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Capitulo 18: Destrucción.

Dolor, que desintegró el amor
Rencor, que fluye desde mi interior
Mi ser, tan solo anhela destrucción
Y comenzó, por mi corazón.

Set lloraba a moco tendido, como una fuente de agua rota que dejaba escapar ríos y ríos de lágrimas sin cesar. A su alrededor, un pueblo entero había sido desintegrado completamente, polvo, arena roja y cadáveres de Dioses hechos carne picada en medio de charcos de sangre y órganos secos.

Y encima de Set, el sol brillaba con todo su poder y resplandor, mientras que un infante Dios destructor suplicaba y lloraba por se atendido por su madre como en aquel momento de su vida, en aquel momento en dónde supo que su misión en el universo era el de ser nada más que un monstruo de destrucción.

Hace apenas un par de años, Set era un niño nacido de una de las relaciones más hermosas y envidiadas por los Dioses.
Pues Nut, la bóveda celeste y Geb, la tierra de Egipto se habían unido en sagrado matrimonio y habían concebido a cinco hijos: Khepris, Isis, Osiris, Set y Neftis quienes crecieron bajo la estricta supervisión y cuidados de sus padres pero sin olvidar ni privar a los niños de una sana y divertida niñez.
Khepris era un dios con cabeza de Escarabajo y era sumamente inteligente, a los pocos años de vida ya era capaz de entender complejas ecuaciones universales y se estipulaba que en el futuro, sería el supremo gobernante de su propia galaxia sintética.

Isis era idéntica a Nut y había nacido con un hermoso par de alas que brillaban como el más hermoso de los diamantes. Tenia una poderosa habilidad para la magia, y curiosamente para los negocios, pues siempre sobornaba y estafaba a Khepris con proveerlo de mas conocimientos, siempre y cuando él le diera una mano con su estudios de magia y hechicería.

Osiris era la viva copia de Geb y desde muy joven mostró un gran sentido del liderazgo, así como una visión más religiosa y cuadrada de las cosas, así como también creía en la libre comunicación y que los Dioses tenían derecho a ser juzgados y tratados todos por igual, que todos eran inocentes hasta probar lo contrario y que la igualdad y justicias solamente podían ser aplicadas mediante a una previa investigación y juicio.
Desde niño, ya jugaba a darle vida a soldaditos de arena y a controlarlos bajo un régimen igualitario y dominante, así como juzgarlos todo el tiempo.

Neftis no era tan parecida a Nut ni a Geb, pero aún así era bastante hermosa gracias a la genética perfecta de sus padres.
Era bajita y sumisa, amaba las labores del hogar y mantener su casa y habitación de manera impecable.
Era la Diosa del hogar y velaba porque todo en su hogar marchara de la mejor manera posible, desde la limpieza hasta la buena comunicación y relación de todos sus hermanos. Además de siempre cuidar y proteger de invasores o intrusos que quisieran dañar su patrimonio.

Y al final, tenemos a Set quién era el último hijo varón y radicalmente opuesto a sus padres y hermanos tantos en apariencia como en personalidad. Set había nacido con el poder de la destrucción y casi siempre rompía todo lo que tocaba, desde sus juguetes hasta artículos de su hogar y en una ocasión, por poco y desintegra a un Dios por accidente.
La magia de Set era caótica y difícil de controlar, pues a dónde quiera que iba, lo perseguía la destrucción y el desorden aunque él no lo quisiera.

Odiaba su poder, pues todo lo que tocaba, parecía en el acto.

Una tarde, en la habitación de los cincos hermanos, cada uno estaba en lo suyo; Khepris era el más distante, leyendo y jugando con sus libros y artículos tecnológicos. Isis estaba sentada enfrente de una copa de vidrio llena de agua y buscaba la manera de convertirla en leche, un hechizo simple. Osiris jugaba con sus soldaditos de arena, juzgando a uno de robar las galletas de su hermana menor y castigandolo por eso. Neftis caminaba de un lado a otro, observando todo el templo y la habitación en la que estaban, buscando las manera de aumentar la seguridad y el resguardo.

Set, por su lado, solamente estaba sentado con las piernas cruzadas y los ojos fuertemente cerrados. Sus brazos cruzados y su cabeza alta daban a entender que no solamente estaba sentado ahí, sino que también estaba intentando meditar y mantener la calma.
Sus poderes muchas veces se vieron influenciados por sus emociones, y si mantenía la calma, evitaría romper las cosas.

— Hermanito, hermanitooo.~ — Lo llamó Neftis, quién se detuvo y le picó la cabeza con un palito.

Set abrió sus ojos lentamente, saliendo de manera voluntaria de su meditación controlada para ver a los ojos de su hermana menor, quién rápidamente se sonrojó al tener la atención de su hermano mayor.
Se sentó enfrente de él y le regaló una hermosa sonrisa que hizo sonrojar levemente al Dios.

(Nota del autor: me es incómodo escribirlos de esta manera siendo hermanos y ambos, son niños. Pero bueno... mitología es mitología, no hay mucho que hacer)

— ¿Q-Que necesitas, Neftis? — Preguntó él, sin moverse de su sitio.

