Te desafío.
Odiabas estar allí. Odiabas tener que asistir a esas cenas aburridas dónde se juntaban los amigos de tus padres. Preferías estar encerrada en tu habitación leyendo alguna de tus cuestionables novelas subidas de tono en alguna plataforma de lectura. Ya que comprar libros en físico costaría que tu madre pregunte mil cosas y no estabas dispuesta a pincharle la ilusión de que su niña aún era una inocente palomita.
Cuando la verdad era que desde temprana edad habías disfrutado de tu sexualidad.
Simplemente te armaste de valor colocando tu mejor cara para presentarte en el salón junto a tus padres y hermano menor esperando por los demás invitados. Saludaste a los señores Moon en compañía de la hija del matrimonio, Hyejin. Una adorable adolescente que parecía interesada en tu hermano, Luca.
Encantadoramente tierno para ti. Molesto y agotador para él.
Tu buen humor se borró casi al instante cuando viste al siguiente matrimonio llegar. Los Jeon, junto al dolor de cabeza que tenían por hijo. O mejor dicho, tu dolor de cabeza. Porque tanto para tus padres como para los del muchacho, él era alguien perfecto. De intachable comportamiento y amable trato para con los demás.
Si tan solo supieran que su adorable niño era todo lo contrario.
Ni siquiera te atreviste a saludarle cuando chocaron miradas. Sin embargo, ante la presencia de sus padres tuvieron que hacerlo como si nada malo hubiera pasado. Cuando la realidad era que no lo soportabas ni un minuto cerca de ti, y él a ti, en esos momentos, tampoco.
Tomaron asiento frente a la larga mesa llena de comida. La velada iba tan bien que dejaste de lado el mal humor para encarnar tu lado más elocuente en una seria conversación con la señora Jeon sobre la literatura moderna. Ella siendo una reconocida escritora de novelas románticas aprovechaste tu lado cholula para quitarle las últimas nuevas de su aclamado libro.
Para el postre no te impediste disfrutar de aquel gran copón de helado con sirope de caramelo sabiendo que tal vez, más tarde, en la madrugada, podría caerte mal. Ignoraste ese hecho y seguiste comiendo con ganas, hasta que saliste hacia el exterior del jardín donde se encontraba la enorme piscina iluminada por un poco de aire.
Te tentaba tomar un baño, el calor del verano entrante te lo podía permitir, pero eso significaba que debías cambiarte y que tal vez debas invitar a los demás, lo cual jamás harías teniendo al primogénito de los Jeon cerca. Ese chico solo causaba tu mal humor. Él y su sonrisa socarrona.
—Es raro verte usando un vestido con rosas.
Bufaste, si, no era de tu agrado aquel vestido de seda color rosa palo con detalles de encaje que tu madre te había obligado a poner a juego con tus tacones de tira. No, tú eras más de jeans o faldas de cuero y borcegos. En lo que respecta a vestidos, los usabas, pero solían ser algo escotados o llamativos adhiriéndose a tus buenas curvas cuando salir a discotecas se tratase.
—No es de tu incumbencia, Jeon.
Lo miraste por unos instantes. Iba completamente de negro, su color habitual. Pantalones negros ceñidos a sus gruesos muslos, camisa de botones y chaqueta de cuero sombreando su bien formado cuerpo. Vaya que había ganado músculo. Cuando tú lo recordabas un chico escuálido y esquelético de pequeño. Los veinte le habían sentado muy bien, demasiado bien.
Apartaste la mirada de inmediato al notar su sonrisita divertida descubriendo que lo mirabas con interés.
—Debes tratarme bien, preciosa.
Frunciste el ceño en desacuerdo, lo miraste como si tuviera tres cabezas.
—¿Acaso soy tu payaso, Jeon? Vete —mascullaste entre dientes, sin embargo, él no se movió de su lugar. Le fascinaba verte enojada— sabes que, mejor me voy yo.
Caminaste unos cuantos pasos sobre aquel perfecto verde césped, altiva y elegante bajo su escrutinio a tus espaldas. Aunque no contaste con que tus tacones se enterraran en la tierra haciendo que tropezaras y casi cayeras al suelo de no ser por los fuertes brazos del pelinegro.
