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𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙤𝙡𝙤 𝙐𝙣𝙤

Corría. A mi alrededor no había nada más que árboles, ramas y tierra. Estaba en un bosque, eso era seguro. La pregunta es, ¿por qué corría? O aún mejor, ¿de quién corría?

El miedo y el instinto de supervivencia estaban al máximo, aumentando el flujo de sangre de mi cuerpo, manteniéndome alerta y haciéndome consciente de todo lo que me rodeaba.

Me detuve en un claro. Estaba seco, apenas había pasto. Frente a mí aparecía un hombre de piel morena y rastas. Lo veía frente a mi, moviendo los labios pero sin escuchar realmente lo que decía. Sentí un calor en la mano. Alguien me la estaba agarrando y, sintiendo un instinto protector, me coloqué frente a esa persona. El hombre exudaba peligro y algo dentro de mí me exigía proteger a quien sea que estuviera tras mi espalda.

Algo pasó como un borrón frente a nosotras y sentí un aliento cálido en mi mejilla. Cuando quise voltear, desperté.

El trayecto en auto estaba siendo más largo de lo que pensaba, pero nada que hacer. Por suerte, en Forks me esperaba mi moto, por lo que no tendría que preocuparme de conseguir taxis nuevamente. Sobre todo considerando lo costosos que son desde Seattle hasta el pequeño pueblito que no conoce el sol.

Revisé mis redes sociales, enviándole un mensaje a mis hermanos  diciéndoles cómo fue el trayecto y que todo estaba bien.

Media hora después, el taxi comenzó a adentrarse en una zona bastante rural. Cuando llegamos al área de la reserva le indiqué el camino al taxista, pasando por fuera de la casa de los Black. Si bien había varias hectáreas de distancia entre un vecino y otro, los Black eran quienes más cerca estaban de mi, tan solo a 15 minutos a pie. Debo admitir que eso es algo que aprecio. Mi propio espacio lejos de las personas. Nada mejor.

Tras llegar le pagué al taxista, quien me ayudó a sacar mis maletas de la cajuela, y me despedí dándole las gracias. Busqué las llaves en mi mochila y entré a la casa. No era tan grande. Tenía dos habitaciones tamaño matrimonial, un baño, una cocina americana que conectaba con un living-comedor. Las paredes eran de madera a excepción de una que era de ladrillos y piedra en la que se encontraba una chimenea bastante acogedora. Ya sé dónde pasaré la mayoría de mi tiempo.

Dediqué mi día a organizar mis cosas. Para el final de la tarde, la ropa ya estaba en el closet, los libros en el estante, la loza en los muebles y la comida en la despensa y el refrigerador. Estaba cansada y sólo quería dormir, pero no podía ir a acostarme sin cenar, así que decidí ir a comprar algo. Ya después cocinaría, un día que comprara comida hecha no haría mal.

Tomé las llaves de mi moto, me coloqué la chaqueta y fui camino al pueblo. Según Google Maps, había una cafetería que no cerraba hasta tarde. Cuando llegué había un par de jóvenes afuera que se me quedaron mirando, especialmente luego de quitarme el casco.

— Oye, bonita moto. ¿Cuándo me das una vuelta? —Habló uno de ellos. Era rubio, de ojos claros y tenía una sonrisa de bobo en la cara. Su aura no transmitía nada bueno. No era peligroso, pero definitivamente no era el tipo de persona que quiero y necesito a mi alrededor.

— Gracias y no. No traigo a cualquiera en ella—pasé por su lado sin darle una segunda mirada. Sentí cómo sus amigos se reían de él mientras ingresaba en el local.

Me senté en una mesa alejada de la puerta pero al lado de una ventana y agarré el menú. Al poco tiempo se acercó una señora muy amable a mi lugar a preguntarme qué quería así que le hice el pedido.

Forks solía ser un pueblo bastante tranquilo, pero hace ya un año aproximadamente comenzaron los problemas. Los asesinatos, las desapariciones y las muertes trajeron un manto de desesperanza sobre la gente. La desconfianza se notaba en los ojos de cada habitante del lugar, y era entendible al no saber quién o qué era lo causante de tantas tragedias.

Todo esto me trajo recuerdos de un pueblito en el que los hombres lobos y otras criaturas vivían en constante peligro. Al igual que cuando visité ese lugar, la atmósfera cargada de peligro lograba que mi sangre bombeara más rápido y que mi instinto estuviera alerta en caso de necesitar huir o luchar.

Terminé de comer mi hamburguesa justo cuando un hombre vestido con traje de policía entraba al lugar, Por la placa y la cantidad de miradas que recibió nada más entrar al lugar, pude notar que era el sheriff del lugar. Tras suyo entró una jóven de apariencia débil y de quien pude darme cuenta de manera casi inmediata de la torpeza que se cargaba. Nada más entrar tropezó con una mesa y tuvo que agarrarse del brazo de, quién supongo, sería su familiar.

Mis oídos comenzaron a pitar.

Sálvala. Muerte. Mujer. Sangre. Mármol.

Disimulé lo mejor que pude. Pero, como nunca, los susurros y el pitido se hicieron más potentes a medida que el hombre y la chica se acercaban a la mesa en la que estaba. Dolía, pero no lo suficiente como para lograr que hiciera una mueca.

El hombre se paró frente a mi mientras que la jóven se sentó en la mesa de atrás.

— Debo suponer que tú eres Oralia, ¿no?

— Así es, esa soy yo —me levanté y le tendí la mano—. Soy Oralia Rossi, un gusto.

— Yo soy Charlie Swan, un placer conocerte. Soy el sheriff del pueblo, cualquier cosa que necesites puedes contar conmigo —tomó mi mano y la agitó con firmeza—. Ella es mi hija, Isabella —señaló a la chica que andaba con él.

— Hola, Isabella. Un placer —la saludé con un gesto.

— Solo Bella, por favor. Y también es un gusto conocerte. ¿Irás a la escuela del pueblo?

— Oh, no. Yo ya estoy graduada. Estoy de, eh, vacaciones. Podría decirse que estoy haciendo un tour por Estados Unidos.

— Guau, te ves muy jóven, pensé que quizá podríamos ir juntas a clases. Lamento el malentendido —ví como una mueca de sorpresa e incomodidad se marcaba en su cara.

— No te preocupes. Lo tomaré como un halago —me terminé el café que quedaba en mi taza y aproveché que estaba de pie para comenzar a arreglarme y salir. Dejé un billete de cincuenta dólares encima de la mesa y me calcé la chaqueta —. Lamento si me veo descortés, pero ya es tarde y tengo que terminar de hacer un par de cosas. Fue un gusto conocerlos a ambos. Disfruten su cena —me despedí y agarré mi casco.

Fuera de la cafetería estaba helado. El vaho salía de entre mis labios, así que me subí el cierre de la chaqueta hasta el cuello con el fin de prevenir un resfriado. A lo lejos ví al rubio que me habló cuando llegué. Estaba haciendo un ridículo baile y sus amigos lo alentaban.

Sin darle importancia me coloqué el casco y monté la moto. Tenía que comenzar a instalarme, buscar trabajo y adaptarme al pueblo.















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Hola!! Espero que les guste el primer capítulo. Por ahora serán un poco más cortos porque son más bien introductorios. Tengo muchos planes para esta historia, así que más adelante serán más largos. Aun estoy definiendo el interés amoroso de la protagonista, pero sé que les sorprenderá y gustará JAJAJ.

Tengan una bonita semana. ♡

Poppy.

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