— Quería tener tu atención, veo que lo conseguí. ¿Por qué siempre estás meditando? ¿No te aburre? — Preguntó ella inocentemente.

Set ladeó levemente la cabeza, pero al final sencillamente negó lentamente.

— No realmente, lo hago para mantenerme controlado, no quisiera más accidentes.— Respondió de manera calmada.

Isis levantó la cabeza de su experimento y miró fijamente a su hermano menor, inflando sus mejillas.

— Eso es verdad, no quiero que arruines otra vez mis hechizos con tu magia caótica y destructiva.— Y sus palabras sonaban despectivas, o almenos, eso era lo que Set podía sentir.

— Ni tampoco que rompas mis libros.— Agregó Khepris.

— Ya basta...— Susurró Set.

— O mis imperios y mis súbditos.— Añadió Osiris.

— O desórdenes lo que ya dejé ordenado e impecable.— Y las palabras de Neftis fueron la gota que derramó el vaso.

— ¡Dije que se callen! — Gritó Set, al borde de las lágrimas.
Sus sentimientos negativos hicieron activar su magia.

La arena que tocaban se tornó rojiza y varias líneas de arena roja volaron rápidamente hacía sus tres hermanos mayores. Una de ellos hizo trizas el vaso de agua de Isis, otra de ellas deshicieron el imperio artificial de Osiris y la otra por poco y destruyen los artículos de Khepris, quién rápidamente pudo evitarlo y apartar sus cosas de la arena roja.

— ¡Set! ¡Haz arruinado mi experimento! — Chilló Isis, al borde las lágrimas y con sus puños cerrados.

— ¡Siempre destruyea todo! ¡Monstruo! — Bramó Osiris, acercándose peligrosamente a su hermano.

Khepris se mantuvo al margen, y Neftis se interpuso entre sus hermanos mayores.
Osiris se detuvo a medio camino al ver la cara de enojo de su hermanita. Set no podía ver a nadie a los ojos, se sentía terriblemente mal.

— No te dejaré tocarlo.— Siseó la menor, Osiris la empujó lejos y la hizo caer al suelo.

Isis corrió rápidamente hacía Neftis y Khepris emprendió su caminata hacía Osiris, pero no hizo falta pues Set le plantó cara pese a la gran diferencia de tamaños y físico.
Osiris lo empujó de un manotazo, y Set respondió con un puñetazo directo a la naríz de su hermano mayor y luego lo cogió del cuello con todas sus fuerzas y lo apretó con furia.

Su mirada llena de odio cambio de color, tornándose rojiza como la arena y apretando cada vez más y más el cuello de Osiris quien pataleaba. Set extendió su mano pretendiendo tocar a Osiris con ella, pero el mayor le picó los ojos con sus dedos y la magia que pudo haber matado a Osiris, viajó hasta destruir complemente uno de los muros de la habitación.

Osiris cayó al suelo tosiendo con fuerza, tratando de recobrar el aire, mientras Set gemia de dolor y se quejaba.

— ¡Maldito loco! ¡Casi me matas con eso! — Gritó él, incorporándose.

— ¡Fué tu culpa, ustedes son unos idiotas! ¡Los odio! — Y estas palabras cargaban todos los sentimientos que habían en su corazón.

En ese momento, una figura alta, voluptuosa, imponente y dominante ingresó en la habitación. Era de piel oscura, con profundos ojos colorido y vestida con un exquisito y filo vestido lleno de lunares y detalles que asemejaban a una galaxia, constelaciones y universos en él.
Se trataba de Nut, madre de los cinco hijos y Diosa de la bóveda celeste que alumbraba el universo entero.

Nut observó la situación y miro a todos y cada uno de sus hijos. Fijándose mas en Osiris y Set.

— ¿Que acaba de suceder? ¿Por qué se estaban peleando? — Demandó saber la Diosa, haciendo temblar a todos sus hijos.

Isis y Neftis corrieron hacia su madre, abrazándose a ella y luchando por no derramar sus lágrimas de miedo y preocupación por todo lo sucedido en la habitación.

— ¡Mamá, Set destruyó nuestras cosas con su magia de nuevo! ¡Dijo que nos odia y quería hacerle daño a Osiris! — Chillo Isis, mientras que Nut ponía un semblante de asombro e incredulidad.

— ¿Eso es verdad, Set, Osiris? — Quiso saber.

Osiris asintió, pero Set se negaba a mirar a su madre a los ojos. Cosa que la hizo enfadar, ella jamás dejaría que sus hijos bajaran sus ojos ante nadie, ni siquiera ante ella.

— Mírame a los ojos cuando te hablo, Set.— Exigió la Diosa.

A duras penas, Set levanto su mirada llena de lágrimas, mientras se apretaba la ropa con fuerza, deseando destruir su propio cuerpo.
Nut suspiró y llamó a los sirvientes del palacio, quienes llegaron en el acto y fueron encargados de reparar los daños a la habitación de los niños.

La Diosa tomó la mano de Set sin miedo alguno, y se lo llevó de la habitación, necesitaba tener una conversación con él a solas. Sus cuatro hermanos solamente pudieron quedarse parados viendo, mientras madre e hijo desaparecían entre los pasillos.