Tan cerca que podías sentir su aliento con sabor al licor de chocolate que había bebido gracias a que tu padre le había ofrecido. Tan embriagador que por un momento sentiste una sensación arremolinante en tu vientre bajo mezclado con la forma tan firme en la que te sostenía por la cintura.
Lástima que eso se esfumó en un segundo cuando salieron aquella palabras de su boca.
—Si querías terminar en mis brazos solo tenías que pedírmelo.
Tus manos se posaron en sus duros pectorales a través de su camisa en un intento por alejarle de ti.
—Eres un idiota. —susurraste dándole la espalda y caminando hacia el interior de tu casa con cuidado está vez.
—Así me agradeces el haberte salvado de caerte al suelo.
—Nadie te lo pidió.
Escuchaste su risita burlona y las siguientes palabras solo aunaron tu vergüenza creciente queriendo enterrar tu cabeza bajo tierra.
—Por cierto, lindas bragas de encaje rojo. No sabía que te gustaba ser pecaminosa.
Entraste al interior más rápido de lo que podías. Casi huyendo de todos en el salón cuando pasaste por allí. Cómo explicarles que tus mejillas se encontraban rojas de vergüenza y no por el maquillaje.
Aún así no pudiste deshacerte de ese irritante espécimen cuando te refugiaste entre las paredes del despacho de tu padre, para poder leer a través de tu celular el nuevo capítulo con smut de uno de tus fanfics favoritos dónde un stripper intenta conquistar a la asistente de su madre CEO en una editorial.
—Que sucia eres.
Saltaste del susto dejando que tu celular resbale por tus dedos cayendo al suelo. Insultaste en voz alta revisando que no se haya roto nada y siguiera funcionando a la perfección. Volteaste con la intención de propinarle un puñetazo que le volará la existencia, pero solo atinaste hacerlo reír con lo que él sintió cómo caricias.
—¡Me tienes harta! ¡Vete a la mierda!
—Lo haría si pudiera, pero estoy aburrido.
Tomó asiento en el mismo sillón donde te encontrabas anteriormente mirando distraído sus uñas. Resoplaste dispuesta a encerrarte en tu habitación donde sabías que no podría acceder. Pero aquella frase más que célebre entre ustedes dos te hizo detener.
—Te desafío.
Escuchar aquello te trajo una oleada de emoción. No por el hecho de que él te lo dijera, sino porque amabas la competitividad. Amabas ganar ante cualquier cosa y sobre todo, ganarle a Jeon JungKook. Que quede tan devastado que tuviera que cumplir algún estúpido capricho o simplemente sintiera la humillación de haber perdido contra ti.
Sonreíste pensando en miles de formas de vengarte. Sabías que todo desafío que él proponía lo pasabas con éxito. No importa que fuere, jamás cedías ante él o ante sus chantajes.
—Trato.
Se acercó a ti con una sonrisita ladina en sus finos labios. Del bolsillo interno de su chaqueta extrajó una bolsita pequeña de terciopelo violeta oscuro. Lo tendió en tu dirección entre sus finos dedos, lo tomaste algo confundida abriéndolo para mirar su interior.
—¿Qué es esto?
—Un vibrador. —respondió con obviedad, rodaste los ojos.
—Ya sé lo que es, imbécil. Lo que quiero saber es por qué me lo das a mi.
JungKook volvió a sonreírte mofándose de tu poca imaginación, sabías perfectamente para que era ese pequeño artefacto y a dónde iba.
—Te desafío a qué te lo pongas.
—¿Estás loco?
—Un poco.
—No lo haré.
Se lo devolviste golpeando su pecho. No entendías porque de su risita o tal vez si.
—Cobarde —canturreó— eres una cobarde.
Aunque doliera, era la primera vez que te negabas.
—¡Cállate! No usaré eso para que tú tengas el poder sobre mí.
—¿Por qué no? No te quejabas la otra vez cuando me metí entre tus piernas.
Cerraste tus ojos fuertemente. El recuerdo de haberte acostado con él vino a tu mente como una explosión de flashes, en medio de una borrachera terminaste cediendo a sus coqueteos o él a los tuyos, no estabas muy segura. La cuestión fue que el idiota se burlaba de ti por el simple hecho de haberle confesado que jamás te habían hecho un oral, así que lo desafiaste.
