ᵗʳᵉᶜᵉ
Los padres de Jisung tampoco podían parar de llorar, cuando tuvieron que prohibirle a éste tener cualquier comunicación o encuentro nuevamente con Minho. Tuvieron que terminar en esa horrible y dolorosa conclusión.
Les dolía, claro que les dolía, pero pensaban que era lo mejor para su hijo.
Las palabras que salían de sus bocas quemaban el corazón de Jisung.
Todo este entorno, lo que sucedió, y lo que estaba por suceder, todo lo estaba quemando por dentro.
Sus ojos dolían al sentir sus saladas y deprimentes lágrimas. Cada lágrima la sentía tan pesada, como si fueran bloques de cemento.
Corrió hacía su habitación dejando a sus padres con un nudo de dolor adornando la boca de sus estómagos.
Jisung estaba cansado de llorar.
Se le hacia infernal hacerlo y aún más, que su novio no estuviera ahí para cesar sus lágrimas.
Tener que dejar de verlo y tan solo quedar con un horrible último recuerdo de Minho herido.
Había intentado ir al psicólogo, pero nada podía ayudarlo como los brazos de Minho. Estaba consumido en tristeza.
Tragó duro cuando vió los malditos números que marcaban su reloj, eran casi las cuatro de la madrugada y para este mismo momento se había quedado sin lágrima alguna, que bajara por sus rojas mejillas.
Sus días variaban siempre, algunos eran completamente largos y otros tan cortos que solo recordaba abrir los ojos y levantarse de la cama. Sin embargo todos tenían algo en común, siempre pensaba en Minho. Todos eran días grises.
A veces caminaba rumbo a la casa de Minho inconscientemente, encontrándose siempre con una casa vacía, oscura y completamente sola. Era obvio que la pequeña familia no volvería a quedarse en esa casa llena de dolor y recuerdos horrorosos.
Los siguientes cuatro meses fueron torturosos para Jisung, pero hubo una noticia inesperada. Había logrado ingresar a la última universidad en la que se había inscrito con Minho antes de irse de su casa.
La carta en sus manos lo hizo llorar nuevamente, recordó todos sus momentos felices y divertidos junto al pelinegro cuando se les vino a la mente esa universidad.
Ahora se encontraba mirando por la ventanilla del auto de su madre, teniendo una fuerte batalla mental en si abrir o no la puerta del vehículo. Miró hacia el cielo con pereza, sintiendo la luz molestar sus ojos.
Este espantoso día lo había hecho recordar sus días en el colegio, en donde le costaba hablar y sentía el pánico escénico al tener que presentarse individualmente con las personas de su misma clase.
Provocando que estas se volvieran tan largas y aburridas.
Pero, a veces la vida da giros inesperados y terminas encontrando a personas con las que tal vez no quisieras toparte. Ese alguien era Hwang Hyunjin, de su misma ciudad, misma escuela e incluso mismo curso.
No tenía ganas de dar respuestas a las preguntas sobre lo que había pasado ese día, y es que toda la ciudad ya sabía sobre lo ocurrido. Intentó esquivarlo pero fue imposible, ese chico era más rápido y escurridizo.
-¡Jisung! no imaginé encontrarte aquí, creí que no habías entrado a la universidad ya que me encontré con Minho, estaba caminando solo hace un rato, parecía triste. ¡Oh! Ya sé ¿Vas a darle una sorpresa y por eso no le dijiste na...-
Hyunjin quedó con las palabras en el aire, puesto a que Jisung había salido corriendo de ahí. Sus pensamientos habían salido volando y ahora su único propósito era encontrar a Minho.
Juró haberle dado unas tres vueltas a la gran universidad, su frente empapada de sudor y su ropa hecha un lío. Pero, nunca pudo encontrarlo.
A duras penas siguió con el resto de sus clases, las cuales parecieron durar una eternidad antes de darse por terminadas.
Pensó en llorar en uno de los baños de la resistencia por la decepción de no poder encontrar a Minho, el mundo parecía estar de acuerdo en quererle pasar una mala jugada a su pobre y necesitado corazón.
Pero cuando se decidió a salir por la puerta principal supo que fue lo mejor que pudo haber hecho en su vida.
Esa silueta de espaldas tan conocida, sus cabellos negros, ese color blanquecino tan característico de su piel y sus piernas cubiertas por ese pantalón negro, lo conocía todo a la perfección, sintió el tambaleo de sus piernas y los latidos de su corazón acelerarse, creía que iba a desmayarse de la felicidad y volvió a sentir que la vida volvía a ser vida.
-¡Minho, Minho, Minho!- corrió esa corta distancia como si estuviera en un maratón mientras que su voz se hacía notar más con cada llamado.
Cuando el nombrado volteó fue impactado por un Jisung y su acelerado corazón. Jisung parecía un pequeño koala tan aferrado al cuerpo de Minho, lo extrañaba tanto que incluso estaba llorando de la felicidad, pero ¿Por qué no sentía las manos de Minho rodeando su cuerpo?
Extrañado, se separó, encontrándose a Minho tratando de retener sus lágrimas.
-Jisung, creo que no entendiste que ya no podemos estar juntos, esto se terminó...-
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