Minutos más tarde, Nut estaba sentada en su trono con sus hijo sentado en sus piernas, mientras acariciaba su cabello suavemente buscando tranquilizarlo. El niño había llorado muchísimo en el vestido de su madre, su único lugar seguro en el universo.
Nut y Geb eran muy conscientes de los poderes y la situación de Set, sabian lo inestable que podía llegar a ser y lo frágil que era.

Jamás fueron particularmente duros con él, pero sus hermanos eran otra historia, ellos no tenían la misma tolerancia y madurez mental como para entender que Set no hacía las cosas por maldad, sino por miedo e inseguridad.
La Diosa lo miró a los ojos, desnudando el alma de su hijo con su penetrando sentido de la visión.

Set podía ver a su madre como un enorme Castillo impenetrable e indestructible por dónde se le pudiera ver. Desde que era un bebé, Set podía ver el reflejo de las personas y la imagen que daban con su presencia y su madre siempre fue una luz y un palacio seguro donde nadie podía dañarlo.

— D-Do quedia haceddo...— Dijo mientras lloraba y se limpiaba la nariz, luego de eso pudo hablar mejor.— Yo solamente...

— Set, no puedes decirles esas cosas a tus hermanos, mucho menos lastimarlos de esa manera tan horrible. Ellos son tus amigos y tus seres más cercanos, estuvo mal.— Reprendió ella, sin la necesidad de herir sus sentimientos.

— P-Pero ellos me dijeron que soy un monstruo, que soy un destructor.— Se defendió el infante.

— ¿Y acaso eres un monstruo? ¿Sientes que eres un monstruo? — Preguntó ella.

— ¿S-Si...? — Respondió él con inseguridad.

— Por supuesto que no lo eres, jamás serás un monstruo.— Respondió Nut, tajante y serena.— Un monstruo lastima, mata y destruye a todos por placer y gusto. Ellos no sienten amor por nadie ni se preocupan por nadie.

— Pero yo he destruido, y he lastimado a mis hermanos...

— ¿Lo haces por gusto? ¿No sientes amor por mí?

— ¡Por supuesto que sí! ¡Amo a mami, amo a mami más que a nada en el mundo! —

— Ouch, eso me lastima.— La burlona voz de Geb hizo eco en la habitación del trono, mientras sonreía abiertamente y abría sus brazos a su hijo.

Set corrió y se lanzó a los brazos de su padre mientras reía con alegría.
Geb era un Dios bajito, mucho más bajo que Nut y de cuerpo delgado pero marcado al mismo tiempo, siempre vestía con extravagantes coronas y una túnica verdosa llena de tierra y plantas de todo tipo.

Geb le abrazo a su hijo y le dedicó una sonrisa sugerente a su esposa, quién desvío la mirada con sus mejillas levemente sonrojadas en azul.
Geb y Set llegaron hasta el trono y tomaron asiento, Set en las piernas de Nut y Geb junto a esta.

— Tu mamá tiene razón, Set. No puedes decirle esas cosas a tus hermanos, pero ellos tampoco pueden hacerte sentir de esa manera con esas palabras tan horribles.

— Pero mi magia es caótica y destructiva, en eso no se equivocan y tal vez yo... Si sea un destructor.— Dijo, bajando su cabeza.

Geb ladeó la cabeza, sin saber que decir, pero recibió un golpe por parte de su esposa que lo hizo saltar y acariciarse la cabeza mientras ella le hacía señas con la cara.
El Dios comenzó a hablar, tomando como ejemplo una historia bastante curiosa.

— Cuando construimos este palacio, tuvimos que remover mucha tierra, montañas y algunos árboles que habían en toda esta zona; y poco a poco, de la destrucción, emergió este castillo y todo lo que en él habita.

» La cosa es, que no puede haber creación sin destrucción, de este modo, no habría balance ni estabilidad en ninguna parte del universo. La destrucción y el caos son necesarias para poder mantener el orden y preservar la vida.

— Tu papá tiene razón, de cierta forma, de la destrucción, viene la creación.— Compartió Nut.

Set los miraba, y podía ver en ellos, todo el infinito. Esas palabras, de alguna manera pudieron reconfortar su dolida alma y hacerlo sentirse más calmado y tranquilo. Después de todo, sus padres tenían un argumento válido; por más que él fuese un Dios de la destrucción y el caos, él era importante y sería un Dios importante.
Set miraba con anhelo y deseo el puesto de sus padres, siendo ambos, Dioses importantísimos en Egipto y en todo el universo.

Nut se había alzado como la suprema y poderosa Diosa de la bóveda celeste, siendo ella la responsable de iluminar los cielos y traer a todos los Dioses y criaturas, la hermosura del espacio.
Geb por su lado, fué nombrado la tierra de todo el universo, aquél que daba rienda suelta a la creación de todo tipo de vegetación y aquél que cuidaba la fertilidad de la tierra. Todos los Dioses de la tierra y naturaleza debían pasar por él y servirle de cierta manera política.

Set aspiraba a ser como sus padres, perfecto y reconocido.

