Apollo.
Dedicado a: Dnielmon
"Sin tí, esta obra no existiría."
...
— Tardas demasiado, ¿lo sabías?— La voz femenina de la Diosa inundó la habitación real.
El Dios rubio alzó su cabeza al oír aquella voz, sin embargo no se giró a verla, simplemente reanudó su acción anterior: Atar su botas de cuero. Para él, no importaba la tardanza, debía estar lo más presentable posible y su vestimenta elegante contaba con muchas piezas.
Aquel era un día muy especial en el Olimpo después de muchos milenios, puesto que era la primera vez en miles de años que el Olimpo recibía a un nuevo gobernante. Apollo sería el segundo gobernante del Olimpo y el cuarto Dios en convertirse en el monarca de Grecia; siguiendo la sucesión de Urano, Cronos y Zeus.
La celebración estaba cargada de muchos sentimientos diferentes. Alegría y euforia, emoción y victoria pero a la vez una gran y profunda tristeza. Aunque esta última no aplicaba para él, se sentía perfectamente bien y sus emociones estaban realmente claras.
Finalmente terminó de trenzar sus botas de cuero hasta las rodillas y se puso sobre sus pies para caminar hacía el espejo de su habitación, con la intención de revisar su vestuario: tenía puesta una armadura dorada que cubría su pecho y brazos, aunque estaba confeccionada de tal manera que parecían más bien unas prendas de ropa comunes y corrientes. Llevaba una capa blanca encima de sus hombros, una muñequeras doradas y guantes de cuero sin dedos.
Así mismo vestía unos pantalones de cuero ajustado y sus botas, y justo encima de su armadura tenía puesta una reliquia familiar; un largo y grueso collar de oro con un sol que resplandecía, un collar que su madre, la titán Leto había conservado por incontables eones.
Había sido entregada a él poco tiempo después de haber dejado la isla donde nació y creció para luego haberse mudado al Olimpo.
Realmente nunca dejaba de usarlo, ni siquiera cuando estuvo en el Ragnarok.
El solo hecho de recordar ese momento, llevó sus manos a su mejillas dónde tenía una larga y profunda cicatriz en forma de línea recta, una bala había rozado su cara y la había dejado marcada de por vida; pero no sé sentía mal por esa cicatriz, la llevaría con orgullo hasta el final de sus días como una marca de batalla digna; incluso si había sido hecha por un sucio mortal.
— ¿Llegaron todos? — Preguntó finalmente el Griego con un tono muy serio, la Diosa que lo miraba asintió.
— Todos los gobernantes llegaron, incluso algunos que nunca había visto en mi vida. Lógicamente no iban a perderse la coronación del nuevo gobernante del Olimpo y Dios Padre Del Cosmos, eso sería una ofensa muy seria.
Asintió y puso final a su preparación para la ceremonia de coronación. Mentiría si dijera que no sentía una dura y poderosa descarga de adrenalina recorrer su cuerpo, aunque era más la sensación de incertidumbre que cualquier otra, para él, el miedo era un sentimiento inútil que no valía la pena.
Apollo, el hijo mayor de Zeus y Dios de la belleza y la perfección divina. Legítimo heredero al trono, además de haber sido el mejor candidato y más óptimo para portar dicho título tan importante.
Midiendo dos metros con díez centímetros, su cabello (el cuál caía en cascada hasta sus hombros) de rizos voluminosos y alargados, rubio y brillante iba peinado con el estilo Anastole; un estilo muy utilizado y famoso entre los griegos.
Sus ojos son de color ámbar claro, levemente rasgados y con pestañas alargadas, una característica que le daba cierto aire de elegancia. Su mirada era afilada como la de un depredador pero al mismo tiempo transmite una extraña sensación de seguridad y calma. Tiene un rostro cuadrado, mandíbula definida y marcada y naríz perfectamente situada en su rostro.
Sus labios eran ligeramente y carnosos, pero naturalmente brillantes, pequeños pero estéticamente perfectos.
Su cuerpo musculoso entró perfectamente en su armadura, pues él tenía un físico perfectamente musculoso, marcado y esbelto sin verse grotesco o excesivamente músculado. Estaba en un punto perfecto y equilibrado de Ectomorfo y Mesomorfo.
Y en conjunto con su vestimenta, le daban una hermosa imagen de guerrero y Dios importante. Una imagen perfecta de un Dios perfecto.
— Quién diría que llegaría este día...— Murmuró ella acercándose a él — Me enorgulleces, hermanito — Puso una mano sobre su pecho dorado y sonrió.
— Me esforzaré por ser un digno gobernante, Artemisa.— Respondió él esbozando igualmente una sonrisa.
— No necesitas decirlo, yo sé que serás el mejor gobernante de toda la historia.— Halagó ella, y no era de darle muchos cumplidos a su hermano.
Apollo asintió, de igual manera se sintió muy bien al oír las palabras de su hermana menor, pues nada lo hacía más feliz que saber que la persona que más amaba estaba orgullosa de él.
Apollo y su hermana gemela crecieron juntos, luego de ser acogidos por el Olimpo poco después de que habían nacido. Siempre fueron los mejores amigos y los más cercanos hermanos de entre todos los hijos de Zeus, y no era para menos pues compartían una misma esencia, una sola alma.
Decían las leyendas que lo gemelos surgían cuando un alma era separada en dos y estas almas, conectadas nacían al mismo tiempo y en el mismo lugar.
Artemisa y Apollo, hijos de Zeus y Leto sin duda alguna compartían la misma alma.
Decidió no demorarse más en arreglarse, ya todo estaba listo, él estaba listo.
SNVLOR
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