Mi novio sale de casa y poco después mi prima también. Damon la sigue de cerca pero cuando salgo de casa, ella no se encuentra allí. Esto es aún peor-
¿LA perdisteis? -pregunta Bonnie con incredulidad-
“Perder” es una palabra muy fuerte -trata de excusarse Damon- técnicamente no sabemos dónde está
Me preocupa lo que dijo de la maldición del cazador -confiesa Stefan cruzándose de brazos-
¿Y cómo sabe Klaus todo eso? -le pregunta la bruja-
Es un vejestorio, ha vivido como mil millones de años -le recuerdo sentada en una de las encimeras a varios metros de ellos tomándome un té-
Dijo que era una maldición de brujos -señala Stefan acercándose a ellos-
Si pudiera ayudar sabes que lo haría, pero... -comienza Bonnie-
Pero nada -la interrumpe el pelinegro- saca tu varita y di: abracadabra, vete, cazador fantasmus. O lo que sea
Los espíritus no la dejarán romper la maldición -les recuerda Elena-
Pero puedo pedirle ayuda a Shane -ofrece Bonnie pensativa- lo sabe todo sobre estos temas
Genial. Encargaos vosotros -nos pide Stefan levantándose-
¿A dónde vas tú? -le pregunta su hermano confuso-
A traerla de vuelta -anuncia Stefan. Se acerca a mi, deja un beso en mi frente y se marcha-
SHANE nos había explicado que la leyenda era algo así como que si mataban a un cazador, resurgía otro y heredaba el legado de seguir matando vampiros.
¿El problema? Jeremy es el heredero.
¿Segundo problema? Sabrina se había escapado cuando Stefan fue a ayudarla y ahora no sabíamos donde estaba. Por esa misma razón, Damon emprendió su búsqueda.
Quien diría que al principio ella le odiara y ahora fuera el vampiro a quien único escuchaba.
Bonnie me había, literalmente, obligado a volver a casa.
Summer ya estaba dormida en su habitación ajena a todo lo demás pero yo solo podía mantener con insomnio abrazada a su almohada esperándola.
Damon llega con mi prima entre sus brazos y sin mediar palabra la deja en su cama.
Revuelve mi pelo con un deje de diversión y nos arropa a las dos.
No me dice que la deje, ni que me vaya ni me recuerda lo enfadada que está conmigo.
Tampoco pude dormir pero estuve más tranquila al ver que la pelirroja se encontraba bien y a mi lado.
A la mañana siguiente, Sabrina se remueve por el colchón y finalmente abre los ojos.
Se encuentra bastante confundida pero al verme me abraza con fuerza y la escucho sollozar en mi hombro.
Yo la rodeo con mis brazos y no puedo evitar soltar un par de lágrimas.
Siento mucho no haberte preguntado cómo te sentías -confieso sorbiendo mi nariz- no me había dado cuenta de la cantidad de cosas que te he quitado al querer salvar tu vida.
No digas eso, yo he sido la idiota -replica ella separándose para verme y apartando las lágrimas de mis mejillas- no tuve que decirte nada de eso. Agradezco que quisieras salvarme, Riley. No he vivido nada y ahora tengo todo el tiempo del mundo.
¿Podemos prometer no enfadarnos más? -le pido ahora siendo yo quien quitaba sus lagrimas con mi pulgar. Ella enlaza su meñique con el mío pero ríe tras olisquear el aire-
¿Has hecho galletas para todo el vecindario? -me pregunta la pelirroja haciéndome reír levemente mientras tomaba un pañuelo para quitar los restos de lágrimas que se habían quedado en mis ojos. Acto seguido, Damon aparece con una bandeja con galletas y vasos de leche. Mi prima se levanta una velocidad antinatural, le quita la bandeja y le besa. Ni yo supe contar cuándo tiempo estuvieron así-
Está bien, tendré que salvarte la vida más a menudo -nos dice Damon con diversión abrazando su cintura y con la otra mano dejando la bandeja en la cama- come algo, princesa pucheritos
Gracias, Damon -murmuro y no exactamente solo por traerlos el desayuno pero él lo sabía. Nos sentamos los tres en la cama y no compartimos mucho más que un cómodo silencio-
STEFAN y yo nos encontramos en el columpio del porche.
Bueno, técnicamente es un banco colgado del techo que se balancea si usas un poco de fuerza pero de la otra forma sonaba más romántico.
Los dos estábamos abrazados y rio ante mis propios pensamientos levantando la cabeza para verle. Él ya me está mirando con una sonrisa.
¿Qué te ha parecido mi faceta de loca pastelera? -le pregunto un tanto avergonzada. El vampiro coloca un mechón de pelo tras mi oreja y me pega más a su pecho-
Cada uno combate el estrés de una forma -me recuerda él para luego acercarse más a mí como si me fuera a contar un secreto- además, estabas muy mona con tu delantal y la harina en tu mejilla
Claro que sí -contesto irónica dándole volviendo a apoyar mi cabeza en su hombro- Stefan, si te digo algo, ¿no vas a enfadarte?
Depende -responde con diversión comenzando a acariciar mi brazo-
Como todos sabemos lo de la cura, tal vez sea una buena idea unirnos para buscarla -le ofrezco volviendo a mirarle para tratar de interpretar sus expresiones. Suspiro calmando mi nervios y decidido dejarlo ir- y, tal vez, solo si quieres...podrías tomarla. O no. Como tú quieras pero te querré seas un humano, un vampiro, un delfín...me da igual. Solo quiero que sepas que si quieres tomar la oportunidad de envejecer, tener hijos, contarle historias a nuestros nietos y todo eso, estaré contigo y me parecerá bien. Pero si decides seguir siendo un vampiro y querer viajar por todo el mundo y descubrir todas las culturas posibles, tendrás que empezar a pensar como ayudarme a alimentarme correctamente de sangre porque seré la próxima vampira. No me explico para nada bien pero quiero que sepas que elijas lo que elijas, te querré igual...
Te quiero, Riley. No te puedes imaginar lo mucho que lo hago -admite Stefan. Puedo ver que en sus ojos se acumulan un par de lágrimas pero él sujeta mis mejillas y me planta un beso en los labios. Correspondo su gesto y luego nos separamos con una sonrisa en la cara formando un cómodo abrazo-
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