— ¿Yo...a-alguna vez podría ser como ustedes? — preguntó con timidez, buscando la mejor manera de ocultar su cara de sus padres, cosa que no pudo por qué su madre le estaba mirando fijamente.

— ¿Que quieres decir? — Preguntó Geb, sonriendo a medias.

— ¿Yo... podría alguna vez llegar a ser tan perfectos como ustedes? — Preguntó finalmente lleno de valor.

Ambos Dioses se vieron las caras, sin entender muy bien a lo que se refería su hijo con esto último.

— ¿Perfectos? —

— Yo quiero ser como ustedes; importante, perfecto y amado...ser un rey.— Expresó de mejor manera.

Geb soltó una estridente risa, mientras que Nut le ponía una cara que le daría miedo a cualquiera. Pero Geb no se reía por burlarse de su hijo, sino porque aquella pregunta parte de parte de xsu hijo lo hizo sentirse bastante orgullosos y halagado; pues su hijo lo miraba como un ser perfecto y sin errores.
Geb acarició la cabeza de Set y le respondió con energía:

— ¡Por supuesto que puedes llegar a ser un rey, incluso el Emperador de Egipto! — Y no mentía en sus palabras, pues según el pensamiento de Geb, su hijo tenía muchas buenas cualidades para ser un rey pese a ser un niño.— Pero debes entender que la sucesión de tronos es un tema particular, puede que no seas el rey de Egipto pero sin duda podrías ser el rey de algunas de las más importantes y grandes tierras, como La Tierra del Nilo por ejemplo.

— ¡Yo quiero ser el rey de todo Egipto, quiero tener el mayor trono y honor de todos! — Exclamó el pequeño Dios.

Nut solamente negó con la cabeza y Geb solamente reía con alegría.
La noche cayó y ya era el momento de que Set se fuese a descansar en su habitación, afortunadamente, los sirvientes ya tenían todo listo en ese momento.
Fue su madre quien lo llevaba tomado de la mano, haciendo ver a Set como un enano junto a una diosa tan alta y corpulenta como Nut.

Ambos iban en silencio, totalmente rectos y sin bajar la mirada, tal como ella le había enseñado. En un momento del trayecto, Set vió a su madre quién se percató de eso último y le regaló una hermosa sonrisa.

— ¿Que ocurre, mi niño? — Preguntó ella con dulzura, haciendo que Set se pusiera rojo.

— Estuve pensando, que me gustaría ver nuevamente como las galaxias se fusionan y se dividen.— Expresó el pequeño, haciendo que Nut ladeara la cabeza.

Ocasionalmente, Nut manipulaba el movimiento de las galaxias y las hacía colisionar entre sí, formando cuerpos celestes nuevos, planetas y fenómenos estelares hermosos de ver.
Los Dioses eran fanáticos de estos espectáculos, siempre acudían a Nut en ocasiones especiales para verla mover la bóveda celeste a su voluntad.
Hacía tiempo que no lo hacía para sus hijos, tal vez podría hacerlo en este momento para alegrar la noche de los cinco hermanos.

Pero cuando Nut estaba por decir algo, una gran explosión hizo temblar todo el tiempo e hizo caer de rodillas a Set. Nut miró por la ventana más cercana y el edificio este del pasillo estaba en llamas, más concretamente, la habitación matrimonial.
Nut miró al cielo y ahí vio flotando a una figura que sostenía una larga lanza con punta de flecha, la cuál había impactado contra la habitación.

De la nada, comenzó a llover con muchísima fuerza y de las gotas de lluvia emergió una nueva figura que hijo que la mismísima Nut apretara los dientes con rabia y enojo.

— Tal parece que no estaban en la habitación, y tampoco los cinco niños.— Murmuró el hombre que tenía la lanza, lanzando un vistazo general al palacio.

Se trataba de Shu, Dios de la Luz e hijo mayor de Ra y también padre de Geb. Era un hombre de piel color ladrillo y una gran corona de plumas con armadura dorada.

— Tenemos la orden de destruir el palacio, así que no te límites a zonas específicas.— La voz de una mujer hizo presencia.

De las gotas de agua, emergió una figura alta y sumamente voluptuosa casi desnuda a excepción de unas diminutas joyas que inútilmente cubrían sus pezones y su  órgano sexual.
No volaba como Shu, se valía de las gotas para mantenerse en el aire.

Tefnut, Diosa de la Humedad y segunda hija de Ra, también era la madre de Geb.
Ella hizo un movimiento veloz y rápido con sus manos hacía los muros y jardines del palacio, recogiendo toda la humedad del aire y usándola como arma para destruir.

Los soldados y sirvientes del palacio prepararon todo para el ataque, cogieron sus armas y arremetieron contra las entidades voladoras. Lanzas y cuchillos tan rápidas como el viento volaron hacia ellos, pero bastó un movimiento del dedo de Shu para que estás se hiciera pedazos al impactar contra diminutas motas de luz no más grandes que un grano de arena.
Ante el futil ataque de estos soldaditos, lanzó su lanza de luz la cuál dió de lleno en las paredes y las hizo reventar, matando a varios soldados con ellas.

— ¿¡Que demonios está sucediendo!? — Exclamó uno de los tantos soldados ante la destrucción repentina y el estruendo.

