El amor.
Una candente noche de verano llegó la divinidad a mi vida.
Ésta me castigó desde el púlpito por ser una alma perdida.
Después yo reaccioné
y supuse que él era el
Rey de Babel.
Ninguno de ustedes pueden censurar mis victorias....
No bastaría con mitigar mis tormentos y mis emociones.
En nombre de Dios maquillé
mis labios de rojo carmín
e inicie mis clases de oratoria.
Robé las cartas de Poe
y presentí que el amor
no debe ser dividido,
mas bien tiene ser multiplicado.
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