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Capítulo 2


Wanda se encontraba caminado tranquilamente por las calles de Nueva York, hace dos meses que se encontraba en aquella nuevo universo, tardó en encintar un universo donde ella no tiene una variante y terminó en un universo donde los Dioses griegos existen.

Valla locura, había pensado ella cuando descubrió aquello.

Después busco trabajo y un departamento donde poder quedarse, hasta poder juntar el dinero necesario para comprarse una casa en medio del bosque o un pueblo.

No, no un pueblo, mejor en el bosque.

Wanda se sentía en paz en algunas días, pero la sombra de su pasado, pero se rindió, ella quiere cambiar, seguir adelante.

Soltó un suspiro mientras seguía caminado, eran las nueve de la mañana y se sentía tan cansada, el turno de la noche en su segundo trabajo la cansaba, tenía que aguantar a borrachos idiotas qué la veían como si fuera una prostituta, pero por lo menos la propinas son mejor que su salario.

Wanda no sabía como sentirse ante el hecho de estar en un mundo lleno de Dioses que probablemente tienen muchos hijos viviendo entre los mortales, sentir toda aquella magia divina en cierto punto le encantaba, pero ella tiene más poder que ellos y con gusto se los mostraría si ellos le buscan pelá.

Sonrió un poco al llegar a la dulceria donde trabaja de nueve a hasta las seis de la tarde, por que a las siete es su salida, llega a su departamento se baña come algo y después se va al bar donde trabaja de ocho o las dos de la madrugada.

—¡Wanda! — saluda una mujer de cabello castaño con ondas y ojos azules, la cual le dio una sonrisa cálida a la pelirroja.

—¡Sally! — de volvió el saludo la de ojos verdes claros — ¿Como estas el día de hoy? —le pregunto mientras se colocaba la mantel de color roja pastel qué llevaba el nombre de la tienda.

— Estoy muy bien —le dice sin quitar su sonrisa, mientras colocaba unos dulces en sus respectivos lugares —¿Y tu como te encuntras? , te ves un poco cansada — le pregunto con un tono de precaución, mientras la miraba.

Wanda volvió a soltar un suspiro mientras acomodaba unas barras de chocolate y nueces en una estantería.

— Anoche fue una noche muy cansadora — dijo la pelirroja dándole una mirada significativa.

— Los borrachos son los peores — Sally dijo en un tono desagrado total.

— Pero son los que dan buena propina — Wanda dice en un tono divertido, logrando que la ojiazul riera.

Después de unas pocas risas más, las dos mujeres comenzaron a trabajar, ayudando a los clientes, tratando que niños pequeños no coman los dulces sin pagar o tiralos por toda la tienda, siempre con una sonrisa maternal.

Wanda junto a Sally ignoraban los "coqueteos", que algunos hombres le hacían, y muchos de ellos de eran padres de familia, además de las malas miradas que muchas esposas le daban a los dos, ¿Que culpa tenían ellas, qué sus esposos sean unos idiotas qué piensan con la cabeza de abajo?.

—Aún somos vistosas — Wanda le susurro a la castaña, con una sonrisa sensul.

La ojiazul bufo divertida ante eso, mientras seguía guardando algunos dulces en una bolsa de papel, para después dárselo a la anciana enfrente de ella.

—Espero y los disfrutes — dijo Sally mientras le daba la bolsa a la anciana, la cual le dio una sonrisa.

—Gracias, que tengan un lindo día — la anciana dijo con calidez mirando a los mujeres, que le dieron una sonrisa en respuesta.

— ¿No se por que dices que somos vistosas? — pregunto la castaña dándose la vuelta para ver a la pelirroja de su amiga.

—Bueno... —comenzó a decir la Maximoff, para dejar de lado las bolsitas de gomitas en forma de corazón de lado — Quitando el hecho que muchos padres de familia nos "coquteaban", aun llamamos la atención de los "hombres" — dice haciendo comillas en la última palabra y en coqueteaban.

—Qué cosas dices Wanda — dijo en un tono de regaño la castaña, mientes negaba.

— Es la verdad Sally, somos hermosas — Wanda dijo con ego, un ego que la sorprendió a ella misma.

— Deja de decir estupideces y ve atender aquella pareja — le reprende la Jackson mientras le da un leve golpe en el brazo a su amiga.

Wanda se hizo la ofendida, pero le hizo caso a su castaña amiga, la cual la miraba con un pequeña sonrisa mientras un negaba con la cabeza.

La pelirroja con una sonrisa maternal se haserco a la pareja de adolescentes, que al verla no sabían si les cautivo el aire maternal de la pelirroja o su belleza.

Soltó un suspiro mientras dejana las últimas cajas en la bodega de la tienda, con cansancio se quito el delantal y lo dejaba en su lugar, camino hacia donde dejo su bolsa la tomo y la paso por su hombro, para después pasar su mirada a su castaña amiga.

—¿Trabajas hoy a la noche? — pregunto la Jackson hacia la pelirroja, mientras la volteaba a ver.

—No, hoy tengo libre —dijo con una voz de alivio que hizo reír a la ojiazul.

Sally se quedó un momento en silencio mientras miraba como la pelirroja buscaba algo en su bolso, hace dos meses que conocía a la ojiverde y le caí muy bien.

—¿Te gustaría venir a cenar conmigo y mi hijo? — pregunto la castaña mirando como la pelirroja la miro.

Ella jamás le contó a Wanda qué ella tenía un hijo de ocho años, no es por que no confía en la ojiverde, si no que jamás se dio la ocasión de eso.

Wanda se quedo un momento en silencio, jamás imagino que su castaña amiga tenga un hijo, y eso en cierto punto le dolió, en solo pensar en su hijos mellizos, sus ojos verdes se toparon con unos azules que la miraban con un poco de preocupación.

—Me encantaría — Wanda dijo después de unos segundos de silencio, una sonrisa se cruza en sus labios.

Después de haber cerrado la tienda, las dos mujeres fueron rumbo al departamento de la ojiazul, mientes hablaban y reían un poco de las ocurrencias de la pelirroja.

Todo eso sin notar una mirada que las seguía en la oscuridad que comenzaba a abrazar las calles.


La cena en casa de Sally Jackson se convirtió en una velada llena de sorpresas y revelaciones. Wanda, con su cabello rojo como el fuego y ojos verdes profundos, se encontró frente a Percy, un niño de ocho años con una mirada tan azul como el océano. La conexión fue instantánea, y mientras compartían historias y risas, Wanda no pudo evitar sentir que el destino había tejido sus vidas de una manera mágica.

Percy, con su energía inagotable y sonrisa contagiosa, habló de sus aventuras imaginarias, de dioses y héroes, de mundos donde la magia era tan real como el amor de una madre. Wanda escuchaba, fascinada, mientras Sally observaba con una mezcla de orgullo y asombro. La noche se deslizó entre platos de comida casera y el cálido resplandor de la lámpara de la sala, y cuando llegó el momento de despedirse, Wanda sabía que esta cena era solo el comienzo de una amistad que prometía ser tan única y especial como los personajes de sus historias.


1206 palabras

Wanda y Sally

Wanda y Percy

Serían Wanda y sus futuros hijos.

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