— ¡Estamos bajo ataque, activen los escudos y prepárense para el combate! — Gritó un Dios de piel verdosa y una larga barba en forma de trenza que casi tocaba el suelo.

¡Path! ¿Es verdad... son Shu y Tefnut? — Una nueva voz hizo que Path, el Dios de la barba volteara.

A su llegada venía un diosa de cabellos cortos y naranjas, vestida con una túnica blanca que tapaba lo importante pero dejaba a ma vista sus largos y gruesos muslos. Su vestido estaba lleno de estrellas y dibujos de galaxias, y tenia un velo que tapaba su rostro.

— Es cierto, Maat...son los hijos de Ra.— Respondió Path quién no detuvo sus órdenes y movimientos.— No sé que estén haciendo, pero están atacando el castillo y no lo pienso permitir, yo mismo edifique este palacio y nadie podrá destruirlo.

Por órdenes de Path, unos sellos mágicos fueron activados y estos emitieron un destello que cubrió todo el palacio a manera de escudo protector.
En las murallas del castillo, varios Dioses se reunieron y haciendo uso de sus poderes mágicos, lanzaron una serie de bolas de fuego azul que volaron a toda velocidad contra los Dioses atacantes.

Eran tantas como estrellas en el cielo, pero esto no hizo que los atacantes se perturbaran. Tefnut deshizo su cuerpo y Shu blandio su lanza y con un ataque en línea recta cortó por la mitad a las bolas de fuego que cayeron al suelo sin dejar de arder.
Pero no contó con que esto también sería parte de la defensiva, fué varios pilares de fuego se alzaron al cielo y consiguieron darle de lleno al Dios.

Una pared de humo cubrió al Dios, pero rápidamente se reveló que este no tenía mayor daño que un par de telas quemadas.
La ofensiva de fuego no se detuvo, pues los soldados seguían atacando con fuego.
En las torres superiores al castillo, otro grupo de soldados se alzaban y movían sus manos al son de una danza mágica para el siguiente ataque.

El palacio estaba conformado por tres murallas cuadradas con cuatro torres en cada lado de cada una de ellas. Las cuatro torres delanteras de la muralla inferior servían como ofensiva, pero una de ellas ya había sido destruida.
Eso dejaba tres torres de las cuales emergía los ataques de fuego azúl que eran lanzados y luego usados contra los Dioses atacantes.

En las torres superiores de la segunda murallas, se estaban formando unas nubes de color verde que volaron en rumbo al primer muro para crear una pared protectora cuadrada que impidiera el acceso a Tefnut quién rodaba por los alrededores convertida en vapor y humedad. La nube verdosa servía como un tipo de gas que no podía ser invadido por Tefnut y que contenía veneno, lo suficientemente fuerte como para dormir al Apofis por unos cuantos siglos.
Tefnut se vió bloqueda por la muralla de nube verde.

Path usó su magia para hacer flotar un pedazo enorme de escombro y lo usó como nave de vuelo para poder viajar a toda velocidad hacía el palacio donde Geb y Nut estaban.
Sus soldados no podrían contener por mucho más tiempo a los Dioses atacantes, pues Tefnut usaba la humedad para golpear incontables veces al muro verde y Shu usaba su lanza de luz para destruir los ataques de fuego.

En una de esas, Shu cogió su lanza y con un movimiento, separó la luz del fuego a su alrededor y creó una poderosa luz cegadora que dejaria completamente ciegos a quienes la vieran de lleno. Y eso fue lo que ocurrió.
Los ataques de fuego azúl cesaron y Shu aprovechó está oportunidad para lanzar tres lanzas de luz que hicieron explotar las tres torres.
Por otro lado, el destello también dejó ciegos a varios soldados que mantenían la pared de nube verde que vió una abertura y con eso, Tefnut tuvo suficiente para entrar por la primera muralla.

La primera muralla cayó, el poder de Shu fué suficiente para destruir los sellos de magia protectora de esta.
Detrás de la primera muralla, una nueva tanda de soldados de preparaban para atacar, está vez se trataba de dos enormes aves conocidas como Bennus las cuales alzaron vuelo directo hacía el Tefnut quién volaba de un lado a otro buscando una apertura al palacio.
El pico de las Bennus golpeaban con fuerza al cuerpo físico de la Diosa quién resistía sus impactos tan filosos como un cuchillo.

Muslos, abdomen, pecho y espalda eran las zonas donde los Bennus impactaban, buscando dañar las arterias principales y hacer sangrar a la Diosa. Tefnut cambió la forma de su cuerpo a humedad, mientras se movía por doquier para ver la apertura.
Las Bennus abrieron sus picos y metieron el agua que formaba el cuerpo de las Diosas en sus picos para evitar que se volviera a unir.

Maat, quién vigilaba todo desde la torre central de la segunda muralla, estaba temblando de la impotencia. La humedad guardada en los picos de las aves fué liberada por esta estaba comenzando a hervir tanto como la lava y habían quemado los picos de las aves.

— ¡Los Bennus han fallado! — Gritó un soldado.

