La habitación estaba en penumbra, sólo iluminada por la luz tenue que se filtraba por las cortinas. Tsubasa yacía en su cama, su rostro oculto entre las sábanas, su cuerpo inmóvil. El ambiente estaba cargado de tristeza y desolación.

La puerta se abrió de golpe.

 Ryo fue el primero en hablar, su voz se llenó de preocupación. 

─ No puedes quedarte aquí todo el tiempo, Tsubasa. Tienes que salir. 

 No respondió, sólo se hundió más profundamente en sus frazadas. El defensor suspiró, frustrado, pero Jun intervino antes de que pudiera decir algo más. 

─ Deja de exagerar, Tsubasa. Estás perdiendo tiempo valioso con Taro. Aún queda mucho para la final del torneo de verano. Deberías aprovechar cada momento que tienes con él. ─ Hizo el intento de animarlo.

Genzo, siempre el más práctico, se acercó a la cama y, sin ceremonias, tiró de las sábanas, obligando a su mejor amigo a levantarse. 

─ Sal con Taro a entrenar, a comer algo, a dar una vuelta... lo que sea, pero deja de actuar como si alguien hubiera muerto. ─ le ordenó con regañadientes.

El niño, aunque renuente, finalmente cedió. Se levantó de su comoda, murmurando su consentimiento. Los chicos intercambiaron miradas de alivio.

Mientras tanto, Taro estaba en la recepción del hotel, sumido en sus pensamientos. Se preguntaba si había hecho bien en contarle a Tsubasa sobre su inminente partida. Su corazón se apretaba al recordar la expresión del castaño al escuchar la noticia.

Pero antes de que pudiera sumergirse más en sus pensamientos, una voz familiar lo sacó de su ensimismamiento. La persona a la que pensaba estaba de pie frente a él, una pequeña sonrisa en su rostro. 

─ Taro, ¿quieres dar una vuelta? ─ pregunto musito.

Este asintió, aliviado de ver a su compañero fuera de su habitación después de ese dia. Mientras se alejaban juntos, los otros tres observaban desde lejos. 

─ Vamos a informarle al entrenador que Tsubasa y Taro saldrán un rato ─ dijo uno de ellos, satisfechos de que su amigo finalmente había decidido enfrentar su tristeza.

Estaban caminando por el centro comercial. Los pequeños disfrutaban de unas paletas de chocolate que Tsubasa había comprado para ambos. El silencio entre ellos se rompió cuando Taro finalmente habló.

─ No me gusta verte triste y deprimido por mi partida. ─ Su voz era suave pero firme.

 lo miró, su expresión triste.

─ No puedo aceptar que te vayas ─

Admitió. ─ Te extrañaré mucho. Eres mi compañero de oro, mi otra mitad porque...─ Su voz se apagó, incapaz de terminar la frase.

El pelinegro asintió, comprendiendo lo que su mancuerda no podía decir. 

─ Lo sé, y también me duele mucho. Pero tengo que acompañar a mi papá. No puedo hacer nada al respecto. Y tú también regresarás a Francia con tu mamá después de las vacaciones.

El diez cerró los ojos y bajó la cabeza. 

─ ¿Puedo hacer algo por tí, al menos? ─ Le interpeló.

El once le tomó la mano, haciendo que ambos se sonrojaran. 

─ Sí, podemos pasar el mayor tiempo posible juntos ─ Replicó.

Misaki menor levantó la cabeza y le sonrió a Yoshida, aunque su sonrisa estaba teñida de tristeza. 

─ Está bien, haré lo que digas ─ Afirmó.

En ese momento, una chica que pasaba cerca de ellos los miró con sorpresa y emoción. 

─ ¡Oh, se parecen tanto a Oliver y Tom!─ Exclamó emocionada, atrayendo la atención de quienes estaban cerca.

Los infantes se voltearon hacia ella, confundidos por el comentario. Tsubasa, en un instante de confusión, pensó que se refería a su madre con ese compañero suyo, pero luego se dio cuenta de que probablemente estaba hablando de otras personas. Ambos se miraron y estallaron en risas, liberando la tensión acumulada en sus corazones.

Tsubasa por primera vez después de unos días se sentía mejor y feliz, estaba dispuesto a cumplir aquel pedido de su crush.

Supieron que aunque las circunstancias pudieran separarlos físicamente, su conexión y amor seguirán siendo fuertes. Juntos, continuaron por el centro comercial, compartiendo risas y creando recuerdos preciosos, conscientes de que su tiempo juntos era limitado pero valioso.