Lo que no contabas es que te lo hiciera tan bien que terminaste llorando en sus brazos pidiendo más.
Tu ego había recibido un fuerte golpe del que tardaría en recuperarse sino accedías a eso. Miraste la bolsita colgando de su mano. No perdías nada en ponértelo intentando pasar el desafío con éxito.
Lo fulminaste con la mirada arrebatándole aquello. Lo abriste sacando el pequeño huevito dispuesta a colocártelo en tu zona íntima.
—¿Podrías largarte? Tengo que ponerme está cosa.
—No puedo. —arrugaste tu entrecejo— debo corroborar que te lo pusiste.
—No te dejaré verme la vagina.
Error. Tan solo causaste que se mofara de ti por tan insulsa respuesta. Lo insultaste por lo bajo tomando la decisión de salir para encerrarte en el baño de invitados. Te colocaste el artefacto rápido y sin problemas. Tú sabías perfectamente como usar esas cosas ya que en el cajón de tu mesa de luz guardabas a tu Satisfayer color fucsia de nombre Dyonisus.
Saliste encontrando el rostro del pelinegro cerca del tuyo, solo tenías que soportar su juego en los minutos restantes en que se terminaba la velada.
—Las reglas y no te pases, Jeon.
Llevó su índice sobre su barbilla en una acción pensativa. No pudiste evitar observar aquel diminuto lunar bajo su labio inferior, tan bonito y extraño que le quedaba bien.
—No puedes rodarme los ojos.
Te sonó muy simple cuando no agregó más palabras y solo giró sobre sus talones para volver al salón donde se encontraban sus padres. Le seguiste, tomando asiento en el sillón al lado de tu madre sintiendo como aquel dispositivo comenzó a vibrar vagamente en tu interior. Evitaste mirarle demostrando que aquella indeleble vibración no te inmutaba en lo más mínimo.
Esto sería pan comido, pensaste mientras comenzaste a analizar algún reto que le sea imposible de realizar.
La tenías difícil porque para Jeon JungKook absolutamente nada era imposible.
Rodaste los ojos inconscientemente y con ello la vibración en tu intimidad subió de nivel. Te removiste de forma elegante sobre el sillón acomodando una pierna sobre la otra escuchando atenta a las conversaciones de los demás. Está vez si lo miraste, solo que él no lo hacía enfrascado en lo que parecía una interesante conversación con su padre y el tuyo.
La sensación solo hacia que tu cuerpo comenzará a tensarse, te gustaba lo que sentías, lo disfrutabas de alguna manera y él a distancia lo sabía. Las conversaciones comenzaron entre todos, JungKook recibiendo halagos de tus padres por sus ideas innovadoras para la empresa familiar.
Diste un respingo en tu asiento cuando la intensidad subió otro poco más. A este paso debían tener cuidado de que no se escuchará las vibraciones sino tendrías que explicarle a todos los presentes porque sale un ruido extraño de tu vagina. Lo fulminaste con la mirada recibiendo su sonrisita de conejo, lo insultaste entre dientes evitando gemir por la sensación de placer.
Fue involuntario cerrar tus ojos ante la intensidad, fue involuntario el gemido bajo que soltaste. No aguantarías más. A duras penas te levantaste disculpándote con los demás, casi que corriste al baño de invitados para poder sacarte esa cosa antes que se te presentará un fascinante orgasmo.
Sin embargo, no pudiste ni siquiera hacerlo porque el placer fue tan intenso que solo te dejaste llevar. Mordiste tus labios con la intención de no soltar ningún ruido mientras friccionabas tus muslos entre si apretando para que el frenesí durará un poco más.
Tardaste en volver a la normalidad sintiendo la intensidad de aquel artefacto casi en cero. Tardaste en darte cuenta que en aquel diminuto baño tenías la compañía de alguien más. Su sonrisa de suficiencia advirtiéndote el resultado.
—Perdiste.
Frustración. Total frustración al escucharle su socarronería. Estamparle tu puño en su bonito rostro era lo que más deseabas en esos momentos, arrebatarle esa estúpida sonrisa de conejo que todos veían tierno, pero tú conocías a la perfección el detrás.