— Tefnut puede hacer arder el agua de su cuerpo.— Susurró Maat.

La Diosa formó nuevamente su cuerpo físico y se quedó parada en medio del campo de batalla, viendo a los ojos de Maat quién apretó la quijada ante esto.
Con un movimiento de sus dedos, Tefnut tomó la humedad del ambiente y creó una ola de agua hirviendo que voló directo las murallas.

Maat se percató de esto y decidió actuar, usó un simple hechizo de arena para bloquear el viaje del agua hirviendo y funcionó a medias. Las Bennus comenzaron a moverse más rápidamente por el aire y sus dientes comenzaron a frotarse uno con los otros, creando pequeñas chispas que no podían encenderse debido al agua de la lluvia.
Pero una flecha de fuego que entró en los picos de cada ave, las hizo encenderse en fuego azul y púrpura.

— ¡Las Bennus se encendieron, ahora es el momento! — Gritó un hombre calvo de piel negra.

En el suelo, cuatro hombres negros y calvos hablaron en lenguas Egipcias y golpearon el suelo con sus pies. Un portal oscuro se abrió y de él emergió una serpiente enorme de tres cabezas y cuatro brazos, lo suficientemente grande como para proteger la segunda muralla.

— ¡Los hechizeros invocaron a la serpiente, cubranse! — Grito un soldado.

La serpiente se lanzó contra Tefnut quién deshizo su cuerpo y busco una manera de defenderse, pero la serpiente y los Bennus comenzaban a darle dolor de cabeza. Decidió que debía acabar con todos lo antes posible y ampliar las bajas de los soldados enemigos.
Tefnut voló al cielo y entró en las nubes de tormenta, desapareciendo y confundiendo a los soldados.

Las gotas de lluvia comenzaron a hervir. Tan calientes estaban, que fueron capaces de dañar a las Bennus y derribarlas en pleno vuelo pese a estar encendidas en fuego. La serpiente también sufría daño, pero su encantamiento se negaba a ceder ante nadie.
Shu apareció y usó su lanza para atravesar la cabeza de la serpiente quién se negó a morir ahí, y con sus brazos lanzó un ataque de logró hacer una larga cortada en la mejilla izquierda de Shu, además de infectar dicho corte con un veneno corrosivo.

Shu arremetió, con su lanza de luz que no hacía caer a la serpiente por la voluntad de esta. La serpiente atacó con su cola rápidamente y golpeó al Dios quién cayó al suelo de lleno. Tefnut apareció y usó el agua hirviendo del cielo para lanzar una ola de agua al ojo de la serpiente quién lanzó un alarido de dolor.
Y fue Shu quién terminaría lanzando el último ataque, con su lanza directo al cerebro de la serpiente y matandola.

— Parece que te dió problemas.— Siseó Tefnut viendo cómo Shu se ponía de pie, tenía el labio roto y su mejilla se veía podrida por el veneno.

— Baje la guardia, no volverá a pasar.— Exclamó.

— Déjame ayudarte con eso.~ — La Diosa de acercó y pegó sus labios del cachete podrido del Dios. Logró chupar todo el veneno corrosivo y lo escupió al suelo como si nada.

Todos quienes vieron esta escena estaban horrorizados, bastó con chupar y escupir para dejar como nuevo a Shu quién tenía aún la herida en la cara.
Pero mas tarde de ocuparía de eso.
Shu voló hasta el cielo y apuntó su lanza al corazón de la muralla, cargando un rayo de luz que haría pedazos al muro en un parpadeo.
Pero esto no sucedió pues, Maat había decidido intervenir. Un enorme meteorito del tamaño de la luna venía directo a la tierra con la intención de aplastar al Dios y matarlo, pero el rayo de luz impactó contra el cuerpo celeste, destruyéndolo y haciendo que una lluvia de escombros impactara con el suelo e hiciera destrozos a quema ropa.

Maat y Shu iniciarían su batalla en ese instante.

[...]

Set no tenía ni idea de que estaba ocurriendo, pues en un parpadear, había estallado una guerra sin cuartel. Su mamá lo cargó en sus brazos y corrió hasta la habitación de sus hijos. Las dos hermanas estaban abrazadas mientras Neftis estaba llorando, Khepris miraba todo con frialdad y Osiris estaba hecho una furia.
Al ver a Nut, todos se le fueron encima pues estaban alegres de ver a su madre en buen estado.

— ¿¡Mamá, esto es una pesadilla!? — Preguntó Isis, quién se negaba a creer todo lo que pasaba.

— ¡Buaaahhh! ¡Tengo miedo mamá! — Lloriqueo Neftis.

Nut tenía que calmar la situación, solamente bastó un aplauso para hacer acudir a la persona indicada. Thot, Dios de la sabiduría y conocimiento apareció al servicio de Nut, pues él desde siempre había sido uno de los dioses más cercanos a ella y su servidor más leal.
Thot observó a los cuatro niños y a Nut, con eso le bastó para saber lo que sucedía.

— Gran Nut, que gusto verla.— Saludó cortésmente el Dios con cabeza de Ibis.

— Thot, necesito que los saques de aquí antes de que ellos llegan y los lleves al rincón mas lejano de Egipto.— Ordenó ella, rápida pero organizada.

