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Capítulo 1: Polilla.

Advertencia: Ninguna.
*Popularmente se cree que las polillas son atraídas a la luz, pero en realidad esta las desorienta, dejándolas en una especie de trance.

~•~

La maldición fue fácil de exorcizar, sorprendentemente para ser de primer grado.

El joven de pantalones holgados bajó la colina cansado, la asistente puso el velo pero se fue en cuanto la maldición cortó unos cuantos árboles y atacó a Getō.

“Tendré que llamar a otro asistente, maldición, me hará esperar horas” hizo una mueca de desagrado. El sol se ocultaba, así que siguió caminando de vuelta a la estación de metro. “Ahora que lo pienso, ella dijo que la casa de su hermana estaba a dos minutos de aquí en autobús” sin darse cuenta sus piernas cambiaron de dirección y giro a la estación de autobuses.

—¿Qué estoy haciendo? —preguntó en voz alta. Tal vez necesitaba echar un vistazo a la vida de alguien más, fingir que era la suya y volver a la academia de hechicería, con suerte esa noche no tendría pesadillas con el cadáver de Riko, con su propio pecho sangrando rasgado por aquel asesino…con suerte dormiría un poco para variar.

Tomó el autobús que solo avanzaba unas cuadras, la siguiente estación era la última. Bajó de mala gana, pues en realidad estaba cansado por la misión, pero cualquier cosa era mejor que volver a su dormitorio a llenarse de miseria. Sin tener idea de a dónde ir o qué hacer se acercó a la tienda de conveniencia. “Nada de esto tiene sentido” pensó malhumorado, tomó una bebida de un refrigerador y la campana de la entrada fue seguido de aquella voz femenina.

—¿Entonces solo una paleta de sandía? —la castaña iba al teléfono, su sonrisa se desvaneció al verlo. Ya no usaba su lindo uniforme negro y rojo, vestía un pantalón deportivo de licra, y una camisa de tirantes blanca—. Oh, ¡El flequillo!

“Niña de mier…” su sonrisa se volvió forzada—. Qué sorpresa verte otra vez, parece casi cósmico.

El cajero los miró a ambos en silencio y soltó un suspiro cansado—. ¿Algo más?

La castaña rápidamente tomó un par de paletas de hielo, incluyendo una de sandía—. Y también la bebida de mi amigo —antes de escuchar la negativa del mayor ella sacó su billetera y pagó—. Muchas gracias, buenas noches.

Suguru la siguió fuera de la tienda, la menor se quejaba del calor—. Apenas te conozco como para ser tu amigo. Eres alguien amable.

—¿Una persona amigable no es lo mismo que un amigo? —la joven le estiró una paleta de mango y crema—. Gracias por ayudarme esta tarde…fuiste un caballero.

El de ojos cafés alzó las cejas sorprendido, esa joven era tan atractiva como un imán, gentilmente recibió la golosina—. Gracias. Y ayudarte a encontrar una dirección no fue nada del otro mundo.

—Por ayudarme con el acosador…le dije esas cosas ofensivas, pero la verdad es que temblaba de miedo —confesó avergonzada, golpeando su sandalia contra el piso.

—Cualquiera lo hubiera hech-

La menor lo interrumpió—. Nadie lo hizo antes, y apuesto a que no lo harán si vuelve a pasar.

El de cabellos negros sonrío suavemente, era genuina, algo que no ocurría en semanas—. Oye, para la próxima, el gas pimienta.

Ambos adolescentes se rieron ligeramente.

—Eres una buena persona —comentó la femenina.

Un suspiro sordo siguió el discurso de Getō—. No puedes juzgar eso por defenderte de un acosador…hay tantos aspectos que desconoces, soy una mala persona, y pienso cosas terribles.

La castaña alzó la cara mirándolo fijamente—. Reconocer eso hace la diferencia entre un error y una verdadera actitud perversa.

El mayor abrió más los ojos sorprendido—. Y-yo, bueno, odio lo que hago, por razones egoístas.

—¿Alguien más puede hacerlo? —cuestionó la joven—. Sí odias hacerlo, y alguien más puede ocupar tu lugar, deberías dejarlo.

“Dejarlo…claro que lo he pensado”—. No es así de fácil, no es algo que pueda evitar para siempre.

—No quiero ser engreída o arrogante, pero ¿De qué te sirve hacer algo que odias?

Suguru abrió el envoltorio de su helado—. Es un problema que me come la cabeza, quiero erradicarlo desde el centro.

—¡Esa es la actitud! —Mizuki levantó la mano y esperó a que el otro chocará la suya—. A veces no darle importancia a las cosas te ayuda a ignorar el hecho de que en realidad el problema no tiene solución.

“Lo sé, es infantil creer que mi vida hará el cambio” aún así se rió suavemente—. Eres divertida.

La menor tenía un ligero sonrojo en sus mejillas—. Gracias —su mirada se deslizó nerviosa hasta su reloj en la muñeca—. ¡Ah, mira la hora! ¡Apenas alcanzas el último tren…lamento haberte quitado tanto tiempo!

—¿Bromeas? Es la mejor plática que he tenido en semanas —el pelinegro buscó en su bolsillo su teléfono—. ¿Puedes darme tu teléfono?

Mizuki asintió, tímidamente tomó el teléfono y tecleó su número y datos de contacto—. Entre semana estoy en Tokio y tengo casi todas las tardes libres.

El joven alto recibió su celular revisando el contacto guardado como “Mizuki Akemi”—. Vuelve a casa con cuidado, te llamaré para que guardes mi número.

Sí, él estaba en trance por ella.

Caramba, chavo emo deprimido x chavita bien con problemas familiares
Mizuki mi vieja
Me encanta hacer OC bonitas y amables, porque las chicas lindas somos así JAJAJA
-Honey

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