Refunfuñaste, cruzaste tus brazos por debajo de tus pechos acentuando tu escote sin darte cuenta que esa acción hizo que él mirara en esa dirección sintiendo mucho interés, demasiado interés.
—Dilo ya. No tengo toda la noche.
Su semblante cambio drásticamente a uno serio, no te habías dado cuenta de que ya no tenía su chaqueta puesta y llevaba su celular en la mano. Con su pulgar volvió a subir la intensidad del artefacto haciendo que te sostuvieras de la encimera en un intento por aplacar el dolor en tu zona íntima. No te importaba tener a alguien ahí, solo querías quitarte ese vibrador que jugaba con tu cordura.
Sin embargo, en un ágil movimiento te encontrabas acorralada entre sus brazos impidiéndote cualquier movimiento. Comenzaste a removerte, cerrando y abriendo tus ojos ante el inminente placer de aquel dispositivo vibrando en tu vagina, gemiste por lo bajo escuchando el eco de tu voz. No lo pensaste.
Atacaste la boca de JungKook en un intento por aplacar tus gemidos. Te frotaste contra él sintiendo cada uno de sus duros músculos bajo tus palmas y cuerpo, incluso el de su entrepierna que parecía en aumento. Clavaste tus uñas en sus hombros sacándole un jadeó que causó presión en tu vientre bajo.
Te ibas a venir otra vez, pero está vez con el deseo de algo más al sentir las enormes manos masculinas apretar tu trasero con sus dedos enterrándose en tu carne mientras su lengua viperina atacaba toda tu boca. Tus manos se anclaron a la espalda ancha al sentir sus caderas embestir la tuya lo que ayudó a que tu orgasmo llegara más rápido.
Estabas débil, sensible aún, recibiendo las altas vibraciones en brazos de JungKook quien te sostenía con firmeza. Verte así lo excitaba, le divertía de sobremanera. Apagó por completo el dispositivo dejando su celular a un lado. Aprovechaste el abrazarte a ese musculoso cuerpo tentador.
No lo soportabas, pero eso no te hacía de piedra. El chico estaba muy bueno.
Te ayudó acomodarte, dejando un beso fugaz en tus labios antes de dejarte tirada allí. Esto no era el final para ti.
—Te desafío.
Pudiste notar su espalda tensarse, sus hombros subir y bajar muy lentamente. No iba poder negarse.
—Dilo.
Sonreíste ante su voz ronca. Está vez, también lo harías sufrir. Caminaste sacándote aquel artefacto embadurnado de tus jugos dejándolo sobre el lavamanos. Te acercaste todo lo que pudiste colocándote de puntitas para susurrarle al oído.
—Te desafío… a no venirte en mi boca mientras te la chupo.
Su pecho subía y bajaba rápidamente a causa de su errática respiración. Estaba jodido. Volteó hacia ti sonriendo tenuemente sin perder la calma. No caería ante tus chantajes.
—¿Estás segura de que sabes lo que haces, preciosa?
Te arrodillarste frente a él sin quitarle la mirada, comenzaste a desabotonar sus pantalones para bajárselos junto a los boxer dejando que su duro miembro diera un respingo sobre su bajo abdomen. Mantuviste tu postura divertida y relajada mientras por dentro tu boca se hacia agua y la humedad entre tus piernas se acrecentaba.
—Claro que si, Kookie —tu mano rodeó el músculo caliente sintiendo la vena sobre tu palma— espero que puedas aguantar.
Sonreíste para dar el primer lengüetazo a la punta rosada y húmeda. Lo sentiste tensarse y supiste que tal vez no aguantaría mucho. Otro lento lengüetazo a lo largo del tronco y.
—Nubes blancas, suave algod… don —susurró tan bajo, pero aún así lo escuchaste, no pudiste evitar reír con su pene aún dentro de tu boca, las vibraciones de tu risa lo hicieron estremecer— eres… e…
Lo escuchaste ahogar un gemido. Te ibas a vengar, querías ganarle. Estabas decidida a hacerlo sufrir como lo hizo contigo hacia minutos atrás. Tu mano masajeo lentamente el tronco, tu lengua acariciando su glande como si de un chupetín se tratase. Un jadeó muy bajo, sonreíste, aceleraste un poco más el movimiento. Estaba tan tenso que le dolía el cuerpo entero.