— Como lo ordene la señorita.— Respondió él, siempre galante.

Pero Set se plantó frente a su madre y le vió fijamente a los ojos.— ¡Mamá, no podemos dejarte aquí y a papá! ¡Tenemos que irnos todos! —

— Set, este no es el momento...— Y en ese instante, el meteorito invocado por Maat fue destruido por Shu.— ¡Maldición! —

— ¡¡¡BUAAAHHH!!! —

— ¡MALDITA SEA, THOT SÁCALOS DE AQUÍ! —

El Dios de la sabiduría y conocimiento emprendió la carrera, sacando a los cinco Dioses de la habitación a toda prisa y patinando alrededor de los pasillos con rapidez.
Muchas veces antes, en ese lugar se había discutido los planes de emergencia en caso de alguna crisis, y Thot lo tenía perfectamente memorizado.

Al alejarse lo suficientemente de las habitaciones, llegaron al edificio norte y por ahí tendrían acceso al túnel imperial que los llevaría por el Nilo y los alejaría lo más posible de la Tierra Sagrada y los llevaría a la Tierra de la Noche.
Pero Set no estaba de acuerdo, no estaba a favor de abandonar el castillo y dejar a sus padres atrás, él tenía que volver.

No podía, no podía concebir la idea de vivir una vida sin su padre, sin su madre. Tenía que estar con ellos.
En un momento del viaje, Set soltó la mano de Neftis y rápidamente se dió la vuelta, decidido a volver por su madre y padre pero también fue detenido por la hermana menor, quién se aferró a él.

— ¿Q-Que e-estas ha--? — Pero no pudo terminar.

— ¡No puedo abandonarlos, no puedo dejarlos allí! — Gritó él.

— ¡Set no seas estúpido, tenemos que irnos! ¡Mamá y papá son perfectos, ellos volverán! — Vociferó Isis, seguida de Osiris e incluso Khepris.

— No, no puedo...— Exclamó él, retrocediendo lentamente.

Thot detuvo su carrera y trató de atrapar a Set, pero las emociones a flor de piel hicieron brotar los poderes del Dios y su mano se desintegró complemento al tocar la piel. El alarido de Thot logro distraer a los cuatro y Set aprovechó la oportunidad para escabullirse.
Logró entrar de nuevo al palacio y divisar lo que ocurría en el jardín principal, Tefnut usaba su poder de la humedad para atacar el muro protector mágico mientras Shu mantenía su batalla contra Maat.

Debía encontrar a sus padres lo mas pronto posible.

[...]

— ¡Constelación — Ursa major! — Maat movió sus manos al más puro estilo Kung Fu y de sus palabras comenzaron a brillar las estrellas y constelaciones.
De sus mano emergió un enorme oso de colores oscuros repletos de estrellas y galaxias que se lanzó al encuentro con Shu.

El Dios de la luz movió sus dedos y de ellos emergieron varias balas de Luz que impactaron contra el cuerpo del Oso, que si bien no lo detuvieron, le infligio un fuerte dolor en el cuerpo estelar.
Pero el animal cumplió su objetivo que fue golpear de lleno al Dios, quién no pudo bloquear el ataque a tiempo.

Estaba enfrentando a la mismísima alumna y protegida de Nut, obviamente no sería una tarea fácil. Pero estaba estaba dispuesto a perder. Shu lanzó varias balas más de Luz que fueron interceptadas por el Oso y luego conectó un puntazo con su lanza de luz y logró reventar el cuerpo celeste.
Maat apretó la quijada y se preparó para el ataque, hizo emerger su guadaña espacial y se lanzó coma Shu quién evadió su ataque.

Ambos tenían la capacidad de moverse a la velocidad de la luz, pero la velocidad de Maat era levemente superior al moverse en armonia y sincronía con la luz del espacio y universo, por ende había un desnivel. Pero Shu mejoraba con cada vistazo, cada observación lo hacía más poderoso.

El corte de Maat fue tan poderoso que abrió un agujero en el espacio y comenzó a succionar todo lo que estaba a su alrededor, no le costó mucho a Maat cerrar esa apertura y ese fue el momento en que Shu aprovechó para atacar.
Pues se movió a gran velocidad y conectó una patada a la velocidad de la luz en el cuerpo de la Diosa, quién salió disparada al muro más cercano y lo destruyó con el impacto.

El cuerpo adolorido y herido de Maat cayó al suelo, debilitado por el impacto. Shu la vió ponerse de pie con su arma, ahora convertida en una espada y un escudo, mientras su cabeza sangraba y su labio estaba roto.
El muro había sido derrumbado y el hechizo mágico falló, ahora Tefnut tenía todo en la palma de su mano.

Maat se lanzó contra Shu quién bloqueó con su lanza y arremetió con un puñetazo a la velocidad de la luz que golpeó de lleno el estómago de Maat y la hizo vomitar en el acto, pero aún con eso no flaqueó.
Ella misma alzó su palma la cuál brilló con la intensidad de una estrella y la impactó en el cuello del Dios, haciéndolo tambalearse levemente.
Esa fué su oportunidad, Maat movió sus brazos en círculos e invocó un rayo de luz, el mismo rayo que viaja a toda velocidad cuando una estrella explota. Un rayo capaz de destruir tres planetas impactó de lleno y se liberó una explosión de proporciones cataclismicas, que además creó una nube de polvo y tierra que cubrió complemente el campo de batalla.

