El tren
A ella le gustó,
que lo hubieran destinado
a otro lugar.
La miré de reojo,
mientras leía a Julio Cortázar
en el tren Roca.
Rumbo a un destino,
llamado Estación Derrota.
Ella no callaba,
solo reía sin parar
como hiena alterada.
No veía el otro lado de las cosas. Pero todo tenía su desventaja,
mi desconcertada decepción, estaba tallada en madera,
como si fueran jeroglíficos egipcios, nada descifrables.
Me bajé en la próxima estación, una antes...
Para no verla más.
Para evadir la tragedia.
Para no asumir la derrota.
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