Volviste acelerar está vez metiendo la mitad de su dureza dentro de tu boca, tu otra mano jugando con sus testículos. Su respiración errática solo demostraba lo alterado que estaba. Lo espiaste, mordía su labio con fuerza, sus ojos se mantenían cerrados de igual manera con su ceño fruncido. Sus manos hechos puño sobre la pared. Estaba conteniéndose.
Rápidamente, cambiaste de táctica, comenzaste a succionar su falo escuchándose morboso, tus manos acariciaron sus gruesos muslos subiendo hacia su abdomen, gemiste. Eso fue el detonante para que gimiera en voz alta, pero no lo suficiente para que lo escuchen los de afuera. Estaba a su límite, un poco más y se vendría en tu boca.
Ganarías, pero no contabas con que él se contuvo demasiado. Te tomó de los brazos bruscamente levantándote del suelo para besarte de forma sucia, sus manos apretando todo tu cuerpo contra el suyo, soltaste un gritito cuando te volteó de espaldas rasgando tus bragas. Por un momento te perdiste en el placer cuando sentiste la punta de su miembro jugar entre tus pliegues húmedos sin darte cuenta que te había desnudado por completo.
A través del espejo pudiste ver la imagen del pelinegro detrás de ti con aquel rostro intimidante, esa oscura mirada con motes de lujuria, su pecho descubierto, su pelvis rozar con tu trasero. Jadeaste tapando tu boca cuando sentiste dolorosa como placentera la intromisión de su pene. Te llenaba lo suficiente como para querer quedarte ahí siempre.
Empezó lento, saliendo por completo de ti, rozo una vez más su hombría sobre ti para volverse a enterrar en profundidad. Está vez manteniendo un ritmo rápido, luego en círculos, alternando alguna nalgada, o que apretujara entre sus manos tus pechos. Estabas demasiado sensible, no era lo que tenías en mente, pero que bien se sentía.
Arqueaste tu espalda con la intención de sentirlo más a profundidad, te quejaste cuando salió de ti. Te sorprendiste cuando te volteó para besarte de forma dulce, sus manos está vez acariciando tu rostro, peinando tu cabello enmarañado, aferrándote entre sus brazos.
Escondió su rostro en la curvatura de tu cuello acomodándote sobre el mármol del lavamanos, se miraron fijamente mientras sentías como te penetraba con lentitud. Mordiste tu labio para no gemir cuando las embestidas se volvieron profundas marcando un ritmo lento. Podías escuchar sus jadeos cerca de tu oído.
Estabas por venirte y él también. Lo ayudaste moviendo tus caderas en una mutua sincronización que los llevo a un dulce orgasmo.
Te beso con lentitud y dulzura otra vez. Acariciando con sus pulgares tus mejillas coloradas. Ahí estaba el dulce Kookie del cual estabas enamorada, totalmente diferente del que solía burlarse de ti, del que solía jugar contigo a desafiarte con alguna estupidez y tú caías redondita porque amabas ganarle.
—¿Me perdonarás por ser un idiota?
Lo pensaste, lo conocías muy bien como para saber que su gusto a los videojuegos lo hizo dejarte plantada en una cena que habías preparado con mucho entusiasmo para su aniversario de novios. Te enojaste porque ni siquiera te contesto el celular y cuando fuiste a su apartamento lo encontraste a medio vestir jugando una partida de Overwatch con sus amigos en línea.
Aun así, lo adorabas tanto que le perdonarías por ser un idiota olvidadizo.
—Te desafío —susurraste sobre sus labios. Él sonrió divertido aferrándose a tu cuerpo.
—Soy todo oídos.
—Fóllame.
—No sé si sea lo correcto, nuestros padres están…
—Solo hazlo.
—Tus deseos son órdenes, nena.
Rieron, porque luego se preocuparían por la excusa que les darían a los adultos ante su desaparición de horas.
Dedicado a mi soulmate: _Park_JJ
¡Espero lo disfruten!
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