El ruido dejó ensordecido a todos los presentes, por varios segundos, el sonido había desaparecido de los oídos de todos. Cuando la nube de disipó, la figura de Shu apareció. Estaba aún de pie, pero el daño que había recibido había sido considerable.
Fracturas, sangrados y un impacto que logro hacerlo escupir bastante sangre.
Trono su cuello, un traqueo perturbador y asqueroso.

— No esperaba menos de la estudiante de Nut, eres fuerte. Pero no lo suficiente.— Murmuró él, preparado para dar un golpe que sería el último.

— ¡Fue suficiente! — El poderoso grito de Geb lo hizo frenar en seco, pues la Tierra de Egipto hizo su apareció con sus ojos encendidos en cólera por todo lo que estaba presenciando.

La galante espalda del Dios cubrió a Maat, quién cayó arrodillada al suelo, viendo con asombro al Dios de la tierra.
Geb miró a su padre, desafiante y sumamente dominante. Ese duelo de miradas se podía describir como un encuentro entre dos poderosos Leones.

Geb dió un fuerte golpe en el suelo con su báculo y la tierra obedeció sus palabras, una lajas de piedras flotaron y viajaron a gran velocidad contra Shu quién se las bloqueó y desvío con su lanza.
Una, dos, tres, cuatro...la quinta tuvo que esquivarla y la sexta fue imposible de evadir, fue tan rápida que golpeó el ojo de su padre e hizo un profundo corte que lo dejó ciego.

Shu lanzó un quejido de dolor y un bramido de furia, ¿Cómo era posible que un rayo de luz estelar no pudiera matarlo, pero una piedra a gran velocidad, logró hacerlo sangrar. Definitivamente era algo que solo su semilla podría lograr.

Path llegó, listo para salvar a Maat y evacuarla junto con el resto. Se detuvo al ver cómo Geb preparaba su defensa, pues Shu arremetió con una serie de estocadas a la velocidad de la luz que fueron esquivadas y bloqueadas por Geb en un despliegue de movimientos fluidos y rápidos.
Shu atacó y Geb dió un giro con sus talones y lanzó una patada al aire que se convirtió en una línea recta de tierra que impactó contra el estómago de Shu, y acto seguido, Geb usó su báculo para hacer emerger una enorme liana del suelo, atrapar a Shu y comenzar a apretarlos.

— ¡¿Por qué demonios estás haciendo esto padre!? ¿¡Acaso quieres matarnos!? — Demandó saber Geb quién apretaba más y más las raíces.

— ¡UUUAAARRGH! — Gritó de dolor Shu, acto seguido Geb movió las raíces y estampó de cara a su padre contra el suelo.

Path observó el combate, pero se percató de que Tefnut venía volando a toda velocidad contra Geb y decidió actuar. Se plantó enfrente de él y haciendo uso de su magia, hizo emerger un Pooja* para cubrir a su rey.
El mismo estaba blindado con cristales mágicos que recibieron de lleno el ataque de Shu y Tefnut a la vez, agrietando el cristal y haciendo jadear de dolor al Dios arquitecto.

— M-Mi señor, debe irse de aquí lo antes posible...— Murmuró Path, adolorido y exhausto.

— ¡Path, no puedes contra ellos, debes escapar! — Exclamó Geb.

— Debe irse con su familia lo antes posible, yo daré mi vida por usted.

— No seas imbécil, ¡vas a morir! —

— Señor Geb... La noticia del ataque se extendió por todo Egipto, el panteón entero está entrando en una crisis sin precedentes. Él... Ya viene.

Geb no entendió las palabras de Path pero en ese momento, un poderoso rayo solar emergió del cielo oscuro.
La lluvia se detuvo, pero el cielo aún estaba nublado, el rayo atravesó una de las nubes y poco a poco las fue despejando.

Un estruendo hizo temblar a Egipto, una nueva figura había hecho acto de presencia en el campo de batalla.

— ¡Ya llegó, alteza por favor váyase! — Gritó Path, pero el Pooja se hizo pedazos, dejando a ambos Dioses expuestos a la fria mirada del nuevo Dios.

Era nada más y nada menos que el mismísimo Dios solar, rey y emperador de todo el panteón egipcio.

Ra...—

SNVLOR.
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*Pooja: Altar Egipcio.

Lo prometido es deuda y aquí lo tienen, el pasado de Set.
Debido a que se estaba haciendo muy largo, incluso puede que más largo que el de Magno, lo separé en dos capítulos.
No sé preocupen, la siguiente parte será publicada apenas este completa, no los haré esperar otro mes para continuar.

Muchas gracias por leer hasta acá, y prepárense para el siguiente capítulo; ¿Ra contra Nut y Geb? ¿Shu y Tefnut contra Nut y Geb? Lo averiguaremos en muy poco tiempo.

Muchas gracias por leer.

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