03
—¡Hey Yeonjun! ¿Y eso? —Susurró señalando la marca rojiza del pómulo y la pequeña abertura en el labio del pelirrubio.
—No tienes porque bajar la voz, yo sólo me caí anoche y me golpeé, es todo.
—¿Es todo? Por favor, te conozco a la perfección, no tienes por qué mentirme así, ¿Lo sabes? —Acarició su mejilla con suavidad, deteniéndose abruptamente al ver cómo el pelirrubio se tensaba ante el toque —Lo siento.
—No es nada contra ti, es que... Pueden vernos y no quiero que vuelvas a pasar por lo mismo de siempre, no sé qué sigues haciendo a mi lado, sólo te acuso problemas... muchos problemas Gyunie
—Eso es porque hemos estado juntos desde bebés, eres lo más cercano a un hermano y jamás podría abandonarte Junnie, y menos ahora que ese idiota te trata así... No está bien que te golpee de esa forma.
El pelirrubio sonrió cabizbajo, luchando internamente para no dejar que las lágrimas salieran una tras otra, como siempre.
En verdad quería desahogarse en esos instantes, pero ello implicaba desmoronarse de a poco en los brazos de su mejor amigo, siendo consolado por el peligris hasta que su llanto cesara. Pero no podía, no debía. No quería implicarlo y llevárselo de paso a su infierno. El era demasiado bueno para esas cosas.
Por su parte, Beomgyu no mentía cuando decía que jamás lo abandonaría; si no podía hacer que Yeonjun rompiera su disfuncional matrimonio, al menos estaría ahí para cualquier situación que se presentará, fuese buena o en su caso, mala.
—Vete... Ahora —Ordenó sin dejar de mirar su teléfono angustiado.
—Cualquier cosa ya sabes a donde llamarme —Palmeó su hombro con sutileza y se hecho a correr, perdiéndose entre los demás alumnos pero sin lograr pasar desapercibido por alguien en especial.
—¿Qué hacía ese inútil acá?
—Yo no sé de qué me hablas Soobin.
—¿Ah no? Mira, se que me crees idiota, pero no, no lo soy —bufó molesto, sosteniendo firme al pelirrubio del brazo —Seamos claros entonces ¿Que carajos hacía el inútil de Choi BeomGyu acá?
—No es algo que te incumba —Trago duro al sentir el agarre del pelimorado afianzarse más —¡Mierda, suéltame! Me estás lastimando...
—Deja de llorar amor, pareces una jodida niña
—No te lo voy a repetir tres veces, así que suéltame ahora mismo Min Soobin o vete olvidando que llegue a casa tarde— Su mirada transmitía furia extrema, pero la expresión del peliazul le indicaba que esté no se sentía ni poco intimidado.
—Bien —Soltó su brazo con brusquedad haciéndolo retroceder por inercia —Haz lo que se te de la puta gana, y no me busques... voy a casa de Kai
—¡Eso sí que no! Y mírame cuando te hablo, maldita sea —Gritó
—Eres asquerosamente egoísta Yeonjunnie —Susurro en su oído —Tú si te puedes ir a follarte a cualquiera, o más bien dicho, a tu Gyu ¿No es así?
—¡Con Beomgyu no te metas, subnormal de mierda!
Sintió la rabia recorrer pesada sobre su cuerpo, empuñó las manos a sus costados, respirando y exhalando profundo en un intento de tranquilizarse y no terminar estrellando su palma en la mejilla de Soobin. Probablemente podía aguantar todo tipo de agresiones físicas y verbales hacia su persona, pero no había nada que lo hiciera enfurecerse a menos que se tratara de su mejor amigo.
Gracias a él, su infancia había sido ciertamente menos difícil, pues la muerte de su padre a causa de un terrible cáncer, lo había dejado en completa depresión. Diariamente sólo se quedaba en su habitación, llorando en silencio de tanto en tanto mientras, acostado en su cama, miraba como cada mañana salía el sol, y luego pasando las horas, todo se tornaba oscuro. Pasaba muchos días sin comer, sin ducharse, sin hablar con absolutamente nadie y rara vez, dormía mas de 2 horas.
Su madre ni siquiera se percataba de ello, pues se la pasaba hundida en unas cuantas botellas de alcohol, creyendo que aquello le ayudaría a olvidar lo acontecido. Claramente cumplía su objetivo, pero siempre terminaba en un profundo y patético sueño, y al despertar, la cruda realidad volvía a azotarla con violencia orillándola a beber nuevamente.
Fue hasta entonces que Beomgyu supo que algo andaba mal, habían pasado muchos días desde el funeral del señor Choi y no sabía absolutamente nada de Yeonjun y su madre. Decidió pasar por altos las órdenes de su madre y salió corriendo a la casa de frente, infiltrándose silencioso en la habitación del pelirrubio, cubriendo su boca al instante para ahogar los sollozos que rápidamente salían sin detenerse. Verlo en aquel estado sinceramente no era de las cosas que ahora recuerde con alegría. Su piel estaba pálida y cubierta por moretones con un horrible tono violáceo, sus ojos estaban rodeados de sus oscuras ojeras, ya no brillaban como antes y su mirada se notaba apagada, como si estuviese muerto en vida.
Aunque para Yeonjun, él realmente se sentía así.
Meses de asistencia al psicólogo, nutriólogos, hospitales e innumerables visitas por parte de BeomGyu y su madre, fueron necesarias para que el pelirrubio pudiese volver a retomar su vida como era antes de todo lo acontecido. No podía negar que a pesar de todo aquello, aún se sentía en parte vacío, al menos hasta que tuvo la "dicha" de conocer a Min Soobin. Aquel sujeto se veía tan enojado con la vida y el mundo, pero con Yeonjun, era un maldito terrón de azúcar, así que no pasó demasiado para que cayera enamorado de él y viceversa. Ese fue un paso para abandonar aquel agujero negro del que aún no había salido por completo en muchos años.
Y entonces, la ironía se estaba mostrando en su totalidad, la misma persona que lo sacó de su infierno hace casi 4 años, lo estaba regresando a ese mismo sitio a pasos lentos.
—Tan sólo... dios... ¿Ese idiota te folla mejor qué yo? Das vergüenza Choi Yeonjun, pero ¿Sabes qué? Esto no va a quedarse así, ¡Te lo dije antes y volveré a repetirlo! Haz lo que se te la puta gana y no me busques, voy a casa de Kai —Dijo a regañadientes dando media vuelta para marcharse del sitió.
Quería desplomarse ahí mismo, estaba frustrado, quería matarlo, quería acabar con todo pero tenía miedo.
Tanto miedo de quedarse sólo otra vez, si bien tenía a Gyu, no era suficiente. No era lo mismo.
Y sin embargo sólo pudo correr hacia la dirección que había tomado el peliazul, sujetándolo y de inmediato cayendo al piso de rodillas, pidiéndole perdón y suplicándole que haría lo que fuera para que aceptara sus disculpas. Estaba humillándose de la peor manera, pero él trataba de autoconvencerse de que estaba haciendo lo correcto.
—Vamos a casa a arreglar esto. Y levántate ¿Quieres?. Me avergüenzas...
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